ZN Series – Juego de Tronos. Cuarta Temporada. Una Tormenta de Espadas en la pequeña pantalla

 

Género: Fantasía, Drama
Creador: David Benioff y D. B. Weiss
Reparto: Peter Dinklage, Nikolaj Coster-Waldau, Lena Headey, Emilia Clarke, Kit Harington, Aidan Gillen, Charles Dance, Stephen Dillane, Carice van Houten, Jack Gleeson Sophie Turner, Maisie Williams, Rory McCann, Pedro Pascal
Producción: Home Box Office (HBO) / Management 360
Canal: HBO
País: Estados Unidos

 

Hace un par de días se conocían los nominados a la próxima 66º Edición de los premios Emmy, los galardones a la excelencia de la industria televisiva estadounidense, y Juego de Tronos, la serie creada por David Benioff y D.B. Weiss e inspirada en la saga de novelas fantásticas Canción de Hielo y Fuego del escritor y guionista George R.R. Martin, se ha alzado como una de las favoritas del certamen acumulando hasta diecinueve candidaturas. Entre ellas destacan sus opciones al premio a la Mejor Serie Dramática, el de Mejor Dirección para el cineasta británico Neil Marshall, el de Mejor Guionista para el tándem formado por los ya citados David Benioff y D.B. Weiss y varias candidaturas interpretativas para Peter Dinklage al Mejor Actor Secundario de Drama, Lena Headey a su homónima aspiración al premio a la Mejor Actriz Secundaria de Drama y la veterana Diana Rigg a la Mejor Actriz de Drama Invitada por su encarnación de la astuta Lady Olenna la Reina de las Espinas.

Este éxito va en consonancia con la creciente espectacularidad de la serie de HBO que llega en su cuarta temporada a uno de sus clímax más intensos impulsando tramas siempre llenas de sexo, muerte, guerras y luchas de poder. La audiencia de Juego de Tronos no sólo ha respondido sino que ha seguido aumentando paulatinamente, batiendo records y convirtiéndose en la serie más vista de historia del canal de televisión estadounidense por cable con una media de 18,4 millones de espectadores por episodio (superando así las anteriores cifras de Los Soprano). La obra maestra de George R.R. Martin ha conseguido cuajar en la pequeña pantalla cubriendo un espacio, el de la fantasía épica para adultos, totalmente desértico y ausente hasta hace unos años, tanto en la televisión como en el cine, exceptuando las famosas adaptaciones de Peter Jackson basadas en El Señor de los Anillos del no menos mítico J.R.R. Tolkien.

La primera novela de la saga Canción de Hielo y Fuego se publicó hace ya dieciocho años, en 1996, mostrándose como un imprevisto éxito de crítica y público que refrendaría un temprano premio Locus. La gran virtud de la obra de George R.R. Martin ha sido la de saber presentarnos un universo fantástico, verosímil y creíble, dotado de un gran realismo y centrado en todo momento en la dimensión humana de su drama que toma como inspiración acontecimientos de la historia europea medieval apenas espolvoreados muy finamente por algunas pequeñas ráfagas de fantasía y magia. En su calidad de novelas río Canción de Hielo y Fuego presenta una galería casi inabarcable de personajes, bien perfilados, con fuerza y carisma, fascinantes para el lector pero, sin lugar a dudas, todo un quebradero de cabeza para los responsables de la HBO a la hora de reflejar esa variedad en la pequeña pantalla. Pero David Benioff y D. B. Weiss, en calidad de guionistas y productores ejecutivos del proyecto, lo tenían muy claro y su pasión volcada en la adaptación de la epopeya de George R.R. Martin ha sido una de las claves del éxito de una cabecera que no ha hecho más que ganar seguidores a lo largo de sus hasta ahora cuatro temporadas. Mientras tanto el autor de obras como Muerte de la Luz, Sueño del Fevre o Los viajes de Tuf ha continuado trabajando en las futuras entregas de la saga, tan esperadas por sus lectores como por los productores de un espectáculo que empieza a quedarse sin material directo para adaptar.

De la historia se han publicado hasta la fecha cinco tomos, Juego de Tronos, del que tomaría el título la serie para ya no soltarlo, Choque de Reyes, Tormenta de Espadas, cuya tramas serían divididas en dos temporadas para televisión, y Festín de Cuervos y Danza de Dragones que tienen la particularidad de contar acontecimientos paralelos en la historia pero ubicados en diferentes regiones del marco geográfico de Canción de Hielo y Fuego. Este último detalle será decisivo en el devenir de la serie de televisión, porque unido al hecho de qué George R.R. Martin tiene pendiente aún la conclusión de su relato, que podremos leer en principio en las esperadas Vientos de invierno y Un sueño de primavera, parece casi seguro que las próximas temporadas del éxito de la HBO se tendrán que distanciar casi obligadamente de la pauta marcada hasta ahora por los libros. Parece descartado, al menos por el momento, una adaptación de las precuelas de Canción de Hielo y Fuego, situadas noventa años antes de la llegada de Robert Baratheon a Invernalia y protagonizadas por Dunk y Egg: El caballero errante, La Espada Leal y El caballero misterioso. Las dos primeras sí han sido adaptadas al cómic con guiones de Ben Avery y dibujo de Mike S. Miller en un trabajo similar al realizado por el escritor Daniel Abraham y el artista Tommy Patterson con su versión en viñetas de la misma historia central de Juego de Tronos.

Pero volviendo a la producción televisiva, no pasa desapercibido para nadie que estamos ante una de las cabeceras más espectaculares y cuidadas de los últimos años, su presupuesto habla por sí mismo pero además lo vemos reflejado en su esplendoroso casting, en su cuidado vestuario y en sus imágenes rodadas en localizaciones como Irlanda del Norte, Escocia, Croacia, Marruecos, Islandia y, próximamente, también en España. La cuarta temporada de Juego de Tronos, adaptando la segunda parte de Tormenta de Espadas, no ha hecho más que hacer todo algo más grande; diez capítulos que han sido una auténtica montaña rusa de emociones y estampas para el recuerdo en la que han trabajado directores como Alik Sakharov, Alex Graves, Michelle MacLaren, Neil Marshall y el mismo D. B. Weiss para hacer valer el trabajo en los guiones de este último y su compañero David Benioff, Bryan Cogman y un George R. R. Martin que se encargaría de firmar el segundo capítulo de la temporada titulado El león y la rosa en el que se narra la boda del rey Joffrey Baratheon con Margaery Tyrell en Desembarco del Rey. Después del comentado éxito en los premios Emmy y la estupenda temporada de la serie de la HBO nosotros no queríamos desperdiciar la oportunidad de aportar nuestras impresiones sobre este fenómeno y por ello en la presente entrada encontraréis las opiniones y balance de Juan Luis Daza y Enrique López sobre la actualidad de Juego de Tronos y una segunda parte en la que Jordi T. Pardo nos destacará algunos de los mejores momentos de la serie y los comparará brevemente con lo narrado en los libros originales.

Desde que aquel 17 de abril de 2011 en el que David Benioff y D.B. Weiss estrenaron en HBO su versión catódica de la saga literaria Canción de Hielo y Fuego del escritor George R.R. Martin no éramos pocos los lectores y espectadores que esperábamos que dicha dupla llevara a imágenes la tercera y mejor entrega de la colección de novelas río nacida en el ya lejano año 1996 con Juego de Tronos. Durante la gestación de la tercera temporada de Game of Thrones (la serie de manera equívoca tomó el nombre del primer libro, eludiendo el mucho más poético y acertado de Song of Fire and Ice que bautiza toda la saga) sus productores afirmaron que debido a la larga extensión del libro numero tres, Tormenta de Espadas y que contenía en su interior más de 1.200 páginas su traslación a imágenes se dividiría en dos decenas de episodios. La tercera temporada de Juego de Tronos, la que extrapolaba a la pequeña pantalla la primera mitad del escrito publicado el año 2000 puede tildarse aún a día de hoy como la, posiblemente, mejor del serial catódico de la cadena por cable que tuvo su culmen con la inolvidable y cruenta Boda Roja, aquella escabechina de traición al lacónico ritmo de Las Lluvias de Castamere urdida por los Lannister, ejecutada por los Frey y en la que las víctimas eran los Stark.

A lo largo de este 2014 que acaba de rebasar su ecuador hemos podido disfrutar de la cuarta temporada de la serie en la que David Benioff, D.B. Weiss y sus colaboradores han trasladado a la pequeña pantalla la segunda, y más intensa, mitad de Tormenta de Espadas con un resultado de notable alto, aunque no sobresaliente por culpa de pequeñas máculas que pasaremos a comentar seguidamente y que impiden que la entrega número cuatro de Juego de Tronos sea una obra maestra de la televisión reciente, eso sí, quedándose a poco de serlo. Los que hemos leído el libro sabíamos que la Boda Roja era sólo el inicio de una serie de hechos impactantes en cadena que iban a marcar puntos tan importantes como irreversibles dentro de la serie (de la misma manera que también lo hicieron en la saga literaria) que harían que la matanza Stark en territorio Frey quedara más o menos olvidada debido al cariz de salvajismo y brutalidad de nuevas situaciones que en su mayoría marcarían puntos de no retorno para ciertos personajes y hasta los entornos en los que se movían. Por ello muchos afirmábamos que si los guionistas tenían el suficiente instinto para llevar a lo audiovisual lo que en lenguaje escrito era una genialidad lo resultante sería la, con diferencia, mejor temporada de la que ya es la obra catódica más vista de la historia de (casi)siempre intachable HBO.

Intrigas palaciegas, traiciones, familias enfrentadas, reyes sin trono, sexo, incesto, violencia y muerte, todas las características que han hecho grande la serie que traslada la palabra escrita de la saga de George R.R. Martin están aquí condensadas y atesoradas para ser entregadas al público en diez dosis de una hora de duración cada una. Gracias a un reparto elegido con escuadra y cartabón (uno de los más acertados, en líneas generales, de la historia de la televisión) y un equipo técnico intachable que cada vez tiene un mayor presupuesto para dar vida a los Siete Reinos y los habitantes que en ellos moran, David Benioff y D.B. Weiss siguen por el buen camino sacando oro en imágenes de relatos que son adaptados con la mayor fidelidad posible, algo que no pueden decir los creadores de esa The Walking Dead de AMC que cada vez parece desvincularse más de los cómics ideados por el guionista Robert Kirkman y los dibujantes Tony Moore y Charlie Adlard. Por suerte las dos cabezas pensantes detrás del programa saben que cuanto más se ciñan a lo que George R.R. Martin grabó a fuego en Tormenta de Espadas mejor resultado dará la temporada, casi siempre siendo fidedignos, pero dando su interpretación de la historia cuando pasa de un medio a otro.

Es cierto que se toman licencias con respecto a las páginas de la novela eludiendo pasajes como la importantísima conversación entre Jamie y Tyrion poco antes de que el primero libere al segundo de su condena o el estancamiento de toda la subtrama protagonizada por Danerys Targaryen que al llegar a Meereen pierde mucho empuje (algo que no sucedía, ni de lejos, en el libro) y que sólo coge algo de fuerza con el pasaje del destierro de Joran Mormonth (magníficamente llevado a imagen real), inventando otros como el enfrentamiento entre Brienne y Sandor Clegane «El Perro» ante la mirada de Pod y Arya e incluso narrando algunos que en las novelas tienen lugar mucho más adelante como todo lo que tiene que ver con las penurias sufridas por el trozo de carne inerte que queda de los restos de Theon Greyjoy. Aunque en cuanto a infidelidad se refiere el pasaje más polémico es el del peculiar bautismo al que los Caminantes Blancos someten a los niños recién nacidos que les son entregados en ofrenda y que no existe en la basa literaria, secuencia que enfadó a bastantes de los lectores de los libros por si HBO estuviera adelantando hechos que todavía George R.R. Martin no hubiera incluido en sus relatos. Dejaremos de lado la no inclusión del giro final de la última página de Tormenta de Espadas que hubiese sido un cierre magistral para la cuarta temporada y que habría dejado a los espectadores totalmente shockeados y sufriendo (mucho más) por la espera de un año para poder degustar la quinta temporada. Algo estarán tramando con tan importantísimo pasaje para el futuro de la serie.

Pero los aciertos son los que han imperado en esta temporada en la que tras unos episodios de introducción alzó el vuelo cuando tuvo lugar esa Boda Púrpura en la que el misterioso y brutal asesinato de Joffrey Baraethon (sí, ese que todos los espectadores disfrutamos hasta extremos que bordeaban lo orgásmico) tenía lugar delante de una concurrida audiencia en la que se encontraba toda su familia y la posterior acusación de asesinato hacia su tío Tyrion Lannister, hecho que vertebra toda la trama central de la cuarta entrega de la serie. A partir de la defunción del tiránico rey adolescente los hechos de capital importancia en el serial se suceden continuamente como el asesinato por parte de Petyr Baelish de la demente Lysa Tully, la aparición del carismático, y ya personaje de culto del programa, Oberyn Martell, alias la Víbora Roja que es el protagonista, junto a Gregor «La Montaña» Clegane, del clímax de la temporada en ese octavo episodio en el que el combate en el que ambos se implican da pie a una de las secuencias más brutales de, no sólo toda la serie, sino también de la saga literaria. Pero cuando parece que nada más importante va a tener lugar en el noveno episodio (el penúltimo de la temporada siempre es en el que el equipo de producción echa toda la carne en el asador, contratando una vez más para rodarlo al cineasta británico Neil Marshall, director de Dog Soldiers, Centurión o el piloto de la serie Constantine que adapta el cómic Hellblazer de la línea Vertigo de DC) tenemos la batalla en el Muro entre los salvajes comandados por Mance Rayder y la Guardia de la Noche con Jon Nieve como líder táctico en el que tiene lugar la muerte de Ygriette a manos del bastardo de Eddard Stark y la emboscada por parte de Stannis Baratheon y Ser Davos Seaworth, el Caballero de la Cebolla, que aunque está muy bien interpretada, pierde impacto con respecto a las páginas en papel. Por suerte David Benioff y D.B. Weiss no se saltan (casi) una coma de la recta final y se recrean con ese último episodio que narra los mejores momentos del cierre de Tormenta de Espadas. La húida de Tyrion Lannister gracias a su hermano Jaime, el brutal y doloroso asesinato de Shae a manos de un Tyrion que da el golpe de gracia eliminando a su padre Tywin con una ballesta mientras este hace aguas mayores en el excusado, una muerte indigna para un personaje indigno que no, no cagaba oro.

Sin intención de adelantar nada sobre las temporadas venideras (con rodajes en España, concretamente en Andalucía, como ya sabemos) sólo diremos que se avecinan tiempos de cambio y transición (el nada gratuito título del cuarto libro es Festín De Cuervos, que no da mucho lugar a la imaginación en ese sentido) y que aunque se tomen licencias con respecto a los libros David Benioff, D.B. Weiss y el mismo George R.R. Martin (muy implicado en la producción del programa, escribiendo también algunos episodios, adaptando sus propios escritos) están haciendo historia catódica con una de las mejores series que ha dado la televisión americana (que no tiene precisamente un nivel bajo en lo que a producción propia para la pequeña pantalla se refiere) en mucho tiempo. Echaremos de menos a magníficos actores como Charles Dance, Jack Gleeson o Pedro Pascal dando vida a uno de los villanos más sobrios y acerados jamás vistos, al demente más detestable del tubo catódico actual y a la revelación más carismática y reivindicable (y eso que no fueron pocas la voces que criticaron la elección del chileno para el papel, incluso antes de ponerse a rodar) de la temporada respectivamente, incluso añoraremos a la dulce Sibel Kekilli dando vida a Shae, personaje que han dulcificado con respecto a los libros incluyendo el despecho en su toma de decisiones con respecto a su futuro tras la acusación de asesinato de Tyrion o la brutalidad de Rory McCann como Sandor Clegane, ese Perro que se ha ganado poco a poco el favor del público. Pero nuevos roles nacidos de la pluma de George R.R. Martin están por llegar y siempre tenemos la buena labor de magníficos actores como Lena Heady, Nikolaj Coster-Waldau, Aidan Gillen (aunque este lleve tiempo entregándose un poco a cierto histrionismo con su trabajo), Maisie Williams, la belleza de Emilia Clarke, Natalia Dormer o Carice Van Houten, el buen hacer y la veteranía de Liam Cunningham o Stephen Dillane y como no, la presencia magnética y descomunal (quién lo diría) de ese pequeño gran actor llamado Peter Dinklage que si no se lleva este año el Emmy al mejor actor secundario es porque lo de Aaron Paul en la última temporada de Breaking Bad en general y el episodio final en particular no es de este mundo. Ya veremos que depara a Poniente en la quinta temporada.

La cuarta temporada de Juego de Tronos quizá sea de lo visto una de las remesas de capítulos con un ritmo mejor distribuido a lo largo de sus 10 episodios. La explosión de la carga de dinamita sigue quedando para las dos últimas entregas, pero este año hemos tenido más momentos importantes al comienzo, como es la muerte de Joffrey, casi tan impactante como el encuentro final entre Tyrion y Tywin Lannister

Esto se debe obviamente a la labor de las dos cabezas pensantes de la serie que son David Benioff y D.B. Weiss que se han tomado más libertades que nunca a la hora de añadir cosas de su propia cosecha, previo consentimiento de George R. R. Martin claro. Lo habían hecho antes pero ahora al crear nuevas situaciones de acción y cruces de personajes han logrado incluso mejorar el ritmo de lo narrado en los libros. Esta temporada más que la acción predomina el diálogo, hay más gobierno que batallas propiamente dichas.

Esto lo podemos encontrar en el caso de Daenerys que ante su imparable avance debe frenarse y afrontar su reinado como tal, aunque en el ritmo de la serie su apartado va de más a menos, ya que es la que ofrece al principio unas mayores dimensiones en cuanto a enfrentamientos, grandes ciudades y grandes ideas libertadoras para luego quedar relegada a una serie de audiencias que poco hacen por explotar al personaje. Los propios guionistas se decantan por potenciar la corte que le rodea (Gusano Gris, Missandei, Daario Naharis o Ser Jorah) para suplir un arco que de por sí en los libros renquea y que en pantalla Emilia Clarke no termina de imprimir un mayor carácter como demuestra la expulsión de Ser Jorah, aunque sigue mostrando emotividad con la decisión del encierro de dos de sus dragones, que reflejan esa imposibilidad de controlar o fiarse de sus más allegados como le ha ocurrido con Mormont.

Desembarco del Rey por su parte es un hervidero de personajes interesantes que se agita con la muerte de Joffrey, final ad hoc para el personaje. Tywin mantiene su pulso firme para sostener el gobierno de los Siete Reinos, Charles Dance más que nunca saca su carácter serio y la vez seductor a la hora de negociar con Olenna Tyrell u Obeyn Martell, consiguiendo hacer dudar a su interlocutor, que le odia, del firme propósito con el que iba. La dualidad entre su duro carácter para los asuntos de estado y los de familia, demuestran su fracaso en su propia casa al no poder hacer de Jaime el hombre que quiere, al hacer oídos sordos de las verdades de dominio público que le suelta Cersei, o el recordatorio de mancha en el nombre familiar que le suponen Tyrion y sus afrentas, que al final serán su perdición.

Nikolaj Coster-Waldau termina por completar ese proceso de transformación del personaje para mejor, haciéndolo uno de “los buenos” dentro de los términos que eso supone en Juego de Tronos. El tormento que sufre Jaime por parte de su padre, los desaires de Cersei y su papel en el juicio de su hermano, le otorgan un carácter muy reflexivo que le acerca mucho al espectador. Esta encrucijada constante no deja que suelte de vez en cuando alguna que otra perla digna de su carácter marcando territorio como en alguna conversación con Loras o delante del cadáver de Joffrey con Cersei. Esta última continúa su escalda de odiabilidad y vendetta al verse cada vez más sola y asediada por los Tyrell y los suyos. Este carácter desquiciante se verá desarrollado en la próxima temporada y esperemos que se le dé más matices, que aunque escasos se han dado esta temporada a pesar de parecer uno de los personajes principales que menos ha evolucionado, quedándose en su figura de mala por definición.

Peter Dinklage ha demostrado más que nunca lo bien que se mueve en espacios cortos al pasar su personaje por un cautiverio muy bien resuelto con conversaciones con mucha sustancia como las que tiene con su hermano o la única con Oberyn. Su alegato final en el juicio y la muerte de Shae encumbran una actuación que podría decirse que pasa desapercibida pero retiene muchos momentos emotivos como “su despedida” de todos esos personajes como Bronn o Pod, figuras en las que realmente ha podido confiar siempre.

La incorporación destacada de la temporada, Pedro Pascal de Oberyn Martell ha conseguido encandilar al público con un personaje que juega a dos bandas: por un lado su toque lascivo y frívolo (el detalle de las miradas a Loras levanta sin quererlo una sonrisa), y por otro sus ardientes ansias de venganza. El actor chileno se mueve bien bordeando los límites de la sobreactuación, aunque por momentos se vuelve demasiado repetitivo en sus proclamaciones sobre la compensación por la muerte de su hermana. El combate contra la Montaña lo lleva perfectamente tanto en coreografía como con los juegos de ritmo que desembocan en su momento “Scanners”, tan impactante como en el libro.

La suma de un solo personaje importante en la temporada le viene bien a la serie que busca en esta cuarta temporada terminar de definir tramas y personajes que deben dar paso a otro cariz en el presumible ecuador de la franquicia. Así vemos como las dos chicas Stark salen de ese estancamiento en el que se encontraban y viven procesos en cierta manera parecidos. Sansa sale por fin del cautiverio en Desembarco del Rey y nos permite por una parte volver a disfrutar más tiempo de Meñique, y por otro conocer más de las intenciones de este. Petyr Baelish adopta un papel de cicerone a lo Pygmnalion / My Fair Lady con Sansa que la lleva hacia la madurez y la supervivencia en ese “Juego” por la supervivencia que es el mundo de la serie, como se ve en Sansa al declarar en el juicio por la muerte de su tía.

Arya por su parte trata de sacar el lado bueno al Perro, intentándolo hacer más amable al espectador, pero este al final es irremediablemente fiel a su cruda y brutal naturaleza. Haciendo balance, Sandor Clegane es el que más lecciones da al final a Arya con sus constantes bofetadas de realidad en su interminable periplo por las devastadas tierras de los ríos. Arya seguirá su camino de asesina que ya ha ido demostrando, como en la pelea de la posada, saliendo de la situación de vagabundeo en la que se encontraba.

Los episodios del Muro son los que incluyen más partes nuevas respecto al libro, que hacen más llevadera esa progresión al clímax de la batalla. Quizá está con más acierto ejecutada la parte del Torreón de Craster que la de Villatopo, pero en su conjunto desatascan y aportan un tono más aventurero que en el libro no hay. Neil Marshall dispone de todo un episodio otra vez (tras el del AguasNegras en la segunda temporada) para explayarse en la batalla del muro y lo hace con buena soltura y grados de epicidad, sangre y técnica.

El complejo circo a tres pistas que supone Juego de Tronos se está llevando con muy buena cabeza por parte de sus creadores. El nivel de producción en todos sus niveles es impecable, destacando la localización que cumple y enmarca los momentos con un carácter tan imborrable como el de los actores que los protagonizan. No obstante, más allá de ese apartado técnico, el reto que supone mantener la atención sobre tantos personajes y dar los alicientes necesarios para que no aburran, cosa que en el papel a veces falla, es algo completamente elogiable.

Los cambios introducidos suman más que restan, nada más ver la escena del bebé llevado a la presencia de los presumiblemente cabecillas de los Otros da para mucho y mantiene esa amenaza que suponen estos seres que solo Melissandre parece entender. El cruce de personajes que no se cruzaban, como el Perro y Brienne o Bronn y Jaime, no supone una violación tan escandalosa de los cánones del libro y están hechas con cierta lógica, achacándose perfectamente al carácter práctico que se debe dar en estas adaptaciones tan extensas en todos sus sentidos.

El futuro de la serie promete caminar igual de bien que hasta ahora aunque se enfrenta a retos difíciles como qué mostrar de personajes que han llegado casi a la quinta y última entrega de la historia (Bran o Theon se encuentran en una situación complicada), así como introducir nuevos parajes y familias. Para esta tarea personalmente prefiero depositar mis esperanzas más en Benioff y Weiss que en el propio Martin.

La serie creada por David Benioff y D. B. Weiss tiene uno de sus punto fuertes en su manera de sorprender y pillar con el pie cambiado a sus espectadores. No hay personajes intocables, nada resulta imposible y eso lo sabemos desde la primera temporada cuando Lord Eddark Stark resultaba ser una de las primeras e inesperadas bajas de este Juego de Tronos. En esta historia haremos bien en no empatizar y encariñarnos en exceso con nadie, George R.R. Martin, el responsable prncipal de tanta crueldad, tiene la habilidad para concebir carismáticos personajes que se ganan nuestro corazón con gran facilidad a los que tortura hasta lo inhumano o directamente condena a muerte a las primeras de cambio. Si esto tiene algo bueno, a parte de disfrutar de un relato capaz de mantenernos en tensión a lo largo de todo su viaje, es que por gratuitos que puedan parecer estos pasajes y escenas siempre responden a un plan y acaban irremisiblemente dando lugar a nuevas y atractivas tramas como podremos comprobar en próximas temporadas con algunas de las sorpresas de este año. En este apartado destacaremos algunos de los momentos más impactantes de esta temporada y haremos una pequeña comparación respecto a los libros originales para comprobar el grado de fidelidad y compromiso de la adaptación de la HBO.

10- No sabes nada, Jon Nieve

Dicen que donde hubo fuego cenizas quedan. Eso podemos vislumbrar en la difícil relación de Jon Nieve e Ygritte. El amor de la salvaje de cabellos besados por el fuego arrasó con todas las defensas del bastardo de Ned Stark pero para Jon Nieve su honor -eso que le niegan la mayoría de sus enemigos y detractores- está por encima de todas las cosas aunque para ello tuviese que renunciar y traicionar a Ygritte. La salvaje dolida se había mantenido del lado de Mance Rayder y no veía el momento de reencontrarse con su amante para atravesarlo con una de sus flechas. Pero Ygritte fracasaría en su misión, caería en la batalla y moriría en brazos del que había sido en todo momento su amado en una de las escenas más tristes de esta temporada. La única diferencia con lo que podemos haber leído en los libros resulta anecdótica, mientras en la serie el reencuentro se produce en mitad de la batalla en Tormenta de Espadas la misma ocurre una vez Jon Nieve y sus hermanos han conseguido sobrevivir al primer asalto de sus enemigos. De las novelas originales podemos extraer como muestra este fragmento:

«Y encontró a Ygritte tendida sobre la nieve bajo la Torre del Lord Comandante, con una flecha entre los pechos. Los cristales de hielo se le habían posado en la cara; a la luz de la luna parecía como si llevara una deslumbrante máscara de plata.
Jon vio que la flecha era negra, pero la emplumadura era de plumas blancas de pato. «No es mía —se dijo—. No es una de las mías.» Pero se sentía como si lo fuera.
Cuando se arrodilló en la nieve junto a ella la muchacha abrió los ojos.
—Jon Nieve —dijo en voz muy baja. Por su sonido la flecha le había perforado un pulmón—. ¿Esto es un castillo de verdad? ¿No una simple torre?
—Sí —contestó Jon cogiéndole la mano.

La última llama de un amor se apaga en el fuego de la guerra

—Bien —susurró—. Quería ver un castillo de verdad antes de… antes de…
—Verás cien castillos —le prometió—. La batalla ha terminado. El maestre Aemon te va a curar. —Le acarició el pelo—. Fuiste besada por el fuego, ¿recuerdas? Tienes suerte. Hace falta mucho más que una flecha para matarte. Aemon te la sacará y te pondrá cataplasmas, y te dará leche de la amapola para quitarte el dolor.
—¿Te acuerdas de aquella cueva? —Ella sonrió—. Nos tendríamos que haber quedado allí. Te lo dije.
—Volveremos a la cueva —le aseguró—. No vas a morir, Ygritte. No vas a morir.
—Oh. —Ygritte le puso una mano en la mejilla—. No sabes nada, Jon Nieve —suspiró agonizante.»

9- El alegato final de Tyrion Lannister

El pequeño león siempre ha sido uno de los personajes preferidos de los aficionados de Juego de Tronos por su honestidad, por la inteligencia de sus acciones y, no menos importante, por una ironía más afilada que la de cualquier espada de los Siete Reinos. Estas últimas le han permitido a Tyrion Lannister sortear múltiples peligros y convertir en aliados a los más insospechados enemigos. Pero sus peores momentos estaban por llegar, acusado de regicidio y sin el apoyo de su familia las perspectivas de poder salir de esta con la cabeza sobre los hombros se reducían de forma abrumadora. Pero Tyrion Lannister siempre ha tenido un as bajo la manga, y una buen aliada en la suerte, por lo qué durante su juicio se permitió estallar y realizar un alegato final nacido del rencor. La traición de Shae le había hecho finalmente perder toda esperanza y puestos a ser ajusticiado al menos diría lo que siempre había pensando. En los libros los acontecimientos se desarrollan con algunos matices, mientras en alegato de Tyrion forma parte de su plan, siendo consciente que cuenta ya con el apoyo de Oberyn Martell para convertirse en su campeón, en la serie sus palabras son sólo un iluminado instante de debilidad en la que su instinto de preservación pasa a un segundo plano. Lo podemos comprobar en este pasaje:

«Tyrion alzó la vista hacia los duros ojos verdes de su padre, con sus motas de frío oro.
—Culpable —dijo—, muy culpable. ¿Es eso lo que queríais que dijera?
Lord Tywin no respondió. Mace Tyrell asintió. El príncipe Oberyn parecía algo decepcionado.
—¿Admitís que envenenasteis al rey?
—Ni por asomo —respondió Tyrion—. De la muerte de Joffrey soy inocente. Soy culpable de un crimen mucho más horrendo. —Dio un paso hacia su padre—. Nací. Sobreviví. Soy culpable de ser un enano, lo confieso. Y por muchas veces que me haya perdonado mi bondadoso padre, siempre persistí en mi infamia.
—Esto es absurdo, Tyrion —declaró Lord Tywin—. Habla del tema que nos ocupa. No se te está juzgando por ser enano.
—Ahí es donde te equivocas, mi señor. Se me ha estado juzgando por ser enano toda mi vida.
—¿No tienes nada que decir en tu defensa?
—Sólo una cosa: Yo no lo hice. Pero ahora me gustaría haberlo hecho. —Se volvió para enfrentarse a la sala, a aquel mar de caras pálidas—. Me gustaría tener veneno suficiente para todos vosotros. Hacéis que lamente no ser el monstruo que creéis que soy, pero así es. Soy inocente, y sé que aquí no voy a conseguir justicia. No me dejáis más salida que recurrir a los dioses. Exijo un juicio por combate.

El gran Tyrion Lannister siempre tiene la última palabra

—¿Es que has perdido los sesos? —dijo su padre.
—No, los he encontrado. ¡Exijo un juicio por combate!
Su querida hermana estaba de lo más satisfecha.
—Lo asiste ese derecho, mis señores —recordó a los jueces—, Que lo juzguen los dioses. Ser Gregor Clegane luchará por Joffrey.
Regresó a la ciudad hace dos noches para poner su espada a mi servicio.
El rostro de Lord Tywin estaba tan granate que por un instante Tyrion pensó que también él había bebido vino envenenado. Dio un puñetazo en la mesa, tan furioso que no podía hablar. Fue Mace Tyrell quien se volvió hacia Tyrion.
—¿Tenéis un campeón que defienda vuestra inocencia? —le preguntó.
—Lo tiene, mi señor. —El príncipe Oberyn de Dorne se puso en pie—. El enano me ha convencido.»

8- Valar Morghulis

La obligada e interesada relación entre Ser Sandor Clegane, más conocido como El Perro, el antiguo guardaespaldas personal del rey Joffrey, y la pequeña fugitiva Arya Stark, ha sido una de las más interesantes de esta temporada y nos ha permitido vislumbrar el pausado pero inexorable camino hacia la oscuridad de la pequeña loba. En la historia de la hija de Ned Stark los responsables de la serie han abusado en exceso de las coincidencias, en los libros su llegada a Los Gemelos para asistir a la traición de Lord Walder Frey sobre su hermano mayor y su madre fue muy parecido a lo que vimos en la pequeña pantalla pero su anterior trabajo como copera de Tywin Lannister, su paso por el Nido de Águilas y el encuentro con Brienne de Tarth nunca ocurrieron en las novelas originales y fuerzan algo la verosimilitud de su relato. En el caso de El Perro su muerte acontece según George R.R. Martin después de su enfrentamiento en la Posada de la Encrucijada al recibir una herida que se acaba infectando dejándole con apenas fuerzas para valerse por sí mismo; en esas circunstancias Arya aprovecha para abandonarlo como vemos en la serie pero, en ningún momento, se produce la escaramuza con la doncella de Tarth que en las novelas no se llega a cruzar con el destino de la pareja. Este supone el final de uno de los personajes más ambiguos y viscerales de la serie pero también un nuevo inicio para la joven loba en su rumbo hacía Braavos. La muerte de El Perro nos la narraba de esta manera George R.R. Martin:

«Sandor abrió los ojos.
—¿Recuerdas dónde está el corazón? —preguntó en un susurro ronco.
—Sólo… iba a… —Se había quedado inmóvil como una piedra.
—¡No mientas! —gruñó—. Detesto a los mentirosos. Y a los mentirosos cobardes aún más. Venga. Hazlo. —Al ver que Arya no se movía entrecerró los ojos—. Maté a tu amiguito, el hijo del carnicero.
Casi lo corté en dos y me reí. —Emitió un sonido extraño; Arya tardó un momento en comprender que estaba sollozando—. Y el pajarito, tu hermana, tu preciosa hermana… me quedé allí, con mi capa blanca, y dejé que la golpearan. Yo le arrebaté aquella canción de mierda, no me la dio. Y me la habría llevado a ella. Me la tendría que haber llevado. Me la tendría que haber follado hasta matarla, le tendría que haber arrancado el corazón antes de dejarla para ese enano. —Un espasmo de dolor le retorció el rostro—. ¿Qué quieres, loba, que te lo suplique? ¡Vamos! El don de la piedad… venga a tu amigo Michael…
—Mycah. —Arya se alejó de él—. No te mereces el don de la piedad.

Los últimos ladridos de Sandor Clegane

El Perro la observó con los ojos brillantes de fiebre mientras ensillaba a Gallina.
En ningún momento intentó levantarse para detenerla.
—Una loba de verdad remataría a un animal herido —le dijo cuando la vio montar.
«A lo mejor te encuentran lobos de verdad —pensó Arya—. A lo mejor les llega tu olor cuando se ponga el sol.» Así aprendería qué les hacían los lobos a los perros.
—No me tendrías que haber pegado con el hacha —dijo—. Tendrías que haber salvado a mi madre. Hizo dar la vuelta a la yegua y se alejó de él sin volver la vista atrás.»

7- El animado velatorio del rey

La escena más polémica de esta temporada sería la protagonizada por los incestuosos hermanos Lannister. Las acontecimientos habían mantenido alejados a Cersei y Jaime desde el regreso de este último a Desembarco del Rey para convertirse en el Capitán de la Guardia Real. El hijo de Tywin Lannster había llevado especialmente mal la separación y la necesidad de limitar el contacto con su hermana melliza. Después de la muerte del rey Joffrey, a la postre hijo de ambos, el Matarreyes y su hermana se encontrarían velando el cuerpo del mismo cuando Jaime aprovecharía para desatar su pasión. La cruel y despiadada Cersei, menos entregada, intentaría calmar los ánimos de su hermano pero este la forzaría y violaría estando presente el féretro de Joffrey. Esto escandalizaría a los seguidores del personaje y aficionados a las novelas originales de George R. R. Martin porque aunque la escena se sitúa en ese mismo contexto en los libros de la saga de Canción de Hielo y Fuego el sexo entre Jaime y Cersei resulta en todo momento consentido. Esto supone un cierto retroceso en el viaje de Jaime cuyas aventuras y penalidades al lado de Brienne de Tarth le habían llevado a interpretar el mundo de forma diferente pero en la serie su llegada a Desembarco del Rey se produce mucho antes que en Tormenta de Espadas que justo coincide con el funeral de Joffrey. Es decir, de haber seguido las tramas de los libros más fielmente este momento debería haber sido el reencuentro de Jaime y Cersei, como podemos leer en este pasaje:

«—Lo sabrás —le prometió Cersei—. Habrá un juicio. Cuando sepas todo lo que hizo, desearás su muerte tanto como yo. —Le acarició el rostro—. Sin ti estaba perdida, Jaime. Tenía miedo de que los Stark me enviaran tu cabeza. No lo habría soportado. —Lo besó. Fue un beso ligero, apenas un roce de los labios sobre los suyos, pero cuando la rodeó con los brazos la sintió temblar—. Sin ti no estoy entera, Jaime.
En el beso que él le devolvió no había ternura, sólo hambre. Cersei abrió la boca para dejar paso a su lengua.
—No —protestó débilmente cuando los labios bajaron hacia el cuello—. Aquí no. Los septones…
—Los Otros se lleven a los septones.

La pasión de Jaime y Cersei sigue creando polémica

La besó de nuevo, la besó en silencio, la besó hasta que empezó a gemir… Entonces barrió las velas con el brazo y la subió al altar de la Madre, le levantó las faldas y las mudas de seda. Ella lo golpeaba en el pecho con puños débiles, murmuraba algo sobre el riesgo, el peligro, sobre su padre, sobre los septones, sobre la ira de los dioses… Jaime no la oía. Se desanudó los calzones, se subió al altar y le abrió las blancas piernas. Deslizó una mano por el muslo y le arrancó la ropa interior. Vio entonces que tenía la sangre lunar, pero no le importó.
—Deprisa —le susurraba ella—, deprisa, deprisa, sigue, no pares, deprisa. Jaime, Jaime, Jaime. —Lo guió con las manos—. Sí —gimió Cersei ante su embestida—, mi hermano, mi querido hermano, sí, así, así, te tengo, ya estás en casa, ya estás en casa, ya estás en casa…
Le besó la oreja y le acarició el pelo corto, hirsuto. Jaime se perdió en su carne. Sentía cómo el corazón de Cersei latía al mismo ritmo que el suyo, y notaba la humedad de la sangre y la semilla allí donde se unían.
Pero, en cuanto hubieron terminado, la reina se lo quitó de encima.
—Déjame levantarme. Si nos encuentran así…»

6- El destierro de Jorah Mormont

La llamada Madre de Dragones está descubriendo que gobernar no es una cosa tan sencilla como podría haber imaginado, ser una reina justa y honorable implica a menudo hacer sacrificios, perdonar a los enemigos y condenar las malas acciones de los amigos. Para Daenerys de la Tormenta la traición de Jorah Mormont, el que había sido su más fiel consejero desde que empezó su largo viaje de autodescubrimiento, ha sido un inesperado revés y su decisión de desterrarlo será una de las más difíciles que haya tenido que tomar. En la historia de Daenerys muchos acontecimientos destacados han padecido una cierta alteración en su curso respecto a lo que conocemos de los libros. Esto se puede comprender si tenemos presente que las aventuras de la última Targaryen son de las más inmovilistas de las novelas, pero no menos importantes, y los responsables de la cabecera de la HBO han tenido que acondicionarla para hacerla encajar cronológicamente con el resto de tramas. De esta manera, en la serie hemos conocido casi inmediatamente los planes de Ser Barristan Selmy mientras en los libros el misterio de su identidad resultaba más fácil de preservar y hacerlo coincidir con el descubrimiento de la traición del bueno de Jorah Mormont. Este último también ha perdido ciertos matices de su personalidad, aún no hemos conocido sobre sus miserias y se nos han escatimado alguna escena clave como en la que Jorah besaba a Daenerys y le confesaba su amor. Más allá de esto la escena concreta del destierro mantiene la fidelidad al pasaje homólogo del libro, exceptuando las dudas internas que mantiene consigo misma Daenerys por la decisión que está a punto de tomar. Este es el extracto:

«—Ahora vos, ser. Decidme la verdad.
El hombretón tenía el cuello rojo, Dany no sabía si por la rabia o por la vergüenza.
—He intentado deciros la verdad un centenar de veces. Os advertí que Arstan no era lo que parecía. Os advertí de que Xaro y Pyat Pree no eran de confianza. Os advertí…
—Me advertisteis contra todo el mundo excepto contra vos. —Su insolencia la ponía furiosa. «Tendría que ser más humilde, tendría que suplicar mi perdón»—. No confiéis en nadie, me decíais, sólo en Jorah Mormont… ¡y mientras, vos erais la marioneta de la Araña!
—No soy la marioneta de nadie. Acepté el oro del eunuco, sí. Aprendí unas claves y escribí unas cuantas cartas, pero nada más.
—¿Nada más? ¡Me espiasteis, me vendisteis a mis enemigos!
—Durante un tiempo, sí —reconoció de mala gana—. Luego dejé de hacerlo.
—¿Cuándo? ¿Cuándo parasteis?
—Envié un informe en Qarth, pero…
—¿En Qarth? —Dany había tenido la esperanza de que hubiera terminado mucho antes—. ¿Y qué les dijisteis desde Qarth, que me erais leal y no queríais saber más de ellos? —Ser Jorah no se atrevía a mirarla a la cara—. Cuando Khal Drogo murió, me pedisteis que fuera con vos a Yi Ti y al mar de Jade. ¿Eran vuestros deseos o los de Robert?
—Sólo quería protegeros —insistió—. Tenía que apartaros de ellos. Sabía que son unas serpientes…
—¿Serpientes? ¿Y vos qué sois, ser? —Se le ocurrió algo inimaginable—. ¿Les dijisteis que estaba embarazada de Drogo?
—Khaleesi…

El destierro de Jorah Mormont

—No intentéis negarlo, ser —intervino Ser Barristan con brusquedad—. Yo estaba presente cuando el eunuco se lo dijo al Consejo, y Robert decretó que Su Alteza y el niño debían morir. Vos erais el informador, ser. Incluso se comentó que os podríais encargar del trabajo a cambio de un perdón.
—Es mentira. —Ser Jorah tenía el rostro sombrío—. Yo jamás habría… Daenerys, fui yo quien impidió que bebierais el vino.
—Cierto. ¿Cómo supisteis que el vino estaba envenenado?
—Pues… lo sospeché… con la caravana llegó una carta de Varys, me decía que intentarían asesinaros. Él os quería tener vigilada, pero sin que sufrierais daño alguno. —Se dejó caer de rodillas—. Si no hubiera sido yo, habrían encontrado otro informador. Lo sabéis bien.
—Sé que me traicionasteis. —Se tocó el vientre, donde había muerto su hijo Rhaego—. Sé que un envenenador trató de matar a mi hijo por vuestra culpa. Eso es lo que sé.
—No… no. —Sacudió la cabeza—. No tuve intención de… Perdonadme. Tenéis que perdonarme.
—¿Tengo que perdonaros? —Era demasiado tarde. «Tendría que haber empezado por suplicar perdón.» Ya no podía exculparlo, como había sido su intención. Había arrastrado al vendedor de vinos atado a la yegua hasta que no quedó nada de él. ¿No merecía lo mismo el
hombre que la había vendido? «Es Jorah, mi oso valiente, el brazo derecho que jamás me falló. Sin él habría muerto, pero…»—. No, no puedo perdonaros —dijo.
—Habéis perdonado al viejo.
—Me mintió en cuanto a su nombre. Vos vendisteis mis secretos a los que mataron a mi padre y robaron el trono de mi hermano.
—Os he protegido. He luchado por vos. He matado por vos.
«Me habéis besado —pensó—. Me habéis traicionado.»
—Entré en las cloacas como una rata. Todo por vos.
«Tal vez habría sido mejor para vos si hubierais muerto en ellas.»
Dany no dijo nada. No había nada que decir.
—Daenerys —terminó—, os he amado.
Ya estaba. «Tres traiciones conocerás. Una por oro, una por sangre y una por amor.»
—Dicen que los dioses no hacen nada sin un propósito. No habéis muerto en la batalla, así que debe de ser que aún quieren algo de vos. Pero yo, no. No deseo teneros cerca. Quedáis desterrado, ser. Volved con vuestros amos a Desembarco del Rey, recoged el perdón que os prometieron. O marchaos a Astapor. No me cabe duda de que el rey carnicero necesitará caballeros.
—No. —Tendió la mano hacia ella—. Daenerys, por favor, escuchadme…
Ella le dio un golpe en el brazo.
—No os atreváis a tocarme de nuevo, ni a pronunciar mi nombre. Tenéis hasta el amanecer para recoger vuestras pertenencias y salir de esta ciudad. Si la luz del día os encuentra todavía en Meereen, haré que Belwas el Fuerte os arranque la cabeza. Así será. Creedme. —Se dio la vuelta bruscamente; las faldas se le enrollaron a las piernas. «No soportaré verle el rostro»—. Sacad a este mentiroso de mi vida —ordenó»

5- La Caída de la Señora del Nido de Águilas

Desde El Nido de Águilas la Casa Arryn ha intentado mantenerse al margen de la violencia y convulsión desatada en los Sietes Reinos desde la muerte de Robert Baratheon y el posterior ajusticiamiento de Ned Stark. Pero en esta temporada hemos descubierto que Lisa Arryn tiene mucha responsabilidad en la presente historia, instigada por su amado y misterioso Petryr Balish la regente del Nido de Águilas había colaborado con él para desestabilizar desde las sombras el gobierno de los Lannister poniendo en marcha una serie de acontecimientos que escaparían a su control. Las manipulaciones de Meñique persiguen un plan aún desconocido, propios de un hombre que no se conforma con nada y aspira a todo, presentándose como un inteligente y astuto estratega con una total falta de escrúpulos. Esto queda aún más claro en una de las escenas de la temporada cuando aparentemente intenta tranquilar los celos de Lysa Arryn por Sansa Stark para finalmente confesarle a su reciente esposa que nunca ha amado a otra mujer que a su hermana, Catelyn Stark, y empujarla acto seguido al vacío por la Puerta de la Luna. La fidelidad a los libros resulta patente con la única excepción del chivo expiatorio utilizado por Meñique en la historia original, un bardo fiel a Lysa Arryn llamado Marillion. Así lo vimos en las novelas originales:

«Meñique dejó que Lysa sollozara un momento contra su pecho, luego le puso las manos en los brazos y le dio un ligero beso.
—Mi celosa mujer, qué tontita —le dijo sonriendo—. Sólo he amado a una mujer, te lo prometo.
—¿Sólo a una? —Lysa Arryn le dedicó una sonrisa trémula—. Petyr, Petyr, ¿me lo juras? ¿Sólo a una?
—Sólo a Cat.
Le dio un empujón brusco, breve.
Lysa cayó hacia atrás y resbaló en el mármol mojado. Y desapareció. No gritó en ningún momento. Durante largos segundos no se oyó más sonido que el del viento.

—La habéis… la habéis… —Marillion lo miraba boquiabierto.
Los guardias seguían gritando al otro lado de la puerta, golpeándola con las astas de las lanzas. Lord Petyr ayudó a Sansa a ponerse en pie.
—¿Estáis herida? —Ella negó con la cabeza—. Entonces, deprisa, abrid la puerta, que entren mis guardias —dijo—. No hay tiempo que perder. Este bardo ha asesinado a mi señora esposa.»

4- La batalla en el Muro

El conflicto en el Muro se había ido gestando desde casi el inicio de la serie, una Guardia de la Noche diezmada veía como el misterioso Rey Más Allá del Muro continuaba aumentando las filas de su ejército para asaltar el Castillo Negro y poder invadir los Siete Reinos en su huída del mal que acecha en las regiones más frías del sur. La batalla se hacía inminente y se avistaba en el horizonte en el peor momento para la Guardia de la Noche, con pocos efectivos y más de alguna lucha intestina en sus filas. Una debilidad que venía a poner a prueba Mance Rayder y sus salvajes con una fuerza de choque en la que también militan -para horror de Jon Nieve y sus hermanos- mamuts, gigantes y cambiapieles. La puesta en escena para este pasaje volvería a correr a cargo del director británico Neil Marshall, poniendo la épica y la espectacularidad necesarias al capítulo, adaptado más libremente por cuestiones de presupuesto y con algunos cambios llamativos (como puede ser la muerte de Grenn y Pyp que en Tormenta de Espadas sobrevivían a la contienda y seguían formando parte de posteriores tramas de la historia). Podemos leer un breve fragmento de esta importante parte de la historia a continuación:

«—Deben de ser más de cien mil —gimió Seda—. ¿Cómo vamos a detener a tantos?
—El Muro los detendrá —se oyó decir Jon. Se dio la vuelta y lo repitió en voz más alta—. El Muro los detendrá. ¡El Muro se defiende!
—No eran más que palabras vacías, pero necesitaba pronunciarlas casi tanto como sus hermanos necesitaban oírlas—. Mance nos quiere acobardar por la fuerza del número. ¿Acaso nos cree idiotas? —Estaba ya hablando a gritos, se le había olvidado el dolor de la pierna, y todos
lo escuchaban—. Los carretones, los jinetes, todos esos imbéciles a pie… ¿qué nos pueden hacer aquí arriba? ¿Y alguno habéis visto a un mamut trepar por una pared? —Se echó a reír, y Pyp, Owen y otra media docena de hombres rieron con él—. No son nada, son aún menos que estos hermanos nuestros de paja, no pueden llegar a nosotros, no pueden hacernos daño y no nos dan miedo. ¿Nos dan miedo?
—¡No! —gritó Grenn.
—Ellos están ahí abajo y nosotros aquí arriba —siguió Jon—, y mientras defendamos la puerta no pueden pasar. ¡No pueden pasar! -Para entonces todos gritaban ya, rugían palabras de ánimo, agitaban en el aire las espadas y las ballestas con las mejillas enrojecidas… Jon vio a Tonelete, que llevaba bajo el brazo el cuerno de batalla—. Hermano —le dijo—, llama al combate.

En el ejército de Mance Rayder militan mamuts y gigantes

Tonelete sonrió, se llevó el cuerno a los labios y lo hizo sonar dos veces, dos bramidos largos que indicaban que había salvajes. Otros cuernos repitieron la llamada hasta que el propio Muro pareció estremecerse y el eco de los tonos graves ahogó cualquier otro sonido.
—Arqueros —ordenó Jon cuando los cuernos callaron—, apuntad a los gigantes que llevan el ariete, todos, ¡hasta el último! Disparad cuando lo ordene, no antes. ¡Los gigantes y el ariete! Quiero que les lluevan flechas a cada paso que den, pero esperaremos hasta que estén
a nuestro alcance. El primero que desperdicie una flecha tendrá que bajar a recogerla, ¿entendido?
—¡Entendido! —gritó Owen el Bestia—. ¡Entendido, Lord Nieve!
Jon se echó a reír, se rió como un borracho o como un demente, y sus hombres rieron con él. Se dio cuenta de que los carretones y los jinetes de los flancos iban ya muy por delante de la columna central.
Los salvajes no habían recorrido ni una tercera parte de la distancia y su línea de batalla ya se estaba truncando.
—Cargad el trabuquete grande con abrojos —ordenó Jon—. Owen, Tonelete, enfilad los trabuquetes pequeños hacia el centro.
Quiero los escorpiones cargados con lanzas incendiarias, las soltaréis cuando yo diga. —Señaló a los niños de Villa Topo—. Tú, tú y tú, encargaos de las antorchas.
Los arqueros salvajes disparaban a medida que avanzaban, corrían un tramo, se detenían, disparaban y adelantaban un poco más. Eran tantos que el aire estaba siempre lleno de flechas. Todas, por supuesto, se quedaban cortas. «Qué desperdicio —pensó Jon—. No tienen la
menor disciplina.» Los pequeños arcos de cuerno y madera del pueblo libre tenían mucho menos alcance que los largos de tejo de la Guardia de la Noche, y los salvajes intentaban disparar contra hombres que estaban a doscientos metros de altura sobre ellos.
—Que disparen lo que quieran —dijo Jon—. Esperad. Aguantad.
—Las capas les ondeaban a las espaldas—. Tenemos el viento en contra, eso nos resta alcance. Esperad.
«Más cerca, más cerca.» Las gaitas aullaban, los tambores retumbaban, las flechas de los salvajes volaban y caían al suelo.
—¡Tensad!
Jon alzó el arco y se llevó la flecha hasta la oreja. Seda hizo lo mismo, así como Grenn, Owen el Bestia, Bota de Sobra, Jack Bulwer el Negro, Arron y Emrick. Zei se puso la ballesta a la altura del hombro. Jon veía cómo se acercaba el ariete, veía cómo los mamuts y los gigantes lo arrastraban a ambos lados. Eran tan pequeños que parecía como si los pudiera aplastar a todos con una mano. «Ojalá tuviera una mano así de grande.» Se acercaron por aquella explanada que era un matadero. Un centenar de cuervos posados en el cadáver del mamut muerto levantaron el vuelo cuando los salvajes pasaron a ambos lados. Más cerca, cada vez más cerca, hasta que…
—¡Disparad!»

3- El rugido del pequeño león

El puesto de Mano del Rey, lejos de ser una bendición y reconocimiento, parecer ser más una maldición, un cargo lleno de ingratas responsabilidades y una casi segura condenada a muerte. Sólo hemos de recordar que la historia de Juego de Tronos daba inicio después del asesinato de Lord Jon Arryn, la primera Mano del Rey del también difunto Robert Baratheon, una vacante suplida a disgusto por Lord Eddard Stark que le acarrearía no pocos disgutos y, finalmente, la muerte después de ser decapitado por orden del rey Joffrey. De forma inesperada Tyrion Lannister sería reconocido como la nueva Mano del Rey en representación de su propio padre que después de la Batalla del Aguasnegras tomaría el control. La confianza depositada por Tywin Lannister en su hijo no serviría para destensar esta difícil relación entre padre e hijo que llevaría a su desafección final con la negativa del primero a reconocer a El Gnomo como su heredero en Roca Casterly y con su fría e impasible reacción a la acusación de regicidio contra Tyrion. Pero la gota que colmaría el vaso para el pequeño león sería descubrir la hipocresía y traición de su padre al tomar para su disfrute personal a su antigua amente Shae. La decisión de Tyrion estaba clara y podemos comprobar cómo la escena en la serie no se aparta mucho de los libros:

«Tyrion apretó el dedo. La ballesta se disparó justo mientras Lord Tywin empezaba a levantarse. El dardo se le clavó en la ingle y se volvió a sentar con un gruñido. El dardo se había hincado profundamente, hasta las plumas. La sangre manaba a borbotones en torno al asta y le salpicaba el vello del pubis y los muslos desnudos.

-Me has disparado -dijo con incredulidad y los ojos vidriosos por la conmoción.
-Siempre has sido único a la hora de analizar una situación de crisis, mi señor -dijo Tyrion-. Seguro que por eso eres la Mano del Rey.
-No… No eres… hijo mio.
-En eso te equivocas, padre. De hecho, soy tu viva imagen. Anda, hazme un favor y muérete deprisa. Me esta esperando un barco.

La muerte siempre resulta inoportuna en Juego de Tronos

Por una vez en su vida, su padre hizo lo que Tyrion le pedía. La prueba fue el hedor repentino cuando se le aflojaron los intestinos en el momento de la muerte.

«Bueno, al menos estaba en el lugar adecuado», pensó Tyrion. Pero la peste que llenó el excusado fue prueba fehaciente de que el chiste acerca de su padre que se repetía tan a menudo era una mentira más.

Obviamente, Lord Tywin Lannister no cagaba oro.»

2- La Víbora y la Montaña

El carismático y apasionado Oberyn Martell de Dorne llegó a Desembarco del Rey en representación de su hermano mayor, el príncipe regente Doran Martell, apenas ocultando su búsqueda de respuestas y venganza por una antigua y dolorosa afrenta como había sido la violación y asesinato de su hermana Elia durante la rebelión de Robert Baratheon contra los Targaryen. Este guerrero, conocedor de todo tipo de venenos y amante de los verdaderos placeres de la vida, estaba convencido de la responsabilidad en estas horribles acciones de Ser Gregor Clegane, la implacable Montaña, en cumplimiento de órdenes encomendadas por el mismísimo Tywin Lannister. De esta manera, Oberyn Martell esperó su oportunidad con paciencia, intentando respetar la vía diplomática de su hermano Doran Martell, hasta que se le presentó la oportunidad de convertirse en el campeón de Tyrion Lannister en su juicio por combate y así poder medir sus fuerzas al asesino de su hermana. La inesperada contienda se saldaba con un resultado aún más inesperado, Oberyn Martell cometía la torpeza de no rematar a su enemigo y acabaría sucumbiendo de la forma más dolorosa posible a manos de una moribunda Montaña. Comprobemos la horrible fidelidad de la escena respecto de las novelas de George R.R. Martin:

«La mano de Clegane se alzó de súbito y agarró al dorniense por la corva. La Víbora Roja dejó caer el mandoble en un tajo feroz, pero había perdido el equilibrio y el filo se limitó a hacer una nueva abolladura en el avambrazo de la Montaña. La espada quedó olvidada mientras la mano de Gregor se tensaba y giraba, haciendo que el dorniense cayera encima de él. Lucharon cuerpo a cuerpo en el polvo y la sangre mientras la lanza rota oscilaba de un lado a otro. Tyrion vio horrorizado que la Montaña había abrazado al príncipe con un brazo enorme, pegándolo a su pecho como un amante.

La pasión de Oberyn Martell no logra batir a la Montaña

-Elia de Dorne -oyeron decir a Ser Gregor cuando estuvieron a la distancia necesaria para un beso. Su voz grave resonaba dentro del yelmo-. Yo mate a la mocosa llorona. -Lanzó su mano libre hacia el rostro desprotegido de Oberyn, clavándole los dedos acerados en los ojos-. Fue después cuando la violé. -Clegane hundió el puño en la boca del dorniense, destrozándole los dientes-. Y al final le reventé la puta cabeza. Asi.

Cuando echó hacia atrás el enorme puño, la sangre en su guantelete era como humo en el aire frío del amanecer. Se oyó un crujido escalofriante. Ellaria Arena aulló de terror y el desayuno de Tyrion le subió ardiente hacia la boca.»

1- La Boda Púrpura

Los acontecimientos de la Boda Roja había supuesto el golpe definitivo a las aspiraciones norte con la muerte de Robb Stark, acabando aparentemente con el mayor problema al que se enfrentaban Tywin Lannister y el rey de los Siete Reinos Joffey Baratheon. Esto unido a la victoria en la Batalla del Aguasnegras contra Stannis y las nuevas alianzas forjadas con Altojardín y Dorne parecían empezar a decantar la balanza para el lado de los Lannister pero Joffrey se había mostrado como un gobernante despótico y cruel y se había granjeado multitud de enemigos y rencores. Por ello no resulta tan sorprendente el destino de este pequeño bastardo. En mitad del banquete de su boda con Margaery Tyrell, mientras ridiculizaba con saña a su tío Tyrion, Joffrey caería al suelo después de beber una copa de vino servida por el objeto de sus burlas y entre espasmos acabaría expirando para alivio y contenido regocijo de muchos de los asistentes y un numeroso grupo de espectadores. Pero George R.R. Martin tiene una innata maestría para la ironía y para los agridulces desenlaces haciendo que un momento tan catártico como la muerte de Joffrey se tiña de amargura con la acusación de asesinato contra Tyrion por parte de su hermana. Así nos describiría George R.R. Martin este instante en Tormenta de Espadas:

«—El chico ha muerto, Cersei —dijo Lord Tywin. Puso una mano enguantada en el hombro de su hija al tiempo que uno de los guardias espantaba al perro—. Suéltalo. Déjalo ya.
Ella no lo oyó. Hicieron falta dos guardias reales para obligarla a aflojar los dedos de manera que el cadáver del rey Joffrey Baratheon cayera al suelo, inerte.
El Septon Supremo se arrodilló junto a él.
—Padre de los cielos, juzga con justicia a nuestro bondadoso rey Joffrey —entonó el comienzo de la plegaria por los muertos.
Margaery Tyrell empezó a sollozar, y Tyrion oyó a su madre, Lady Alerie, intentando consolarla.
—Se ha ahogado, cariño. Se ha ahogado con la empanada. No ha tenido nada que ver contigo. Se ha ahogado, lo hemos visto todos.

El final de ese pequeño bastarado que tanto hemos disfrutado odiar

—No se ha ahogado. —La voz de Cersei era más afilada que la espada de Ser Ilyn—. Mi hijo ha sido envenenado. —Miró a los caballeros blancos, que la rodeaban sin saber qué hacer—. ¡Guardia
real, cumplid con vuestro deber!
—¿Cómo decís, mi señora? —preguntó Ser Loras Tyrell, inseguro.
—¡Arrestad a mi hermano! —le ordenó Cersei—. ¡Ha sido él, el enano! ¡Y su mujer! Han matado a mi hijo, a vuestro rey. ¡Apresadlos! ¡Apresadlos a los dos!»

El mejor momento de la cuarta temporada de Juego de Tronos ha sido....

• En enfrentamiento de Oberyn Martell y la Montaña (44%, 173 Votes)
• El alegato final de Tyrion Lannister en su juicio (19%, 73 Votes)
• La muerte por envenenamiento de Joffrey (17%, 66 Votes)
• El asesinato de Tywin Lannister a manos de su hijo Tyrion (7%, 27 Votes)
• La batalla en el Muro (7%, 27 Votes)
• La muerte de Ygritte en brazos de Jon Nieve (3%, 12 Votes)
• Los momentos finales de El Perro y Arya (2%, 9 Votes)
• Otro (1%, 4 Votes)
• El destierro de Jorah Mormont (1%, 2 Votes)
• La caída de Lysa Arryn por La Puerta de la Luna provocada por Meñique (0%, 1 Votes)
• La polémica escena de Jaime y Cersei en el velatorio de su hijo (0%, 0 Votes)

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