Los gobiernos del mundo y sus líderes corporativos no quieren que hablemos, ¿por qué?, porque liberamos verdades, destapamos villanos, exorcizamos demonios.
Hello, friend. Si estás leyendo estas líneas, supongo que habrás visto ya el último capítulo de
Mencionábamos antes a Sam Esmail, creador de Mr. Robot, pero, en realidad, es mucho más que eso. Este todoterreno nacido en Hoboken, New Jersey (sí, la población en la que veíamos el efecto Leviatán de la serie Watchmen de HBO) ha escrito y dirigido la mayoría de los capítulos a lo largo de las cuatro temporadas y lo ha hecho sorprendiendo a la audiencia gracias a sus inteligentes guiones y su, en ocasiones, experimental forma de rodar. Desde episodios que emulaban ser una sitcom de los ochenta hasta otros en los que no se cruzaba una línea de diálogo… Mr. Robot nos agarra de los hombros, zarandeándonos, para así agitar nuestras mentes adormecidas. No serán pocas las veces que se rompa la cuarta pared y se dirijan a nosotros directamente, mirándonos a los ojos, convirtiéndonos en sujetos activos (o pasivos, depende cómo se mire) de la trama. Esmail, que firma el guion de la estupenda Homecoming (no confundir con la cinta del trepamuros), es un nombre que debemos apuntar en nuestras agendas. Su próximo trabajo, American Radical, supondrá su segundo largometraje tras Comet y volverá a tener a sus órdenes a Rami Malek, quien interpretará a un agente musulmán del FBI que se infiltrará en una célula de Al Qaeda tras el 11S. Por cierto, a Malek podremos verle como villano de la franquicia James Bond en la próxima cinta del agente 007, Sin tiempo para morir, que llegará a nuestras carteleras en el próximo mes de abril. Deseosos estamos.
Así llegamos a la siguiente parada de este artículo. El actor de ascendecia egipcia (comparte orígenes con Sam Esmail) gracias a Mr. Robot salió del ostracismo en el que se encontraba para convertirse en una de las estrellas con más futuro de Hollywood. Malek puede fardar de coleccionar los premios más ostentosos gracias a su mimetización con Freddie Mercury en Bohemian Rhapsody (Oscar, Globo de Oro…) y su particular construcción del Elliot Alderson que vemos en la serie de USA Network y que, por el momento, le ha valido un Emmy. Elliot es un genio cuyo laberintico cerebro recuerda a la madriguera de conejos de Alicia en el país de las maravillas a la que se hacía referencia en Matrix y con la que guarda no pocos puntos en común la serie. Como pasara en la cinta dirigida por las hermanas Wachowski, su protagonista (cambiamos de Anderson a Alderson) funciona a modo de mesías. Elliot parece ser el elegido para salvar un mundo caníbal que va cuesta abajo y sin frenos. Sin embargo, la extrema dificultad de arreglar nuestro infectado modelo socioeconómico no es nada en comparación con los traumas de un Elliot que, como si fuera un disco duro, está fragmentado en varias particiones. Un individuo que, a modo de arquitecto, ha ido creando diversas personalidades que le ayuden a sobrellevar el dolor constante que le atormenta. Desde su atalaya de pirata informático, Elliot es la mayor amenaza de los poderes fácticos, de aquellos que manejan los hilos. Pero Elliot es un terremoto emocional constante. Un puzle roto en mil pedazos que además es sólo una parte de un rompecabezas aún mayor. Un personaje magistralmente escrito e interpretado con matrícula de honor.
En el ir y venir constante de personajes secundarios de la serie, hay dos que destacan por encima del resto. Por un lado, Darlene (a quien da vida Carly Chaikin) es el cordón umbilical que une a Elliot con la realidad, un apoyo emocional imprescindible para poder ir superando los diferentes obstáculos que, a modo de minas, siembran la vida del protagonista. Darlene es una descarada y talentosa hacker que proyecta una confianza en sí misma que, en realidad, no tiene. Aquejada de un trastorno crónico de ansiedad, Darlene sufre las consecuencias de una sociedad tan jodida que sólo FUCK SOCIETY puede arreglar. Esta organización antisistema liderada por Elliot encabeza un movimiento que pondrá en jaque al diabólico orden establecido. Por otro lado, el misterioso personaje (no diremos nombres para aquellos que todavía no se hayan decidido a ver la serie) interpretado por Christian Slater, se antoja fundamental para comprender la psique del protagonista.
No es de extrañar que estos personajes rotos sean quienes lideren una cruzada a modo de revolución que pueda cambiar el mundo. De una forma más o menos consciente, consideran que sus afecciones son causadas por un sistema viciado que conspira, constantemente, en pos de sus propias ambiciones. Aquí es donde aparece Whiterose, villano de la función, y el Dark Army, su particular ejército que está disuelto en el conjunto de la sociedad. La paranoia no hará más que crecer al descubrir que ningún estamento está libre de las ramificaciones de esta organización. Según avancen las temporadas, se nos presentarán las propias motivaciones del antagonista y una idea tan loca como atractiva que parece sacada del mundo de las viñetas.
Mr. Robot juega con lo que es real y con lo que no lo es. Su travieso (y a veces también tramposo) guion nos ofrece una serie de giros imposibles que culminará con el triple salto mortal final. Como todo efectismo que se precie, estos coloridos fuegos artificiales en ocasiones funcionarán mejor que en otras, pero lo que está claro es que, macguffins y cliffhangers aparte, lo que importa de Mr. Robot es adónde nos quiere llevar. Un viaje a las montañas de la locura producto de una sociedad capitalista cainita pero también de los fantasmas del pasado. De un modo mucho más sutil que Black Mirror: Bandersnatch, Mr. Robot nos hace partícipes de la serie, entremezclando realidad y ficción. El mensaje está claro. Si queremos cambiar las cosas, debemos levantarnos de nuestros cómodos sofás y romper las barreras que nos alienan. Toca despertar. “Recuerda, sólo te estoy ofreciendo la verdad, nada más” advertía Morfeo a Neo en aquella prima hermana de
Dirección - 9.5
Guión - 9
Reparto - 9
Apartado visual - 9.5
Banda sonora - 9
9.2
fgood
Tras cuatro temporadas, el trayecto llega a su fin. El talento sobrenatural de Sam Esmail y Rami Malek permitió engendrar una serie generacional que brilla en todos sus apartados. Mr. Robot es el hijo natural del V de Vendetta de Alan Moore y el movimiento Anonymous.
Una bestialidad de serie, de principio a fin. Su final deja un hueco que no sé si habrá forma de llenar.
Ha sido un disfrute tremendo. Y estupendo que el final no necesite explicarlo todo a modo papilla.
Ahora habrá que volver a verla cuando haya reposado unos meses, sabiendo cierto detalle.
Ya han pasado unos cuantos días y sigo teniendo ese regusto dulce. Creo que la serie terminó cuando debía de hacerlo. Tengo mi propia teoría sobre ese final. Estoy deseando que salga un pack en Blu-ray con las cuatro temporadas para volver a verla desde el principio fijándome en ciertos detallitos 😉