#ZNCine – Crítica de Ad Astra, de James Gray

Con más lírica que épica, James Gray nos invita a viajar por el Sistema Solar en este drama familiar que pone de manifiesto la necesidad de sentir, querer y perdonar

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Dirección: James Gray.
Guión: James Gray, Ethan Gross.
Música: Max Richter, Lorne Balfe.
Fotografía: Hoyte van Hoytema.
Reparto: Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler, John Finn, Kayla Adams, Kimmy Shields, Bayardo De Murguia, Bobby Nish, Sasha Compère, Afsheen Olyaie, John Ortiz, Greg Bryk, Kimberly Elise, Loren Dean, Alyson Reed, Anne McDaniels, Ravi Kapoor, Lisa Gay Hamilton, Halszka Kuza.
Duración: 122 minutos.
Productora: Plan B Entertainment, Regency Enterprises, Keep Your Head Productions, MadRiver Pictures, 20th Century Fox Film Corporation, New Regency Pictures, RT Features, Bona Film Group.
Nacionalidad: Estados Unidos.

«Somos todo lo que tenemos» Comandante Roy McBride

Una vez más, la ciencia ficción se muestra como el género ideal para diseccionar el alma humana. Ad Astra entra de lleno en ese selecto club de cintas realizadas en el siglo XXI que tiene como escenario el espacio exterior y que rozan la genialidad. Wall-E, Interstellar o Moon, que a su vez eran herederas naturales de 2001: Una odisea del espacio o Solaris, se planteaban cuestiones metafísicas. Ante la inmensidad del universo, el ser humano parece recogerse hacia adentro. Las grandes empresas como especie colonizadora o exploradora de otros mundos quedan en agua de borrajas cuando de lo que se trata es de comprendernos a nosotros mismos. Ad Astra es una odisea espacial, pero también es un viaje al corazón de las tinieblas. Una travesía en la que el protagonista deberá dejar de mirar al otro lado para enfrentarse con su mayor miedo: reencontrarse con su padre.

El encargado de dirigir esta maravilla de película no es otro que James Gray. El cineasta neoyorkino debutó detrás de las cámaras con tan solo 24 años llevándose el premio al mejor director en el Festival de Venecia de 1994 con Cuestión de sangre. Ópera prima al margen, Gray ha realizado seis películas que, casi siempre, han contado con el beneplácito de la crítica especializada pero que no han gozado del apoyo del público. Hasta el momento, La noche es nuestra y Two Lovers habían supuesto el zenit de Gray mientras que su último trabajo, Z. La ciudad perdida, sufrió un fuerte batacazo en taquilla. Pues bien, en su primera incursión en la ciencia ficción, James Gray se doctora con matrícula cum laude demostrando, una vez más, que nos encontramos ante uno de los mayores talentos de su generación. Ad Astra no da puntada sin hilo, tocando varios palos, pero centrándose en su protagonista.

Probablemente, desde que en 1995 sorprendiera a propios y extraños con sus interpretaciones en Seven y 12 monos, Brad Pitt no había vuelto a cosechar dos papeles tan suculentos en un mismo curso. Si el mes pasado sacábamos a la palestra su gran trabajo en Érase una vez en… Hollywood, en esta ocasión podemos afirmar que realiza una de las mejores faenas de su carrera. Pitt se mete en la piel del comandante Roy McBride, un astronauta que parece seguir los mismos pasos que su padre, desaparecido dieciséis años antes. El abandono sufrido activó el mecanismo de defensa de Roy en forma de barrera emocional. Una vez aislado el dolor, no se permite sentir y, de esta forma, se aleja de su pareja. Sin embargo, todo es represión. El tic en el ojo de Roy avisa de que ese falso escudo en cualquier momento se puede desmoronar. A pesar de haberse convertido en un autómata funambulista, su paseo por la delgada cuerda de la cordura pondrá en jaque a su humanidad. Brad Pitt, con una interpretación contenida, recoge el caramelo ofrecido por Gray y, voz en off mediante, consigue emocionarnos en su viaje por el Sistema Solar.

Aunque McBride Jr. es el absoluto protagonista de la cinta, a lo largo de la odisea que le llevará desde La Tierra a Neptuno, pasando por La Luna y Marte, varios serán los personajes con los que se encontrará. Estos pequeños roles están interpretados por Ruth Negga (Preacher), cuyo personaje tiene en común con Roy un trágico suceso del pasado, Liv Tyler (sufrida pareja del astronauta), Donald Sutherland y Tommy Lee Jones. Resulta curioso que estos dos últimos actores vuelvan a coincidir en una cinta espacial después de Space Cowboys (Clint Eastwood, 2000), donde ya entonces se metieron en la piel de dos veteranísimos astronautas. El actor que consiguió su único Oscar por El Fugitivo se antoja como el personaje clave de Ad Astra. Lee Jones (Clifford McBride) da vida al padre de Roy, quien lideraba la Misión Lima (cuyo objetivo era la búsqueda de inteligencia extraterrestre) antes de que les perdieran la pista. Personaje complejo, eterno insatisfecho, Clifford (que recuerda en exceso al Coronel Kurtz de Apocalypse Now) es un hombre tan entregado a su trabajo que es la definición perfecta de retrato de una obsesión (un estado sobre el que ya giraba Z. La ciudad perdida). Su hogar no está con los suyos, sino con su destino.

La trama, de cuyo guion se encarga el propio James Gray junto a Ethan Gross, arranca en un futuro cercano. Mientras Roy se encuentra trabajando en una antena espacial internacional, una descarga eléctrica provoca un accidente que casi le cuesta la vida. Sin embargo, es tal la robotización del personaje, que en plena caída libre su ritmo cardíaco no supera los ochenta latidos por minuto. Ya desde los primeros compases de película el apartado visual resulta arrollador. Buena parte de culpa la tiene el camarógrafo suizo Hoyte Van Hoytema, nominado al Oscar por Dunkerque y que ya tuvo una experiencia similar, de nuevo con Nolan, en Interstellar. El sentimiento de maravilla al observar el espacio infinito nos embelesará una vez más.

El incidente tendrá varias réplicas que dejará decenas de miles de muertos en nuestro planeta. Como ya pasara en Alien, nos encontramos con una sociedad en la que las megacorporaciones son las que ostentan el poder, incluido el aparato militar. Será este quien proponga a Roy una misión de alto secreto ya que parece ser que el origen de las descargas eléctricas que están poniendo en peligro al conjunto del Sistema Solar proceden de la desaparecida expedición que comandaba su padre. Los continuos controles y análisis tanto mentales como emocionales revelan un futuro cuasi orwelliano en el que las cosas tienen que seguir su rumbo fijo, sin distracciones ni emociones. La deshumanización de la humanidad es más que evidente.

A lo largo de la travesía cabe destacar la parada en nuestro satélite, al que se ha infectado con los males endémicos de nuestra especie tales como el ultracapitalismo o las luchas de poder. Precisamente, mientras Roy forma parte de un convoy que recorre tierra hostil, unos piratas tratarán de atracarles dando lugar a una de las escenas más espectaculares de Ad Astra con claro aroma a western. McBride es un peón que será utilizado por la megacorporación para conseguir sus propósitos y esta no tendrá ningún miramiento si tiene que acabar con él. El intercambio de pareceres y la empatía hace tiempo que dejaron de existir.

Como ya ocurriera en otros filmes del género como Horizonte Final o Sunshine, la gravedad cero o la soledad atentan contra la estabilidad mental. Cada transbordo es mayor que el anterior y los recuerdos asoman en la cabeza de Roy, martilleando su equilibrio. Uno de los grandes aciertos de los creadores de Ad Astra ha sido representar de manera realista estos viajes espaciales.

El apartado sonoro funciona a las mil maravillas. No hay mejor autor que Max Richter para componer una partitura intimista que encaje con el existencialismo que se nos presenta. Ya lo ha demostrado en varias ocasiones el músico alemán (desde The Leftovers hasta Hostiles), y al que no muchos atribuyen esa magnífica pieza titulada «On the nature of daylight» que ponía la guinda a La Llegada y Shutter Island. Richter apela a nuestra humanidad, rebuscando en nuestro interior y provocando lágrimas en cascadas. Un genio.

Ad Astra nos muestra un viaje por el espacio exterior pero que, paradójicamente, el recorrido que realmente importa es el que hace el protagonista a nivel interno. Elijo la vida, decía Renton al finalizar Trainspotting, una cinta a las antípodas de la dirigida por James Gray pero que sin embargo comparten mensaje optimista. Protagonizada por un gran Brad Pitt, Ad Astra orbita alrededor de la alargada sombra de un padre sobre su hijo con un conflicto que trasciende más allá de las estrellas.

Dirección: James Gray. Guión: James Gray, Ethan Gross. Música: Max Richter, Lorne Balfe. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Reparto: Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler, John Finn, Kayla Adams, Kimmy Shields, Bayardo De Murguia, Bobby Nish, Sasha Compère, Afsheen Olyaie, John Ortiz, Greg Bryk, Kimberly Elise,…
Dirección - 9
Guión - 7
Reparto - 8
Apartado visual - 9.5
Banda sonora - 8.5

8.4

James Gray debuta en el género de ciencia ficción con un viaje humanista al corazón de las estrellas. Ad Astra es una odisea espacial de tempo lento que nos muestra una compleja relación paternofilial.

Vosotros puntuáis: 8.64 ( 135 votos)
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Nippur
Nippur
Lector
23 septiembre, 2019 17:33

Totalmente de acuerdo en todo. Gracias por tu reseña, Sergio, eres muy claro y detallas con precisión todos los aciertos de la película. Ciencia Ficción adulta e intimista que, a la vez, no reniega de escenas cargadas de tensión como el ataque de los piratas o el abordaje de la nave noruega.

pelayo
pelayo
Lector
23 septiembre, 2019 22:08

También de acuerdo con la valoración «dramática» de la peli, Sergio. (Y Solaris de S. Soderberg, Sunshine de D. Boyle y La llegada y Blade Runner 2049 de Villeneuve creo que deberían estar también en ese cuadro de honor de la ci-fi espacial del cine en este siglo).

VOY A PONER LOS MARCADORES DE SPOILER, PERO POR SI NO SALEN: ¡¡OJOCUIDAO QUE VIENEN SPOILERS!!

A media película ya me daba cuenta de que estaba viendo una versión espacial de El corazón de las tinieblas/Apocalypse Now (lo cual no me parecía mal: si vas a inspirarte en algo, hazlo en los clásicos); sin embargo hay un 20% (aprox) de película que tiene su propio discurso: la relación padre/hijo y la resolución de la historia. La enorme humanidad, responsabilidad y madurez de lo que hace el personaje de Pitt al final es tan abrumadora que sólo lo asimilé tras un buen rato de meditar al salir de la sala: [spoiler/]llegar hasta la quinta puñeta, a Neptuno nada menos, le ha costado la vida a 5 personas, y cuando alcanza la meta y su padre le hiere con su sinceridad y su desapego ¿qué sentido tendría enzarzarse en una escena de rencor e ira acumulada, de reproches y gritos? La mejor forma de hacer útiles las vidas perdidas es, precisamente, salvar una vida; y cuando su padre se niega a ser salvado -quizás en un momento de lucidez y culpabilidad infinita- su hijo aún tiene esa clarividencia de saber que sacrificarse él siguiéndole al vacío también sería un acto de futilidad y que tiene el deber de salvar la última vida que queda: la suya propia. Es un comportamiento que encaja perfectamente con lo que hemos ido sabiendo de ese personaje, que su pragmatismo mental está a la vez enraizado en su comportamiento emocional, que no es inexistente sino que simplemente está adiestrado para que no le arrastre a lugares peligrosos.

Sin embargo, en la parte más de la trama en sí, como elementos negativos encuentro que, una vez establecido por la propia cinta que el tono de la ciencia-ficción que vamos a ver es de un alto grado de verosimilitud, hay cosas que me dejaron descolocado/decepcionado en la propia butaca: [spoiler/]por ejemplo, me preguntaba por qué demonios Pitt tenía que ir personalmente a Marte para enviar el mensaje, ¿por qué no lo envía de la Tierra a Marte y en Marte lo envían a Lima? «Bueno, quizás es que el plan de SpaceCom tiene una parte oculta para Roy y para los espectadores», pensé… pero nop. O ¿por qué demonios el mensaje se emite ¡¡en directo!! en vez de ser grabado y emitirlo en bucle continuamente hasta que alguien responda… (eso lo hacían en Star Trek); y encima se quedan esperando la respuesta a continuación. . A ver, dicen que lo van a enviar por rayo láser, es decir, a la velocidad de la luz, y por otras películas (como Sunshine, 2001 y 2010) sabemos que eso de las comunicaciones espaciales no es como hablar por teléfono: dada la distancia media entre Marte y Neptuno, incluso a esa velocidad cualquier señal tarda unas 4 horas en llegar y otras 4 en volver. Cagada tan monumental no la veía desde Stargate, pero aquella era ciencia-ficción de otro percal, más aventurera y ligera. Y lo de alcanzar la Cefeo desde Lima a puritito impulso, con una puntería increible y sin que los impactos de las rocas del cinturón de Neptuno te frenen…

vamos vamos vamos, en The Martian tenía un pase como Matt Damon salía de Marte, pero esto resultaba exageradísimo.
Prefiero quedarme con lo bueno de la cinta y hacer la vista gorda con esa «suspensión forzadísima de la incredulidad».

ipso_facto
ipso_facto
Lector
24 septiembre, 2019 9:23

En lineas generales suscribo lo comentado por Sergio en su análisis y por Pelayo en su comentario.

Hay un par de aspectos que sí me gustaría añadir:

Aviso de Spoiler

«Ad astra» se distancia de películas como «2001» o «Interestelar» no tanto en su discurso pero sí en us conclusiones, que en este film resultan más desoladoras. Es curioso como el personaje que interpreta Tommy Lee Jones sale en una misión en busca de inteligencia extraterrestre, y como a lo largo de todo el film asistimos a muestras de un cierto fervor religioso en boca de muchos de sus personajes, que apelan a Dios en algunos de sus rezos o comentarios, como en el funeral del capitán del Cepheus. Y cuando el comandante McBride encuentra por fin a su padre, además del mazazo emocional de su revelación de desapego emocional, le confiesa el fracaso de su misión al no haber encontrado evidencias de vida extraterrestre, a lo que su hijo le responde (más o menos) «Somo lo que tenemos». A diferencia de «2001» o «Interestellar» que la busqueda de la eterna respuesta al origen de la vida o el sentido de la existencia humana obtenía una respuesta, aquí la respuesta no puede ser más desolarora: estamos solos en el universo.

Sin embargo, frente a tan desesperanzadora conclusión, la frase final de McBride («elijo vivir y elijo amar») aporta un hálito de esperanza. El abraza la humanidad, su humanidad perdida en pos de una insensibilidad mecanizada y robotizada, y lo hace sin necesidad de recurrir a Dios. Así pues «Ad astra» rechaza el discurso teológico de «2001» o «Interestelar» (no importa si esa inteligencia «divina» que influye en la humanidad proviene del expacio exterior o del futuro) en favor de un discurso mucho más humanista, y lo hace a través de un viaje interior, el del protagonista, que le obliga a pasar un particular calvario: el verse reconocido en la figura de su padre -admirado y casi idolotrado al principio- y darse cuenta de que no quiere ser como él ni cometer sus mismos errores. Y de nuevo nos encontrarmos con un discurso profuntamente anti-teológico, porque la contrario que el Cristo bíblico, McBride, para re-encontrarse con su humanidad, tendrá que rechazar a su padre, es decir: a Dios.

Son este tipo de discursos los que enriquecen en visionado de films como los que Sergio y Pelayo mencionan en sus comentarios.

En la parte negativa, al margen de pequeñas (y tolerables) incongruencias como lo poco que les crecen las barbas a McBride padre e hijo pese a los largos lapsos de tiempo en los viajes espaciales (nunca les vemos utilizar una maquinilla de afeitar) o la «forzadísima suspensión de la realidad» a la que nos obliga el momento final (por otro lado brillantemente filmado) en que McBride «surfea» por los anillos de Neptuno, el único momento que me chirría en toda la película es cuando atienden el Mayday de la estación biológica en su viaje a Marte.

La escena está, de nuevo, brillantemente filmada. Es el momento de «terror puro» del film, que remite tímidamente al Alien de Ridley Scott. Mi pareja, al finalizar el film, me comentó en broma: «está bien, pero me han faltado extraterrestres». Precisamente la secuencia del ataque de los mandriles se me antoja una concesión a aquellos espectadores que esperan este tipo de secuencias de acción, secuéncias que, por otro lado, un film como «Ad Astra» no nocesita. Toda ella es irrelevante y me parece una distracción un tanto burda. No tiene relación alguna con la trama ni con el discurso del film y se podría prescindir de ella sin que afectase en nada al recorrido esencial de la película. Incluso las secuéncia de la persecución de los coches en la luna, que también podría verse como una concesión, me parece que tiene más lógica y consistencia dentro del film, aunque solo sea por mostrarnos cómo muchos de los males endémicos de la Tierra (la violencia, la guerra, la delincuéncia…) también han infectado las colonias. En cambio el momento del ataque de los madriles me resulta grauito. Nunca nos van a explicar qué ha sucedido ahí (¿estaban experimentando con monos? Asumimos que sí. ¿Algún experimento ha ido mal y los monos han enloquecido y se han liberado? Asumimos que sí. ¿Ha muerto toda la tripulación? Asumimimos que sí. ¿Han lanzado el mayday antes del último fallecido? Asumimos que sí. ¿Irá alguien de la Tierra a «limpiar» todo ese desastre? Asumimos que sí….. Demasiadas asumciones)

Pedro Botero
Lector
24 septiembre, 2019 9:40

Discrepo rotundamente. La pelicula es un bodrio infumable, con un guion ridiculo (¿de donde salen los pirtatas lunares y los monos? ¿Porque espera tommy lee Jones a que Pitt le ponga el traje para suicidarse despùes desenganchándose del cable? podria seguir ad infinitum), unos secundarios de pega y un «conflicto interno» del protagonista que no es creíble en absoluto (lo de las evaluaciones psicologicas que va superando el protagonista cuando se ve a la legua que está obsesionado por su relacion fallida con liv tyler…es de traca).

pelayo
pelayo
Lector
En respuesta a  Pedro Botero
24 septiembre, 2019 14:31

Es una lástima que no te haya gustado, ya he dicho que a mi tampoco al 100%, pero «¿de dónde salen los piratas lunares?»: nos explican bastante bien que la Luna es una zona de conflicto entre provincias lunares y que las zonas fronterizas son como el far west, así que saldrían de sus refugios lunares. ¿los monos? Eso se contó en la película «Monos en una nave», la secuela de «Serpientes en el avión»… no, en serio: durante una fracción de segundo en que se entreveía un poco la pelambre del mono tras el astronauta pensé «Coñe, un alien?», luego me acojonó la cara de mala hostia del mandril, y luego pensé «aaah, claro, ya me puedo imaginar lo que ha pasado: es el equivalente a la escena del perrito en Apocalyse Now, que se detienen/desvían por un momento en su misión para hacer una inspección a otro barco y acaba muriendo gente». ¿Sobraba aquella escena en Apocalypse Now? NO, porque describe que llegar hasta Kurtz/Clifford va a costar vidas, y eso es necesario para la película. Y tú como espectador sabes lo que hay en la cabeza de Roy porque Roy te lo está contando con su voz en off, el resto de personajes sólo ven a un astronauta excepcional y modélico, pero que en realidad se ventila un detector de mentiras como si fuera el primer nivel del tetris. Y su padre tiene demencia, y los que hemos tratado con personas mayores que la padecen sabemos que tienen momentos de lucidez, momentos de agitación, momentos de la sinceridad más desnuda y de alucinación descabellada, y no sabes cuando te va a tocar una u otra. 16 años sólo en es espacio, con varias muertes sobre tu conciencia y con el aislamiento de percepción temporal (no hay días o noches) te debería dejar tarumba perdido.