– ¿Crees que hay vida después de la muerte?
– Quiero creer que hay una antes.
El pasado lunes 22 de noviembre, Bilbao recibió con sus mejores galas a Rodrigo Cortés. El motivo no era otro que el preestreno de su último trabajo:
Tras varios cortometrajes, a sus 34 años Rodrigo Cortés dio un golpe encima de la mesa con su ópera prima: Concursante. Protagonizada por Leonardo Sbaraglia, la cinta funcionó a modo de afiladísima sátira que sirvió como prólogo a la inminente crisis que se nos vino encima. Sin embargo, su confirmación como enorme talento de la industria cinematográfica española llegaría tres años más tarde. La claustrofóbica Buried regaló a Cortés su único Goya hasta el momento (en la categoría de mejor montaje) y el aplauso unánime de la prensa especializada. Si en esta película trabajó con Ryan Reynolds (Deadpool), su siguiente proyecto estuvo regado con nombres de primerísimo nivel. Cillian Murphy, Sigourney Weaver, Robert De Niro, Elizabeth Olsen, Toby Jones y Joely Richardson compusieron el elenco de Luces rojas, thriller sobrenatural que generó división de opiniones. Cortés se define como perezoso para justificar sus largos periodos alejado de la gran pantalla, pero sabemos que no es así. Multidisciplinar y perfeccionista, tuvieron que pasar seis años hasta que su siguiente filme vio la luz. Con Uma Thurman como principal reclamo, Blackwood no cumplió con las expectativas y nos hizo torcer el gesto después de la amplia espera.
Para sorpresa de todos, con una pandemia de por medio que ha descolocado al conjunto del engranaje cinematográfico, se anunció El amor en su lugar, cuarto largometraje de Cortés ambientado en la Segunda Guerra Mundial. Precisamente, el marco elegido despistó a parte del público que asocia a Cortés con un autor de género, a pesar de que haya demostrado en multitud de ocasiones su amor por la historia en el programa Aquí hay dragones. Más allá de su contexto, El amor en su lugar está inspirada en hechos reales. Tomando como base la novela de Jerzy Jurandot, el guionista David Safier le hizo llegar el libreto a un Cortés que se interesó por la historia desde el primer momento. Cortés demostró su polivalencia, una vez más, reescribiendo alguna de las partes y junto a un habitual en su carrera, Victor Reyes, firmó las canciones que tienen lugar en el transcurso del metraje. Por otra parte, la exquisita partitura compuesta por el propio Reyes encajó como zapato en Cenicienta. La música es un elemento clave en El amor en su lugar por su carácter catártico.
El amor en su lugar nos sitúa en Enero de 1942. La población judía lleva un año confinada en el gueto de la capital polaca. La muerte, el hambre o el frío son elementos perennes en el día a día del enclave. La película arranca con un plano secuencia que sirve para presentarnos a la protagonista (Stefcia) y la realidad en las calles de Varsovia. Cintas como La lista de Schindler o El pianista grabaron a fuego en nuestras mentes los horrores que tuvieron lugar en el país vecino al este de Alemania. En este caso, los controles nazis se fusionan con burlas y disparos mientras Stefcia se apresura para no llegar tarde a la función teatral en la que trabaja. Una carrera a contrarreloj en la que su vida corre peligro constantemente. Así pues, tras este prólogo repleto de tensión, llegamos al teatro que se convertirá en el único escenario de la película.
El teatro Femina existió realmente y, durante varias semanas, la compañía representó la obra a pesar de la tragedia imperante. Cortés homenajea al mundo del teatro en general, y a estos integrantes en particular. El amor en su lugar es una carta de afecto a este espectáculo que es capaz de evadirnos de nuestros problemas sea cual sea su magnitud. No solo eso, sino que tiene la capacidad de reírse de dichos quebraderos de cabeza, aunque nos estén consumiendo la vida. La representación resulta ser un espejo de la existencia en el gueto, mostrando cada una de sus miserias en clave de humor. La música y las canciones acompañan a una audiencia entregada cuyas carcajadas serán heladas por la entrada en la platea de un oficial nazi. Los nervios de todos los presentes son transmitidos a los espectadores de manera directa y nuestras butacas se sienten incomodas. Show must go on, que diría Freddie Mercury. La función debe continuar. Los protagonistas alternan tablas y bastidores preocupados del aquí y ahora. Cortés da en la diana con una película que consigue emocionar sin recrearse en la tragedia. Aunque toda la trama orbite alrededor de la representación, Cortés insufla un ritmo que, por momentos, resulta asfixiante. Entre bambalinas, Stefcia recibirá la (irrechazable) oferta de Patryk (ex novio y compañero de función) para fugarse con él esa misma noche. Sin embargo, Stefcia está enamorada de Edmund, actual pareja y que, como no podía ser de otra forma, también es uno de los actores en la obra. Así pues, este triángulo amoroso será el pilar principal de Love Gets a Room (título en su versión original).
El reparto está formado por un grupo de rostros semidesconocidos para el gran público. Dinamarca, Italia, Reino Unido o España son algunos de los países de procedencia de dichos intérpretes. Un crisol europeo que tiene en común su enorme versatilidad para clavarla en los diferentes registros que demanda El amor en su lugar. Como si de una muñeca rusa se tratara, Clara Rugaard (Stefcia), Ferdia Walsh-Peelo (Desmond), Mark Ryder (Patryk) y compañía deberán actuar dentro de su propia actuación variándola en función de los propios acontecimientos. Por si esto fuera poco, deberán cantar y bailar mientras la cámara se centra en ellos en un continuo baile de planos secuencia. Si este recurso ha sido criticado en multitud de ocasiones por ser más efectista que efectivo, esta vez Cortés vuelve a acertar por la necesidad de transmitir al espectador la sensación de que todo transcurre a tiempo real. La arena del reloj se va agotando. El desenlace no augura nada bueno. De las 400.000 personas que habitaron en el gueto de Varsovia, solo 50.000 sobrevivieron al terminar la guerra. Entre los hechos narrados en esta película y el fin de la WWII, la barbarie de los campos de concentración acentuó más si cabe la crueldad humana.
Teatro, la vida es puro teatro. El corto recorrido de El amor en su lugar (se estrena el 3 de diciembre) ha impedido que esta cinta producida por Nostromo Pictures compita de igual a igual con El buen patrón o Maixabel, los últimos trabajos de Fernando León de Aranoa e Iciar Bollaín que acumulan, entre ambas, una ingente cantidad de (34) nominaciones a los Goya. La cinta dirigida por Rodrigo Cortes opta a dos estatuillas de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas española así como a tres Premios Feroz, incluyendo el de mejor dirección. En un mes en el que se van a estrenar auténticos pelotazos como Spider-Man: No Way Home o Matrix Resurrections, no debemos olvidarnos de otro tipo de películas menos espectaculares pero que, probablemente, nos dejarán un mayor poso. En esa liga juega El amor en su lugar. La gira realizada por Rodrigo Cortes para su presentación nos retrotrae a tiempos pretéritos en los cuales la cercanía de autores e interpretes con el gran público era mucho mayor. Una cercanía que sigue estando muy vigente en el teatro. Cine y teatro son primos hermanos en una sociedad cuya oferta de entretenimiento cada vez es más gigantesca.
Hace ocho décadas, Varsovia fue testigo de una de las mayores atrocidades en la historia de la humanidad. En mitad de la negrura, una compañía resistió en pie, cual aldea gala, para desempeñar su labor. Rodrigo Cortés, que recientemente participó en el remake de Historias para no dormir, nos propone pasar una noche de invierno en el Teatro Femina. Con suma delicadeza, nos hace llegar la responsabilidad de unos personajes que antepusieron entretener a sus iguales por delante de su propia seguridad.
Dirección - 8.5
Guión - 8
Reparto - 7.5
Apartado visual - 8
Banda sonora - 8
8
Se abre el telón
La vuelta de Rodrigo Cortés a la gran pantalla es una carta de amor a los artistas que trabajan en el teatro pase lo que pase. Ambientada en el gueto de Varsovia, El amor en su lugar es una cinta con alma propia que genera multitud de emociones al espectador. Fotografía, vestuario, banda sonora, diseño de producción, guion y dirección al servicio de una historia, basada en hechos reales, que merece ser contada y, sobre todo, vista en cines.