«Stick to your plan. Anticipate, don’t improvise. Trust no one. Never yield an advantage. Fight only the battle you’re paid to fight. Forbid empathy. Empathy is weakness. Weakness is vulnerability»
DIARIO DE UN MERCENARIO NIHILISTA
Como viene siendo habitual, Netflix estrenó en un selecto número de salas de cine una de las cintas más esperadas del año. Para desgracia de quien escribe estas palabras, El asesino siguió los pasos de El irlandés. Tan limitado fue el número de pases que el último trabajo de David Fincher no pudo verse ni en mi comunidad ni en ninguna adyacente. Malos tiempos para la lírica. Siguiendo la ley del mínimo esfuerzo, la citada plataforma streaming continúa fiel a su estrategia para optar a los premios más golosos de la temporada sin que ello repercuta en sus suscripciones. Todo por la pasta. Poderoso caballero es don dinero.
El director de El curioso caso de Benjamin Button se embarcó en su tercer proyecto con Netflix tras la genial (y canceladísima) Mindhunter y la muy nominada Mank. Fincher siempre ha demostrado tener particular feeling con la temática homicida. En los albores de su carrera alcanzó la popularidad gracias a Seven y entre sus obras más reconocidas se encuentra Zodiac, aquella película que orbitaba sobre la figura real de El asesino del zodiaco. Pero más allá de estas dos producciones y la citada serie de Netflix, que contaban con el elemento común de los serial killers, asesinatos y perfiles psicópatas son una constante en su filmografía. Desde el letal xenomorfo de Alien 3, pasando por El Club de la lucha o llegando a Perdida, genial adaptación de la novela escrita por Gillian Flynn, el cineasta nacido en Denver ha mostrado su fascinación por el arte de matar.
De esta guisa, no era de extrañar que el propio Fincher se interesara por un cómic que lleva un título tan explícito como El asesino. Publicado en nuestro país vecino por vez primera en 1998 de la mano de Casterman, esta serie fue creada por el dibujante Luc Jacamon y el guionista Matz. A lo largo de una década salieron distintos álbumes que en España han terminado teniendo una lujosísima edición formada por tres estupendos integrales que Norma Editorial tuvo a bien llevar a librerías en el último año. Ya no son solo los superhéroes quienes se atreven a dar el salto de las viñetas a pantalla grande y, como amantes del noveno arte, no podemos estar más contentos por ello.
El asesino es una película de tempo lento que arranca con la tediosa preparación de un encargo que tiene que llevar a cabo el hombre de los mil nombres interpretado por Michael Fassbender. Matando el tiempo, como no podía ser de otra forma, conocemos a este mercenario que se cuestiona la naturaleza humana. Al más puro estilo Dexter Morgan, este asesino a sueldo repite un mantra que le ayuda a aislarse de cualquier estímulo externo a la hora de llevar a cabo su tarea. Alejado de vínculos morales, la voz en off del protagonista nos acompaña en todo momento. Lo que en otras películas puede ser un lastre, aquí se agradece puesto que los diálogos no abundan. Si bien en lo estético no se puede poner un pero, algo que ya sucedía en El americano (otra cinta con mercenario como protagonista dirigida por Anton Corbijn), el ritmo de la trama no será plato de gusto para todo el mundo.
Tras un periodo alejado de los focos (no le habíamos visto en la gran pantalla desde antes de la pandemia con X-Men: Fénix Oscura), Fassbender interpreta de manera precisa a un personaje metódico, observador y, hasta cierto punto, hierático. A lo largo de su carrera el actor germanoirlandés ha ido combinando trabajos comerciales en franquicias como Alien o Assassin’s Creed con papeles de gran calado como fueron los de Macbeth o Shame. En esta ocasión carga con el protagonismo de la historia de manera, casi, absoluta. A lo largo de los seis episodios (y un epílogo) que dan forma al largometraje, los otros rostros conocidos que aparecen en pantalla son los de Tilda Swinton (con experiencia en asuntos matarifes gracias a Tenemos que hablar de Kevin) y Arliss Howard (Rompetechos en La Chaqueta Metálica).
Tanto cómic como película se mueven por terrenos comunes, pero utilizan caminos diferentes. Si bien la estructura del personaje es muy similar y el detonante de la historia es un trabajo que sale mal, Andrew Kevin Walker opta, en su libreto, por simplificar la alargada historia comiquera. Como sucediese en la primera entrega de John Wick, El asesino acaba convirtiéndose en una yincana mortífera para vengar el ataque a la ¿pareja? del protagonista. Aunque es obvio que tienen una relación, los interrogantes vienen a cuento de que no se explica nada de la misma. No sabemos si llevan diez años felizmente casados o son, simplemente, follamigos. Los pensamientos del protagonista, que son verbalizados con la mencionada voz superpuesta, se centran en el aquí y en el ahora. No hay lugar para el pasado. No hay que distraerse con el futuro.
Queda claro que el trabajo de asesino a sueldo requiere de un sindicato fuerte y un plan de pensiones solvente. Pueden nombrarte varias veces empleado del mes, pero si un incidente estropea un trabajo, el despido es de lo más fulminante. Una mancha indeleble, probablemente de tono rojizo, al final de una carrera intachable. Si antes comparaba El asesino con la cinta protagonizada por Keanu Reeves, lo cierto es que están en las antípodas la una de la otra. En la franquicia de John Wick tenemos coreografías de lo más variopintas, una danza trepidante que sitúa al género de acción en otro nivel. Sin embargo, la violencia en la cinta dirigida por Fincher resulta brutal y seca. Las muertes que se exhiben en pantalla no son muchas, pero el personaje interpretado por Fassbender se muestra implacable en todo momento compitiendo de tú a tú con Barry Berkman.
Como no podía ser de otra forma en una película de uno de los cineastas más prestigiosos de Hollywood, la factura técnica es impecable. Ganador del Oscar en la categoría de mejor fotografía por Mank, Erik Messerschmidt vuelve a demostrar que es un camarógrafo de garantías. París, República Dominicana, Nueva Orleans, Florida, Nueva York y Chicago son los diferentes escenarios en los cuales se desarrolla la acción de cada capítulo. Si a nivel visual todo funciona a las mil maravillas, el apartado sonoro no se queda atrás. Trent Reznor y Atticus Ross se están convirtiendo en los Brubaker–Phillips de las bandas sonoras, convirtiendo en oro todo lo que componen. Como ya hicieran en la serie Watchmen o en Soul, la música compuesta por este exitoso tándem artístico genera atmósfera propia. Un estilo tan reconocible y genial que incita a su escucha por separado una vez terminado el visionado. La BSO comparte espacio con un soundtrack saturada por temas de The Smiths que sirven al protagonista para aislarse del mundo exterior. Suponemos que su película favorita será 500 días juntos.
Con una historia mucho más sencilla de las que acostumbra a manejar, David Fincher realiza una adaptación que comparte alma con su homónima comiquera, pero cambiando de tercio a las primeras de cambio. Vísteme despacio que tengo prisa. La paciencia es una virtud en el oficio de asesino y por ello la pausa es transmitida al espectador. A pesar de contar uno de los mejores chistes que yo recuerde (un oso de lo más cachondo, en todos los sentidos), el humor brilla por su ausencia en una trama que recoge la soledad del mercenario. La sobriedad es una constante a lo largo de las dos horas que dura el filme, únicamente interrumpida en el momento que a alguien le llega la hora.
Killing Me Softly
Dirección - 8
Guión - 6.5
Reparto - 7.5
Apartado visual - 8
Banda sonora - 8.5
7.7
¡Bang!
Aunque es una buena película, El asesino queda lejos de los mejores trabajos de David Fincher. Todos los apartados técnicos brillan con luz propia pero la trama carece de originalidad y enjundia.