La magia del cine permite hacer nuestros sueños realidad, tener esa segunda oportunidad que tod@s hemos deseado alguna vez en nuestras vidas. No sólo eso. La magia del cine permite mostrarnos los sueños rotos, las celebridades que se deshacen como si fueran un azucarillo. En
Quentin Jerome Tarantino nació en el Estado de Tennessee en 1963 y en su filmografía aparecen nueve largometrajes. De todos es sabido que el icónico cineasta ha asegurado en varias ocasiones que su ciclo cinematográfico finalizará al realizar diez películas (¿Tal vez sea la próxima entrega de Star Trek su broche dorado?). Aunque esto no signifique que parará en seco su tremenda creatividad artística ya que comenta que le gustaría hacer obras de teatro, series de televisión e incluso novelas, deberíamos paladear cada plato elaborado que nos prepara para salas de cine. Si esto fuera un menú degustación, estaríamos ya en los postres.
Dejaré claro desde el principio que no entraremos en el juego de comparar Érase una vez en… Hollywood con el resto de obras tarantinianas. Dejamos esa “responsabilidad” para que vosotr@s, amig@s lectores, compartáis con nosotros en los comentarios. La cinta que hoy nos ocupa es la más personal y emotiva del director de Kill Bill. No parece casualidad que Leonardo DiCaprio y Brad Pitt sean los protagonistas teniendo en cuenta que la primera película que vio Quentin en Hollywood a la edad de seis años (en 1969, precisamente el mismo curso en el que se desarrolla Érase una vez en… Hollywood) fue Dos hombres y un destino, cuyos intérpretes principales eran Paul Newman y Robert Redford, auténticos sex simbols de la época.
El hombre pisó la luna en 1969, y la humanidad se enfrentaba a cambios cada vez más convulsos. En la industria cinematográfica, la mítica era dorada de Hollywood llegaba a su fin y la década de los setenta comenzaba a enseñar la patita con su particular hornada de talentosos directores (Coppola, Scorsese, Cimino…) que gracias a su creatividad realizarían poco después auténticas obras maestras. Tarantino recoge sus vivencias y recuerdos para mostrarnos esos días de la mano de su pareja protagonista que muestra una química en pantalla exultante. Sólo el guionista de Amor a quemarropa es capaz de desarrollar personajes tan cools y patéticos a la vez. Quizá por eso resulta chirriante el poco aprovechamiento que hace de Margot Robbie en general y de su Sharon Tate en particular. Da la sensación de que su personaje lumínico, más allá de mostrar sonrisa ha quedado como cebo para que los espectadores acudamos en masa a su llamada cargados de morbo y amarillismo. Ya lo dijo Molière, somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos.
Erase una vez en… Hollywood se estrenó en el Festival de Cannes, el mismo escenario donde Tarantino se hizo con la Palma de oro con Pulp Fiction hace ya un cuarto de siglo. Como ya ocurriera en aquella, Los Angeles vuelve a ser el escenario en el que se desarrollan los acontecimientos aunque, sin duda, en esta ocasión cobra una mayor importancia transformando a la ciudad californiana en un personaje más de la película. La carta de amor sobre la Gran Manzana escrita por Woody Allen con Manhattan cambia de costa y de clima para transmutarse en su homóloga tarantiniana.
La ambientación de la cinta es sobresaliente y nos transportaremos al LA de hace cincuenta años. Para conseguir ese realismo se confeccionaron unas cien piezas de vestuario y, como ya es habitual en la filmografía del director de Los odiosos ocho, el soundtrack encaja como un guante regalándonos clásicos como el Mrs. Robinson de Simon & Garfunkel, Hush de Deep Purple o nuestro Bring a Little Lovin’ de Los Bravos. No será esta la única referencia española puesto que en cierto momento de expansión laboral de Rick Dalton (DiCaprio) en pantalla veremos el rótulo de Almería, lugar de filmación de multitud de spaghetti western, subgénero predilecto de Tarantino y cuyo ADN está impregnado en prácticamente toda su obra.
A pesar de que no nos aburriremos en ningún momento, los 165 minutos de metraje resultan excesivos. Es probable que sea este uno de los males endémicos del cine de Tarantino. Como diría el malogrado Andrés Montes, por el artículo 33 Quentin hace lo que quiere, cuando quiere y como le da la gana. En su afán por no limitar su talento, alarga escenas que en otras salas de montaje serían suprimidas. De sus últimos cuatro filmes dirigidos, Malditos bastardos es el de menor duración con 146 minutos.
Érase una vez en… Hollywood es un cuento en el que Tarantino mezcla personajes ficticios con otros reales como Charles Manson, Steve McQueen o Bruce Lee. Resulta curioso como estas dos últimas celebridades también surgen en el imaginario del gran Pep Brocal en los cómics Alter y Walter o la verdad imposible e Inframundo, creando una relación que creíamos imposible. La teoría de los seis grados de separación es recortada gracias al mundo de las viñetas.
Tanto monta, monta tanto, Pitt como DiCaprio. Hablábamos antes de la extraordinaria química entre ambos actores que ya sabían lo que era trabajar con el genio de Knoxville pero que no habían colaborado anteriormente. La madurez de ambos hace que sus interpretaciones eclipsen las del resto. Una multitud de grandes nombres que funcionan a modo de figurantes. Desde Al Pacino a Kurt Russell pasando por Lena Dunham o Bruce Dern, casi nada lo del ojo. DiCaprio construye un Rick Dalton que mira al pasado con ojos nostálgicos, sabedor de que su mejor momento ya pasó y que tiene la disyuntiva entre desaparecer en Hollywood con papeles cada vez menores o cruzar el Atlántico en pos de nuevas aventuras. Siempre a su lado se encuentra Cliff Booth (Pitt), algo más que su doble de acción y su chico para todo. Booth es su amigo del alma y se retroalimentan de tal forma que probablemente nos encontremos ante la relación más pura en toda la obra de Tarantino. Un personaje, el interpretado por Pitt, complejo, duro, del que atisbamos un oscuro pasado pero que tendrá alguna de las escenas más descacharrantes de la cinta junto a su inseparable perra que parece salida de una entrega de John Wick.
A diferencia de otras cintas de Tarantino, esta no está dividida en capítulos. Originalmente concebida como novela, tras la presentación de los tres personajes cada uno de ellos tendrá su propia subtrama. Un día de rodaje en la vida de un frustrado Rick Dalton, el contacto con la Familia Manson de Cliff Booth y la descafeinada trama en la glamurosa vida de Sharon Tate. Como si fueran ríos que acabarán desembocando en el mismo mar, en este caso Cielo Drive, Tarantino atiza al movimiento hippie sin miramientos, ridiculizándolos y, como ya hiciera con los nazis en Malditos Bastardos, convirtiéndolos en su particular saco de boxeo. Se hace esperar, pero la explicita violencia marca de la casa Tarantino surgirá entre carcajadas en una traca final que hará las delicias de los seguidores de su obra y resultará excesiva para el público más comedido.
Dirección - 8.5
Guión - 8
Reparto - 8.5
Apartado visual - 9
Banda sonora - 8.5
8.5
Quentin Tarantino escribe y dirige su particular carta de amor a aquellos productos de cine y televisión que descubrió siendo un niño con una historia magníficamente interpretada y profundamente divertida
«Quentin Jerome Tarantino nació en el Estado de Tennessee en 1963 y en su filmografía aparecen nueve largometrajes. De todos es sabido que el icónico cineasta ha asegurado en varias ocasiones que su ciclo cinematográfico finalizará al realizar diez películas (¿Tal vez sea la próxima entrega de Star Trek su broche dorado?).»
Yo es que ni me planteo que su última película no vaya a ser un western que cierre su particular trilogía junto con Django y Los Odiosos Ocho. En eso se va a querer emparentar con Leone seguro. Pero segurísimo, vamos.
No se yo, que últimamente se rumorea mucho la posibilidad que haya una «tercera» de Kill Bill… aunque puede hacer trampa con esa y hacer un western moderno con ella que en parte ya lo son las dos originales.
Recordemos que Maya Hawke acaba de trabajar con él en esta película. Tal vez hayan tenido alguna conversación al respecto. Quien mejor que la hija de Uma Thurman para seguir con el testigo de Black Mamba 😉
Es cierto que la cabra tira al monte. De hecho, una de mis partes favoritas de esta Érase una vez… es el rodaje del western en el que trabaja Rick Dalton. DiCaprio está esplendoroso.
Respecto a lo de la décima película yo apuesto a que en un momento dado hará un “donde dije digo, digo Diego” y volverá a filmar. Tendrá unos años que se dedicará a otras cosas, se aburrirá y mandará a tomar por allí su propia palabra. Como el que hace propósito de dejar de fumar a principio de año.
La película es muy buena, la ambientación como menciona la critica una maravilla y gustará a todos los que hayan disfrutado de las últimas películas de Tarantino.
Lo mejor: Aparte de la traca final, la escena entre el personaje de Brad Pitt y Brece Lee.
Lo peor: Las partes de Margot Robbie están algo de relleno, pero no nos vamos a quejar por verla.
Esta misma semana se ha reafirmado en que es su penúltima película. Parece que va en serio. Star Trek creo que la va a producir y escribir pero la dirigirá otro, o será coodireccion (las coodirecciones no las cuenta en su lista de 10 peliculas) y Kill Bill vol3 puede que la haga, pero no suma a la cuenta (kb1 y kb2 solo cuenta como una).
De relleno no estaba, porque ahí está la gracia el final, porque reescribe la historia…
En vez de ir a la casa de los Polanski, los emisarios de Charles, va a la casa de los protagonistas, quedando viva ella cuando en realidad murió asesinada con sus tres invitados de ahí el «Erase una vez…»
Parecía imposible peeero castañazo del sr. Tarantino. Sólo he salido del sopor cuando Brad Pitt ha empezado a aplastarle la cara a la hippie con la casa.
En mi opinión no hay nada que funcione en la peli, ni los diálogos, ni los actores, ni el cine dentro del cine, ni el LA vibe o la convulsión del momento, ni el humor, la melancolía… todo se intuye ahí pero no aparece por ningún sitio.. qué sé yo, era un gran momento para después de esa obra mayúscula que es los Odiosos Ocho alcanzar definitivamente el cielo con este caramelo. Lástima, se le mojó la pólvora pero aún le queda una (última?) bala en la recámara