Corrían los primeros años de la década de los 80 y el director Wes Craven (Cleveland, Ohio, 1939) se había convertido en la nueva promesa del cine de terror estadounidense gracias a sus dos primeras cintas, convertidas al poco tiempo de sus correspondientes estrenos en piezas de culto dentro del género. La Última Casa a la Izquierda (1972) y Las Colinas Tienen Ojos (1977) se alejaban de las horror movies góticas o sobrenaturales tan explotadas en los años 50 y 60 ofreciendo dos visiones áridas, cruentas y con estética cuasi documental de un terror rural y realista capaz de mirar directamente al espectador apelando a sus miedos más primarios y atávicos, como también lo hizo Tobe Hooper con la totémica La Matanza de Texas (1974). Ya en 1982 y después de la escasa repercusión de su tercer film, Bendición Mortal (1981), Wes Craven decidió, no sólo cambiar de género, sino adentrarse en el mundo de las prematuras adaptaciones cinematográficas de iconos del mundo del cómic cuyo mejor y más brillante exponente, Superman (1978), había llegado cuatro años antes con dirección de Richard Donner y Christopher Reeve, Margot Kidder, Gene Hackman, Glenn Ford o Marlon Brando en su reparto para marcar un antes y un después dentro del subgénero extrapolando al celuloide las aventuras del superhéroe creado por Jerry Siegel y Joel Shuster que hace poco cumplió la friolera de 82 años.
Aunque hemos mencionado el clásico protagonizado por Christopher Reeve para poner en contexto cuál era la vara de medir a finales de los 70 y principios de los 80 en cuanto a películas inspiradas en el mundo de las viñetas La Cosa del Pantano se encontraba, como proyecto cinematográfico, en las antípidas de aquella superproducción impulsada por Warner Bros. La película de Wes Craven era como todo su cine de por aquel entonces, una obra independiente realizada con muy pocos recursos, dos millones y medio de presupuesto, y distribuida en esta ocasión por Embassy Pictures. Dentro del reparto encontramos a Adrienne Barbeau, ya por aquel entonces un icono de primera categoría dentro del género fantástico y de terror gracias a sus colaboraciones con John Carpenter en 1997: Rescate en Nueva York y La Niebla, Ray Wise, a ocho años de convertirse en el padre de Laura Palmer en la inolvidable Twin Peaks, y otros secundarios como Louis Jourdan, Nicholas Worth, David Hess o Dick Durock dando vida a la Cosa del Pantano. De la dirección y el guión se encargó el mismo Wes Craven.
La trama sigue los pasos de la agente del gobierno Alice Cable (Adrienne Barbeau) llegando a la sabana de Georgia justo cuando el doctor Alec Holland (Ray Wise) y su hermana Linda (Nannette Brown) consiguen un notable avance en su proyecto supersecreto de bio-ingeniría centrado en crear una hibridación entre animal y planta con capacidades para sobrevivir en situaciones adversas. Desgraciadamente el grupo paramilitar del Doctor Anton Arcane (Louis Jordan), comandando por el despiadado Ferret (David Hess), irrumpe en el laboratorio de los Holland para robar la fórmula asesinando a Linda, haciendo caer a Alec sobre los productos químicos que él mismo había diseñado y volando por los aires el laboratorio y todo lo que en él se encontraba. Alice consigue huir de sus captores y poco después descubre que el supuestamente fallecido Alec Holland se ha convertido en una criatura sobrehumana, la Cosa del Pantano, cuya única intención desde ese mismo momento será buscar venganza contra Arcane y sus sádicos colaboradores.
No vamos a negar desde aquí lo evidente e irrefutable. La Cosa del Pantano es una película contrastadamente humilde en la que podemos encontrar mejores intenciones que resultados. Wes Craven es considerablemente fiel al origen que Len Wein y Bernie Wrightson dieron a Allec Holland en las viñetas y en el proceso consigue capturar en gran manera no sólo el contexto espaciotemporal en el que se movían los personajes del cómic y su microcosmos ficcional, sino la melancolía inherente al personaje principal en pasajes como en el que vuelve a su laboratorio una vez ha sido destruido por los hombres del Doctor Anton Arcane. A diferencia de otros profesionales que, con medios mucho más holgados a su disposición, han llevado cómics a la pantalla grande Craven trata de acercarse en gran medida a un material que él considera lo suficientemente bueno como para no mirarlo por encima del hombro creyéndose por encima del mismo. Desgraciadamente su voluntariosidad se ve menoscabada por la escasez presupuestaria, insuficiente para conseguir una adaptación a la altura de las circunstancias que hiciera verdadero honor al personaje y sus aventuras en papel.
Esto que mencionamos se deja notar principalmente en un apartado técnico y unas secuencias de acción en las que se evidencian esos pirrios dos millones de dólares de los que dispuso el creador de Pesadilla en Elm Street. Tiroteos, explosiones y persecuciones en vehículos de tierra o mar desfilan ante nosotros con la humildad que ofrece una película de corte independiente, por mucho que adapte las aventuras de un superhéroe de las viñetas a la gran pantalla. Wes Craven mantiene la compostura en este aspecto durante la mayor parte del metraje, con más mérito si cabe no teniendo experiencia previa en este tipo de producciones más entregadas al escapismo y el ritmo relativamente frenético. Pero por desgracia el clímax final desemboca en desastre, no sólo porque al querer el director abarcar una escala mayor en lo referido a la acción se notan todas las carencias del proyecto, sino también porque el disfraz del Doctor Anton Arcane una vez prueba la fórmula de los Holland parece salido de una de las más célebres películas de Ed Wood o alguna otra producción de serie B de los años 50 y 60 cuyo resultado en pantalla bordea el ridículo en no pocos momentos del cierre de la obra.
Como previamente hemos apuntado la primera adaptación cinematográfica de La Cosa del Pantano contó con más respeto y cariño por el personaje o las aventuras que protagonizó en papel durante sus primeros años que con verdaderas posibilidades para sacar adelante un producto que le hiciera verdadera justicia. A pesar de contar con un buen reparto y el mejor Alec Holland en imagen real hasta la fecha, interpretado por el gran Ray Wise (Twin Peaks), podemos considerar la cinta de Wes Craven una simpática mediocridad que a día de hoy se ve con simpatía y poco más. De hecho el mayor logro del film fue extracinematográfico ya que su estreno resucitó el interés por los cómics del personaje que tras ser relanzados por DC se adentraron unos pocos años después en su mejor etapa, la escrita por el Mago de Northampton. Pero cuidado, nuestro amigo Swampy todavía no había dicho su última palabra en la pantalla grande y siete años después volvió a asaltar las carteleras de medio mundo, pero con una perspectiva diametralmente diferente a la ofrecida por el añorado director de La Serpiente y el Arcoiris.
Dirección - 5.5
Guión - 6
Reparto - 5
Apartado visual - 5.5
Banda sonora - 5.5
5.5
Aunque Wes Craven sabe capturar la melancolía del protagonista, ser fiel a su origen y aprovechar su contexto, los pocos medios merman cualquier acierto. El clímax final parece rodado por Ed Wood, con todo lo bueno y malo que eso conlleva.
Justo en esta cuarentena se me ocurrió verla por segunda vez hace unos meses. Coincido:es un buen intento aunque claramente humilde de llevar a la pantalla a este tipo de personaje de comic. Sin embargo me pareció simpático y hasta querible el protagonista, pues me conmovió las circunstancias que lo convertirían en «eso». De hecho recuerdo un dialogo- previo al incidente que lo convertirá en La Cosa- en el que Holland desperezándose dice algo como «me siento un arbol». Queda definitivamente una sensacion de melancolia hacia el final de la pelicula cuando él se pierde en la lejanía del pantano. Y sí, la transformacion de Arcane en ese monstruo de pacotilla le resta mucho.