“Mata a cualquiera que quiera hacerme daño.”
Se podría decir que La espada del inmortal ha tenido bastante suerte en nuestro país, aunque como dice la famosa cita «la fortuna sonríe a los osados». La calidad de la obra de Hiroaki Samura resulta incuestionable; en ella tenemos un manga que apelando a la directrices del género chanbara lleva su premisa por un camino oscuro y fantástico, mostrándose como un espejo deformado de ese inapelable clásico de Kazuo Koike y Goseki Kojima llamado El lobo solitario y su cachorro. Es normal que cuando Ediciones Glénat dejó colgada la serie a falta de un último número por publicar Planeta Cómic se interesase inmediatamente por ella. La editorial española editó ese último tomo para alivio de los aficionados y recientemente ha comenzado a publicar la obra en un nuevo formato, con portadas alternativas de Belén Ortega. En paralelo, el pasado año se estrenaba en Japón la adaptación a la gran pantalla de la obra de Samura; un filme dirigido por el veterano y prolífico Takashi Miike que recientemente ha adaptado también productos como Terra Formars o JoJo’s Bizarre Adventure con resultados bastante irregulares. En España La espada del inmortal se ha estrenado en Netflix, lo que nos ha permitido acercarnos y evaluar los pormenores de este filme.
La espada del inmortal nos cuenta la historia de Manji, un guerrero samurái maldecido con la inmortalidad que sobrevive durante los tiempos del shogunato Tokugawa en la era Edo. En su cuerpo habitan unos sorprendentes gusanos llamados kessenchū que pueden curar cualquier tipo de herida que sufra su cuerpo. Manji solo podrá encontrar el descanso si consigue matar a mil hombres malvados, motivo por el que acepta convertirse en el mercenario de la joven Rin Asano que busca venganza por el asesinato de sus padres. El responsable de las desdichas de Rin es el líder del Ittō-ryū Kagehisa Anotsu que pretende unificar los estilos de arte marcial con katana de las distintas escuelas de Japón, aunque para ello tenga que recurrir a la fuerza y la violencia. Esta historia se serializó entre 1993 y 2013 en la revista Monthly Afternoon de la editorial Kōdansha llegando a ser recopilada en un total de treinta volúmenes. En el año 2000 ganó un Premio Eisner a la Mejor Obra Extranjera. En 2008 se estrenó su anime, a cargo del estudio Bee Train y la dirección de Kōichi Mashimo.
Teniendo en cuenta estos antecedentes y la popularidad de la obra de Samura la adaptación a la gran pantalla era cuestión de tiempo. La producción de este live action ha sido apadrinada por Warner Bros. Pictures, Oriental Light and Magic y Recorded Picture Company que se han decantado por el ya mencionado Takashi Miike para la realización. En el reparto destacan los dos papeles principales de la historia, el de Manji interpretado por Takuya Kimura (Hero) y el de la vengativa Rin encarnada por Hana Sugisaki (Scanner). Por su lado, Kagehisa Anotsu toma los rasgos de Sōta Fukushi (Bleach), su guardaespaldas Makie Otono-Tachibana es interpretada por Erika Toda (Death Note) y adversarios como Sabato Kuroi y Taito Magatsu han recaido en manos respectivamente de Kazuki Kitamura (Parasyte) y Shinnosuke Mitsushima (The Third Murder). En términos generales, los actores logran un mimetismo bastante alto con sus homólogos de papel, respetando los matices duros y oscuros de sus personalidades. No obstante, sus contrastes son aquí más atenuados y la síntesis de la historia no permite profundizar en exceso en sus relatos.
Lo primero que podemos constatar en esta producción es la voluntad de Miike por respetar el material de partida en el que inspira. Lo hace a la hora de abordar la caracterización de sus personajes y las líneas básicas de la historia. Pero si algo demuestra La espada del inmortal es que hay obras que por su espíritu difícilmente van a lograr transmitir lo mismo con el cambio de medio. Lo que en el manga de Samura tiene visos de cierta complejidad y aspereza se torna en esta película en algo más sencillo, directo y acomodado. El trabajo en el apartado gráfico de un mangaka como Samura supone un añadido al retrato que nos facilita de su mundo, siempre gris y de una crudeza que roza lo salvaje e inhumano. En cambio, la fotografía de su adaptación es en exceso limpia y clara, un escaparate para una trama que al compactarse y limarse de los pasajes más fuertes también pierde intensidad. Es paradójico que Miike sea el responsable de la excelente 13 asesinos cuyo tono y puesta en escena encaja más con la obra de Samura que la propia adaptación de la misma.
El filme comienza con un flashback en blanco y negro que sirve de homenaje al cine clásico de samuráis. Es una introducción vigorosa que acaba con la irrupción del color y el elemento fantástico en el metraje rompiendo con los referentes a los que elude Miike en este prólogo. Este elemento se trata al igual que el manga de forma descarnada y sucia, con una tendencia al realismo que contrasta con batallas y enfrentamientos multitudinarios en los que un solo espadachín es capaz de hacer frente a un ejército entero de enemigos. Es ese elemento shōnen que se cuela en la historia de Samura, también reconocible en las caracterizaciones grandilocuentes y extravagantes de algunos sus personajes que sigue la línea del Rurouni Kenshin de Nobuhiro Watsuki. Es con esta adaptación con la cual la versión de La espada del inmortal de Miike tiene más en común, a pesar de algunas sus escenas de corte más adulto y su tono más desmitificador respecto al género. En este sentido, la producción no escatima en la recreación de heridas, amputaciones y todo tipo de sangrientas variantes.
El guion de La espada del inmortal intenta resumir el grueso de la historia que conocimos en el manga en poco más de dos horas de película. El resultado sale bien librado en un principio, dando agilidad a la trama y podando las subtramas de la obra original. Pero a medida que avanza el filme la historia se torna más atropellada, hay personajes cuya presencia no aporta al conjunto y saltos de tiempo algo bruscos que se podrían haber cuidado mejor. El libreto debería haber prescindido de algunos pasajes más reiterativos para dar más continuidad a otros evitando así la sensación de un desarrollo desigual. La cinta se toma su tiempo en su primera mitad, dando espacio para respirar a sus personajes y acercándose más al ritmo del manga. Por contra, en su segunda parte hay precipitación, se resuelven los conflictos a las primeras de cambio y se nos propone un clímax que pese a la espectacularidad de su planteamiento no funciona. En este aspecto, Miike intenta retratar unos enfrentamientos sucios y ásperos remitiendo a la obra original, pero se echa de menos una mejor mano en la coreografía de la acción que carece de la personalidad de otras producciones parecidas del cineasta.
La espada del inmortal ha sido una decepción en la taquilla japonesa aunque ha atesorado buenas críticas para una película que resulta ser la número 100 en la carrera personal de Takashi Miike. El mítico director deja entrever en este filme sus señas de identidad habituales, pero estás no han sido suficientes para ofrecernos un producto más redondo. No es que la producción de Miike sea una aproximación infiel a la obra de Samura, pero si evidencia una irregularidad y una elección de tono que no acaban de encajar con esta. La cinta nos ofrece una historia más limpia y pulida, con las dosis de violencia que Miike suele imprimir a sus creaciones y un negro sentido del humor que, aunque no está tan presente en La espada del inmortal, no desentona con su propuesta cinematográfica. En definitiva, la adaptación prima el entretenimiento por encima de todo, dando lugar a un filme que respeta los temas, personajes y líneas generales de la trama de su referente, pero que está lejos de alcanzar la inmortalidad de la obra de Samura ni de otras propuestas de su director.
VALORACIÓN GLOBAL
Dirección - 6
Guión - 6
Reparto - 7
Apartado visual - 6
Banda sonora - 6
6.2
Correcta
La cinta número cien de la producción de Takeshi Miike se salda con una propuesta irregular que se muestra fiel al manga de Hiroaki Samura en su forma pero no acaba de atarpar su espíritu. En ella destaca la caracterización de personajes mientras la historia y la trama carecen de esos elementos de profundidad que retengan nuestro interés como si hacía el la obra original. Es un filme correcto y entretenido que peca de falta de ambición.
Pues muy de acuerdo con la crítica.
Yo creo que, el hecho de que se quede entre dos aguas y no termine de convenvencer, aunque tampoco llegue a ser una peli fallida, se debe a que Miike tiene un estilo muy personal, mientras que aquí tiene que partir de un material con sus propias señas y, al final, ni es del todo una peli de Miike, ni es del todo una adaptación exacta del manga, sino algo que se queda en un término intermedio.
Coincido en que la película no acaba de funcionar.
Una de las cosas que creo que la perjudica es precisamente ser demasiado fiel al cómic en el diseño y look de los personajes. Lo que funciona en papel no tiene porque funcionar en pantalla y me parece que aquí hay unos cuantos buenos ejemplos de ello (algunos peinados y pelucas son directamente redículos).
También me da la sensación que esta es una película que se hizo con prisas. Algunos escenarios y los extras parecen reaprovechados de otra película del director, la magistral 13 Asesinos, y todo el tramo final de la cinta resulta precipitado y reiterativo.
Lo que más me gustó fue el prólogo en blanco y negro, muy efectivo e impactante.