#ZNCine – Crítica de La Pirámide, de Gregory Levasseur

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Dirección: Grégory Levasseur
Guión: Daniel Meersand y Nick Simon
Música: Nima Fakhrara
Reparto: Ashley Hinshaw, Denis O’Hare, James Buckley, Daniel Amerman, Joseph Beddelem, Amir K, Christa Nicola, Garsha Arristos, Omar Benbrahim
Duración: 89 min
Productora: Fox International Productions (FIP) / Silvatar Media
País: Estados Unidos

 

El nombre del joven cineasta francés Grégory Levassur está inevitablemente vinculado al de su amigo y compañero Alexandre Aja. En casi todos los largometrajes del director que debutara con aquella voluntariosa pero fallida adaptación del relato corto Graffiti nacido de la pluma del argentino Julio Cortázar llamada Furia, Levasseur ha ejercido de co guionista, productor y en ocasiones hasta director de la segunda unidad. Productos como el brutalizado slasher Alta Tensión o los remakes de Las Colinas Tienen Ojos, la surcoreana Geol Sokeuro (que dio lugar al film Reflejos) o Piraña confirmaron que el hijo del director Alexandre Arcady debía mucho a su amigo Grégory a la hora de dar empaque a sus productos cinematográficos. Después de aquella gamberra Piraña 3D que actualizaba la mítica cinta escrita por John Sayles y dirigida por Joe Dante tanto Alexandre Aja como Grégory Levasseur decidieron asentarse en Estados Unidos no sólo para rodar films propios, sino también para escribir guiones para otros directores como el de la simpática pero nada destacable Parking 2 o el de otra revisión, la de la obra de culto Maniac que rodó William Lustig en 1980, protagonizado por un descarnado y subjetivo Elijah Wood que ofrecieron a su compatriota Franck Khalfoun. En los últimos años mientras Aja se ponía al frente de Horns, la traslación a la pantalla grande de la novela homónima de Joe Hill, Levasseur decidía debutar en solitario como realizador con esta La Pirámide que nos ocupa, convirtiéndose la misma en su ópera prima en el mundo del largometraje.

La Pirámide se adscribe al subgénero found footage, más conocido como falso documental, y su punto de partida es idéntico al de dos obras muy célebres de esta naturaleza como la penosa Holocausto Caníbal del italiano Ruggero Deodato (una de las piezas más recordadas dentro de este tipo de largometrajes, aunque en los planos moral y cinematográfico sea deleznable) y la primera entrega de la saga [REC·] de Jaume Balagueró y Paco Plaza situando como protagonistas a un equipo de arqueólogos acompañados por dos periodistas que deciden adentrarse en el interior de una atípica pirámide de tras caras encontrada en Egipto y que se toparán con un trágico destino por culpa de su egolatría y estupidez. Por otro lado su desarrollo es estructuralmente muy parecido a la irregular primera entrega de The Descent realizada por el británico Neil Marshall al localizar la historia en un recinto cerrado y de corte claustrofóbico que finalmente resulta estar habitado por seres sobrenaturales. Tomando estas dos referencias fílmicas para solidificar el fondo y la forma de su relato, Grégory Levasseur trata de moldear un homenaje a todas aquellas películas que en años pretéritos nos hablaron de maldiciones faraónicas cayendo sobre atrevidos y temerarios arqueólogos que van desde aquella La Momia de Karl Freund, pasando por las distintas revisiones y variantes salidas de la Hammer Films impulsadas por autores como Terence Fisher, Michael Carreras o Seth Holth y llegando a productos exploit de usar y tirar más o menos recientes como La Máscara del Faraón, de Jean-Paul Salomé o La Sombra del Faráon, de Russell Mulcahy. La mezcolanza resultante es esta producción de 2014, un desfile interminable de clichés del género que en rara ocasión sale de la mediocridad, pero que también ofrece algún que otro momento potente que se diluye entre una impersonalidad más que contrastada que, por otro lado, tampoco impide que los escasos 89 minutos de metraje que dura la obra pasen en un suspiro.

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Llama la atención que un tipo tan espabilado como Grégory Levasseur haya sido capaz de meterse en un trabajo tan fallido como La Pirámide, ya que independientemente de si es un proyecto nacido de su mente (algo poco probable) o una cinta de encargo (bastante más sostenible esta teoría) el resultado deja mucho que desear. Lo mejor que podemos decir de un producto como el que nos ocupa es que en el plano técnico es donde se pueden encontrar sus únicos hallazgos ya que si bien en varias ocasiones el director traiciona a ese formato de «material encontrado» que ha tomado como base de su relato también es cierto que visualmente consigue algún que otro momento meritorio en cuanto a iluminación, uso de los movimientos de cámara y tempo narrativo. Pero más allá de ciertos pasajes bien planificados o ejecutados en los que el cineasta francés consigue crear tensión o incomodidad como el ataque inicial a uno de los arqueólogos egipcios, la arena sepultando una de las salas de la pirámide o la primera aparición de la «criatura» que impacta gracias a su look visual y los efectos de sonido (hasta que la vemos en todo su esplendor y descubrimos que es un vil plagio del Satán que aparecía al final de aquella obra maestra patria llamada El Día de la Bestia y que dirigió en 1995 el bilbaino Álex de la Iglesia) poco más hay que rascar en la producción que nos ocupa. Por otro lado el guión aborda conceptos interesantes anclados en muchos mitos de Egipto, sacados de El Libro de los Muertos, tratando de extrapolar famosos hechos sustraidos de dicho escrito para exponerlos adecuadamente en pantalla, pero en ese sentido la obra falla cuando no encuentra el tono exacto para que esta empresa llegue a buen puerto y ofreciendo por otro lado momentos bastantes vergonzosos que llegan a despertar cierta risa involuntaria en el espectador.

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El guión también perjudica la labor de los actores, porque los diálogos que escriben Daniel Meersand y Nick Simon para que reciten los actores son clichés mil veces escuchados, con elucubraciones estúpidas por parte de algunos secundarios y actos sencillamente de imbéciles por parte de unos protagonistas que después de perder a dos de sus miembros de la manera más brutal y saberse perseguidos por unas terribles ratas caníbales de tamaño descomunal todavía se paran a descifrar jeroglíficos con cara de improbable asombro. El reparto de actores desconocidos, del que sólo reconocemos a Denis O’Hare por sus apariciones en famosas series de televisión por cable estadounidense como American Horror Story de Ryan Murphy y Brad Falchuk o True Blood, de Alan Ball, cumple a la hora de ofrecer sus dosis de gritos, lamentos y lágrimas para intentar hacerse pasar por víctimas que despierten nuestra compasión o simpatía, no consiguiéndolo en casi ningún momento debido a la naturaleza estúpida, ególatra y temeraria de la mayoría de ellos. En ese sentido ni a los guionistas ni al propio Grégory Levassur se les ve muy empeñados en que sus criaturas tengan cierta dimensionalidad convrtiéndolas en carnaza pura y dura para que los monstruos que habitan la pirámide los eliminen de la manera más visceral posible, aunque ni en ese sentido el colaborador de Alexandre Aja es fiel a sus anteriores trabajos repletos de una violencia explícita cortante y seca, ya que en la cinta que nos ocupa las secuencias de gore las podemos contar con los dedos de una mano y aunque efectivas no transmiten ni originalidad ni verdadera pericia a la hora de ser ejecutados por el profesional que se encuentra detrás de la cámara.

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La Pirámide no engaña al espectador, ya desde su cartel se vende a sí misma como una nadería adherida a la Serie B más ortodoxa que no aspira a nada que no sea entretener durante casi noventa minutos a la platea. Sus armas son pocas, no están muy bien afiladas y sólo funcionan en momentos puntuales cuando la obra apela a su apartado técnico. Por el camino quedan personajes maniquéos, lugares comunes transitados en miles de ocasiones previas, un reparto cumplidor dando vida a personajes que nos son completamente ajenos y un cineasta que parece haber dejado de lado casi por completo las señas de identidad que iban forjando la mirada que compartía con su colega Alexandre Aja cineasta que en este proyecto suponemos ejerció labores de productor por amistad o o afán comercial haciendo uso de su nombre, porque la obra no ofrece nada de interés artístico. Esperemos que si Grégory Levasseur decide seguir su camino en solitario como director tenga algo más de olfato a la hora de elegir largometrajes, porque otra producción como esta The Pyramid posiblemente hunda su carrera y tras ello tenga que volver a colaborar con su compañero de fatigas con el que salió de su Francia natal para ir a Estados Unidos y allí inyectar un poco de veneno europeo al cine de terror salido del país de las barras y estrellas, género que gracias a ellos y a otros autores como Rob Zombie, James Wan, Fede Álvarez, Pascal Laugier, Jennifer Kent o los españoles Miguel Ángel Vivas, Jaume Balagueró y Paco Plaza, que ofrecen savia nueva, sigue muy vivo y con une envidiable buena salud aunque obras como la que nos ocupa parezcan decirnos lo contrario.

 
Dirección - 4.5
Guión - 4
Reparto - 4
Aspecto Visual - 4.5
Banda Sonora - 5

4.4

Mediocre cinta de Serie B con aspiraciones de cine clásico que usando el formato found footage queda en un, simplemente entretenido, quiero y no puedo.

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