«Para moldear a su gente, a menudo, Dios tiene que fundirla» Proverbio Amish.
El realizador Duncan Jones debutaba en la gran pantalla con Moon en el año 2009. El hijo de David Bowie hizo de su ópera prima una pequeña joya de la ciencia ficción independiente. Con sólo 5 millones de dólares de presupuesto y tomando como referentes grandes películas del género (2001, Alien, Blade Runner), la película contó con un Sam Rockwell en estado de gracia que interpretaba por partida doble a un mismo personaje, Sam Bell. ¿Cómo era esto posible? Bell es un astronauta que estaba destinado 3 años en la luna para controlar los envíos de helio-3, material con el que nuestro planeta estaba empezado a resucitar. Sin embargo, un día tiene un accidente y… acabaremos descubriendo que Sam es un clon y al acabar su ciclo vital es repuesto por otro. Desde un punto intimista, tratando temas como la identidad, el Sam Bell que acaba de despertar trazará un plan para volver a la tierra. Cuando la cinta llega a su fin, escuchamos de fondo que no sólo lo ha conseguido, sino que la megacorporación Lunar Industries que le había contratado había tenido un fuerte descenso en la bolsa al hacerse pública la historia de los clones.
Ahora bien, ¿Porqué he empezado hablando de Moon si la película en cuestión que toca analizar hoy es
Lo primero que tenemos que decir de Mute es que es una película fallida a, prácticamente, todos los niveles. Parece mentira que una historia que ha estado mascando tanto tiempo Jones, tenga una narrativa tan atropellada, un diseño de personajes absurdo y un desarrollo de estos que no tiene ni pies ni cabeza. Para ayudarle con la escritura del libreto, Jones contó con Michael Robert Johnson, un guionista de escaso bagaje y cuyo único logro era el de la co-escritura de la primera cinta de Sherlock Holmes dirigida por Guy Ritchie. Bien haría Duncan Jones en futuros proyectos en ponerse, únicamente, detrás de la cámara y que la persona encargada de redactar el guion sepa lo que hace. La cinta arranca con un niño amish que se corta por accidente el cuello. Al pertenecer su familia a este colectivo, deciden no operarle y quedará sin voz para el resto de sus días (aunque es probable que esto finalmente no sea así). Este punto de partida sólo sirve en la cinta para dibujar a un protagonista austero que contrasta con una sociedad cyberpunk y los diversos impedimentos con los que se topa al tener dicha minusvalía. El niño mudo crece y se convierte en Leo, un camarero que tiene una estrecha relación con una compañera de trabajo. Tras un altercado con unos británicos que frecuentaban el pub, Naadirah (Seyneb Saleh) acaba desapareciendo provocando que Leo comience una investigación al más puro estilo neo-noir.
A lo largo de dicha búsqueda nos damos cuenta de que la ídilica relación entre Leo y Naadirah tiene más agujeros que un queso de gruyer. El romance no es creíble y la química entre ambos intérpretes es inexistente. Para el papel del gigante mudo se optó por el actor sueco, Alexander Skarsgard. El hijo del también actor Stellan Skarsgard (Erik Selvig en el Universo Cinematográfico Marvel) ganó su fama gracias a las series de HBO, Generation Kill y True Blood. Sin embargo, sus intentos por triunfar en la gran pantalla han sido, hasta el momento, infructuosos como demuestran sus trabajos en Battleship o La leyenda de Tarzán. Skarsgard hace lo que puede con un personaje con el que, por mucho que lo intentes, es imposible empatizar a causa del tedio que produce el computo general de la película. Sin embargo, más sangrantes son los roles asignados a Paul Rudd y Justin Theroux, quienes tuvieron que perder algún tipo de apuesta para embarcarse en este proyecto. Un cargante Rudd interpreta a Cactus, un militar desertor que mientras espera a que un mafioso le consiga los papeles para poder volver a Estados Unidos trabaja como matón mientras cuida de su hija pequeña a quien con frecuencia deja al cuidado de prostitutas cuando su amigo Duck (Justin Theroux) y él tienen cosas que hacer. Theroux, que viene de realizar una de las mejores interpretaciones de su carrera en The Leftovers, se mete en la piel de un médico pedófilo que tiene una extraña relación de amor-odio con su colega Cactus y que, por mucho que sirvieran en Kabul juntos, dicha relación no hay por dónde cogerla.
Como no puede ser de otra forma, la niña a quien no oímos hablar hasta el final de la película, jugará un papel importantísimo en la trama, aunque es más que probable que para ese momento el espectador ya haya cambiado de película o tirado el televisor por la ventana. El violento desenlace se estira hasta la saciedad dando la impresión de que Duncan Jones quería que llegáramos a cierta escena submarina con el corazón en un puño y los ojos nublados. Sentimos afirmar que la única sensación que produce el visionado de Mute es el sonrojo ante tanto talento tan poco aprovechado.
Aunque no todo son malas noticias en Mute. Se salva de la quema el aspecto visual deudor de Blade Runner y que nos recuerda a productos recientes como Ghost in the Shell o la serie, también de Netflix, Altered Carbon. Sin llegar a ser sobresaliente, cumple más que de sobra teniendo en cuenta que Mute finalmente ha sido estrenada en la citada plataforma streaming. Bien haría Netflix en seleccionar mejor sus exclusivas o cuidar mejor sus productos porque en esta época de máxima competencia, la calidad debe primar por encima de la cantidad. Volviendo a los pocos puntos fuertes de Mute no podemos dejar pasar la estupenda banda sonora de Clint Mansell. El compositor británico, responsable de magníficas partituras como las de Requiem por un sueño o La fuente de la vida, ya había colaborado con Jones en Moon creando unas piezas minimalistas que quedaron para el recuerdo. Si bien es cierto que en Mute no alcanza ese nivel de maestría, no es menos cierto que Mansell siempre es sinónimo de clase.
Dirección - 3
Guión - 1
Reparto - 4
Apartado visual - 7.5
Banda sonora - 8
4.7
Duncan Jones decepciona con Mute, película que cuenta con un bochornoso guion que echa por tierra su notable aspecto audiovisual. Los intérpretes hacen lo que pueden con unos personajes horriblemente dibujados.
Poco más que decir, solo que tras lo visto creo que Moon fue un afortunado accidente.
Coincido plenamente aunque, para mí, después de sufrir Altered Carbon, no ha sido tan mal trago. No hay historia pero al menos el devenir del gigantón va creando una falsa tensión que hace posible el visionado. Me quedo con la imagen del amish ‘en neo tokyo’ abriendo cabezas y puertas con la pata tallada de una cama, y con la pareja cómica Rudd-Theroux. Vaya racha, Netflix.
Una que me ahorro de ver, ya que Carbono Alterado me decepciono con la «americanización» que la Kalogradis le hizo a la serie. La novela que me gusto mucho fue amalgada en un culebrón de televisión cambiando relaciones de personajes e incluso cargándose el origen de la tecnología del envainado que no tiene nada que ver en ambos medios e incluso se cargaría el argumento de la segunda novela.
Pues una que me ahorro. Y es una pena, porque me apetecía bastante.
Esperemos que Aniquilación de Alex Garland nos ofrezca la primera gran película de ciencia ficción de 2018.
Por cierto, creo que daría para un artículo de análisis la política de estrenos de Netflix de películas «entretenidas-malas» que está ofreciendo.
Creo que está molestando mucho al sector cinematográfico «tradicional» porque hace que mucha gente (yo incluido) que ibamos al cine casi todas las semanas, a sabiendas que algunas películas no iban a ser demasiado buenas, ahora nos las ahorramos. Para ver una película mala, la veo en Netflix y me sale «gratis». De forma que ahora sólo pagamos por ver las películas que realmente pensamos que van a ser buenas o muy buenas…