Cuenta la leyenda que después del éxito de Grease (Randal Kleiser, 1978) no fueron pocas las majors de Hollywood empeñadas en explotar el filón del nuevo resurgir del género musical al que parecía haber dado inicio la historia de amor entre Danny Zuko (John Travolta) y Sandy Olsson (Olivia Newton John). La responsable del pelotazo, la Paramount Pictures del mítico Robert Evans, no pudo hacerse con los derechos del musical Annie, inspirado en las tiras cómicas creadas por Harold Gray, que recayeron en una Columbia Pictures llevándolas al cine en 1982 con dirección de John Huston, de manera que buscaron otra adaptación de personajes del mundo del cómic que trasladar al celuloide, pero con la intención de incluir canciones y números musicales en ella. El elegido fue Popeye, el protagonista de las historietas creadas por Elzie Crisler Segar que después de su triunfo en papel viajó con acierto máximo al mundo de los cortometrajes animados, con autoría de los hermanos Max y Dave Fleischer, y las aventuras televisivas, precisamente haciendo uso de canciones en muchas de sus encarnaciones. Para sacar adelante el proyecto Paramount Pictures, dueña de los derechos audiovisuales de Popeye, se asoció con Walt Disney Productions y esta alianza dio el empaque a una producción que, dada la fama universal del conocido marinero que cobraba fuerza sobrehumana comiendo espinacas, podía proporcionar pingües beneficios a sendas compañías.
Para adaptar las aventuras de Popeye, el Marino a la pantalla grande se sumó al proyecto el guionista, historietista, escritor y dramaturgo Jules Feiffer y para dirigir el proyecto, después de un notorio baile de realizadores, se tomó la atípica y rocambolesca elección de apelar a la profesionalidad del gran Robert Altman, cineasta perteneciente a la «generación de la televisión» al que debemos obras maestras como M*A*S*H (1970), Nashville (1975), El Juego de Hollywood (The Player, 1992), Vidas Cruzadas (Short Cuts, 1993) o Gosford Park (2002) y que por aquel entonces no andaba en su mejor época. En lo referido al reparto, posiblemente el punto más fuerte del largometraje, un Robin Williams debutante en lides cinematográficas se enfundó el traje de Popeye, viéndose acompañado por Shelley Duvall encarnando a Olivia y un grupo de secundarios en el que encontramos a Paul L. Smith como Bluto/Brutus, Paul Dooley en la piel del rechoncho Wimpy/Pilón, Ray Walston interpretando al Comodoro y el bebé Wesley Ivan Hurt en el papel de Swee’Pea/Cocoliso, entre otros.
Popeye (Robin Williams) es un marinero que llega a la pequeña localidad costera de Sweethaven para dar con el paradero de su padre desaparecido. Allí se hospedará en la pensión de la familia Oyl, cuya hija, Olivia (Shelley Duvall), se encuentra terminando los preparativos de su fiesta de compromiso con el capitán Brutus (Paul L. Smith), un delincuente local que trabaja a las órdenes del misterioso Comodoro (Ray Walston), personalidad que rige el porvenir de Sweetheaven desde las sombras. La incipiente historia de amor que surgirá entre Popeye y Olivia, la aparición del bebé abandonado Cocoliso (Wesley Ivan Hurt) que la pareja adoptará como suyo, la rivalidad entre Popeye y Brutus acentuada por ser el interés amoroso de Olivia o la búsqueda incesante del protagonista para encontrar a su progenitor darán pie a estrambóticas situaciones que convertirán Sweethaven en terreno hostil para todos sus habitantes e incluso para un inesperado octópodo que se las hará pasar bastante mal a Popeye.
Cuando la película de Popeye vio la luz en 1980 el personaje ya tenía a sus espaldas casi 50 años de vida editorial que, como bien hemos apuntado con anterioridad, se extendió con éxito a otros medios, principalmente audiovisuales. Por ello no era descabellado pensar que una buena adaptación del personaje podía ser recibida con agrado por los fans de este en particular y el público en general. Desgraciadamente el resultado no fue tal y si bien la película recaudó 60 millones de dólares, habiendo costado su producción 20, siempre se ha considerado uno de los fracasos más sonados del Hollywood contemporáneo. En la siguiente entrada vamos a intentar incidir en sus muchos aciertos y su único, aunque de notables dimensiones, fallo tras haber revisado la versión íntegra del film (recordemos que a España llegó una versión «aligerada» de la que se eliminaron escenas y alguna que otra canción) y con la sana intención de mirar con ojos del 2020 una película de 1980 que un servidor vio por primera vez durante la segunda mitad de los 80 dejando un atípico recuerdo en mi memoria.
La primera impresión que transmite Popeye cuando el espectador la visiona es que los 20 millones de dólares depositados por Paramount Pictures y Walt Disney Productions fueron muy bien invertidos. No sabría decir cuanto de Sweethaven es real o parte de la dirección artística de la película, pero la localización para dar vida al pueblo pesquero es uno de los mayores éxitos de la cinta y la grabación de exteriores en Malta todo un hallazgo. A partir de ahí un Robert Altman hasta arriba de estupefacientes en el rodaje, según cuentan los implicados en el mismo, consigue transmitir el tono cartoonesco y tebeístico que una producción protagonizada por el personaje de Elzie Crisler Segar exigiría para ser extrapolado fielmente al medio audiovisual, siempre con la ayuda de un director de fotografía mítico como Giuseppe Rotunno, habitual colaborador de Federico Fellini. En ese sentido el director cumple sobradamente como artesano al servicio de un producto bastante alejado de su impronta autoral, al que paradójicmanente acaba llevando a su terreno, llenando todo el metraje de gags visuales y cuyo acabado estilístico nos retrotrae a una versión lacónica y pesimista de autores como Charles Chaplin, Buster Keaton o Jacques Tati.
El guión de Jules Feiffer consigue capturar con acierto la esencia de la creación de Elzie Crisler Segar y a la hora de exponer en pantalla las aventuras de Popeye es notoriamente fiel a las mismas. Más allá de la feliz elección del reparto y el destacable trabajo de los equipos de maquillaje y vestuario el libreto del largometraje consigue ejecutar una aproximación a los personajes que debería agradar a los fans de estos y al público neófito que, de manera un tanto extraña, nunca haya leído o visto alguna de sus historias, ni haya escuchado hablar de ellas. Si antes alabábamos la capacidad de Robert Altman para el slapstick y cierto caos controlado con el que se desarrollan las vivencias de los habitantes de Sweethaven, también es de recibo destacar el timing cómico de Feiffer, su soltura con los gags y la veteranía a la hora de escribir diálogos que delatan los muchos años que se dedicó a la escritura de historietas o tiras de prensa. Otro apartado, este de vital importancia, en el que Popeye funciona durante casi todo su metraje.
Ya hemos dejado entrever que se antoja inevitable cantar las alabanzas al reparto de Popeye. Robin Williams encarna una meritoria contrapartida del marinero aunando en su rol las dos vertientes cómicas del proyecto, la física y la dialogada, marcando el tono para que el resto de sus compañeros hagan lo propio. Paul L. Smith como Brutus, Paul Dooley ofreciendo su voz y físico a Pilón o Ray Walston embutiéndose en los ropajes del Comodoro certifican el buen hacer de los directores de casting al elegir a los actores y la meritoria labor de caracterización que con estos últimos se llevó a cabo. Pero si hay que destacar un caso implacable de mimesis entre actriz y personaje ese es el de Shelley Duvall dando vida a una Olivia que pareciera arrancada directamente de las viñetas o los cortos animados. Después de revisar la película a un servidor se le antoja imposible otra profesional del medio para encarnar a una Olivia que la protagonista de El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980) hace suya mediante la modulación de voz, el lenguaje gestual y una química intachable con el Popeye de Robin Williams al que en no pocas ocasiones devora en pantalla.
La gran pregunta entonces es que si Popeye tiene un guión competente, una dirección encomiable y un trabajo actoral de nota ¿por qué falló y acabó convertida en un fiasco histórico dentro de las adaptaciones de personajes de tebeos al cine en particular y del Hollywood de los primeros 80 en general?. Para el que suscribe esa gran carencia que arrastra por el suelo gran parte de las virtudes del proyecto es sin lugar a dudas su naturaleza musical, la misma por la que nació como producto cinematográfico y que tan bien funcionaba en animación. Más allá de que en ocasiones las canciones y escuetas coreografías de baile ralentizan el buen discurrir del guión, es de recibo mencionar que la mayoría de ellas se mueven entre lo mediocre y lo terrible. Esa encantadora Sweethaven que abre el film es sólo un espejismo, ya que el resto de temas compuestos por un Harry Nilson en horas muy bajas confirman que Popeye necesitaba un mejor trabajo melódico o directamente no haber sido un musical. Si cortes como I’m Mean o I Yam What I Yam son flojos, otros como He Needs Me se revelan directamente como insoportables y la mayor flaqueza de la película de Robert Altman.
Desde esta entrada un servidor recomienda recuperar y revalorizar en su justa medida una pieza como este Popeye de 1980 que si bien es un proyecto fallido como musical, en lo referido a ser una divertida comedia, una producción vistosa en todos los aspectos, un desfile de actores cómodos dando vida a los personajes en los que se inspiran y una adaptación de las historietas creadas por Elzie Crisler Segar hace casi cien años logra su cometido. A pesar de ese gran fallo en el que hemos incidido menoscabando la labor conjunta de un grupo de profesionales que hizo todo lo posible por estar a la altura de las circunstancias la película de Robert Altman no debería caer en el olvido y sería conveniente recuperarla ocasionalmente aunque sólo sea para admirarla como una rara avis tanto en los géneros a los que se adscribe como en la filmografía de su director. A estas alturas se antoja raro que con el boom de iconos de la viñeta asaltando nuestras carteleras Paramont Pictures no se haya decidido todavía a realizar un reboot protagonizado por el marinero más conocido del mundo de la viñeta y la animación catódica. Sólo el tiempo nos dirá si lo volveremos a ver lucir músculos tatuados, pipa y lata de espinacas en pantalla grande.
Dirección - 7.5
Guión - 7
Reparto - 8
Apartado visual - 7.5
Banda sonora - 3
6.6
Acercamiento cinematográfico, en clave musical, a los personajes creados por Elzie Crisler Segar que supuso un notorio fracaso. Magnífico reparto, elocuente guión y dirección barroca por parte de Robert Altman chocan contra unas canciones penosas.
Puesss… sobre gustos no hay nada escrito, pero ya q estamos hablando de una de mis 10 peliculas favoritas, querria añadir un par de apreciaciones personales:
-No considero tan descabellada la eleccion de Altman. Lo suyo en los 70 era la satira como puede verse en Mash o Nashville. Y pocos comics hay tan brillantemente satiricos como el Popeye de Segar. Encima llevo la pelicula a su terreno con el uso de tecnicas personales, muy presentes en sus anteriores films, como esas escenas donde todos hablan a la vez y los dialogos se solapan.
-Banda sonora mala? Depende: si te refieres al doblaje español, de acuerdo pq es un horror.
Pero si lo q te refieres es a la banda sonora original, bueno…. para mi es una de las mayores delicias de las q puedo disfrutar en la vida. Se encargo a dos de los mayores maestros de sunshine pop: Harry Nilson y Van Dyke Parks. El primero es muy conocido por su version de Everybody’s talking her, pero muchos de sus discos en los 60 y los 70 son absolutamente arrebatadores. Tenia un estilo muy peculiar de acercarse al pop. Con mucho oropel y maravillosas melodias. Un poco al estilo del tambien sensacional Paul Williams
¿Y q decir de Van Dyke Parks (que hace un cameo como pianista)? Nada menos q el niño prodigio coautor de ese Santo Grial del pop q es Smile de Brian Wilson.
El resultado de la fusion de ambos talentos es una musica tan soleada, tan azul, tan revigorizante como los propios escenarios malteses. Sweethaven abre. Y muy bien. Pero Blow me down haria aparecer un rayo de sol en mitad de una tormenta. Y luego tenemos el sano cachondeo de He’s large, o I’m mean. La dulce nana de Swepea o el infernal y descojonante soliloquio, casi casi Scat o protorap de Papa Popeye, con unas frases sobre la paternidad dignas de enmarcarse.
Y esperen, que hay mas: ¿No te mueve nada ver a Popeye saltarin en el prostibulo clamando a los 4 vientos con un acompañamiento musical delicioso q I yam what I yam? ¿Y que me dirias si te cuento que mi adorada-tu denostada He needs me fue usada por Paul Thomas Anderson en una de sus pelis? Seguramente no te haria cambiar de opinion, pero al menos te demostraria q no soy el unico (somos un pequeño puñado) q amo con locura esta musica.
Si puedes conseguir la edicion doble, que trae todos los tracks y las demos, o si puedes conseguir Smile o alguno de los discos de Nilson en los 60 y 70 (tiene uno con John Lennon q es dinamita) hazte un favor y ve a por ellos. Ademas, es la estacion idonea
Gracias x tu reseña!! Saludos!!
¡Gracias a ti por todos los interesantes datos que has aportado!
Da gusto cuando alguien contraargumenta con educación, respeto y razonando sus motivos.
La película la vi en VOS, en la edición española en DVD, que es la que yo tengo, pero prometo darle otra oportunidad a la banda sonora, que salvo en contadas ocasiones no acabó de gustarme.
¡Un saludo y gracias por tu comentario!
Realmente me ha hecho ilusion q alguien hable bien de una peli a la q tengo especial cariño.
Veras, yo siempre habia tenido un grato recuerdo del Popeye de Altman a pesar de que…¡¡¡Nunca la habia visto!!! En su dia la echaron en el cine de verano y yo, gran fan de Popeye, me tire todo el dia ilusionado. Al final no entramos pq las hordas de gente q se salian maldiciendo eran legion. Me console con un tbo en la Feria del Libro y a dormir.
Pero a pesar de los comentarios desastrosos, estaba convencido de q la peli tenia «duende». Me encantaba jugar al arcade y me imaginaba como seria el largometraje.
Desgraciadamente, cuando la echaron por la tele no aguante ni 10 minutos ¡¡Era horrenda!!
¿Era horrenda? ¡¡¿¿Entonces pq caray seguia amandola??!!
La respuesta vino x donde menos esperaba. Un dia cayo en mis manos una peli psicodelica de dibujos, «The point».Me enamore de la banda sonora de Harry Nilson y empece a comprar sus discos.
Hasta q me entere de q era el (y Van Dyke Parks) el encargado de la musica de Popeye.
Me costo lo suyo (tiempo y dinero) pero al final consegui una version completamente integra (incluyendo la escena censurada donde Popeye grita «Mierda!» antes de saltar al agua) y en gloriosa version original.
Ahi entendi pq mi intuicion me seguia atrayendo pese a tantos reveses.
Hoy es una de mis 10 pelis favoritas. Y forma parte de mi Santisima Trinidad del Musical junto a Rocky Horror Picture Show y El fantasma del Paraiso.
Ah!! Y soy un flipado de las espinacas (lol)
Saludos!
Me ha encantado leer la historia del cine de verano. Yo tengo una parecida con Kundun, que la pusieron en el cine de verano de Oliva después de Torrente (menuda mezcla).
En cualquier caso, lo de amar algo simplemente por las ganas que le tienes es algo que todos hemos vivido (me viene a la cabeza el Godzilla de 1999) y es evidente que los recuerdos ejercen una influencia decisiva sobre lo que amamos y lo que no.
Creo que esa es una cualidad definitivamente humana, y me alegro mucho de comprobar que no soy el único al que le pasa.
https://youtu.be/0WedrPpP7u4
https://www.cinemascomics.com › …
El director de «Hotel Transilvania», «Samurai Jack» y «Clone Wars», Genndy Tartakovsky, ya hizo una prueba de animacion en 2016, que no acabo de convencer a la productora y se lanzaron a hacer Hotel Transilvania 3… Al parecer ahora si tiene luz verde para realizar la pelicula de Popeye.
Por otra parte del mismo director os recomiendo la serie «Primal» de Hbo, y espero q zonanegativa la reseñe.
Primal es una pasada de serie mitad Tor de Joe Kubert y el Dinosaurio Diabolico (el de verdad el de Kirby)
Realidad = un horror de película
Efecto nostalgia = clásico inolvidable
En mi humilde opinion, Popeye no es el caso. Ni con nostalgia entraba la horrenda version española. No fue hasta ver la version completamente integra cuando aprecie sus innumerables virtudes objetivas: desde un guion fiel y respetuoso al destroyer Popeye original, hasta una caracterizacion de personajes esplendida, pasando por una hermosa fotografia, decorados curradisimos y una banda sonora de sunshine pop verdaderamente luminosa.
Ahora, que sobre gustos no hay nada escrito.
Pero Popeye es un peliculon!!! 😉
Yo solo la he visto doblada, pero tendrás razón de que en VO está mejor. Es el caso contrario a Austin Powers, la Espía que me Achuchó, que con él doblaje gana.
Peliculón. Derrocha carisma y simpatía por los cuatro costados con ese tono a lo cine mudo y esos personajes tan bien conseguidos. Un gozo de tarde de domingo
¿Alguien seria tan amable de decirme cuanto dura el dvd español? Yo tengo la copia uncut de 1 hora 53 min y 56 minutos. No se si es esa la editada x aqui.
Por cierto, en homenaje a este estupendo articulo (aunque estoy en frontal desacuerdo con la apreciacion de la musica) la voy a volver a ver esta noche como parte de un juego q tengo con mi hermano: los domingos x la noche nos imaginamos q vamos al desaparecido cine de verano. Por ahora hemos «visto» Zombi Holocausto, Jaimito contra todos, Buck Rogers el aventurero del espacio y El secreto de la piramide.
Gracias!!
Gracias por estas reseñas de películas clásicas que están haciendo. Recuerdo haber visto esta pelicula, en versión doblada latina, y me gustaría verla en versión original. Debo emitir mi opinión con respecto a Shelley Duvall. Creo que es una gran actriz, de la cual siento que se cree que sólo hizo algo interesante en The Shaining. Siempre me encantó el compromiso que le veía en sus actuaciones, desde la serie Teatro de cuentos clásicos. Es, para mi, una actriz a reivindicar, y que, tal vez, debería tener más reconocimiento por su labor.