Como diría Nelson Muntz cuando salió de ver El Almuerzo Desnudo, hay al menos dos cosas mal en ese título. Y es que, por un lado, no, no os habéis montado sin querer en un DeLorean y habéis viajado accidentalmente a 2004, año en el cual un 30 de junio se estrenaba en cines la esperada secuela del Spider-Man de Sam Raimi que había pulverizado la taquilla dos años antes y que, sin pretenderlo, había sentado las bases para un nuevo paradigma de blockbuster, uno que, para bien y para mal, nos sigue acompañando hasta nuestros tiempos. El motivo de estas palabras dedicadas a su secuela es, como ya habréis adivinado, el reestreno de la trilogía original del trepamuros en los cines este verano, a las que seguirán las dos cintas de The Amazing Spider-Man protagonizadas por Andrew Garfield y, por supuesto, las tres películas del Spiderman de Tom Holland dentro ya del MCU, a saber, Spider-Man: Homecoming, Spider-Man: Lejos de Casa y Spider-Man: No Way Home. ¿Por qué centrarnos, pues, en esta Spider-Man 2? Alegando motivos personales, tengo que confesar (fuera máscaras -nunca mejor dicho- desde el primer párrafo) que esta secuela de Spiderman me sigue pareciendo, veinte años después, no sólo la mejor cinta del arácnido sino, posiblemente, la mejor película superheróica que hemos tenido la suerte de ver en la gran pantalla; y eso son palabras mayores en unos tiempos de absolutos en los que estamos, con Deadpool y Lobezno haciendo salivar a los espectadores, pero también con todo lo que hemos recorrido hasta la fecha, donde hemos sido testigos de pináculos del género como Vengadores: Infinity War y todo lo bueno que ha conseguido la principal abanderada de los cómics en la gran pantalla de la última década, Marvel Studios, tanto en cine como en televisión. Pero hay algo especial y en cierto modo irrepetible en aquel Spiderman de Tobey Maguire que asaltaba de nuevo los cines tras haberlo visto por última vez diciéndole adiós a Mary Jane, reafirmando las sabias palabras del tío Ben y saltando hacia nosotros desde el mástil de una bandera estadounidense. Así que, si os apetece, acompañadnos en esta mirada atrás para recordar cómo le fue a Peter Parker enfrentándose al Doctor Octopus y a su propia condición de héroe. Ah, ya casi se me olvidaba: la otra parte del título que está mal es lo de «crítica«; mirad, no creo que una película con veinte años a sus espaldas necesite que venga yo a ponerle nota a estas alturas y, sinceramente, ya estoy muy mayor para revisionismos; y lo de que estoy muy mayor lo certifican los veinticuatro años que tenía cuando entré a la sala de cine para el estreno de esta Spider-Man 2. Así que llamadlo crítica, ejercicio de nostalgia o visita a un viejo amigo; qué demonios, llamadlo una declaración de objetivos (no un memorándum), que diría Jerry Maguire: ajustaros los lanzarredes (no, espera, a este Peter Parker no le hacían falta -puaj-), que allá vamos.
Spider-Man, Spider-Man, does whatever a spider can
You had to be there es una expresión inglesa que viene a decir «tenías que haber estado allí» como condición para entender algo en toda su profundidad. Esos veinticuatro años que contaba en 2004 atestiguan que, efectivamente, yo estaba allí; pero también me acuerdo (cómo olvidarlo) de aquel 2001 en el que cayeron las torres y el mundo cambió para siempre. Los meses anteriores a aquel fatídico 11 de septiembre, lo que más se reproducía en mi enorme pantalla de tubo del ordenador (enorme en tamaño y peso, que no en pulgadas) y a través de un internet primigenio cuya velocidad de descarga se medía en Kilobytes, era sin duda el infausto teaser de Spider-Man con las Torres Gemelas de inoportunas invitadas especiales. Aún no me podía creer que fuéramos a ver de verdad una película de Spiderman, y es que el único referente anterior era el Spiderman setentero de Nicholas Hammond, ese que en vez de telarañas disparaba redes de portería. Y llevábamos años, muchos años, hablando de una adaptación que parecía no llegar nunca, con James Cameron («la mejor película que nunca hice«, llegó a llamarla) a punto de haberse llevado el gato al agua (o la araña a la red, si preferís la metáfora). Pero fue Sam Raimi (¡Sam Raimi!) la improbable elección de Avi Arad y compañía, y un chaval que venía de hacer grandes películas y todo un fenómeno juvenil como Tobey Maguire era el elegido para ser Peter Parker; un Maguire que venía de hacer maravillas como La Tormenta de Hielo (que, por cierto, comenzaba con el protagonista leyendo a los clásicos 4 Fantásticos), Las Normas de la Casa de la Sidra o esa joya casi olvidada dirigida por Curtis Hanson, Jóvenes Prodigiosos, donde compartía pantalla (y muchas más cosas) con un Robert Downey Jr. en vías de ser aceptado de nuevo en la industria. Lo siguiente más visto en mi 386 cuando comenzó 2002 y el estreno se acercaba fue el espectacular tráiler completo de la película; con música al estilo Matrix y con los coros épicos de E.S. Posthumus, que no podían faltar en ningún tráiler de los dosmiles. Luego vino el estreno, y fue todo lo que esperábamos; puede que a muchas cosas de aquella primera Spider-Man el tiempo les haya pasado factura, pero tenéis que entender el fenómeno que se vivió por aquel entonces; y es que estaba todo allí: el Parker nerd, Mary Jane como la quintaesencial vecina de al lado (¿quién no va a tener un crush con Kirsten Dunst? Yo, por lo menos, desde Las Vírgenes Suicidas), la picadura, los poderes, el tío Ben y la tía May como los auténticos Kent de Queens, Peter diseñando el traje, el iracundo J. Jonah Jameson, el poder, la responsabilidad… ya sabéis, el paquete completo. Hasta teníamos a un Duende Verde que, aunque no tuvo el mejor diseño que podía haber tenido, estaba interpretado por un descomunal Willem Dafoe, gracias al cual ya no nos puede sorprender ningún Longlegs que se nos ponga por delante. En fin, aquel Spider-Man de Raimi era un billete dorado para el parque de atracciones de Spider-Man que siempre habíamos soñado. Después de arrasar en los cines y dejar obsoleto cualquier otro Premio al Mejor Beso de la MTV (excepto, por supuesto, el de Ryan Gosling y Rachel McAdams, pero eso es otro artículo diferente), nos moríamos de ganas de saber cómo continuarían las aventuras de nuestro amigo y vecino. La respuesta llegó casi al momento cinematográficamente hablando: dos años después (vamos, lo que tarda hoy en día una serie entre una temporada y otra) teníamos otro espectacular teaser con un coche lanzado a Peter y Mary Jane mientras hacían cosas de enamorados en una cafetería y a un Otto Octavius recomendándonos que nos abrocháramos los cinturones, y de nuevo un fantástico tráiler que prometía más y mejor. Y vaya si lo cumplió:
Uno de los nuestros
Spider-Man 2 pudo haber sido muchas cosas, pero el mejor piroro que se le puede hacer es que acabó siendo la mejor versión posible de sí misma. La inmediata luz verde que se le dio a la secuela prácticamente en el primer fin de semana de taquilla de su predecesora hizo que su guion pasara por manos apresuradas. El prestigioso novelista ganador del Pulitzer, Michael Chabon (que también hizo sus pinitos en el mundo del cómic con Las asombrosas aventuras de El Escapista) dio forma a un guion que contó con ideas de David Koepp (guionista de la primera parte) junto a Alfred Gough y Miles Millar donde se presentaban villanos (Chabon incluso quiso que Doc Ock fuese más joven y pretendiese a Mary Jane, conformando un triángulo amoroso con Peter) y nuevas situaciones para el trepamuros, pero fue el veterano Alvin Sargent (Gente corriente) quien puso a Peter Parker en el centro de Spider-Man 2, dejando los aderezos innecesarios a un lado y anclando emocionalmente a la película a Peter y sus tribulaciones. Quien haya tenido entre sus manos cualquier cómic del Spiderman clásico, habrá sentido esa cercanía con el personaje, y a la vez esa empatía con sus desgracias. Porque, reconozcámoslo, si Spiderman sigue siendo el héroe más popular es porque Stan Lee y Steve Ditko crearon a un personaje de carne y hueso, en el que tu amigo y vecino era mucho más que una frase hecha. No hablemos ya del aura mítica de los héroes de DC; incluso entre la más terrenal Marvel, Spiderman siempre fue el más cercano a la gente, al que dejaba su novia, perdía el trabajo, suspendía el exámen y encima agarraba un resfriado después de balancearse toda la noche por Nueva York intentando hacer lo correcto. De ahí en gran parte el cariño con el que abrazamos en masa su regreso en 2002, algo que ya intentó encarnar la primera película con esos añadidos post-11S que podían haber quedado terriblemente incómodos, pero que tan bien supieron resumir en la escena del puente con aquel «You mess with one of us, you mess with all of us!«: «Si te metes con uno de nosotros, te metes con todos nosotros». Spiderman siempre fue un newyorquino más, a pesar de los bulos y el odio del OK Diario Daily Bugle. La alegría naïf con la que los ciudadanos aplaudían y vitoreaban cada aparición del trepamuros en las cintas de Raimi no era más que un reflejo de lo que provocaba Spiderman en los lectores, y eso fue algo que Spider-Man 2 supo aprovechar, especialmente en esa extraordinaria secuencia de acción que fue la escena de la pelea entre Spidey y Doc Ock que desembocaba en un tren sin frenos. Pero no adelantemos acontecimientos.
You know, I’m something of a scientist myself
El hecho de que Spiderman sea, precisamente, uno de los nuestros, significa que tiene muchas cosas en común con el ciudadano de a pie. Las tenía en 1962, en 2002 y las sigue teniendo en 2024, a saber: problemas de dinero, inestabilidad emocional y, sobre todo, esa increíblemente pesada sensación de no llegar a tiempo a nada. Algo que refleja perfectamente Spider-Man 2 durante sus primeros cuarenta minutos, que la película se toma concienzudamente para presentarnos a un Peter Parker al que todo le sale mal: como ejemplo, tenemos esa escena en la que al pobre Peter se le caen los libros al suelo y, al agacharse, recibe multitud de golpes de indiferentes viandantes, el más fuerte de ellos provocado por el propio Sam Raimi como extra, en una declaración de intenciones de cómo querían hundir al personaje hasta llevarle a querer abandonar a su alter ego. Desde un mísero trabajo como repartidor de pizzas (con la aparición de Aasif Mandvi, del que disfrutamos en la fantástica Evil, y que hace unas semanas recordaba su participación en la película), hasta el odio de su mejor amigo, pasando por su bajo rendimiento académico (¡Spidey, vigila a ese Curt Connors a pesar de que tenga la agradable presencia de Dylan Baker!) o la precaria situación de la Tía May y, sobre todo, el reproche de Mary Jane de ser un «asiento vacío» en su vida. El conocer a Otto Octavius (un espléndido Alfred Molina), científico al que admira, y la relación que mantiene con su esposa, abre los ojos a Peter a una vida que desea para sí mismo, y es otro de los grandes aciertos de la película. De ahí al fallo recurrente de sus poderes (no, no quiero recordar de nuevo el fluido adolescente) y a regalarnos esa viñeta reconvertida en fotograma, posiblemente la mejor viñeta reconvertida en fotograma, perteneciente al mítico Spider-Man: No More, un cómic imprescindible en la historia del arácnido del que hemos hablado en varias ocasiones en Zona Negativa con dos fantásticos artículos de Juan Luis Daza y Raúl Gutiérrez.
Y es, precisamente también, en la presencia de un villano como el Doctor Octopus (mejor nombre que Doctor Extraño, y además no está cogido), gracias al cual Sam Raimi nos regala una de las grandes escenas de la película, una que se ganó a pulso ser aceptada en un blockbuster con los réditos de su éxito con la primera cinta, y que nos trae al Raimi más salvaje y desatado al más puro estilo Evil Dead: cómo no, hablamos de la escena del hospital, en la que unos incautos médicos intentan cortar los brazos mecánicos que ya controlan la voluntad de Otto. Allí, entre sonidos de motosierras y gritos provenientes del terror de los 50 o el mismísimo slasher, Raimi da la bienvenida a bucear en un futuro por otras filmografías a todos esos niños con camiseta de Spiderman aprovechando que ya les había vendido la entrada con el trepamuros, en una escena también deudora de la presentación del villano en Ultimate Spiderman. Viendo la eficiencia con la que Raimi supo llevar al menos a estas dos entregas de Spiderman, y el puñetazo en el estómago que nos regaló con Doctor Extraño en el Multiverso de la Locura, hay que estar precisamente muy loco para no aprovecharle para el presente y el futuro del MCU, señor Feige.
Raindrops Keep Falling On My Head
Tras una desgarradora conversación con el fantasma del tío Ben (gracias por tanto, Cliff Robertson) y dejar el traje en la basura, Peter y su miopía de ida y vuelta comienzan la vida sin poder ni responsabilidad, devorando un perrito caliente mientras suenan las sirenas y dando la espalda a una paliza en el callejón; enamorando de nuevo a Mary Jane y subiendo su nota media, la vida parece sonreír a Peter Parker. Pero, aprende Zack Snyder, ahí está la tía May para darle un par de bofetadas de realidad hablando sobre lo que significa ser un héroe, a ella que precisamente le acaban de desahuciar y a la que el malvado Jeff Winger (digo, Joel McHale) le niega hasta la tostadora de regalo por haber abierto una cuenta de ahorro en el banco. Hablando de Cliff Robertson, qué maravilla de regalo fue también para la saga Rosemary Harris, que cuenta 96 años mientras escribo estas palabras, y a la que ojalá le queden muchos más. Harris hace un pequeño recital durante la película en cada una de sus apariciones, escenas de acción y paragüazos a Doc Ock incluidos, y ya la vemos venir cuando, como buena tía-abuela, le da bajo manga unos dólares a Peter por su cumpleaños y se enfada y emociona a la vez al dejarle claro que ni se le ocurra rechazarlos, llevándose la primera lágrima furtiva del desprevenido espectador de Spider-Man 2 que venía a ver balancearse al trepamuros por Nueva York, por no hablar de la dura confesión de Peter a la que reacciona sin palabras. No, definitivamente Spider-Man 2 no era la típica película de superhéroes. Después de entrar prácticamente en el mismo edificio en llamas de la primera parte pero esta vez sin poderes, casi como un homenaje a Regreso al Futuro 2 donde tememos ver aparecer de nuevo al Duende Verde disfrazado de viejecita, Peter se da cuenta de que no puede esquivar para siempre su responsabilidad, y, peor aún, no puede dejar de ser buena gente por muchos perritos calientes que se meta entre pecho y espalda. De esta forma tan sencilla tenemos el segundo acto ventilado, y no es moco de pavo: las cintas de Raimi siempre fueron sencillas, inocentes y tontorronas como cualquier viñeta primigenia (ojalá los nuevos 4F tomen nota), pero a la vez tan efectivas como esas viñetas que cautivaron a millones de lectores que no pedían más que a Peter le fuera un poco mejor entre villano y villano. Al fin y al cabo, ¿quién no se merece un final feliz?
Vindicated
Spiderman ha vuelto, cómo no. Sabe lo que le espera, lo que le seguirá esperando, pero es Spiderman y un gran poder siempre conllevará una gran responsabilidad, un lema tozudo pero inapelable. Así que toca enfrentarse al Doctor Octopus y, más importante, demostrarle a Otto que se equivoca. Los Spiderman de Raimi son benévolos con sus villanos, incluso con el irrepetible J. Jonah Jameson interpretado de manera magistral por J.K. Simmons que habla con el ritmo de una sitcom reproducida a doble velocidad. Spidey y Doc Ock se enfrentan en la torre del reloj y acaban descendiendo hasta un tren de pasajeros, en lo que es la escena cumbre de acción de la película: todo un tour de force donde se ve cada centavo invertido en la película como lo ha hecho hasta el momento. Todo lo que sucede en esta Spider-Man 2 tiene un enorme peso emocional, y esta escena es una representación perfecta del asunto; en vez de enfrascarse en un tercer acto… no, mejor dicho, a la vez que se enfrasca en un tercer acto típico de consígueme esto para que haga aquello, Spider-Man 2 utiliza su escena clave, la que justifica la compra de palomitas y refresco a la entrada, para volver a darle sentido al regreso de Spiderman. La agotadora escena de la detención del tren culmina con un Spidey desenmascarado siendo llevado en volandas por sus conciudadanos, sus vecinos y amigos. «Pero si es un crío«, musita uno de ellos. «Tiene la edad de mi hijo«, añade otro. Algo parecido al «Cualquiera puede usar la máscara. Tú puedes usar la máscara. Si no lo sabías antes, espero que lo sepas ahora» de la también fundacional y compañera de viaje de esta Spider-Man 2, Spider-Man: Un nuevo universo. El lenguaje de Spiderman es un poco como la madre de Forrest Gump, que le hablaba siempre de manera que él lo entendiera; no de manera denigrante para con el lector o el medio (esa batalla ya está más que superada), sino utilizando la sencillez de un mensaje universal que sigue teniendo la misma validez que cuando lo crearon Lee y Ditko, y por cuantas manos ha pasado el personaje a través de su historia. Quizás por esa emoción que sentimos cuando sabemos que ningún pasajero de ese tren desvelará la identidad secreta de Peter, por esa suma de emociones de las dos primeras películas, es por lo que la nostalgia de ver a Tobey Maguire de nuevo en No Way Home arrastrando esa tímida melancolía tan propia de su Peter Parker fue algo especial, y los aplausos y vítores en la sala fueron los más fuertes que yo recuerdo. Su Spiderman, su Peter Parker, además de el primero para muchos, está imbuido de ese espíritu clásico del cómic y de las tiras de prensa que tan bien supo manejar Sam Raimi, y por lo que sus películas (estoy omitiendo deliberadamente durante todo el artículo el accidente de la tercera parte cual Neo esquivando balas, aunque tenga sus aspectos rescatables) han pasado a formar parte del imaginario colectivo cuando hablamos del personaje.
Reconócelo, tigre, te ha tocado la lotería
Y llegamos al final. Spiderman ha vuelto a salvar el día, pero a qué precio. A su tercer mentor y figura paterna muerta a sus manos por acción u omisión (menuda racha, Peter) se suma el descubrimiento de su doble identidad por parte de Mary Jane. De vuelta a la vida clásica de Peter Parker, a intentar pagar el alquiler, a intentar llegar a fin de mes, a intentar aprobar el curso y a ser Spiderman también a tiempo completo. Pero Raimi se guarda una carta marcada para el final, y qué final… Mary Jane huye de su propia boda y corre por Nueva York vestida de novia a la búsqueda de lo que sintió en aquel beso bocabajo o cuando vio por fin ocupado el asiento en el teatro. En busca de Peter Parker. Cuando lo encuentra en su cochambroso apartamento, la sala tiene el final feliz que no se esperaba, tan sólo interrumpido por las dichosas sirenas de Nueva York que nunca se acaban para Spiderman. «A por ellos, tigre«, recita Kirsten Dunst para jolgorio de la platea, pero este final tiene un tono agridulce en la desazonadora mirada de Mary Jane con la que ve alejarse, balanceándose, a esa tragedia picada por una araña radiactiva que ahora tiene por pareja.
En un final espejo de El Graduado, nos damos cuenta de que Spiderman y sus allegados no pueden tener una vida normal en el interminable culebrón de las viñetas, donde hoy puedes escuchar el crujido de un cuello al partirse y mañana te pueden acusar de ser un clon y reclamarte la vida. Sesenta años de existencia pueden caber en esa mirada triste de Kirsten Dunst si los créditos finales no llegan a interrumpirla. No son sesenta, sino veinte los que han pasado desde esta extraordinaria Spider-Man 2 que resiste al paso del tiempo y a los visionados, y que sigue en plena forma en 2024. Tanto que ya tengo mi entrada comprada (bueno, ahora es un código QR, pero cómo se lo explico a aquel tipo de veinticuatro años) para esperar a que terminen esas olvidables y a la vez inolvidables para mi generación canciones tan de los dosmiles que nos dejaron pegados a la butaca cuando se encendieron las luces en 2004, para deleitarme de nuevo con Michael Bublé cantando con su voz de crooner la que es, con permiso de mis adorados Ramones, mi versión favorita del tema clásico del trepamuros. Como esta Spider-Man 2 que, con permiso de mis también adoradas viñetas, es mi versión favorita de mi amigo y mi vecino. De mi Spiderman.
Culmen del cine de superhéroes, maravillosa de principio a fin. Si de Spiderman hablamos, tan solo las pelis animadas de Miles pueden soñar ponerse a su altura. Mil gracias por la retro reseña, Samuel
Que gran retroreseña siempre es lo mejor contar la experiencia propia (nada, nada de objetividad, plis!). Cuento brevemente mi lado, parecido en edad (22 en 2004) con la diferencia de que Arañita siempre me cayó y me cae muy mal. No se, herencia de los primeros años de comiquero donde de un lado estaban los (cortos) años dorados de DC fines de ochenta-primeros noventas, y los pocos números que leí de Spider (alguno de McFarlane el resto no recuerdo) me parecian una porqueria, y el dibujito supertonto.
Pero en cine es otra historia. Para ese 2004, de DC teniamos las gloriosas y casi perfectas 2 primeras de Clark & Bruce, y las espantosas siguientes de ambos. La perfección absoluta de La Mascara del.Fantasma (todavía LA peli de Batman) Un par de cosas interesantes (Darkman de Raimi por ejemplo, el Dredd de Sly, clasicos del VHS) y otras ni fu ni fa (Spawn y Steel, nunca las vi).
Del lado Marvel mi abuela me llevo a ver muy chiquito Capitán América (1990)…lo cual no hizo más que aumentar mis náuseas con el lado marvelita de la vida. Pero de sorpresa, 10 años después y con los cómics casi abandonados(y las esperanzas en cine), en lo de un ámigo vemos X Men. Guau. Fascinados. Lo que estaba esperando desde Batman Regresa, una chispa de esperanza. Y despues X2. Listo, me compraron. Eso si, Spiderman me reafirmó lo que pensaba antes del personaje, me pareció una garompa.
Pero cuando sale la 2 en el diario (un instrumento con hojas blandas para leer, chicos) le dan 5 estrellas, el trailer se ve interesante…bueno, llego la hora de ver una de superhéroes en el cine, cosa que no hacía desde (la decepción cinematográfica de mi vida!!) Batman Forever. Fuimos el día del amigo me acuerdo. Chapó. Todo lo que referiste me parece la sensación perfecta que deja la película. Y a ese momento, más allá de que mi corazón siempre estuviera y estará en las Batman de Burton, era seguramente lo mejor que se hubiera hecho con los cómics en el cine. Y pasados 20 años de 14000 proyectos al respecto, sigue teniendo pocos contendientes agregados, quizás más espectaculares (Infinity War, Días del Futuro Pasado) o redondos(Dark Knight. Y no me vengan con los megaforzados de Logan o Joker), pero ninguno con el respeto por los personajes y sus problemas en el centro de la historia, haciendo que nos interesemos por ellos o incluso se sientan cercanos. Y ese final a lo Graduado…cine. cine puro. En una de supers. Un adelantado total.
PE LI CU LÓN
Voy a discrepar.
Creo que a nivel de efectos especiales e interpretaciones aguanta el tipo a día de hoy. Mi problema es con el guión, me parece un guión facilón, lleno de trampas y atajos que sacrifican, por no decir que desprecian, la coherencia interna (y no me refiero al realismo) en beneficio de la espectacularidad.
Lo ilustraré con un ejemplo que puede considerarse un Spoiler si alguien en este mundo no ha visto la película: Hay un momento en el que Harry Osborn ofrece a Otto un trato. El Tritium a cambio de que Otto mate a Spiderman. Otto le pregunta cómo encontrará a Spider y Harry le dice que a través de Peter Parker, que siempre le está haciendo fotos. Harry añade que Otto no debe hacer daño a Peter. Bien. Otto encuentra a Peter en una cafetería tomando algo con MJ y la forma que tiene Octopus de presentarse es lanzar un coche contra la cafetería. Un coche que va directamente hacia la espalda de Perer y del que Peter salva la vida por centímetros gracias a su sentido arácnido. Otto no sabe qué Peter es Spiderman, así que, en circunstancias normales Otto habría aplastado al chico del que quiere conseguir información y al que han dicho que no debe hacer daño… Tampoco es que Otto se pregunte cómo es posible que ese chico que siempre hace fotos de Spiderman consigue esquivar un coche volando hacia su nuca como si fuera Spiderman….
La película, además, anticipa muchas de las pulsaciones de Raimi que van a contribuir al desastre de la tercera entrega, como el idéntico final de las tres películas con MJ colgando secuestrada por el villano de turno o la adoración popular por Spiderman. Lo siento, pero no puedo soportar la escena mesiánica y de adorador de Peter en el tren en esta Spiderman. Una de los rasgos para mí más atrayentes del personaje en los cómics es que hace lo que hace en contra y a pesar de la opinión pública. Peter es un incomprendido social y en cierta forma Spiderman también lo es, ajeno a todo reconocimiento. En las películas es todo lo contrario, llevando la situación a la parodia cuando en Spiderman 3 le dan las llaves de la ciudad. Esta idolatría popular hace además que el trabajo de Jameson como antagonista sea absurdo. Tiene el único periódico que pública fotos cercanas de Spidey y las usa como prueba de que es un delincuente pero no tiene ningún efecto en la opinión pública. Esto le quita otro dilema al personaje, como es el vender fotos suyas sabiendo que va a ir en contra de la aceptación social hacia su alter ego.
No es que me parezca una mala película, pero creo que todo lo bueno de la película son cosas que ya estaban presentes en los cómics y que cualquier director con auténtica voluntad y conocimiento del personaje podría haberlo plasmado igual o mejor. Sin embargo, todos lo errores de la película son cosecha propia del guión y de Raimi, añadidos que en modo alguno eran necesarios.
Coincido, no me parecen ninguna obra maestra, están bien y listo (7 puntos, como mucho). Super pastelosas, cheesy como dicen en USA.
Por poner un ejemplo, Matrix es anterior y les pasa el trapo en todos los aspectos, guión, actuaciones, efectos, tono, no es que no podían hacerse mejores films en esa época. Batman Begins es apenas posterior y es otro nivel, otra liga directamente.
Hablan de Spiderman 2 como si fuera ciudadano Kane XD
Durante mucho tiempo la mejor película del género y a día de hoy todavía una de las mejores.
100% de acuerdo. Nunca me canso de esta película ni de la primera… ni de parte de la tercera.