«Estamos conectados con algo mayor»
La visita y Múltiple habían supuesto para M. Night Shyamalan un balón de oxígeno en su carrera. La concatenación de varios fracasos como La joven del agua, El incidente, The Last Airbender y After Earth, habían dejado el prestigio de este cineasta, renovador del género de terror a principios de este siglo, en la cuerda floja. Las señas del creador de El Sexto Sentido y El Protegido -las que hasta la fecha siguen siendo sus mejores películas- parecían cada vez más diluidas y el apoyo de la crítica y el público parecía alejarse preocupantemente. El propio Shyamalan tuvo que hipotecar su casa para producir La visita ya que ningún estudio estaba por la labor de hacerlo. Y la jugada le salió realmente bien. En tiempos recientes, Shyamalan ha estado implicado como productor en la serie Servant de Apple TV y ha cerrado su trilogía superheroica con Glass. Esto ha renovado la seguridad del famoso director que se ha atrevido con su último proyecto a adaptar un cómic de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters. Este hecho inédito en su carrera se ha traducido en la presente Old, producción renombrada en España como Tiempo y que tampoco respeta el título original de la novela gráfica en la que se inspira este proyecto: Castillo de arena. Esta historia ha sido la elegida por Shyamalan para volver a las salas de cine, un hecho que agradece el director y guionista indio-estadounidense en un pequeño vídeo antes de la proyección de su última película.
Tiempo es una adaptación que nos vuelve a hacer reflexionar a los aficionados sobre aquello que hace único al cómic. La obra original ha sido reeditada recientemente en nuestro país por Astiberri Ediciones, lo que nos habla de la influencia a nivel comercial que el cine y la televisión siguen teniendo sobre un determinado producto. Castillo de arena se publicó originalmente en 2010 y fue el resultado de la estrecha colaboración del cineasta Pierre Oscar Levy y el autor Frederik Peeters a raíz de una posible adaptación de Píldoras azules que nunca se llegó a materializar. Fue cuando las hijas de Shyamalan le regalaron un ejemplar de Castillo de arena para su cumpleaños que la mente de este director se puso en marcha para convertir la obra de Levy y Peeters en su próxima producción asociada a Universal Pictures.
El cómic es una propuesta ligera que podríamos enclavar dentro de la etiqueta de realismo mágico y que explora las consecuencias del paso del tiempo. La premisa sigue a un pequeño grupo de personajes que acaban recalando en una pequeña y paradísiaca playa apartada del resto del mundo. La idea es pasar un día tranquilo y relajado en plena naturaleza, pero el hallazgo del cadáver de una joven desnuda es el detonante de una serie de acontecimientos imposibles que pondrán a prueba su cordura y su visión sobre la vida misma. Es un planteamiento casi simbólico que en ningún momento busca resolver los misterios que maneja. Levy y Peeters se sirven de arquetipos y lugares comunes para realizar una curiosa disección sociológica en tono existencialista y metafísico. El resultado es un cruce entre El señor de las moscas de William Golding y El ángel exterminador de Luis Buñuel, con algún reconocible eco a la mítica The Twilight Zone.
Este punto de partida es respetado por la adaptación de Shyamalan, tanto que simplemente con revisar el tráiler de la producción podremos ver trasladadas casi al pie de la letra muchas de las escenas presentes en el cómic. Pero en los primeros minutos de la película ya encontramos cambios destinados a contextualizar y profundizar en el relato de Levy y Peeters. Así, los visitantes de esta playa proceden de un resort tropical al que han llegado para disfrutar de sus vacaciones y desconectar de los problemas de su vida diaria. En cierta manera, se pierde algo de la sutiliza del cómic y el carácter arquetípico de los personajes del mismo. En relación a ello, Shyamalan rehúye y desaprovecha la oportunidad de ahondar en ciertas cuestiones presentes en el cómic relacionadas con el sexo, el racismo y el sentido de la vida.
El peso del reparto es realmente coral, pero de alguna manera la historia está centrada en la familia Cappa, formada por los personajes interpretados por Gael García Bernal y Vicky Krieps, como Guy y Prisca Cappa, respectivamente, y Alex Wolff y Thomasin McKenzie, como sus hijos Trent y Maddox. Este cuarteto es el núcleo del filme, pero también destacan los papeles de la pareja formada por Charles y Chrystal, encarnados por Rufus Sewell y la modelo australiana Abbey Lee, la hija de ambos Kara, interpretada por Eliza Scanlen, un rapero famoso en pleno retiro llamado Mid-Sized Sedan en cuya piel se mete el actor británico Aaron Pierre y el responsable del resort vacacional que vemos al principio de la película al que da vida el actor sueco Gustaf Hammarsten.
Todos ellos son protagonistas de un drama en el cual el desconcierto sobre lo que está ocurriendo es el principal enganche que utiliza su director para mantenernos en tensión. La película está íntegramente rodada en República Dominicana lo que supuso todo un reto para todos su integrantes ya que el rodaje coincidió con el pico más alto de la pandemia y les obligó a confinarse pudiendo únicamente ir y volver del hotel en el que estaban alojados. Una experiencia muy similar a la que debían interiorizar de cara a sus respectivos papeles en la producción. El único testigo de todo un entorno único que Shyamalan se empeñó en retratar en 35mm y no en digital, para que pudiese apreciarse al detalle y de forma más plástica la belleza del lugar.
Tiempo no es una película que a nivel técnico destaque en gran medida ya que su sencillo planteamiento no requiere una gran inversión en este aspecto. No obstante, Shyamalan utiliza la cámara de manera que logra transmitirnos el desasosiego que experimentan los personajes al estar atrapados en un lugar tan bello como aterrador. Lo hace mediante grandes panorámicas y primeros planos de los protagonistas, pero también con angulares que crean una cierta distorsión del escenario en el que nos movemos. Un recurso que no tenemos en el cómic de Levy y Peeters donde todo se centra casi en exclusiva en los personajes dejando a un lado el entorno pese a ser clave en el devenir de los acontecimientos que nos presenta.
Esto empieza a marcar la diferencia entre una y otra versión de esta historia. Porque Shyamalan fiel a su modus operandi plantea un misterio y un suspense que tienen fecha de caducidad. Es decir, al contrario que en el cómic, el director de El sexto sentido intenta que racionalicemos lo que nos muestra en pantalla. Para ello lleva a un nuevo nivel la premisa original, intentando dar explicaciones a cuestiones a las que -como decíamos más arriba- Levy y Peeters no pretenden dar respuesta en su trabajo. Tiempo impulsa la escasa mitología de la historia dándole una pátina de veracidad que choca con el tono de realismo mágico del cómic, pero que de alguna manera conecta con el surrealismo de Luis Buñuel de la citada El ángel exterminador a la que referencia Shyamalan.
El problema es que la obra original pretende que la interpretemos desde un punto de vista alegórico. En él se tratan temas de calado humano y universal, siendo esto verdadero centro de la acción y las intenciones de sus autores. Pero Shyamalan renuncia a este acercamiento más intimista y convierte la idea de partida en un espectáculo provocando que las costuras del relato se dejan entrever con mayor facilidad y lleguen en algún caso a rozar el ridículo. De esta manera, al intentar buscar explicaciones a lo que está sucediendo y encauzar todo a una vuelta de tuerca final propia de su cine, el director no puede evitar que nos percatemos de las contradicciones y puntos débiles de la historia. En su versión, somos demasiado conscientes que el rey se está paseando desnudo y aunque eso no evita que el suspense siga funcionando, si nos deja un regusto amargo sobre lo que está aconteciendo en pantalla.
Shyamalan reescribe el tono de la propuesta de Levy y Peeters para llegar a un último acto en el que renuncia totalmente a las sutilezas, las alegorías y la metafísica, para darnos un final mucho más cerrado que tiene ciertos paralelismos con nuestra presente realidad. Así, Tiempo vuelve a ser un ejercicio de «pompa de jabón» de su creador que apuesta todo a una última carta, en la línea de sus trabajos previos en El sexto sentido, La visita y Señales. Esto contentará a muchos espectadores que van a la sala de cine esperando esto mismo, pero para otros puede ser una propuesta menor y -si han leído el cómic- contraria al espíritu de lo que Levy y Peeters pretendía contar en su obra. He aquí porque comentábamos al principio que esta producción nos podía invitar a reflexionar sobre aquello que hace único al cómic ya que Castillo de arena parece conseguir más «invirtiendo» menos.
No obstante, Tiempo es un ejercicio interesante, especialmente en sus dos primeras partes, cuando todo deriva en un seguido de acontecimientos inexplicables que van llevando a sus personajes por muchos y diversos estadios que nos hablan de la vida, el paso del tiempo y la muerte. Son estos pasajes, los más cercanos al cómic por cierto, los que siguen funcionando mejor en la gran pantalla y con unos actores que luchan por no caer en la sobreactuación que casi pide a gritos la dirección de Shyamalan. Por lo demás, la película se queda lejos de la lista de grandes éxitos del cineasta, pese a ser en la práctica uno de sus proyectos más arriesgados. Pero por desgracia, Shyamalan renuncia a evolucionar con esta producción y se obstina en repetir la misma estructura e intenciones que a principios de siglo le convirtieron en un referente. No parece ser consciente -irónicamente- que el paso del tiempo nos afecta a todos.
Dirección - 7
Guión - 6.5
Reparto - 7
Apartado visual - 6.5
Banda sonora - 6.5
6.7
Vieja
La última producción de M. Night Shyamalan toma la premisa del cómic de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters para adaptarla a su propio imaginario con un resultado irregular. Un experimento que logra mantenernos en suspense, pero que sustituye la alegoría y metafísica de la obra original por una metáfora más llana lastrada por los caminos comunes de su director.
Tremendo que la última película de uno de los directores que parecía destinado (al menos cuando yo andaba en la secundaria) a renovar el cine se califique como «vieja». Lo dice todo…
Es un poco coña con el título original de la película, pero la verdad es que resume muy bien mis impresiones con el director que lleva repitiendo la misma jugada con cada una de sus producciones desde 1999, cuando estrenó El sexto sentido. Está tan encorsetado en repetir siempre su «fórmula mágica» que nunca se molesta en explorar nuevos caminos, así que está convirtiéndose en una parodia de sí mismo.
Si, totalmente. Pensar que cuando vi 6S pensaba «chaau, este tipo es el próximo Spielberg» y…no.