Nueva producción cinematográfica distribuida por Netflix y estrenada el pasado 20 de octubre dentro del catálogo de la famosa plataforma de streaming. Wheelman es una producción impulsada por el actor Frank Grillo (Capitán América: El Soldado de Invierno) y el cineasta Joe Carnahan (Narc) ambos en labores de producción y el primero también como protagonista. Para escribir y dirigir el proyecto el elegido ha sido el cineasta estadounidense Jeremy Rush y la temática en la que se centra la película es la del conductor especializado en ayudar a criminales a fugarse tras perpetrar robos de distinta índole y que desde hace unos años hemos visto resurgir con piezas como Drive, de Nicolas Winding Refn, o variantes de este subgénero como Locke, de Steven Knight, entre otras. Al Crossbones de Marvel Studios le acompañan otros actores como Caitilin Carmichael (300: El Origen de Un Imperio), Wendy Moniz (House of Cards), Joe Cenatiempo (American Gangster), Shea Wigham (Boardwalk Empire) o Garret Dillahunt (Looper) que completan un interesante reparto en el que la obra puede sustentarse. Por desgracia el resultado es notablemente fallido, porque a una factura técnica muy interesante y las buenas intenciones del reparto debemos sumar un guión que a los pocos minutos de metraje comienza a mostrar las muchas costuras que le dan inconsistente forma abocando el largometraje al fracaso en no pocos aspectos que mencionaremos a continuación.
La primera secuencia de Wheelman deja claro desde bien pronto qué apartado es el que más va a destacar a lo largo del metraje del film. La puesta en escena de Jeremy Rush es intachable, a pesar de su bisoñez el cineasta debutante sabe posicionar adecuadamente la cámara, utilizar una amplia variedad de angulaciones y aprovechar el montaje para ofrecer un producto que en cuanto a su look visual deja muy satisfecho al espectador. El mérito es mayor todavía si tenemos en cuenta que el 95% del metraje de su ópera prima tiene lugar en el interior de un coche que se convertirá en el epicentro de la historia y el núcleo alrededor del que gravitarán todos los hechos internos y externos relacionados con la misma, así como los personajes secundarios que irán cruzándose en la carrera contrarreloj en la que se verá implicado el protagonista al que da vida Frank Grillo. De este modo Wheelman posee una carrocería brillante e impoluta que le da un aspecto inmejorable, pero el problema es que el motor que se esconde debajo de su capó no está a la altura de las circunstancias por ser un despropósito que cae en todos los fallos y lugares comunes de este tipo de films, sumándole otros extra que uno no esperaría en una pieza de esta naturaleza.
Para ejecutar una película que va a tener lugar casi por completo en una exigua localización como narrador hay que estar muy seguro de que el guión que tenemos entre manos es lo suficientemente bueno como para superar ese nada inane escollo. Posiblemente Jeremy Rush pensara que su trabajo de escritura para Wheelman era el adecuado y necesario para sacar adelante el proyecto, pero desde el punto de vista del espectador la realidad es otro totalmente opuesta. Con un punto de partida que recuerda en no pocos aspectos a Última Llamada (Phone Booth) la adrenalítica cinta de Joel Schumacher con un Colin Farrell encerrado en una cabina de teléfono asediada por un francotirador con la voz de Kiefer Sutherland Wheelman fagocita al cuarto de hora de metraje su propia impronta y explota antes de tiempo sus posibilidades narrativas. Una vez superado este periodo el libreto cae una redundancia alarmante y un subrayado agotador en el que la trama no avanza, o lo hace a trompicones, convirtiendo la única historia que vertebra el relato en un cúmulo de lugares comunes y caminos mil veces transitados que reducen el largometraje a lo que mencionábamos previamente, un producto llamativo desde el punto de vista de la realización, pero paupérrimo en cuanto a base argumental y desarrollo.
Para colmo en el último tercio del film, cuando el guión hace buen rato que ha demostrado no tener nada más que contar dando continuas vueltas sobre sí mismo, se incluye al personaje de la hija del protagonista que más allá de ser el catalizador de un par de secuencias de acción bien rodadas y que despiertan un poco a la producción del letargo sólo aporta una, hasta ese momento totalmente ausente, tonalidad sentimentaloide que sirve sólo como excusa para convertir lo que en principio parecía un protagonista con más de un secreto oculto y algunos interesantes claroscuros psicológicos en el manido héroe callado, recto, ex marido y padre ejemplar que lo hace todo por una hija por la que daría la vida. A estas alturas Wheelman se adentra en los terrenos del mundo del telefilm de sobremesa y ha perdido completamente al espectador mínimamente exigente que no dará crédito a cómo en tan poco metraje un proyecto como el de Jeremey Rush ha podido introducirse con tanta rapidez en la decadencia habiendo prometido en su arranque ser, como mínimo, una pieza de género más que estimable con bastantes hallazgos y virtudes a su favor que finalmente nunca son adecuadamente utilizados o explotados con sabiduría.
Con respecto al reparto por desgracia también tenemos que hablar de considerables carencias y no por la labor de los actores precisamente. Es digno de elogio que haya sido el mismo Frank Grillo el principal interesado en producir y protagonizar un largometraje como Wheelman, pero como actor es demasiado limitado e inexpresivo para acometer un rol que sustenta todo su peso en los diálogos en sesión continua que mantiene con sus interlocutores por medio del manos libres de su coche y en ese sentido a él, interprete de contrastada fisicidad curtido en otro tipo de celuloide de acción, se le notan las muchas carencias interpretativas de las que hace gala por mucho que se esfuerce a la hora de realizar su trabajo. En cuanto a los secundarios el despropósito es aún mayor porque los que previamente han demostrado ser buenos profesionales son despachados rápidamente (Shea Whigham) convirtiendo sus intervenciones en poco más que abultados cameos o dan vida a personajes profundamente estúpidos así como de una insustancialidad alarmante (Garret Dillahunt). El resto se reduce a mafiosos unidimensionales que no destacan más allá de ser una amenaza física para el protagonista y la hija interpretada por Caetlin Carmichael que no para de llorar y gritar al verse implicada en el peculiar y nada seguro oficio de su progenitor.
Wheelman es una oportunidad perdida para ofrecer una buena cinta de género con un planteamiento interesante y arriesgado. Jeremy Rush realiza un muy buen trabajo detrás de las cámaras y cuenta con un protagonista entregado que hace lo que puede para mantener a flote un personaje que poco a poco va convirtiéndose en un estereotipo rodante. Como previamente hemos apuntado esto se debe a un guión muy deficiente que comete algunos pecados mortales que ensamblados los unos con los otros se adentran hasta en el terreno de la paradoja si tenemos en cuenta que, por un lado, los escasos 82 minutos de metraje del film se hacen eternos por su inadecuado ritmo narrativo y por otro el final del mismo se antoja incompleto como si la historia hubiera sido abortada mucho antes de llegar a una conclusión satisfactoria, no sabemos si con la intención de buscar una secuela o por pura vagancia de sus responsables. Lo único que nos queda con Wheelman es el trabajo de su director, único aliciente que merece al 100% la pena dentro del proyecto, porque en el resto de apartados encontramos carencias, fallos, y una serie de decisiones desacertadas que convierten la cinta de Netflix en una de las propuestas cinematográficas más desaprovechadas de la plataforma de streaming, algo que no debería repetirse de cara aun futuro próximo si esperamos una adecuada evolución de la producción propia de la compañía estadounidense dirigida al mundo del largometraje.
Dirección - 7
Guión - 3
Reparto - 5
Apartado visual - 7
Banda sonora - 5.5
5.5
Decepcionante thriller impulsado por Netflix que teniendo un interesante punto de partida y un arranque prometedor sólo se salva de la quema por su realización y la voluntariosidad de su limitado protagonista.