Dirección: Pablo Larraín Guión: Noah Oppenheim Música: Mica Levi Fotografía: Stéphane Fontaine Reparto: Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Billy Crudup, John Hurt, Greta Gerwig, John Carroll Lynch, Richard E. Grant, Max Casella, Beth Grant, Caspar Phillipson, Julie Judd, Sara Verhagen, Sunnie Pelant, Hélène Kuhn, Deborah Findlay, Corey Johnson Duración: 95 minutos Productora: LD Entertainment, Fabula, Protozoa Pictures Nacionalidad: Coproducción Estados Unidos – Chile
Hoy toca hablar de una película, que, asomada recientemente a la cartelera española, se ha paseado igualmente por las nominaciones a los premios de la academia cinematográfica estadounidense, cuya gala se ha celebrado en la madrugada de hoy: Jackie.
La película, dirigida por el chileno Pablo Larraín y escrita por el estadounidense Noah Oppenheim, narra de forma retrospectiva las vivencias de Jacqueline Bouvier Kennedy los días posteriores al asesinato de JFK. A partir de una entrevista concedida a la revista Life, la audiencia se asoma a una imagen privada de una de las primeras damas estadounidenses más famosas y conocidas. La interviú realizada por el periodista Theodore White –que Jackie controló en todo momento y doblegó a sus exigencias- es el hilo conductor de una historia que va a salto de caballo entre los momentos felices de una presidencia tan breve como intensa y los momentos posteriores al magnicidio de Dallas.
La estructura de la narración combina, por otra parte, la recreación de momentos bien documentados –la apertura de la Casa Blanca a la televisión, el cortejo fúnebre que llevó a Kennedy hasta su última morada…- con otros de corte más íntimo, en los que se evocan los que pudieron ser las reacciones a las que, en su soledad, dio rienda suelta la viuda. Los tiempos luminosos de las veladas culturales y los nebulosos instantes en los que se intenta asimilar que el inicio de la carrera por la reelección se convertía en un apresurado cambio de administración; el sueño de Camelot y la pesadilla de tener que explicar a una niña y un niño que su padre no ha de volver.
A lo largo de la hora y media de duración de la película, brilla con luz propia la protagonista, Natalie Portman. Su interpretación de la más célebre viuda de los Estados Unidos alcanza momentos de auténtica mimesis cuando recrea el programa televisivo A Tour of the White House with Mrs. John F. Kennedy –en el que la primera dama abría la puerta de la residencia presidencial al mundo-. La imagen pública, correcta y controlada, contrasta poderosamente con la fumadora compulsiva que engancha un cigarrillo tras otro y hace poco por contenerse. Esta notable representación se ve reforzada por el primor con el que la película recrea hasta el más mínimo detalle el aspecto de aquellos días. Desde el icónico traje rosa de Dallas hasta los abrigos azules de Caroline y John-John para el funeral, pasando por la sorprendente –casi inquietante- semejanza con JFK que presenta el actor Caspar Philipson. Todo se conjura para presentar una película cuyo peso descansa de forma casi exclusiva en el trabajo de Portman, pues el resto del reparto pasa bastante más desapercibido. Doña Natalie se adapta a cada una de las facetas del personaje que aparecen esbozadas en la película, para desembocar en la viuda que presta a su difunto esposo el servicio final de hacer lo necesario para convertirle en la leyenda que es a día de hoy.
Uno de los aspectos más discutibles de la historia contada en Jackie ha sido precisamente la imagen final que dibuja sobre la protagonista. Aquellas escenas que abandonan la parte conocida y entran en aguas más especulativas presentan a una Jacqueline Kennedy muy distinta de la que ha dado la vuelta al mundo, más humana, más íntima y mucho más apegada a su primer esposo de lo que los documentales más recientes sobre la pareja han dado a entender. El guion de Oppenheim parece haber trazado una línea que cruza todos los puntos conformados por las frases lapidarias que Jackie pronunció al recordar las aciagas jornadas posteriores al asesinato de su marido. La visión de su familia política, el sentimiento de rabia hacia religión cuya divinidad le había brindado tantas amarguras, la relación con su cuñado Bobby –que compartiría el funesto hado de su hermano-… conforman un retrato que, como se ha mencionado, está un poco lejos del mito, pero resulta al mismo tiempo condescendiente con la persona. ¿Una visión benevolente o un descendimiento del mito?
En resumidas cuentas, tenemos una película cuyo mejor valor es, como se ha indicado, la magistral interpretación de Portman (calificada positiva y negativamente como acreedora del máximo galardón), así como el interés que genera su visionado en aspectos poco tocados en la misma como la transición de Kennedy a Johnson, la relación de Jackie con su familia política o la identificación de la era JFK con el mito de Camelot. Como la idealizada corte de Arturo, aquella presidencia tuvo un aciago final, pero al contrario de lo que se recoge en la leyenda britana –donde el regreso artúrico es una forma de esperanza- se asume con descarnado realismo que no habrá en Norteamérica otra época como aquella.
Queda para el final la anecdótica presencia de John Hurt, asumiendo el papel de un sacerdote católico que intenta dar consuelo espiritual a Jackie. Recientemente fallecido, el actor británico tiene aún presencia en media docena de producciones que verán la luz en este año 2017, pero esta ha sido la más próxima a su deceso y consecuentemente, la que ha servido de despedida.
Dirección: Pablo Larraín Guión: Noah Oppenheim Música: Mica Levi Fotografía: Stéphane Fontaine Reparto: Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Billy Crudup, John Hurt, Greta Gerwig, John Carroll Lynch, Richard E. Grant, Max Casella, Beth Grant, Caspar Phillipson, Julie Judd, Sara Verhagen, Sunnie Pelant, Hélène Kuhn, Deborah Findlay, Corey Johnson Duración: 95…