#ZNCine – Crítica de Jason Bourne, de Paul Greengrass

La nueva entrega de la saga del espía de élite de la CIA a la que regresan el director Paul Greengrass y su protagonista original Matt Damon

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1988

 

Dirección: Paul Greengrass
Guión: Paul Greengrass, Christopher Rouse, Matt Damon (Personajes: Robert Ludlum)
Música: John Powell y David Buckley
Fotografía: Barry Ackroyd
Reparto: Matt Damon, Alicia Vikander, Julia Stiles, Tommy Lee Jones, Vincent Cassel, Ato Essandoh, Riz Ahmed, Scott Shepherd, Bill Camp, Vinzenz Kiefer, Stephen Kunken, Ben Stylianou, Kaya Yuzuki, Matthew O’Neill, Lizzie Phillips, Paris Stangl
Duración: 123 minutos
Productora: Universal Pictures
País: Estados Unidos

 

¿Cómo puede cambiar el mundo en 9 años? Avances tecnológicos, mayor peso de internet en la vida cotidiana, mayor desnudez a mayor conexión, mayor desinhibición y, sí, reconozcámoslo, en ocasiones mayor idiotización… Socialmente, dejando de lado ese fenómeno que está aquí para quedarse, habría que plantearse si estamos viviendo las consecuencias de lo que hicieron nuestros padres, ¿Dónde está realmente el núcleo de la situación actual del mundo?

Hemos pasado por Wikileaks y Edward Snowden, que han destapado las vergüenzas de algunos tipos trajeados supuestamente honorables, con dramáticos resultados para los denominados “traidores y criminales”. Sin embargo, ¿ha sucedido algo que haya hecho replantearse el modus vivendi o el status quo, o por el contrario, tan solo es una noticia más?

Con toda la información que la población dispone respecto a las vigilancias masivas, seguimos regalando voluntariamente información privada de forma inconsciente superando los peores presagios de Charlie Brooker.

Y con ello llegamos a Jason Bourne. El personaje, creado por el novelista Robert Ludlum, se ha hecho realmente popular gracias a sus incursiones cinematográficas. Y es que probablemente, haya marcado el devenir del subgénero del espionaje con la llegada del nuevo siglo. En un momento en el que había un Bond más desubicado que otra cosa (con un tono cada vez más decididamente absurdo, excesivo y kitsch y acartonado) y un mundo todavía planteándose las nuevas reglas de juego tras el 11S, surgió este personaje confuso, amnésico y probablemente tan perdido como el mundo se encontraba en esa década.

Tras una notable presentación en 2002 a cargo de Doug Liman, con The Bourne Identity (El Caso Bourne), con, tal vez, la película más introspectiva y dedicada a perfilar al personaje de Jason Bourne, con la finalidad de lograr la máxima empatía con el espectador, fue Paul Greengrass quien exploró las posibilidades formales y estilísticas, definiendo una entidad visual a la saga con grandes e influyentes resultados. Sus filmes The Bourne Supremacy (El Mito de Bourne, 2004) y The Bourne Ulltimatum (El Ultimatum de Bourne, 2007) todavía hoy están considerados como referentes, y son citados en diversas obras.

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Matt Damon vuelve a ser Jason Bourne

El director británico, que debutó en 1989 con Resurrected, siente pasión por las historias provenientes de la realidad del contexto sociopolítico en el que nos movemos; muestra de ello es su labor periodística u obras como el docudrama Bloody Sunday (2002), acerca del fatídico domingo 30 de enero de 1972, United 93 (2006), donde analiza las experiencias del avión superviviente de los atentados del 11S, o Captain Phillips (Capitán Phillips, 2013). Alejado del cine del realismo social descarnado de algunos compatriotas suyos, Greengrass tiene más interés en los conflictos cruentos, violentos, en los sucesos en los que la raza humana debería avergonzarse, y como surge el heroísmo (o los antihéroes) de esas tragedias, en la moralidad de determinados individuos envueltos en circunstancias que les vienen grandes. También da muestras de ello en la reivindicable Green Zone (Green Zone: Distrito Protegido, 2010). Con un estilo en búsqueda siempre de acercarse (hasta cierto punto) al realismo documental (influido, tal vez, por el Dogma 95) y una formación profesional curtida en el mundo televisivo, ha logrado demostrar ciertas puntos de autoría que hace que sus filmes siempre resulten, cuanto menos, apreciables.

Y con todo lo mencionado, donde logró labrarse un nombre es con el mencionado espía, que supuso además, su primer encuentro con Matt Damon, el cual se vio, también, beneficiado de forma evidentemente de ese éxito, y con posibilidad de explorar otras facetas interpretativas, demostrando su soltura en cintas de acción.

Si por algo se podría caracterizar las aportaciones de Greengrass a Bourne y, en consecuencia, a buena parte del cine de acción de los años sucesivos, es por la búsqueda constante del realismo, de la verosimilitud, de la credibilidad, aunque, siendo honestos, todo eso ya estaba presente en la primera entrega de la saga. Greengrass llevó a cabo una tarea de depuración y dio un paso más allá. Cámaras en mano, cortes bruscos, montaje ágil, ritmo veloz, aunque compensado. Y siempre posicionándose en una ubicación absolutamente crítica contra el establishment. En el cine del espionaje, ya no se busca un enemigo exterior, si no que se plantea, al igual que hizo el cine bélico postVietnam: ¿Y si los “malos” somos nosotros? Bourne abrió en el cine mainstream con el cambio de siglo (aunque, podríamos buscar precedentes previos en obras como The Spy Who Came In from The Cold (El Espía que Surgió del Frío, 1965), o en el cine de conspiración del Nuevo Hollywood) algo que en las novelas con autores como John Le Carré, o los cómic ya estaba asentado desde hace tiempo, y son los grises y los matices entre los dos bandos.

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La venganza es el camino del personaje de Vincent Cassel

Y si pegamos un salto de nueve años, tras una trilogía que está perfectamente autocontenida, cabría preguntarse cuál es la finalidad de este retorno, evidentemente, motivado por razones comerciales. ¿Hay algo más detrás de esa jugada?

En la humilde opinión de este redactor, la respuesta es compleja. Vivimos en una era en la que Hollywood es más conservador que nunca. En el otro lado del charco, no dejan de bombardearnos con secuelas, precuelas, remakes, reboots, spin-offs, etc. Los superhéroes están más asentados que cuando se produjo las primeras películas del amnésico espía, y gran parte de la inversión de los estudios se concentra en eso. Cada vez resulta más difícil encontrar producción para determinadas películas, y mucho autores están siendo expulsados de la industria, mientras que las franquicias (donde la figura más hegemónica siempre será, evidentemente, el estudio) están canibalizando nuevos talentos, que, en ocasiones, se ven superados e incapaces de manejar grandes presupuestos, dando productos estándares, cuando no, anodinos.

Tras un intento fallido de revitalizar la saga en la insulsa, olvidable errática y despreciable El Legado de Bourne (The Bourne Legacy, 2010) a cargo de uno de los guionistas de la primera entrega, el director Tony Gilroy nos presentaba un sustituto llamado Aaron Cross, absolutamente falto de carisma y personalidad, completamente ignorado en Jason Bourne, la cual no hace en ningún momento ni una sola mención ni referencia al personaje de Jeremy Renner. Era una cuestión temporal del retorno de Greengrass y Damon a las andadas para seguir explotando una franquicia que no lo necesitaba en absoluto.

Sin embargo, Greengrass ha sabido manejar todos los factores, ofreciéndonos, de nuevo, un estimable producto de entretenimiento, y algo más.

Greengrass juega con lo que estamos acostumbrados, e introduce algunas novedades en la saga. Es referencial, pero se atreve a intentar aportar. El hecho de que la saga haya recaído en las manos del autor, y no en alguien externo, pero admirador de ella, ha legitimado y dado agallas para realizar algunos cambios. Y es que si Bourne ha cambiado de forma radical al espía por antonomasia: 007, ¿Por qué no va él a adaptarse al contexto cultural actual?

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Alicia Vikander y Matt Damon en una escena de Jason Bourne

La motivación principal de Jason Bourne, de nuevo, vuelve a estar motivada por la venganza, en un detonante que evoca al de la segunda entrega. El filme tiene una estructura similar a lo visto en la trilogía original que a su vez, vuelve a situarnos en dos puntos de vista: el del propio Bourne y el de las oficinas de la CIA, donde surgen sus propias subtramas y conflictos de lucha por el control sobre las operaciones. Y es ahí, donde las principales novedades introducidas en el argumento hacen acto de presencia.

El guion, firmado por Christopher Rouse y el propio Paul Greengrass, reflexiona por un lado en la sociedad de la mass media y de las redes sociales, del control que tienen las corporaciones sobre nuestras vidas gracias a la información que les proporcionamos, el uso de esa información que les dan, y las relaciones entre las agencias de “seguridad” (dispuestas a absolutamente todo lo necesario por “protegernos” de nosotros mismos, gracias a esas intrusiones en nuestra privacidad) y dichas empresas.

Por otro lado, tenemos la denominada por los estudiosos Balló y Pérez “Semilla Inmortal”, de “lo nuevo y lo viejo”. El legado y como los pecados de los padres pueden ser heredados por los hijos, como nos influencia e, incluso, predestina las acciones de nuestros predecesores, seamos conscientes o no. Eso se aprecia en los descubrimientos que tiene Bourne respecto a su pasado en esta obra, y en el contraste entre los personajes de Robert Dewey y Heather Lee. Dewey, interpretado por un envejecido, aunque igual de intenso y potente, Tommy Lee Jones, representa la CIA de la vieja escuela, la de la era post 11S. Es un personaje con un escaso sentido moral, oportunista, para el cual el fin justifica los medios, con unos principios y unos códigos un tanto discutibles. En contraposición a Heather Lee, la protegida de Dewey, y contra el que choca frontalmente. Ella representa a la era postSnowden, un personaje con doble cara que se muestra crítica en todo momento con el papel que debe jugar la agencia y el que desempeña Dewey. Pero no hay que olvidar bajo ningún momento su fidelidad, y que no deja ser un personaje tan o más manipulador que Dewey. Alicia Vikander, vuelve a dar muestras de su talento deslumbrándonos con una maravillosa interpretación, donde destaca por su gran contención, en la que su mirada puede ser mucho más sincera que todo lo que tenga que decir o hacer su personaje. El guion, de nuevo, vuelve a ser lo suficientemente inteligente como para no caracterizar a los personajes en los simplistas “buenos” y “malos”, sino que es una cuestión de sutiles matices lo que entra en juego.

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Tommy Lee Jones y Alicia Vikander en un momento de la película

Respecto a Jason Bourne, tenemos a un personaje más maduro respecto a las anteriores entregas. Ha pasado casi una década tanto en la realidad, como en el mundo en el que habita el personaje interpretado por Matt Damon. Un Bourne hastiado, que cree haber resuelto el puzle, se ha asentado de forma nómada, tratando de desaparecer, en la Grecia de los recortes y las protestas. Tenemos al Bourne más silencioso de la saga, con tan solo 26 líneas de diálogo, que son incluso menos que las que tuvo Hardy en Mad Max. Damon vuelve con una interpretación todavía más física que en las anteriores entregas, si cabe, más a vueltas de todo, pero sin sacrificar una gota de carisma ni intensidad. Damon ha sabido volver con una soltura envidiable al personaje con conflictos identitarios.

Entre el resto de actores que complementan el plantel de secundarios de la película está el siempre magnético Vincent Cassel, dando vida a un sicario vengativo afectado por los sucesos de la trilogía anterior, mientras que Riz Ahmed, sabe manejarse y aportar lo necesario a ese trasunto de Zuckerberg/nuevo rico dueño de una empresa tecnológica empantanada en el tráfico de información de sus clientes al gobierno que se nos muestra en esta película.

Desgraciadamente, el Greengrass director parece haber olvidado algunos de los aciertos y recursos que expuso en la trilogía original, con lo que los aciertos que he ido desgranando, no han estado apoyados por lo fundamental: una puesta en escena acorde y consecuente. Tenemos a un Greengrass que parece un amateur jugando a mover la cámara gratuitamente, cuestión tristemente más común de lo aceptable. Si bien, supo hacerlo de forma ejemplar en la trilogía original, ya que suponía un apoyo a ese realismo y a esa intensidad y frenetismo que quería dotar, siempre sabía lograr que el espectador pudiese seguir la acción en todo momento, tenía una función dramática. En esta nueva incursión, Greengrass parece haberse olvidado de eso, desencuadrando algunos planos y dejando composiciones caóticas, moviendo la cámara de forma excesiva, causando mayor mareo gratuito que impacto emocional y haciendo complicado para el espectador seguir determinadas escenas. Teniendo en cuenta de que esta película opta, muy por encima que las anteriores, por lo operístico, por las exageraciones, por el suspension of disbelief, por una propuesta más convencional rompiendo, en parte, con una de las señas de identidad de la franquicia, es difícilmente defendible estas erráticas decisiones de realización.

Con todo ello, Jason Bourne resulta una secuela que si bien, no alcanza el excelso nivel de la trilogía original, sí que resulta una secuela tardía que puede servir de referente o espejo con el que comparar propuestas más fallidas como el reciente retorno de Independence Day. También supone, tal vez, el nacimiento de una nueva trilogía complementaria con la original, a la vez que madura y consecuente, que tiene unas bases bien cimentadas sobre la que se puede llegar a construir un notable retorno.

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Matt Damon y Julia Stiles en Jason Bourne

  Dirección: Paul Greengrass Guión: Paul Greengrass, Christopher Rouse, Matt Damon (Personajes: Robert Ludlum) Música: John Powell y David Buckley Fotografía: Barry Ackroyd Reparto: Matt Damon, Alicia Vikander, Julia Stiles, Tommy Lee Jones, Vincent Cassel, Ato Essandoh, Riz Ahmed, Scott Shepherd, Bill Camp, Vinzenz Kiefer, Stephen Kunken, Ben Stylianou, Kaya…

VALORACIÓN GLOBAL

Dirección - 6.5
Guion - 8.5
Reparto - 9
Apartado visual - 7
Banda sonora - 6.5

7.5

Jason Bourne resulta una secuela que si bien, no alcanza el excelso nivel de la trilogía original, sí que resulta una secuela tardía que puede servir de referente o espejo con el que comparar propuestas más fallidas como el reciente retorno de Independence Day.

Vosotros puntuáis: 6.66 ( 2 votos)
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Juan Luis Daza
Autor
3 agosto, 2016 10:42

Enorme reseña para esta nueva entrega de Jason Bourne que estoy deseando ver como fan de toda la saga que soy.

Mis felicitaciones por el trabajo Pedro, si ya tenía ganas de verla ahora no puedo esperar para echarle el guante.

Dreadstar_TFE
Dreadstar_TFE
Lector
En respuesta a  Juan Luis Daza
3 agosto, 2016 13:15

Yo ya la he visto, y por mi parte Juan Luis Daza, te diría que esperaras a que saliera en DVD o la echaran por tele cinco una sobre mesa de domingo, porque ni mantiene el tipo frente a las cuatro anteriores (sí, me pareció incluso inferior al Legado de Bourne, que ya es decir)

Me ha parecido un Bourne pasado por psicoanálisis, metiendo una explicación a la adhesión de Bourne (David Webb) al proyecto Treadstone muy forzada, pillada por los pelos.

Me resulta complicado no poder decir claramente en qué falla la película sin hacer spoiler, así que lo reservaré para cuando más gente la haya visto y poder comentar las jugadas con detenimiento.

Soy de Tenerife y viví en directo el rodaje de la película, y lo cierto es que nunca había visto una Grecia tan llena de Palmeras. El jefe de localizaciones no estuvo fino el día que eligió los lugares de rodaje. Quizás sea que vivo aquí y cuando ves el truco ya no te hace gracia, pero los 10 millones de euros que el rodaje dejó en la isla en tiempos de crisis fue más que bienvenida.

En ese sentido, la visión que se da de Grecia me pareció ideológicamente repugnante: no se menciona en ningún momento el motivo de disturbios.

Simplemente Bourne tiene la «genial» idea de reunirse con Nicky Parsons (Julia Stiles) en medio de una manifestación, y la gente que protesta es retratada en todo momento con cócteles molotov en mano e intentando agredir a la polícia griega, sin mayor justificación.

Y creo que en 2016 el retrato grueso está bastante superado, a no ser que se trate de una producción de Michael Bay. Con razón el gobierno griego no quiso que se rodara frente al parlamento griego.

Sobre el giro final, sin hacer spoilers, me pareció innecesario también. Deberían haber aprovechado para cerrar bien todas las tramas que quedaron en la tercera, aunque si hubiera sido por mí, todo habría quedado con la tercera y ahora estaríamos hablando de una trilogía cuasi perfecta en lo narrativo (no así en la puesta en escena, que me pareció que el montaje de la segunda y la tercera había sido hecho por Michael Bay en persona, con esos planos sincopados que me mareaban en el cine, y que en esta Jason Bourne vuelven a utilizar)

Yo diría que es para muy muy fans de Bourne y aún así la sensación general es de bajón de calidad muy acusado.

Igverni
Lector
3 agosto, 2016 13:40

Gracias Pedro por tu crítica.

La vi esta semana y me ha perecido un entretenimiento más que digno pero muuuuy inferior a las anteriores.

Los principales problemas que le vi empiezan por el propio paso del tiempo. Bourne ha marcado el cine de acción, pero en estos 10 años vimos este estilo hasta en la sopa (Winter Soldier, p.ej.), y sobrevuela en todo momento la sensación de que esto ya lo vimos y antes moló mas.

Las 2 escenas de acción de Atenas y Las Vegas son increíbles y con algún momento visualmente alucinante. Pero a la vez Greengrass se recrea demasiado en ellas y las alarga más de la cuenta, quedando como un parón en la historia, hasta el punto que estás deseando que acaben para seguir con la peli.

La historia por cierto es muy, muy floja y se resume en 5 minutos de tiempo de pantalla y parece construida alrededor de estas dos enormes localizaciones y no al revés, que sería colocar la acción en función de la historia.

Y además, me fastidió el intento deliberado y tramposo de engañar al espectador creando una falsa trascendencia en la historia, mencionando sucesos del mundo real como el hackeo de Snowden, situar una de las principales escenas en medio de revueltas sociales en Atenas, o con la trama de Deep Dream / Facebook. Elementos que se muestran de pasada pero que en ningún momento son desarrollados, ni tienen nada que ver con la trama principal de Bourne. P.ej. la subtrama de Deep Dream, que dejan totalmente colgada y sin resolver.

Desde Misión Imposible 5 (o Mad Max ) se ve una tendencia muy clara en Hollywood por apostar por personajes femeninos fuertes de motivación ambigua, rodeadas de misterio, que no sabes si es amiga o enemiga y que sirve de contraste del héroe. Pero en Bourne, al contrario que el MI5 o Mad Max, el personaje de Alicia Vikander es una gran bluff porque se olvidan de explicar o justificar el porqué de sus acciones. La Vikander, muy buena actriz y muy guapa en pantalla, hace lo que puede con un personaje mal construido, hasta el punto de que en varias escenas hace

Aviso de Spoiler

una cosa y la contraria justo a continuación, sin justificar nada que provoque este cambio de opinión.

Y además van dejando varias líneas de diálogo ambiguas sobre ella que no van a ningún lado en la peor tradición de los guiones de Lindeloff, casi como si quisieran servir de teaser de la siguiente película de Bourne. Porque esa es otra, existe una indudable intención de intentar levantar otra trilogía / franquicia que rompe la sensación de cierre que tenían todas las películas anteriores protagonizadas por Matt Damon.

A pesar de todo lo anterior, la peli está bien rodada y entretiene, y seguro va a ser mejor que la mayoría de pelis de este verano.

¡Saludos!!

Dreadstar_TFE
Dreadstar_TFE
Lector
En respuesta a  Igverni
3 agosto, 2016 15:03

A mi la Vikander no me ha parecido que haya dado una buena interpretación en esta Jason Bourne.

Se limita a poner cara de estar dividiendo cuatro entre dos, para intentar transmitir que piensa en algo concreto, aunque ese algo no se vislumbra nunca, y como bien apuntas Igverni su personaje se pierde en la historia.

La trama de Deep Dream parece metida para intentar dar actualidad a Bourne, sin más, porque sin ella, podrían haber ambientado esta historia en (por decir algo) los años 80 y no hubiera afectado en nada al desarrollo de la narración.

Los años no pasan en balde y si comparamos al Matt Damon de esta Jason Bourne con el del Ultimátun de Bourne se le nota fuera de onda, por mucho que ahora insista en que tenía ganas de volver al personaje, que todo sea dicho de paso, al estrenar la tercera dijo que veía muy difícil volver al personaje si no era con Greengrass y una buena idea.

Al director lo tenía, lo que no tenían era la buena idea. Creo que el cambio de guionistas, en detrimento de Tony Gilroy afectó mucho a la película, porque se ha querido hacer una continuación canónica, con los elementos mínimos de las tres primeras, para poder dar pie a más secuelas.

La imagen final de la tercera, con Jason flotando en el agua, aparentemente muerto era un círculo perfecto con el inicio del Caso Bourne me resultó poderosa hasta que, como en las malas películas de terror de serie B, veíamos como Jason Bourne volvía a la vida, y Nicky Parsons sonreía, como diciendo «eh, está vivo, así que en unos años volveré a interpretar a Nicky Parsons y volveré a cobrar mi cheque».

Sí amigos, el dios dólar hace posible todo, incluso malas secuelas canónicamente irrespetuosas con el material original.