Este verano ha dejado bastante que desear. Ha habido la avalancha habitual de blockbusters. Sin embargo, y habiendo finalizado la estación, queda la cuestión de si las grandes películas han cumplido las expectativas que ellas mismas han generado. Y esos grandes pelotazos han tapado otros estrenos que han sido claramente más estimulantes para el humilde paladar de este crítico. Y es que este verano ha pasado
El subgénero de la home invasión es una mezcla que toma elementos formales y argumentales propias del cine de terror y negro. Apela a uno de los miedos primarios: la falta de seguridad en lugares donde, se supone que deberíamos sentirnos más cómodos y despreocupados. Esa sensación de que el exterior siempre es más violento y que puede llegar a contaminar nuestras torres, que están por encima del bien y del mal. La vulneración de la intimidad, es algo que nos afecta a niveles muy primarios, hasta el punto que las reacciones ante esos estímulos pueden llegar a ser imprevisibles.
Normalmente en este género, sentimos mayor simpatía hacia los más desfavorables de la narración (efectos Camerún) y la empatía se agudiza debido a que la amenaza, en este caso, es real. El mal no es ningún ser ajeno, ha anidado dentro de nosotros mismos.
Muchos han sido los autores que han estudiado el asunto desde múltiples perspectivas, siendo el Funny Games de
Y llegamos a 2016 con un Fede Álvarez cuya ópera prima sorprendió a propios y extraños. Pero hay que retrotaerse al corto Ataque de Pánico, en corto que narra la destrucción de Uruguay a manos de unos robots gigantes suicidas, y en el que si algo destaca (aparte de la mención poco sutil a Eisenstein), seguramente sea una producción y unos VFX que parecen dignos de los blockbusters hollywoodienses. Y es precisamente ahí donde logró llamar la atención de la gente adecuada, entre otros a
El remake de de Evil Dead supuso la entra de
Y este mismo mes nos ha llegado su segunda incursión en la gran pantalla. Repite con la actriz protagonista: Jane Levy, y vuelve a estar apoyado y producido por Sam Raimi. Pero en su segunda obra, no podría ser más distante a lo que vimos en Evil Dead.
No Respires (aparte de sumarse a todas las cintas de género con títulos imperativos para el espectador) es una home invasión, pero no es una al uso. Y es que en este caso, hay una igualdad de intenciones y una mayor ambigüedad moral.
La premisa es sencilla: unos ladrones quieren dar el golpe de su vida y jubilarse al intentar robar a un venerable persona mayor ciega. El conflicto reside en que el señor es un antiguo veterano que no dudará en hacer todo lo necesario para defender sus intereses, está preparado para ello.
Ahí tenemos cierta tergiversación ya que los culpables se convierten en víctimas. Los “malos” de otras home invasions, son aquí los protagonistas y con quienes sentimos mayor empatía, a pesar de sus cuestionables acciones que les han llevado hasta el detonante.
Fede Álvarez, a pesar de ello, durante el metraje exacto (aunque resulta discutible la relevancia de esa última escena que cierra la película, ¿No hubiese sido más idóneo finalizar la película con el fin de su climax? ¿El epílogo aporta algo que no hubiese podido deducir el mismo espectador?) pretende que sintamos empatía desde el primer momento. Rocky, la protagonista, proviene de un familia nada modélica malviviendo en un barrio chungo de Detroit, pero ella tiene otras inquietudes, pero no los medios para poderlas realizarlas, Alex, por su parte es alguien que duda en todo momento acerca de las acciones que están haciendo, pero su amor no correspondido por Rocky y su inseguridad le hacen seguir esa corriente. Y Money, el novio de Rocky, es el que posee mayor determinación de los tres, y el que, tal vez, menor caracterización tiene. Durante la presentación, su mayor conflicto es que le pagan menos de lo que él pensaba que sacaría de los golpes. Las motivaciones del trío son sencillamente comprensibles y muy humanas, y si a todo ello le sumamos el efecto Camerún (mayor empatía por el débil que por el fuerte y el que, a priori, tiene todas las de ganar) pues ya tiene al espectador metido dentro del relato.
La narrativa de este relato, a pesar de guardar sus sorpresas y ser un constante y sólido, sin altibajos, in crescendo hasta los últimos minutos, tras un comienzo in media res y una poco sutil y, tal vez, demasiado dialogada, pero efectiva, presentación del mundo sin alterar de los protagonistas tremendamente ágil, la película no tarda en entrar en el segundo arco. Y ahí donde comienza el ejercicio autoral de
Y es que si ponemos frente a frente a Evil Dead y a No Respires podemos distinguir una serie de filias, fobias, temas, ejercicios formales, tonos, ritmos e, incluso, errores (que no sé hasta qué punto son intencionados o no…) que están presentes en ambas películas y, evidentemente, no es producto del azar, si no de una visión autoral.
Por el modo en el que está rodado, se denota cierto clasicismo (salvo, tal vez, por el cuestionamiento del plano secuencia, y por determinadas selecciones puntuales de planos). El director hace un uso convencional de la cámara, que es fluida, pero que en ningún momento pretende marear ni desubicar, al espectador, ni dotar de un naturalismo estético, si no que lo pretende es que entendamos y sigamos la acción en todo momento.
La posmodernidad reside en el poso que deja en el espectador, ya que no está en la propia obra, pero sí en la reflexión posterior sobre ella y en el discurso cinematográfico si se compara con sus compañeras de subgénero. Es una película con varias capas y que maneja con mayor o menor acierto elementos que hacen de esta obra un modelo distinto y diferenciado y que tenga cierta entidad y personalidad.
El guion está firmado por el tándem creativo habitual en los filmes de
Mención aparte merece un
No Respires es una obra que llega para dar un buen cierre a un verano terrible en la cartelera. Un trozo de tierra en medio de un océano y un paso más de un director que va con paso seguro, pero muy firme y, sobretodo, con un gran potencial de darnos muchos alegrías a todos los espectadores dispuestos a estar mirando a través de sus pantallas todos esos mal sueños que lleven su firma.
Muy buena crítica, Pedro, aunque en mi caso me temo que -si bien me parece bastante bien ejecutada-, el desarrollo de la historia no me ha terminado de seducir, habiendo partes de la historia en los que no podía evitar sentirla como una parodia involuntaria. Especialmente en lo relacionado con el personaje de Lang y Levy, creo que es una historia que podría haber dado para mucho más