Dirección:Hulki Saner
Guión:Ferdi Merter
Música: S. D.
Fotografía: Çetin Gürtop, Ozdemir Ogüt
Reparto: Sadri Alisik, Erol Amaç, Cemil Sahbaz, Ferdi Merter, Kayhan Yildizoglu, Elif Pektas, Sule Tinaz, Oytun Sanal, Füsun Olgaç, Nevhilal, Necip Koçak, Nermin Altinses, Yilmaz Sahin
Duración: 90 minutos
Productora: Renkli / Saner Film
País: Turquía
Hace unos días se conmemoró el cincuenta aniversario del estreno en la televisión estadounidense de
A principios de los años setenta, el actor turco
La historia de los inicios de la primera serie dedicada a la exploración de la última frontera –o penúltima, según Terry Pratchett- fue un tanto accidentada: el primer episodio piloto no causó especial sensación y se planteó la necesidad de intentarlo otra vez. La trampa humana sería rodado en sexto lugar, pero tendría el honor de convertirse en el primer contacto entre la Federación de Planetas Unidos y la audiencia televisiva yanqui. El piloto original, por su parte, se reconvertiría en un episodio doble titulado La colección de fieras (The Menagerie) pero esa es otra historia. Volviendo a La trampa humana, este episodio cuenta la visita que el USS Enterprise realiza al planeta designado como M-113 para el chequeo del arqueólogo
La versión otomana de la historia calca a su cutrísima manera la fuente original –de la misma manera que el cineasta Manuel Esteba copiaría años después E. T. para el clásico El Ete y el oto-. Un puñado de intérpretes otomanos se encarga de hacer las veces de la tripulación del Enterprise en un escenario paupérrimo y con un atrezo más propio de un carnaval con raquitismo. Kirk, Spock y McCoy intercambian palabras, puyas y chascarrillos, mientras
Corte radical en la trama y cambio de escenario: en algún lugar de Turquía se va a celebrar una boda. La novia, blanca y radiante, está también en estado de buena esperanza; el novio es el pícaro personaje interpretado una vez más por Sadri Alisik, al que la familia de su prometida lleva a hacer los votos a punta de pistola. Para sorpresa de la asistencia, Ömer desaparece ante sus ojos y aparece en el planeta M-113, señalado como el homicida del desdichado tripulante fenecido. A partir del momento precedente, se sucederá una auténtica cadena de disparates en las que las ocurrencias del turista pondrán a prueba la estoica lógica del señor Spock, mientras los momentos cómico-chuscos se intercalan con los momentos más serios de la trama original (que debía mucho al suspense y al terror propios de La dimensión desconocida).
La cinta es, como no podía ser de otra manera, un cántico al despropósito y a la vulneración de todos los derechos de propiedad intelectual habidos y por haber. Para empezar, se toma la cabecera de la serie estadounidense, presentándola en unas tonalidades de color naranja y combinando la sintonía de entrada con otra melodía, precisamente la de la mentada The Twilight Zone. Para seguir, es menester mencionar la bajísima calidad de los efectos especiales: las imágenes del planeta visitado corresponden a la Tierra; las escenas de tele-transporte son inenarrables; el tratamiento del sonido es directamente de chiste, porque llegado un momento específico del metraje, efectos como el ruido de apertura y cierre de las puertas electrónicas se hacía por medio de un onomatopéyico «¡shhhhhhh!» más propio para exigir silencio que para simular el funcionamiento de un elemento electrónico. Mención especial merece la presencia de un conjunto de ¿androides? y ¿ginoides? en paños menores, controlados por Carter, perdón, Krater. ¿Involuntario homenaje a The Rocky Horror Picture Show? ¡Todo es posible en Capadocia! Porque, eso sí, se tomaron la molestia de rodar en localizaciones donde había genuinas ruinas del rico pasado de la península de Anatolia. En eso punto hay que concluir que sí superaron al original, tan pródigo en escenarios reciclados y más bien modestos.
Las interpretaciones de la tripulación de este Enterprise de rastrillo no están mal. Parafraseando a un conocido, esperando una hecatombe me encontré una catástrofe. No obstante, hay que reconocer que los protagonistas hacen todo lo que pueden para estar a la altura de los originales (que no eran precisamente lo mejor de lo mejor del oficio) pero sus intentos de aparentar seriedad hacen aún más risible el conjunto. Por su parte, Sadri Alisik convierte a su personaje más popular en una suerte de Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí. El terrestre del S. XX intenta comprender qué es lo que sucede en ese mundo futurista al que ha sido arrojado en pleno S. XXIII. Caspa pura de primera calidad.
Como curiosidad final, quiero compartir con ustedes un par de datos curiosos que encontré en un artículo que la publicación Cinemanía dedicó a este filme: por un lado, que su director,
Aquí tienen el filme, subtitulado en inglés. Que no les pase nada.
Gracias por la reseña y por descubrirme este film. Tras tus palabras es imposible que un fan de Star Trek no le pique la curiosidad y se quiera echar unas risas.
Un saludo
Ya sólo hace falta una reseña del Rambo turco, un subproducto desvergonzado y vergonzante.
🙂