#ZNCine – Death Note. La redacción opina

Hablamos de la nueva adaptación de Death Note realizada por Netflix y protagonizada por Nat Wolff, Keith Stanfield, Margaret Qualley

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Dirección: Adam Wingard.
Guión: Charley Parlapanides, Vlas Parlapanides, Jeremorioy Slater (Manga: Tsugumi Ohba, Takeshi Obata).
Música: Atticus Ross, Leopold Ross.
Fotografía: David Tattersall.
Reparto: Nat Wolff, Keith Stanfield, Margaret Qualley, Shea Whigham, Willem Dafoe, Jason Liles, Paul Nakauchi, Jack Ettlinger, Michael Shamus Wiles, Jessica McLeod, Chris Britton, Matthew Kevin Anderson, David S. Jung, Artin John, Tony Ali, Ash Lee.
Duración: 101 minutos.
Productora: Netflix / Lin Pictures / Vertigo Entertainment / Viz Productions.
Nacionalidad: Estados Unidos.

 

«La persona cuyo nombre quede inscrito en este cuaderno, morirá.»

Death Note es todo un clásico moderno. El éxito de esta historia y sus adaptaciones al anime y la gran pantalla en Japón, sumado a sus novelas y el ingente merchandising de la serie, la han convertido en un icono que trasciende la mera calidad y valor de su propuesta original. Era cuestión de tiempo que en Estados Unidos intentasen rentabilizar la obra de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata como ya ha ocurrido en casos anteriores como Dragon Ball Evolution o Ghost in the Shell. Lo que nadie esperaba quizás es que fuese el canal en streaming de Netflix el encargado de ello; un hecho que hizo albergar cierta esperanza a los aficionados en un primer momento. Pero pronto la esperanza se convirtió en una desmedida ira cuando el casting se empezó a revelar y quedó claro que la cinta sería una interpretación estadounidense de la mitología de Death Note. No había motivo para la sorpresa, era lo que cabía esperar.

En ZN ya hablamos en su día de lo que había dado de sí la franquicia, reseñamos en su momento el manga original y nos hicimos eco de la última producción nipona basada en su premisa, Death Note: El nuevo mundo. No podíamos dejar de ofrecer nuestra visión y opinión sobre la presente adaptación de la historia por parte de Netflix. Los redactores lo tienen claro. ¿Y vosotros? ¿Ya habéis visto esta nueva Death Note? ¿Qué os ha parecido?

Ríete tú del cuaderno, por Alejandro García

 

A toda adaptación le sobreviene la problemática de estar a la altura del producto original en el que se basa. Este hándicap se resuelve muchas veces de forma negativa, y ya son numerosas las producciones cinematográficas basadas en cómics u obras literarias que no han estado a la altura de lo que se esperaba. Es por ello que desde hace muchos años la mente colectiva del fandom ha asumido este problema como una constante inevitable; algo que puede llegarse a obviar e incluso separar del nuevo producto, consumiéndolo de forma autónoma para perdonarle fallos de adaptación que rozarían lo aberrante de ser muy críticos.

Esta práctica piadosa funciona con algunas sagas, y cuando la película en cuestión se descubre como una buena pieza audiovisual, tanto en lo estético como en lo narrativo, se puede llegar a pasar por alto esa falta de fidelidad. Pero este no es el caso de la adaptación que Netflix ha producido sobre el manga original de Obata y Ohba.

Death Note (2017) es una película que no sólo ha angustiado a casi todos los fans acérrimos del manga, sino que también lo ha hecho con los que no lo son tanto. Aficionados y críticos bondadosos han intentado quitarle hierro al asunto, suavizando el aluvión de críticas negativas que han caído sobre la cinta dirigida por Adam Wingard, pero el linchamiento ha sido inevitable. Y no puedo estar más de acuerdo. Si tienes lo que hay que tener para coger el nombre de una obra casi de culto y jugártela de esa manera, tienes que estar a la altura de lo que se espera. Y si no es así, prepárate.

Antes de ir directo al grano me gustaría transmitir que, si el lector investiga un poco sobre el director de la adaptación de Netflix, encontrará que esta producción no llega a ser un intento descarado de obtener billetes a mansalva, en contra de la crítica más generalizada. El proyecto original de Wingard fue rechazado en numerosas ocasiones por múltiples estudios y varios años han pasado hasta que el director estadounidense ha podido alcanzar su meta. La intención del realizador con este proyecto ha quedado lejos de complacer a grandes productoras cinematográficas, optando por la vía más creativa.

Y es que los únicos puntos buenos de la película residen en su técnica y todo lo que ésta engloba. Desde el diseño de fotografía hasta la edición, pasando por algunas notas de arte estético y de producción, la cinta de Wingard se conforma como un intento serio de transmitir algo único en lo visual que la aleja de la mayoría de adaptaciones adolescentes, género en el que sin duda entra esta versión de Netflix. La atractiva presencia constante de los colores neón, encuadres y planos inteligentes, trabajo de cámara original, buen planteamiento y ejecución de las escenas… un buen puñado de profesionales han hecho un trabajo notable en este aspecto, muy por encima de una narrativa llena de fallos.

Y vamos con lo malo.

En cuanto a guión y caracterización de personajes, es una película escasamente fiel a la obra original. El libreto en el que se apoya está lleno de agujeros que no han respetado ni el pulso ni la calidad narrativa de Ohba, que está muy por encima de lo aquí planteado. Aunque la esencia temática de la obra, el cuaderno, la idea filosófica de lo que supone la justicia y hasta qué limite se puede llegar para alcanzarla sí que está presente en esta adaptación, todo lo demás se pierde o queda tremendamente deslucido.

Si lo que convertía al manga de la pasada década en algo único era un desarrollo argumental adictivo basado en inteligentes procesos deductivos expuestos a través de unos protagonistas geniales, lo que tenemos aquí es una terrible desvirtuación tanto del aura detectivesca como de la psicología de cada uno de los personajes. Una hora y cuarenta minutos es demasiado poco para tanto manga.

No sé si echarle la culpa a la temida «americanización» imperante en cada uno de estos productos que nos llegan desde la industria marcada por los cánones de Hollywood para que esto no suene a tópico, pero lo cierto es que la caracterización de cada uno de los personajes aquí aparecidos roza lo insultante.

El lavado al que se ha sometido al protagonista, por ejemplo, aquí llamado Light Turner, es un crimen. Han transformado a un genio, a un inteligente y superdotado sociópata que siempre se las apañaba para ir por delante en un mojigato irritable que llega tarde constantemente a toda circunstancia narrativa. Si el Light original era un tipo cool sin querer serlo, este lo quiere ser sin poder. Y eso se nota. La cinta de Netflix nos presenta al típico adolescente de buenas notas al que poco parece importarle su condición de marginado, pero no es así. El personaje se muere por ser popular y no dudará en soltar a la mínima el secreto que le cae entre manos para llamar la atención a la chica de turno. Ridículamente infantil y totalmente alejado del original.

El detonante de la trama, la razón por la que Light Turner usa por segunda vez ese cuaderno de inconmensurable poder, es un ajuste de cuentas personal con un pasado traumático al más puro estilo de héroe marginal americano. Light Yagami, en cambio, lo utiliza porque es un genio aburrido, al que el desasosiego que siente a dario le lleva a caer en una espiral de destrucción. Y esa era la bondad del personaje original, su avanzada inteligencia y rápida aclimatación al poder que comenzó a desarrollar. Todo lo contrario al de esta adaptación.

El resto de personajes tampoco se libran, y si L aquí es algo más fiel al original en cuanto a lo determinante, también queda lejos de ser ni la mitad de lo que era el del manga. Si bien al principio parece el único con ciertas capacidades detectivescas a la altura, pronto comienza a cometer una serie de fallos que no se explican en un personaje de tales características. Y lo mejor de todo es que no llega a ser un fracaso rotundo, porque su rival es un pazguato y eso le da cancha.

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En cuanto al personaje de Mia Sutton, inspirado en Misa de la obra original, parece ser que es la única que ha caído en gracia a la mayoría de espectadores. Y no les falta razón. Es el único personaje que se deja llevar por el poder del cuaderno, que es sumamente atractivo, de forma inteligente y a la altura de lo que se espera de un usuario así. Acaba siendo la más lista de la película e incluso su destino en los compases finales de la trama resulta bastante aceptable, pese a lo mal que le trata el irritante giro final para encumbrar a Turner.

En cuanto al resto del casting, entre que faltan personajes de la obra original y otros han sido totalmente reinventados, diremos que los actores se esfuerzan por hacer un buen trabajo y el resultado es aceptable. Eso sí, las líneas de Willem Dafoe como Ryuk apenas llegarán a las dos páginas. Aunque considero una virtud que se haya respetado la esencia del shinigami (dios de la muerte) como un mero espectador omnipresente de los hechos, similar al de la obra original.

Se podría decir que el fandom ha sido muy duro con esta adaptación, que en realidad puede funcionar como una película para adolescentes que ha tenido arrestos para ser ambiciosa transformando una trama original de género thriller/detectivesco en un texto romántico sobre el paso forzado a ser adulto. Una coming of age metafórica sobre una serie de responsabilidades llevadas al extremo que entroncan con la justicia, resultando en un poder inconmensurable que resulta altamente peligroso en manos equívocas. Pero pese a ello, sigo sin considerarla una buena adaptación y me cuesta reconocer sus virtudes como pieza totalmente autónoma. Y creedme si os digo que he sido bueno.

La versión de Death Note producida por Netflix acaba siendo un ejemplo de cómo un adolescente medio juega con un poder que no llega a entender, deviniendo en una serie de problemáticas que podrán resultar interesantes a los que accedan a este producto sin ideas previas. Esa es la única virtud de la cinta, aunque se sacrifique toda la atmósfera detectivesca del original al primar la acción por encima del texto (con agujeros y giros tramposos). Parece que Wingard ha sido consciente de las limitaciones de su trabajo como posible adaptación fiel y opta por descargar toda la fuerza en lo técnico, entregando un trabajo que únicamente brilla por lo visual. En este caso, nos queda una película que puede resultar pasable, especialmente si primero no se ha leído el manga.

Recomiendo encarecidamente acercarse a la obra original de Obata y Ohba al lector que aún no lo haya hecho. Nunca es tarde para disfrutar de uno de los mejores cómics que ha dado Japón, pese a contar con una adaptación así de terrible.

Kira in love, por Cristian Miguel Sepúlveda

 

He de confesar que Death Note es, no solo uno de los manga y anime que más hondo en calado en mi persona, sino en general una de las historias de ficción que más me han apasionado e impresionado. Prácticamente cada año me releo el manga y/o me vuelvo a ver el anime al menos una vez, y siempre lo disfruto como la primera. Es por ello que, al enterarme de la adaptación de Netflix, en primera instancia me alegré, aunque después poco a poco fui perdiendo la ilusión conforme iba pasando el tiempo. Primeramente, Netflix pudo hacer perfectamente una adaptación a serie, de 8, 10, 13 episodios o los que quiera, y decidió hacer una película corta de hora y media, que ya de primeras, iba a encorsetar y limitar muchísimo la historia. Sí, ya sé que también hay películas japonesas, y que son medianamente decentes, pero es una lástima que con el poderío económico que tiene Netflix, no se atreviese a realizar una serie, que podría sacar muchísimo más jugo a la obra de Ohba y Obata. Y después vinieron los trailers, a cada cual peor, y mi hype fue descendiendo hasta la prácticamente total desaparición, transformándose de hecho en una desilusión premonitoria. Y tras ver la película, sin ninguna expectativa posible, el resultado no me parece tan desastroso a como me esperaba, aunque desde luego, no se puede decir que es una buena película, ni mucho menos.

No soy un purista de las adaptaciones, no necesito una adaptación clónica de una historia original. Es más, odio ese tipo de adaptaciones, porque me parece una oportunidad desaprovechada de aportar algo al universo en el que se basa. El anime y el manga de Death Note son productos prácticamente idénticos, y aunque el anime es sencillamente genial, no aporta nada si ya has leído el manga, salvo un final mucho más emotivo, y en mi opinión, superior al de la obra original. Es por ello que, al tener una perspectiva mucho más abierta en las adaptaciones, me quito varios estigmas que pudieran prácticamente delimitar mi opinión incluso antes de verla. Porque sí, era obvio desde el principio que iba a ser un producto muy distinto.

Kira o Light Turner, interpretado por Nat Wolff, es casi una versión teenager de Light Yagami que no ha llegado aún a madurar, a crecer, y sobre todo, a corromperse, que no llega a perder del todo sus valores morales, y que parece incluso más interesado en desarrollar su vida romántica que en establecer un nuevo mundo. Mia Sutton, basado en Misa Amane, e interpretada por Margaret Qualley, es también un personaje muy diferente, siendo una influencia muy negativa para Light, convirtiéndose en una persona tóxica para él, invirtiéndose así los roles de la adaptación original. Y L, interpretado por Keith Stanfield, es otra versión teen del personaje original, mucho más pasional y emocional, hasta el punto de que Kira le hace perder los nervios. Básicamente, es como si Light y L tuvieran quince años, lo que no tiene por qué ser necesariamente negativo, salvo por el hecho de que no existe una esperada batalla intelectual, que era lo mejor de la obra original, y que es básicamente le mayor atractivo de Death Note.

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Y no, no me molesta que sean personajes diferentes, de hecho, me parecen unas versiones interesantes, salvo la deriva emocional de L, que no me acaba de convencer del todo. Lo que sí me molestan son los terribles fallos de guion, lo inverosímil de muchas situaciones, y lo previsible de muchas otras. Toda la trama de Watari, por poner solo un ejemplo, sencillamente no hay por donde cogerla, desde el principio hasta el final. Está claro que es el punto flojo del filme, porque a nivel técnico por parte de Adam Wingard e interpretativo por parte de los actores, está bastante bien, destacando especialmente la histriónica voz de Willem Dafoe interpretando a Ryuk, cuyo diseño me ha sorprendido gratamente, pese a estar siempre en la penumbra, y es seguramente el personaje más similar a la obra original.

Pero si algo salva a la película es el giro final, tanto de la trama como de los personajes, que, aunque quizás previsible, no deja de ser interesante, y de aportar ese extra al universo desde una perspectiva muy diferente. Y me refiero especialmente al caso de Kira, que tras ver a un adolescente bastante flojito en muchos aspectos, incluido el intelectual, vemos que sigue siendo en el fondo un genio brillante, y que no ha perdido el potencial que tiene para convertirse en lo que está llamado a ser, el dios del nuevo mundo. En el caso de L, si bien queda todo abierto, apostaría porque también va a dejar atrás la emocionalidad, y convertirse en frío genio cuya diferencia con L no es mayor que su distinto código moral y de la justicia. Se dice que Netflix prepara dos secuelas, por lo que sería interesante ver la evolución de estos dos personajes, y la prometida batalla intelectual entre estos dos titanes, cuyas versiones infantiles hemos podido disfrutar o padecer, según cada cual, en la adaptación de Wingard. Ahora bien, no estoy del todo seguro de que esas secuelas vayan a suceder, porque más de uno y más de dos han puesto a Adam Wingard y al señor Netflix en su Death Note.

Ni tanto, ni tan mal, ni tan pascual, por Daniel Gavilán

 

Trasladar una historia de la extensión del Death Note a una película que no alcanza a las dos horas siempre es un reto. Tampoco es que el director de Tú eres el siguiente y The Guest Adam Wingard sea el primero que se haya tenido que enfrentar a un desafío de estas características, pero es algo que conviene mantener presente en la cabeza. En lo que respecta a la obra original de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata en sí, mi familiaridad con la misma viene principalmente por el anime -que hasta donde he podido informarme es relativamente fiel-, y aunque puedo afirmar sin complejos que disfrute como un shinigami en un campo de manzanos, tampoco es que tenga la obra endiosada ni nada por el estilo.

Es más, mi principal reparo a la hora de acercarme a esta nueva película de Death Note es que nunca he sentido la necesidad de revivir la historia en cualquiera de sus versiones. Al fin de cuentas, toda la historia en si no dejaba de ser un disparate. Un disparate megalómano a merced de un pijo randiano imposible con infulas que llegaban a la estratosfera, pero que en su altisonancia terminaba siendo endiabladamente adictivo. Si a ello sumamos el brillante final de la serie tras el absurdamente alambicado juego de ajedrez entre Kira y L, quizás no sea una obra de ficción que pueda considerar me haya cambiado la vida. Pero sí que me ofreció unas gratificantes horas de diversión, ante las cuales solo puedo elevar la copa y exclamar good times.

La cuestión es que tanto se estaba hablando del nuevo Death Note de Netflix, que cuando con los compañeros propusieron una crítica global me dije vamos a verla. Y si bien es cierto que cualquier buena vibración inicial de encontrarnos con una suerte de Donnie Darko / Frailty meets Death Note se diluye en cuanto el prota pierde toda la dignidad entre vociferos -para dejar claro que estamos ante un producto más próximo a las entregas más distantes de Destino Final-, cumple con los mínimos exigibles en cuanto a ultracondensación de los principales temas de la historia. Tanto, que ni siquiera falta lo que puede fácilmente interpretarse como un delirante guiño a la irrefrenable atracción sexual entre los protagonistas del original. Pero aun con todo, termina siendo una adaptación bastante deslucida, que pese a lo correcto no llega a destacar ni en su loable intento de dar dignidad al personaje femenino interpretado por Margaret Qualley.

Siendo la versión de L a la que da vida Lakeith Stanfield la que sale peor parada respecto al original -aunque su actor se muestre mucho más competente que antaño aspirante a Spider-Man Nat Wolff-, el Death Note de Netflix nos deja una adaptación que no pasa de lo correcto con algún que otro momento lucidez. Pero siendo que ni llega a rozar el nivel de espectáculo histriónico de los originales, ni aprovechar en absoluto el potencial como psichothriller de alto potencial dramático de estos, la impresión general es de que la película de Adam Wingard está tan desaprovechada como el Ryuk de Willem Dafoe.

Miedo a Hollywood, por Francisco Miguel Espinosa

 

Soy de los que (a veces) disfruta con los remakes americanos. Me encanta la versión de Spike Lee del clásico Old Boy. Sacrilegio, lo sé. Pero me gusta que un cineasta de su particular versión de una obra, aun cuando esto signifique eliminar partes importantes de la trama; cambiar personajes y demás cosas imperdonables que los fans de sus obras favoitas no transigen. Y me gusta porque entiendo que una película enfocada para venderse a la cultura japonesa no puede trasladarse tal cual a un medio que intenta vender, principalmente, a la cultura americana. Lo acepto y me gusta disfrutar de esos cambios. Cuando vi por primera vez el trailer de Death Note versión Netflix, me gustó. Me sentí impaciente por verla. Me esperaba una obra muy cambiada, pero con toda la esencia de la obra original intacta.

Una buena revisión, vaya.
Pero nada más lejos.

El problema de Death Note es que no mantiene la esencia ni de personajes, ni de historia, ni de contexto, ni de nada. Un paso demasiado arriesgado. Un paso inexplicable. Death Note siempre fue una historia de detectives con elementos sobrenaturales; de crimen y castigo con toques filosóficos. Un anime que jugaba a innovar con un medio anquiilosado en viejas tradiciones que empezaban a flojear. Nada de eso se encuentra en esta adaptación. Death Note nunca fue una serie para adolescentes. Nunca fue un producto cercano a Crepúsculo.

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Ojalá me hubiera gustado Death Note, pues soy muy fan del manga y el anime. Pero todo está mal en esta revisión de un clásico. No hay por dónde cogerlo. Lo único que salvo son algunas escenas, la fotografía y el papel de Willem Dafoe como Ryuk, que añade un punto más demoníaco al shinigami, un cambio que sí me ha gustado. Lo mejor que se puede hacer tras ver el aborto que Netflix ha decidido procurarle a la obra de Tsugumi Oba, es correr a ver New Generation la continuación japonesa que vio la luz primero como pelñicula y ahora como miniserie.

Papel mojado, tinta corrida, libreta inservible, por Jordi Querol

 

Ya habéis leído varias opiniones, ¿hace falta un texto introductorio aquí? ¿Puedo ir directamente al meollo?

El problema principal de esta versión de Death Note es que no adapta bien el material original. Ya desde el principio todo está muy apelotonado, todo va muy deprisa, sin presentar bien a nadie, es todo un “tira palante porque sí”, se suceden los primeros acontecimientos a una velocidad que no permite ni asentar los personajes ni crear una ambientación adecuada. Todo parece ir con cronómetro, “a los tres minutos ya tiene la libreta”, “a los 10 ya se ha liado con Mia”,… El guión quiere englobar tantos eventos que a la vez se olvida de otros, dejando la sensación de saltar de arco argumental en arco argumental del manga sin ninguna conexión. El guión recoge partes importantes de estos arcos pero sin explicar nada, ni hay tiempo para prepararlos ni para delimitarlos. Simplemente lo lanza y a otra cosa. Deja la impresión de transmitir lo más sucinto de estos arcos pero sin ninguna relevancia. Para dar un par de ejemplos: Es esperpéntico que el grupo de trabajo de L aparezca en pantalla simplemente para morir,ni una sola línea de diálogo, ni los conocemos, son solo carne. La obcecación de L con Light parece un “mira, no tengo tiempo para explicarlo, pero estoy seguro que este chico es Kira, créeme”. Y así varios ejemplos.

No hay tensión en las imágenes, ni escenas vibrantes, ni el papel de Ryuk como espejo de las vergüenzas humanas, ni dilemas éticos más allá de un apunte, ni enfrentamiento intelectual entre L y Kira (que podría posponerse a la segunda parte para dar más importancia a Mia en la actual), ni construcción de ambientes, ni tan solo calidad cinematográfica. Las imágenes no tienen fuerza, ni las escenas están bien construidas ni ejecutadas. Volver a empezar una adaptación USA de un manganime en un instituto recuerda engendros de vergüenza ajena como el que no nombraré. La adaptación carece de todas las características que hicieron famoso la obra de Ohba y Obata: carisma de personajes, buenísimos diálogos, duelos de cerebros, dilemas morales, reflejo de lo mejor y peor del ser humano, la corrupción del poder, sensación de liarla cada vez más a ver hasta dónde puede llegar, tensión, estrategias, humor,ángulos de cámara en el manga que transmiten sensaciones, ese punto de locura de Kira al escribir en la libreta subrayado con una producción espectacular de Madhouse (rostros desencajados, cámaras de gran angular, sensación de epicidad),…

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Después de este derribo, ¿se puede decir algo positivo del Death Note de Wingard? Pues sí, por qué no. Quizá son poquitas, pero vale la pena mencionarlas. Lo primero que vemos es que la libreta de la muerte difiere estéticamente a la del anime. Se parece mucho más a un antiguo libro de muerte, o Necronomicon, o los libros prohibidos que abren la caja de los truenos en cintas como Evil Dead o Cabin in the Woods. Tiene mucho más sentido que una libreta impoluta que no parece que haya pasado por otras manos como vemos en el manga y anime. Además, un buen detalle es que Light encuentra anotaciones de anteriores poseedores de la libreta alertando sobre peligros. Con más tiempo (¿una serie?) hubiese sido un buen camino que seguir y explorar. La película sí escoge un camino distinto al manganime dando más protagonismo a Mia, incluso haciéndola receptora de las consecuencias morales de la Death Note. Este hecho marca toda la segunda parte de la película y aunque se critique en el momento del visionado, al cabo de los días no te parece tan mal. Todo esto lleva a una correcta y espectacular escena final original de esta adaptación, muy deudora del vecino trepamuros, que cierra este camino y suponemos que deja abierta el enfrentamiento Kira – L. Para acabar con los aspectos positivos, comentar que los efectos especiales son bastante correctos sin ser una maravilla.

Se puede entender lo que ha hecho Adam Wingard como una aproximación al material de origen, de mucha calidad y bastante complejo, despojando su live action de giros de guión y muchas explicaciones para poder hacerlo accesible al público generalista americano (y de todo el mundo). Pero por el camino se ha dejado la esencia misma de la historia, quedando en un batiburrillo de escenas inconexas, faltas de tejido entre ellas, fallando como adaptación y como película en sí. Wingard no encuentra su propio camino para explicar lo que los autores originales transmitían, ni lo pretende: se limita a coger lo más básico de parte de la historia y a volcarlo en imágenes sin preocuparse de que la historia tenga un sentido de forma orgánica, general. El cast principal tampoco ayuda. Nat Wolff es demasiado soso como para insuflar vida a un personaje como Light y Kira, con claroscuros, de ética deslizante e inteligencia superior. Wolff actúa como si estuviese en una sitcom, sin ofrecer profundidad en su personaje ni la inteligencia que se le supone. Por suerte tenemos a Lakeith Stanfield que se apropia del espíritu de L, lo mimetiza, y además es mucho mejor actor y corre mejor (aunque L no hubiese corrido nunca). Ryuk está desaprovechado, pero al menos Dafoe le imprime carácter.

Nunca he sido partidario de decir “no veas esta película, es horrible”, “no leas este cómic, es espantoso” porque lo que a uno le puede disgustar, a otro le puede parecer apañado,ya no digamos bueno. Tampoco me considero nadie para evitar que otra persona experimente por sí mismo si el producto le gusta o no. Por eso, si tenéis contratado Netflix, podéis darle un vistazo a esta Death Note del director de The Guest. Podría ser algo peor, pero también podría ser mucho mejor. Personalmente los live actions japoneses de 2006, con todas sus limitaciones, me parecen mejores. Al menos está todo algo mejor encarado y planificado, aparte de que son tres películas (y musicales, etc). Si me hubiesen hecho pagar por ver la adaptación actual, me hubiese enfadado. Pero si siguen con la adaptación con dos películas más como han anunciado, posiblemente las veré, porque no pueden hacerlo mucho peor y tengo la corazonada de que mejoren. Y si no es así, tengo una libreta de la muerte de merchandising y sé cómo usarla.

Demasiado manga para tan poco espacio, por Jordi T. Pardo

 

La franquicia de Death Note ha saltado desde Japón a Estados Unidos de la mano de Netflix con unos resultados algo desiguales. La historia clásica de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata ya ha sido motivo de adaptación a la pequeña y gran pantalla siendo su último episodio el narrado en la producción nipona Death Note: El Nuevo Mundo. Esta cinta reinterpretaba la mitología de la serie presentando nuevos personajes y conflictos relacionados con los cuadernos de muerte. Mientras tanto, Netflix ha optado por un opción muy diferente, una nueva versión para el gusto estadounidense. En parte, esto es lo interesante de la propuesta, ver como Death Note podía funcionar al cambiar el contexto y añadir elementos propios de la idiosincrasia estadounidense. En la práctica, la cinta dirigida por Adam Wingard presenta aspectos interesantes, pero también notables defectos que deslucen el resultado final. La esencia de Death Note está presente, los planteamientos y elementos básicos están en superficie, aunque retratados con ligereza y excesiva premura.

El primer cambio llamativo, pero lógico dado sus intenciones, es la ambientación. Esta Death Note se muestra en todo momento como una drama estudiantil, con sus lugares comunes. La obra original prescindía muy rápidamente de esto para centrarse en la trama policial y el thriller psicológico. Esto inevitablemente nos presenta a un Light muy diferente, un impulsivo y marginado sociópata con ánimo de venganza por la muerte de su madre, muy opuesto al estudiante de excelencia, frío y calculador del manga y el anime. Es este un antihéroe más creíble y humano por su desmitificación (el Kira nunca mostró un momento de duda en el manga sobre su misión), pero también menos icónico. Los matices que se introducen humanizan al personaje y también su misión, más enfocada a crear un Dios en la Tierra que a erigirse él mismo como un dios. La metáfora divina no se aprovecha pero es una licencia que lejos de ser gratuita introduce paralelismos interesantes a tener en cuenta.

Pero la que sale beneficiada de esta reinterpretación es un personaje como Misa, conocido en este caso como Mia; un carácter que en la Death Note original se quedaba en una mera comparsa de Kira toma aquí la iniciativa. En este caso, su presencia añade al conflicto, con una personalidad igual de obsesiva que su referente de papel, pero más fuerte, y con su propia hoja de ruta. Por desgracia, el drama resultante es algo pueril, la cinta deriva en un Sid Vicious y Nancy Spungen contra el mundo que no permite avanzar el conflicto central ni ahonda en las cuestiones que propone. El personaje más perjudicado por esto es L, un elemento que para el guion del filme parece incómodo. Esto puede ser porque en sus anteriores filmes Adam Wingard siempre se ha centrado más en el terror cotidiano que en lo sobrenatural y en el thriller más que en el misterio.

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El personaje de L interpretado por Keith Stanfield, más allá de cambios físicos y estéticos, queda totalmente desdibujado a las primeras de cambio. El gran detective del mundo realiza aquí suposiciones más que deducciones. Los aficionados que sepan por dónde van sus razonamientos no necesitarán más para comprender, pero para otros espectadores sus premisas pueden resultar simplistas. L se convierte en un detective del montón cuya supuesta genialidad se ve superada por su visceralidad y su incapacidad para mantener a raya sus emociones (tan contrario esto al personaje . El tête à tête con Kira no funciona porque el verdadero opuesto del este es Mia y L pasa en este caso a ser la mera comparsa de la historia. Esto no sería necesariamente malo si el guion supiese venderlo mejor y se hubiese desligado con más fortuna de sus recovecos románticos.

El problema subyacente es el que se deduce de una trama precipitada que intenta sintetizar demasiado en muy poco espacio y tiempo. Los personajes no tienen margen para sus jugadas de ajedrez, para razonar su comportamiento y sus acciones. El componente Destino Final no era un mal añadido, pero nuevamente juega en contra de la trama detectivesca. Y tampoco hace honor a la causa una banda sonora fuera de lugar y desacertada que rompe totalmente el tono de la producción con su propuesta desde la primera escena y hasta el mismo final. Este último mantiene lo enrevesado y retorcido de los giros y vueltas de tuerca del manga, pero utilizando las normas de los cuadernos de muerte de una manera que no está del todo bien explicada y dejando una conclusión demasiado abierta que puede acabar por molestar a muchos aficionados.

Entre las virtudes de la producción está su ritmo y una fotografía que consigue hacerse llamativa pese al ajustado presupuesto que esconde detrás. Este es el motivo por el que Ryuk casi siempre se muestra entre sombras, aunque esto añade al personaje un matiz al que sabe sacar provecho su director y un Willem Dafoe que aporta tablas solo con su voz. En conclusión, el filme de Netflix tiene puntos de interés a tener en cuenta, pero resulta mediocre en su forma de abordar y defender su propuesta. Las posibilidades de esta versión naufragan en un filme irregular que se alimenta de la mitología de su referente pero no sabe explotar sus particularidades para acabar de hacerlas atractivas al espectador.

Necesitamos más páginas para este cuaderno, por Jordi Molinari

 

No he leído un solo capítulo del manga de Death Note. Conozco de que va la obra, y visualmente algún personaje, aunque sin asociarle el nombre. Era de esas obras que, simplemente, jamás me había entrado el momento de empezar a leerla. No es por el género, puesto que si he leído Gantz – incluso también por Netflix vi su película de animación por ordenador – o Deadman Wonderland, por poner ejemplos. Ya digo que no he leído la historia completa, y desconozco si evoluciona en un tipo de género distinto al que le podría presuponer. Pero un buen día, enciendes Netflix y te sale en las novedades su adaptación del famoso manga. Occidentales adaptando material oriental. Suele ser bastante conflictivo, pero no podía ser peor que con Ghost In The Shell. Que no es mala película, si bien visualmente parecía más un spin-off de la saga Blade Runner. Generalmente siempre he sido capaz de separar, en una adaptación, lo que era el material y lo que era su adaptación. En este caso, me ahorraba la segunda parte. Y esto está bien, porque cuando se hace una adaptación, ¿es una recompensa a los fieles aficionados del material original? ¿O es otra forma de llevar la obra a quienes, por múltiples motivos, no se habían acercado a la obra original? Podría divagar más sobre esta disertación, pero mi idea es precisamente desvincularme de todo lo que haya podido aprender a posteriori. Escribir la reseña con la misma información que cuando finalizaron los créditos en Netflix.

Lo que si me gustaría decir, empezando ya hablar de la película, es de un error que he visto en otras personas en otras reseñas con el inicio de la misma. Light Turner NO sufre bullying. Si hay bullying al principio de la película, incluso podríamos valorar que el motivo principal de Light a usar el cuaderno podría ser este. ¿Pero él lo sufre? No, alguien que sufre bullying no recibiría dinero por hacer exámenes. Esto teóricamente demuestra su inteligencia académica. Le menospreciarían, le obligarían a hacerlo gratuitamente. Su defensa sobre alguien que SI está sufriendo bullying no lo equipara a la víctima. Light quiere pavonearse, mostrar su superioridad. No es alguien que también sufre bullying que finalmente dice “¡Basta!” ante el matón de turno. Es alguien que se cree superior, que va en plan Spiderman pero sin tan siquiera llegar a ser un Peter Parker. Demostrar que tras toda la fachada de supuesta superioridad, hay realmente un pringado y que el resto de la gente le importe una mierda, no es sufrir bullying. Light Turner es un capullo, pero con una situación familiar que hace que no termines de rechazarlo como protagonista. No diría que con ello ya empatices con él, pero sí que puedes comprender en parte que “se haya desviado del buen camino”. No es el protagonista de Kick Ass. Más aún, de aparecer en alguna de las películas, no sabrías decir que arquetipo seguiría. Sí el que parece que va a ser malo pero se redimirá al final, o el que parece que iba a ser el amigo fiel que se vuelve malo. O si simplemente, cuando Ryuk se aburra de él, lo va a devorar.

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Eso sí, como apuntábamos antes, por encima de la justicia, el bien y el mal, lo que quiere es marcar paquete. Has logrado tu venganza. ¿Para qué querer más? Pues porque la historia no puede avanzar si no hay un romance cishetero, el cual muchas veces no es únicamente innecesario, suele anular a la contrapartida femenina del protagonista. Estoy seguro que la trama hubiera podido funcionar por igual sin Mia. Diferente en algunos puntos, por supuesto, pero teniendo al padre podría haber llegado a un final similar. Y sin embargo, Mia se va haciendo tan o más protagonista que Light a medida que avanza la trama. En parte porque como decía, Light es un capullo y solo valora realmente a Ryuk – por lo sobrenatural – y a L. Este se vuelve el protagonista, o el bueno, según donde esté tu código moral.

Con el final abierto de la película, está claro que en una futurible secuela los roles finalmente estarán invertidos desde el principio. Porque Death Note es un cuaderno en blanco, y lo que acaba reflejando es la pura realidad. No importa cuanto lo intentes revestir, al final sólo queda papel y tinta. Un relato de quienes somos en realidad. En el caso de Light, se va desvistiendo de falsas bondades y dudosas moralidades, para terminar aceptando lo que realmente ya era antes de la llegada del Death Note. Y bueno, hablando de futuribles secuelas, ojalá otra con los orígenes y pasado de Ryuk y el cuaderno. Pese a sus fallos, ha resultado ser bastante lo que esperaba por una película estrenada directamente en Netflix. No es un taquillazo, pero tampoco es la típica secuela que salía directamente en VHS. Y por ello, y por la moderada satisfacción al verla, espero que no sea la última ocasión que sepa de Light Turner, Ryuk y L en la plataforma de Netflix.

Pásame la manzana, Ryuk, por Mònica Rex

 

Hace un año tuve la suerte de poder escribir una guía de lectura sobre la franquicia de Death Note. En ese momento hice un repaso del manga, el anime, las películas, las novelas ligeras e, incluso, los videojuegos. Fue una tarea complicada por el volumen de material que había que analizar, pero reconfortante porque me permitía hablar de uno de esos mangas que han cruzado al lector habitual del cómic japonés. Igual que lo hiciera Dragon Ball en su momento y en los últimos años, por ejemplo, Naruto. Esa experiencia me permitió reflexionar acerca de cómo los japoneses conciben el concepto adaptación.

Los aficionados al manga estamos acostumbrados a que las historias cambien cuando se adaptan a un medio nuevo. Por ejemplo, un anime puede modificar la historia del manga para darle más sentido, hacerla más creíble o, simplemente, porque el anime empieza a realizarse antes de que el manga haya terminado. Vamos con tres ejemplos de series cuyas dos versiones son muy diferentes: Fullmetal Alchemist, Evangelion y Parasyte. Pero existen millones de casos donde las diferencias son pequeñas o sutiles.

Habitualmente, la industria japonesa utiliza este recurso para adaptarse a las críticas de los aficionados. Por ejemplo, aunque el manga y el anime de Death Note son prácticamente iguales, los guionistas de los live action escucharon a los aficionados y cambiaron el final: prescindieron de la trama de Near y Mello. Esta decisión sumamente aplaudida tuvo repercusiones en la continuidad de la franquicia. No solamente el resto de películas se han tenido que adaptar a esta nueva versión, sino que la novela ligera L change the WorLd también bebe de ese final alternativo. Por cierto, esta novela también está adaptada a película de acción, con diferencias de guion.

Por tanto, no entiendo las críticas que se centran en subrayar las diferencias que hay entre la historia original y la versión de Death Note de Netflix. Las películas japonesas adaptan la historia original modificándola según los gustos de los fans. La película americana adapta la historia original modificándola según la idiosincrasia de los potenciales espectadores occidentales. Por tanto, ambas producciones se basan en la misma máxima: adaptar el producto original para ampliar el espectro de aficionados a la franquicia. Ahora bien, sí hay muchas cosas que se le pueden recriminar y criticar a la película.

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Para empezar, la banda sonora es un despropósito. Las escenas de tensión e intriga quedan anuladas por canciones cuya letra no tiene nada que ver con lo que estamos viendo. Por ejemplo, en la escena de la noria, suena la canción I don’t wanna live without your love de Chicago cuya letra dice cosas como: I don’t want to face the night alone. Esto no tiene nada que ver con la acción, ni las relaciones entre los personajes, ni nada. Este es un ejemplo para señalar que la banda sonora está metida con calzador: sin un objetivo, motivación ni intención claras. Otras dos canciones qué nadie sabe que pintan son Reckless de Australian Crawl que abre la cinta y The power of love (you are my lady) de Air Supply que la cierra.

Por suerte, el desastre sonoro no se extiende a los aspectos visuales. La película no peca de ser demasiado oscura, aunque, lógicamente, lo es. Quizás, lo que más se echa de menos es una imagen clara de Ryuk, quien siempre está en planos estratégicos para que no se note mucho el trabajo digital. Al principio, parece que el director juega a enseñarte poco para, más adelante, realizar un golpe de efecto y exponer al shinigami en todo su esplendor. Pero no, ese momento no llega nunca, creando cierta frustración. Sobre este tema, creo que introducir el concepto de shinigami en vez de usar el de demonio no requería un esfuerzo intelectual para el espectador. Hasta cierto punto, no hacerlo ha sido tratar de tontos a los espectadores occidentales, como si no fueran capaces de comprender el concepto original.

Ahora bien, el guion no creo que sea malo. Podemos decir muchas cosas, que no adapta fielmente el manga ni las películas originales (por cierto, en Japón tuvieron que realizar dos películas para adaptar los doce tomos tankobon y aquí tenemos una cinta de hora y media); también podemos señalar que es precipitado (¿he comentado lo de los doce volúmenes y dos películas resumidas en hora y media?); incluso podemos criticar la evolución de los personajes. Pero la película se deja ver porqué el argumento es entretenido: Light recoge el cuaderno de muerte, se alía con Mia, deciden combatir el mal, las cosas se tuercen y, finalmente, se traicionan mutuamente. Entre medias, tenemos a L y la policía intentando descubrir quién es Kira y cómo pararle los pies. Quizás esta es la parte de la trama que se escapa al espectador que no conozca la franquicia, ya que el alto ritmo de la cinta hace que los razonamientos de L parezcan aleatorios.

Nos queda por hablar del reparto. Death Note de Netflix gira alrededor de tres personajes: Light, Mia y L. Mientras que la historia original tiene muchos más personajes principales y, precisamente, Misa (Mia en esta adaptación) no es uno de ellos. De hecho, los personajes femeninos creados por Tsugumi Ohba y Takeshi Obata son un chasco. Naomi Misora y Misa Amane son “las novias de” y su participación en la trama dura lo mínimo para demostrar que “para ser una buena mujer, hay que renunciar a todo por tú hombre”. En este sentido no puedo sino aplaudir la reinterpretación que se hace de Misa en Mia. Tal es la transformación del personaje que contribuye de manera determinante a la trama de la película. Además, Margaret Qualley eclipsa a su compañero de reparto en cada escena que tienen juntos. Es mucho más creíble y es la verdadera Kira de la historia. No como en el manga, donde Misa era el segundo Kira (si no conocéis la historia original, no sabréis de qué estoy hablando). Esta diferencia absolutamente radical con la historia original, a mí me parece un gran acierto sobre todo gracias al trabajo de la actriz protagonista.

En cambio, con Lakeith Stanfield sucede todo lo contrario: esta tan sobreactuado que no parece real. Si comparamos la interpretación con la realizada por Kenichi Matsuyama en las películas japonesas no hay color. Sí es cierto que podemos ver rasgos comunes entre las tres versiones de L (manga, Matsuyama y Stanfield) como la manera de sentarse o la manera de comer dulces, pero la naturalidad del actor japonés contrasta escandalosamente con la artificialidad del americano. En cambio, Nat Wolff, Light, está correcto: la adaptación del personaje nos puede parecer más o menos acertada, pero la interpretación no es mala.

En definitiva, creo que alrededor de esta adaptación de Death Note se ha formado un movimiento hater desde el momento que salió el primer tráiler. Cosas como que L fuera de origen afroamericano parecían incomprensibles para un fandom acostumbrado al live action japonés y a adaptaciones americanas horrendas. En este sentido, muchos son los que han comparado esta película con Dragon Ball Evolution y, lo siento, no tiene sentido. Esta última sí pervertía completamente el sentido de absolutamente todo lo que es Dragon Ball, empezando por qué la acción ocurría en un universo absolutamente distinto. En cambio, Death Note intenta acercar uno de los clásicos modernos del manga a un público que rechaza el manga simplemente por: ser japonés, ser en blanco y negro, y su sentido de lectura oriental. Si nosotros, como lectores de manga, queremos que nuestro formato fetiche se extienda por doquier, tenemos que aceptar que se realicen adaptaciones. En el sentido estricto de la palabra adaptar. Sólo de esa manera, el espectador se planteará dar el paso a la obra original; si le gusta, quizás probará otro cómic manga. Finalmente, quizás, se convierta en uno más de nosotros.

Fallida a doble nivel, por Nacho Teso

 

Hay dos maneras de enfocar una crítica cuando nos enfrentamos a un filme como el que hoy nos ocupa. Por un lado, tenemos Death Note como adaptación de un mítico manga, popular como pocos y de calidad más que demostrada. Por otro lado, tenemos Death Note como producto libre, capaz de ofrecer su propia versión sin adherirse al pie de la letra a las normas de la obra original. Ambos puntos de vista son válidos, por lo que el escrutinio de ambos está a la orden del día.

Como adaptación, la película de Adam Wingard es un producto poco respetuoso, fallido, incapaz de capturar nada que no sean los elementos más superficiales del manga original. Nada de la tensión y el interés que hacen de Death Note una obra tan intensa tienen su reflejo aquí. Los personajes son imitaciones sin una pizca del carisma de sus originales. Y todo esto, todo lo que he mencionado en este párrafo, lo puedo obviar y perdonar.

Una adaptación no deja de ser su propio ente. Uno de mis mayores intereses a la hora de ver esta versión de Netflix era ver cómo adquiría identidad propia. Si conseguían darme una buena película, poco me importaba que no se pareciera al manga. Sería un producto divergente que tendría sus propias virtudes para ser disfrutado. El problema es que Death Note ni siquiera es una buena película.

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El filme protagonizado por Nat Wolff, Keith Stanfield y Margaret Qualley tiene mal guión, mal ritmo, malos personajes, conflictos poco interesantes, un desarrollo obvio, una banda sonora para olvidar y solo destaca de manera muy leve a nivel visual. Únicamente su secuencia final parece tener algo de alma en un producto fallido a tantos niveles que no hay por dónde salvarlo.

Ya desde el inicio la película muestra signos de pobre desarrollo. Su prólogo coloca el foco de interés fuera del cuaderno de muerte y sobre la relación amorosa entre Light Turner y Mia Sutton. Relación que nace por combustión espontánea, al igual que la figura de Kira como dios ejecutor. Todo el inicio de la cinta es tremendamente apresurado, lo que dificulta establecer el nuevo mundo en la mente del espectador.

Cuando L entra en escena, sus primeros compases parecen adecuados. Sin embargo, pronto descarrila en un detective emocional en todo momento y lógico en ninguno. Cada momento en el que viéramos a L contra Kira debería ser uno de tensión máxima, una partida de ajedrez entre mentes superiores. Nada de eso hay aquí, pues ni asesino ni investigador demuestran poseer la más mínima inteligencia.

Y es que la estupidez de todos los personajes que aquí participan (excepto quizás Ryuk, que igualmente es una versión unidimensional) es tremenda. El juego del gato y el ratón que nos ponen delante es desastroso, con un gato que no caza y un ratón que no sabe escurrirse. Quizá una mayor cantidad de metraje hubiera ayudado a desarrollar mejor lo que querían contar, pero el producto final es el que ya hemos visto. Superficial, incapaz, fallido como adaptación y fallido como película. Una oportunidad perdida de hacer algo a la altura de una obra mítica.

De masacres sin miedo y millenials que plantan cara, por Pedro de Mercader

 

A la hora de toma una franquicia archoconocida para trasladarla a otro medio, está claro que nunca satisfarás a todo el que desee ver dicha adaptación. Todo el mundo tiene su película ideal en la cabeza, o ideas de como sería tal o cual personaje. Pero, jamás hay que olvidar que, si de entre todas las opciones, te han escogido a ti para que lleves a cabo esta empresa, es porque los contratistas solo quieren ver tu visión del material y no otra.

Death Note, como obra de culto que es, parte de una premisa que no deja de sorprenderme que se haya originado en el país que lo hizo. Vale que los nipones a ser retorcidos no los gana nadie, pero cuesta creer que una trama como esta haya nacido tan lejos del país creador del género negro, del mismo país que permite el tráfico libre de armas, y que ha sufrido matanzas escolares en sus propias carnes a causa de ello. Death Note es una fantasía adolescente, va de uno adolescente ególatra y psicopático cabreado con el mundo porque se cree por encima de él y que recibe la herramienta para solucionarlo (¿O era hacerlo a su semejanza?).

Adam Wingard, uno de los enfants terribles del terror yankee actual, ha tenido el coraje de no ser engullido por un material que, por otra parte, no deja ser el un punto de partida, no algo a lo se deba un respeto extremo (en mi opinión, ninguno lo es ni debería serlo). Eso se traduce en una adaptación que, obviamente, ya era odiada mucho antes de estrenarse a la que muchos seguidores les hacía levantar la ceja ante semejante ultraje y traición. Nada nuevo.

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Hay que valorar Death Note como lo que es: la última película de Adam Wingard, que ha demostrado merecer el término de autor tras esta intrépida jugada. Netflix le ha dotado de libertad (o la ha logrado él antes de firmar) y eso de aprecia en todo momento. Hasta los errores del filme, que los tiene, sobre todo a nivel narrativo, que los tiene y son muy severos, forman parte de su identidad.

Pero algo que no se puede negar es que el director ha tomado algunas decisiones arriesgadas que podrán gustar o no, pero que demuestran mayor honestidad y osadía que la mayor parte de las películas que adaptan cómics que nos llegan, las cuales, en mayoría de los casos salen productos salidos de una fotocopiadora en los que los creadores están capados. Eso, o bien, los directores resultan que ahora tienen gustos y unos temas clónicos. No, Wingard opta por el neón, por una estética particular, por temas ochenteros, por un espacio temporal que no se puede ubicar concretamente, por un no-lugar (aunque sea Seattle, lo bien es que resulta un lugar que tiene cierto toque onírico), el hecho de que tome pecho y no quiera ser más de lo que es: serie B para millenials…

Creo que los personajes están mejor logrados de lo que jamás lo han estado los originales, porque son personajes con arco, y, sobretodo, humanos. Los del manga son completamente planos, y no aprenden absolutamente nada (al menos, en el recorrido que llevo). Son personajes diseñados para que no empatices con ellos, lo cual me resulta como lector erróneo. Eso es algo que no puedo decir de esta película, para bien o para mal.

Death Note
es maravillosamente imperfecta. Es una película que lejos de tener las pretensiones de la obra original, opta por hacer una propuesta que no pretende más que ser una película endiabladamente divertida. Lo logre o no, ya depende del espectador. Pero no se le puede negar a Wingard que lo ha intentado ni, que este ha sido SU intento y no el de una corporación que lo ha engullido para hacer una adaptación poco arriesgada que haya querido satisfacer a todos. Yo la he disfrutado. Y no pienso disculparme por ello.

Superficial Note, por Rubén Merino

 

Podría ser peor. Esa es la agridulce sensación que me ha provocado esta adaptación, o más bien reimaginación por parte de Netflix del popular manga de Takeshi Obata y Tsugumi Ohba. La película producida por la popular plataforma de contenidos audiovisuales tan solo utiliza contados elementos de la obra original, dando a luz a una versión condensada, acelerada, modernizada y excesivamente simplificada de uno de los cómics japoneses más conocidos del siglo XXI. Ni siquiera el aceptable inicio de la película logra salvar del todo un conjunto que termina resultando muy superficial y enfocado al público adolescente, perdiendo las señas de identidad que hicieron grande al manga y anime. Sin embargo, las críticas feroces que ha recibido en los últimos días han pecado de demasiado grandilocuentes y, al final, esto hace un favor a la propia producción. Porque si bien esta Death Note fracasa estrepitosamente como adaptación y se derrumba a la mínima comparativa, lo cierto es que es una película que no llega a ser tan horrible como la pintan, se deja ver, y aporta algunas ideas interesantes pero mal ejecutadas.

A la hora de ver Death Note no he podido evadirme de leer algunas opiniones por redes sociales, ya que siempre hay miedo a la hora de enfrentarse a este tipo de live actions, y más si eres un incondicional del original. Uno de los primeros comentarios que leí al respecto fue que era “la nueva Dragon Ball Evolution”. Mal empezábamos. Por otro lado también me habían comentado que lo mejor era verla con la mente abierta, así que decidí abandonar mis prejuicios por una noche e intentar ser objetivo, y la verdad que la combinación de esa actitud y las horribles críticas fue positivo. Los primeros compases de la película no son nada malos. Es cierto que poco o nada tienen que ver con la obra de Obata y Ohba más allá de que aparezca la Death Note, Ryuk, la tipografía del título y los nombres de los personajes, pero al menos se ve una intención de crear, de formar un producto que tenga los cimientos en lo que leímos hace años y a partir de ahí dar algo nuevo al público. Y la verdad es que lo hace más o menos bien, porque aunque los personajes estén tremendamente desdibujados en la mayoría de los casos, hay otros a los que esta nueva concepción les ha sentado como anillo al dedo. Sobre todo se aprecia en Misa, Mia en esta versión estadounidense, que por fin deja de ser una mera comparsa fanática de Kira y se vuelve una chica activa, con sus propias inquietudes y objetivos y que de hecho desencadena muchos de los acontecimientos hasta el punto de parecerse más al Light original que el propio Light Turner. La interpretación que hace Margaret Qualley no es nada del otro mundo (me trajo demasiadas reminiscencias a Kristen Stewart), pero la concepción del personaje es buena.

Esta mejoría de Misa, sin embargo, trae enormes repercusiones en Light, que no es ni la sombra de lo que es en la versión nipona. Frente a un personaje frío, calculador, con nulo nivel de empatía, brillante, el mejor ejemplo de la mezcla entre un genio y un sociópata megalomaníaco que se puede encontrar en obras modernas, Netflix nos presenta a un Light indeciso, en plena edad del pavo, histérico e incapaz de controlar nada, sin ningún rastro de su genialidad y que se deja llevar por las decisiones de otros. Esto se ve agravado por la pésima interpretación de Nat Wolff, excesivamente sobreactuado en muchas ocasiones, anodino en otras. Es un personaje que sin la presencia de Mia hubiese dejado de utilizar la Death Note tras el segundo asesinato, y hay que tener en cuenta que el primero lo hace por mandato de Ryuk y el segundo por mera venganza personal. Ni justicia, ni planes geniales ni nada. Lo bueno que se puede encontrar en esta dupla de personajes es la concepción que le dan a Kira, no como la figura de Light como un Dios, sino como un concepto de Dios en sí mismo, un intento de construir algo y no de convertirse en ello. Una genial idea que sin embargo se diluye como el papel mojado a partir de los 30/40 minutos de película.

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Con L ocurre algo similar a Light, con el agravante de que en un inicio Keith Stanfield si me da el pego como el detective, por su interpretación, su lenguaje corporal y por cómo nos lo presentan. Sin embargo, minutos más tarde nos ofrecen una versión de L a años luz de lo que le define, volviéndose una especie de héroe de película de acción hasta arriba de adrenalina e ira que, entre otras cosas, persigue a Light pistola en mano sin dar ninguna muestra de su capacidad deductiva en ningún momento. Y ese es uno de los grandes fallos de la película también, obviar en todo momento el duelo intelectual de los protagonistas, uno de los pilares clave del original, y sustituirlo por acciones y escenas típicas de una película juvenil norteamericana. El final intenta rescatar un poco ese duelo de mentes con un atisbo del asesinato de Raye Penber y un plan maestro de Light, pero el poco espacio para contar y mostrar las cosas hace que resulte poco creíble y forzado, ya que en ningún momento nos enseñan a un Light capaz de idear un detallado plan de venganza, ni se nos ofrece una visión del robo de documentos que llevan a L hasta los Turner (Yagami en el original), se trata muy por encima ese plan para acabar con los agentes del FBI que investigan el caso… La precipitación hace mucho daño a la película, creando un final lleno de cosas que pasan porque tienen que pasar y que además van contradicen la manera de ser de los personajes y sus actos previos.

Por otro lado, y hablando ya en general de la película, lo más destacable lo encontramos a nivel de diseño y planos, con una estética que en principio choca, pero que al final resulta aceptable, aunque en mi opinión es excesivamente edgy, buscando ganarse el favor de los jóvenes con ropa molona y actitudes guays para los adolescentes. Sin embargo, el apartado musical le hace un flaco favor a la película, ya que aunque hay algunas pistas que encajan con el estilo que se ofrece, entre ochentero y “a lo Mr. Robot/Watchdogs”, hay escenas en las que se introducen temas que no encajan para nada con lo que vemos. Esto provoca que haya varias escenas realmente ridículas, como el clímax final en la noria, o el combo “baile de instituto+chistera+cámara lenta”. No solo la música provoca momentos bochornosos, la propia actuación actoral (esa primera aparición de Ryuk y el comportamiento de Light…) o los diálogos (“¿puedo besarte?”) provocaran más de un momento de vergüenza ajena.

Pese a todo esto, si abrimos la mente y evitamos la comparación con la obra original, nos queda una película juvenil bastante aceptable, con buenas ideas mal ejecutadas y que peca de acelerar demasiado para contar más cosas de las que caben en los minutos de metraje disponibles. Tiene poco de Death Note, ya que incluso el propio cuaderno está mal utilizado, las normas no quedan muy claras y no se respetan mucho las originales. Es bastante posible que la gente que vea de nuevas la película no se entere ni de cómo funciona. Es un elemento muy cercano al McGuffin en esta ocasión, ya que si lo sustituyes por otra cosa que también tenga poder para matar daría el mismo resultado. En definitiva, Netflix ha desaprovechado una gran oportunidad para dar un cambio de aires a la adaptación de Death Note y ha creado un producto más cercano a películas del tipo Destino Final (tiene mucho de esta saga, incluso algo de gore que, personalmente, me sorprendió ver), demasiado adolescente y superficial para mi gusto. Pese a ello no es una película horrible, es bastante disfrutable por alguien que no tenga ni idea del contenido original y superior a los live actions japoneses, en mi opinión. Un filme pasable, a años luz de la obra de Obata y Ohba, pensado para verse sin prejuicios y como una interpretación libre de la misma.

Cuadernillo de verano, por Sergio Fernández

 

En ocasiones nos encontramos con películas que parecen estar malditas incluso antes de su estreno. La versión americana de Death Note es una de esas cintas destinadas a ser acribilladas por la crítica y buena parte del público. Personalmente creo que nos encontramos ante una obra fallida, pero en absoluto deficiente. Mi primera reacción al finalizar el visionado de la misma es el de haberme entretenido, aunque sin hallar los rastros de excelencia que nos encontrábamos en el anime de Tetsuro Araki.

El hecho de que Adam Wingard fuera el encargado de llevar a buen puerto esta adaptación despertó mi optimismo tras haber disfrutado considerablemente tanto como You are the next como con The Guest. Y lo cierto es que el buen hacer de Wingard se nota a lo largo de los, demasiado escasos, 90 minutos que tiene el metraje. El humor negro es marca de la casa del joven director nacido en Tennessee, así como los toques de gore que casan muy bien con la historia que nos cuentan. Algunas de las muertes realmente impactantes que podemos ver en pantalla nos recuerdan, irremediablemente, a la saga de Destino Final. ¿Dónde reside el problema? El guión que nos plantean tiene poca consistencia y no saben dar con la tecla para alcanzar la genialidad.

Probablemente el formato de largometraje no ayuda a la historia por lo que una miniserie de 8-10 capítulos hubiera sido lo ideal para el desarrollo de la narrativa. Prácticamente toda la mitología relacionada con el mundo de los shinigami brilla por su ausencia así como el juego del gato y el ratón que se traen Light y L en la obra original (en la que, por otro lado, también se pecaba de estirar en exceso la historia). Se apuesta por el consumo rápido y lo visual en vez de meter el bisturí en componentes más complejos. La sensación que nos alberga es la de una oportunidad claramente desaprovechada.

Donde más obstáculos me encuentro es tanto en la elección de Nat Wolff como Light Turner como con el propio dibujo del personaje. El actor californiano carece de la presencia y el carisma necesario para dar vida a Kira por lo que la sensación de poder y dominio que se le presupone es inexistente. Se opta en esta versión de Death Note de tirar hacia lo mundano, creando un Light mucho más terrenal, limitando sus aspiraciones. Para suplir estas carencias, en el libreto se encargan de dotar a su partenaire femenina, Mia Sutton, (una estupenda Margaret Qualley a quien no pierdo de vista tras descubrirla en The Leftovers) de unas aptitudes diametralmente opuestas de las que nos encontrábamos en la obra original. Si en el relato japonés Misa Amane, no especialmente espabilada y en ocasiones bastante cargante, se encontraba al servicio de Kira en todo momento, en la nueva versión occidental vemos a una Mia ambiciosa e inteligente por lo que el personaje gana en profundidad.

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Volviendo al apartado de las sombras, la traslación de L a la película de Wingard ha sido totalmente garrafal y eso que la interpretación de Lakeith Stanfield es más que aceptable. Nos encontramos con un antagonista superado en varias ocasiones incluso asustado y que, en definitiva, parece una parodia del personaje creado por Tsugumi Ohba. Sin embargo, la vuelta de tuerca que le dan a Ryuk si que funciona ya que dota al dios de la muerte de una oscuridad que no habíamos visto hasta ahora. Willem Dafoe realiza un excelente trabajo en su doblaje, lástima que podamos disfrutarle tan poco como consecuencia de los reducidos minutos que aparece (siempre entre las sombras) en pantalla.

En definitiva, si aún no conoces el universo Death Note te recomiendo encarecidamente que te hagas o bien con el manga o bien con el anime y disfrutes de una de las joyas japonesas que mejor acogida ha tenido en Occidente. Si ya conoces la obra original y aún no has visto la adaptación de Wingard, lo mejor que puedes hacer es deshacerte del cuaderno de muerte (y con él lo harán todos tus recuerdos…) y ver la cinta sin más pretensiones que entretenerte a lo largo de hora y media. Olvidar cuál es la fuente de donde brotó esta idea para así evitar a toda costa entrar en comparaciones que lastren la experiencia. ¿Una vez recuperes la memoria? Siempre puedes entrar en Zonanegativa y compartir con nosotros tu opinión.

Regla 53. Los individuos que pierdan la posesión de la Death Note también perderán la memoria de todo lo relacionado con ella. Esto no quiere decir que pierdan por completo su memoria desde el día que obtuvieron la posesión hasta el momento de perderla, sino que únicamente lo harán de los acontecimientos directamente relacionados con la Death Note.

¿Y si la Death Note hubiese caído en un instituto de EEUU?, por Oriol Estrada Rangil

 

Los otaku deberían estar ya curados de espantos, después de varias adaptaciones fallidas de manos de Hollywood (y las que vendrán), rasgarse las vestiduras a estas alturas, incluso antes de ver la película, es prácticamente masoquismo. Death Note es uno de los grandes fenómenos del manga y el anime de la última década, siendo todo un referente incluso más allá del lector habitual de manga. Es por eso que cada nueva noticia sobre el rodaje de la película, especialmente del casting, era recibida con reacciones viscerales y mucha bilis. Quizás, para no tener un corte de digestión, lo mejor es rebajar esas expectativas al mínimo y no esperar que una versión norteamericana de un manga sea realmente fiel al original. Porque sabemos que eso es imposible, todo tiene que pasar siempre por el filtro americanizador. Así pues, casi que lo mejor es tomarse esta película como un “What if”… “¿Y si la Death Note hubiese caído en un instituto de EEUU?”.

Pues bien, esto sirve y te salva durante la primera media hora o incluso tres cuartos de hora de la película. El protagonista, Light/Kira, a pesar de no tener nada que ver con el original, es un enfoque nuevo que a priori parece interesante. Aunque inteligente, no es precisamente un estudiante modelo, y sus motivaciones se deben al resentimiento por el asesinato de su madre y por el bullying, más que por una serie de reflexiones filosóficas. Y el investigador, L, cuya raza y aspecto escandalizó tanto, es un buen personaje hasta que a mitad de película sufre una inverosímil transformación. El tercero en discordia es Mia. Si bien su personaje en la obra original servía casi más de adorno que cualquier otra cosa, aquí tiene mucho peso en la trama… de hecho, tiene demasiado. Y aquí es donde se derrumba todo.

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Es una película de poco más de hora y media, que te presenta a dos supuestos personajes antagónicos, pero termina apoyándose más en un tercero, aparentemente secundario, dejando totalmente desdibujado al protagonista, que apenas consigue evolucionar como personaje. Si algo destacaba en Death Note y se convertía en uno de sus principales atractivos, era esa constante lucha intelectual entre Kira y L, pero esto aquí desaparece casi por completo. Excepto por un giro final, o mejor dicho, una pirueta final que no convence en absoluto, y que parece intentar dar a Light un carácter más parecido al de la obra original (pero que no habíamos visto hasta ahora, ¡sorpresa, soy más listo de lo que parecía!).

Y es que como decía, la segunda parte de la película parece un auténtico despropósito, como los propios personajes, es una huida hacia adelante donde no importa nada de lo sucedido hasta el momento. Las cosas pasan tan rápido, que uno llega a perderse con la cantidad de nuevas reglas de la Death Note que van apareciendo, e incluso hay una serie de incongruencias absurdas con las que cualquier aficionado al manga o al anime, esta vez sí, tendrá todo el derecho de pedir la cabeza de alguien.

Volviendo al principio, nunca esperaría que se hiciera una adaptación fiel al original, y en cierto modo, casi mejor no intentarlo. Hacer una reinterpretación, es quizás la opción más fácil, pero al menos procura ser fiel al espíritu del original, no tanto en su forma, pero quizás sí en su contenido, en su tesis, y sobre todo, aprovecha todo lo bueno que tiene la obra original. Y esto es lo que no ha conseguido hacer Adam Wingard, que en esa infame segunda mitad se carga todo lo construido hasta el momento, traiciona la esencia de los personajes (de su propia película, no digamos ya del manga) y nos ofrece un final espectacular, pero que más que sorprender o emocionar, te deja con la ceja levantada… “¿en serio?”.

La Death Note de Netflix no llega a lo aceptable de Ghost in the Shell, y probablemente está por encima de una supuesta versión cinematográfica que algunos dicen que se hizo de Dragon Ball (¿eso existe? ¡No me lo creo!). Lo cual la deja en una de esas tantas oportunidades perdidas de trasladar, con bueno resultados, todo lo bueno que puede ofrecer el manga y el anime a un público más amplio. Así que una recomendación: buscad el manga o el anime.

¡Es la hora de la encuesta!

¿Qué te ha parecido la nueva adaptación de Death Note de Netflix?

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  • Regular. El parecido con el original se encuentra ausente o fuera de cobertura. (18%, 26 Votes)
  • Buena. No es una mala película aunque no sea una buena adaptación. (17%, 24 Votes)
  • Excelente. Es una interpretación interesante de la historia. (2%, 3 Votes)
  • Notable. Me han entretenido y eso ya es importante. (1%, 2 Votes)

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PARA MÁS INFORMACIÓN

Death Note: todo sobre la franquicia

  Dirección: Adam Wingard. Guión: Charley Parlapanides, Vlas Parlapanides, Jeremorioy Slater (Manga: Tsugumi Ohba, Takeshi Obata). Música: Atticus Ross, Leopold Ross. Fotografía: David Tattersall. Reparto: Nat Wolff, Keith Stanfield, Margaret Qualley, Shea Whigham, Willem Dafoe, Jason Liles, Paul Nakauchi, Jack Ettlinger, Michael Shamus Wiles, Jessica McLeod, Chris Britton, Matthew Kevin…

VALORACIÓN GLOBAL

Alejandro García - 4.5
Cristian Miguel Sepúlveda - 6
Daniel Gavilán - 5.5
Francisco Miguel Espinosa - 2
Jordi Querol - 4
Jordi T. Pardo - 6
Jordi Molinari - 5.4
Mònica Rex - 6
Nacho Teso - 3
Pedro de Mercader - 7
Rubén Merino - 5.5
Sergio Fernández - 5.7
Oriol Estrada Rangil - 4.5

5

Mediocre

En la redacción hemos conseguido reunir opiniones de diversos perfiles de redactor: aficionados al manga e incondicionales de Death Note, los que conocieron la franquicia por su anime u otras adaptaciones, los que no tenían referencias sobre ella y han visto el filme por pura curiosidad, o los amantes del cine y/o de la carrera de Adam Wingard. El resultado es un aprobado muy raspado de la producción de Netflix en la que los redactores han visto algunas virtudes y aciertos, pero no los suficientes como para reconocer en ella una buena adaptación o película; su mediocridad lo define como un producto ligero y entretenido con el que pasar el rato con el cerebro en estado de hibernación.

Vosotros puntuáis: 3.5 ( 19 votos)
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Arconte
Arconte
Lector
6 septiembre, 2017 16:20

Un bodrio. Independiente de si uno conoce el material base o no, el conflicto no se sostiene. Si Light y L son dos imbéciles, la película no funciona, porque a Light lo agarrarían enseguida y L no atraparía a nadie.
Adam Wingard nos da con Mia una lección del cine mas básico y tosco. En el primer plano que la vemos esta fumando. Porque? Porque el manual de las chicas malas nos dice que fuman. El resto del metraje no toca un cigarrillo. Una pavada. Como el resto de la película.

ZombieSquirtle
ZombieSquirtle
Lector
6 septiembre, 2017 16:52

Si hoy me encuentro un Death Note sin duda escribiré el nombre de todos los responsables de esta «adaptación». Decir que es mala es quedarse muy corto.

Fletcher
Fletcher
Lector
6 septiembre, 2017 17:07

uff… la verdad que una vez vista no se que decir. Tengo pocos mangas, Akira, Death Note, Pluto y alguno más por ahi perdido. Tengo pocos, por que tengo mucho de Europeo y americano, solo por eso. Pero Death Note esta entre mis obras favoritas y esperaba con ganas esta adaptación. No me enfade con la tontería del cambio de L o el cambio geografico o con cualquiera de los pegos que fueron saliendo, yo quería verla antes de decir nada…, y ahora no se que decir. Tal vez lo mejor que podría decir es que ha sido, una vez mas, otra oportunidad perdida. Una oportunidad perdida para hacer una gran historia para que la gente le entren ganas de leer la historia original ya que el que vea esta adaptacion no cree que le puedan contar más… que poco hay que rascar de una historia de un cuaderno que mata, y al que conoce la historia otra adaptacion que coge detalles sueltos de la obra original y hace otra cosa. Es como adaptar El Quijote y soltarlo en las cruzadas contra Saladino…

Fletcher!!

Paulo Hernando
6 septiembre, 2017 18:14

Mala pero con ganas , telefilme de a3 a las 4 la tarde. Y no porque el nivel adaptacion de las viñetas, este a la altura de las ultimas de los 4 fantasticos o de spiderman sino porque es mala de por si. Peor que el manga, peor que el anime ,peor que las de accion real japonesas , hasta que la ultima , que es bastante floja. No se la recomendaria a nadie. Me alegre cuando los derechos del millarverso fueron a parar a netflix , ahora no se yo si quiero ver sus adaptaciones visto lo visto.

Igverni
Lector
6 septiembre, 2017 20:24

Por llevar la contraria un poco, a mi me pareció superentretenida. En lugar de ver una chorripeli de Divinity un lunes por la noche en casa me vi Death Note. Cubrió de sobra mi ocio casero y justifica junto a muchas otras pelis y series mi suscripción a Netflix.

El truco está en que NO he leido el manga ni he visto el anime. Y más allá de la premisa inicial no sabía nada del original, por lo que los giros me sorprendieron y me molaron mucho.

Otra cosa es que Light sea un error de casting brutal, la eleccion de canciones nefasta y la peli hubiera necesitado 10 minutos mas de metraje para una mejor caracterización y oportunidad para la evolución de los personajes.

Posiblemente si hubiera pagado 6/7 euros por verla en el cine la cosa hubiera cambiado, pero vista en casa, como entretenimiento ligero me vale.

Por cierto, hablando con mi hermano que SI ha leido el manga, diría que el espíritu del manga está relativamente bien reflejado, para ser una peli de 100 minutos. Por no hablar que cosas como la personalidad sumisa de la chica es normal en Japón pero dificilmente trasladable a nuestro occidente políticamente correcto.

Supongo que Netflix confirmará la secuela en un par de semanas, porque diría que la ha visto todo el mundo y ese fin de semana no se habló de otra cosa. Yo creo que la veré cuando la estrenen.