«Yo he ido a dónde el universo me ha llevado toda mi vida. Es mejor tomar esas decisiones por ti mismo.»
En 2013, Breaking Bad llegaba a su dramático y esperado final después de cinco temporadas. El guionista, director y productor Vince Gilligan se liaba la manta a la cabeza para narrar los últimos estertores de la historia de Walter White, el principal protagonista de la historia al que daría vida un pletórico Bryan Cranston. La conclusión contentó a la mayoría del público y la crítica, acabando por convertir a la serie producida por Sony Pictures Television en una auténtica pieza de culto. En 2015, se estrenó de Better Call Saul, una precuela y spin-off de la serie principal que recuperaba a James Morgan «Jimmy» McGill, el carismático abogado encarnado por Bob Odenkirk con el que Walter White y Jesse Pinkman mantenían oscuros negocios. Precisamente, el famoso socio y compañero de Heisenberg, el sufrido y entrañable Pinkman, era uno de los «cabos sueltos» del final de Breaking Bad ya que la historia dejaba a nuestra interpretación su destino final después de ser liberado de su confinamiento. En la recientemente estrenada El Camino: Una película de Breaking Bad, Vince Gilligan regresa una vez más al universo de Breaking Bad para subsanar este agravio comparativo, ofreciéndonos un cierre al viaje de Jesse Pinkman.
Los acontecimientos de El Camino tienen lugar inmediatamente después del final del último capítulo de Breaking Bad, el espectacular Felina. Ahí tenemos a Jesse, huyendo despavorido de las torturas, abusos y esclavitud al que había sido sometido por Jack Welker y su grupo de neonazis. Estos habían incumplido su promesa de asesinar a Jesse y deshacerse de su cuerpo como les había solicitado Heisenberg en el pasado, para retenerlo con vida en una celda subterránea y en condiciones inhumanas, obligándolo a cocinar metanfetamina para ellos. Es en este punto donde comienza la lucha de Jesse por encontrar finalmente la paz, algo que nos llevará a analizar su pasado a través de diversos flashbacks diseminados a lo largo del metraje y que se combinan con su presente como prófugo de la justicia. Su objetivo es llegar a Alaska para comenzar una nueva vida. Esto sirve de excusa a Vince Gilligan para recuperar a algunos secundarios de la serie original, aunque hilando bien sus aportaciones y dándoles minutos en pantalla para que estas no se antojen forzadas.
Lo primero que podemos constatar al visionar El Camino son las dotes de un Aaron Paul que recupera aquí su mítico papel llenando la pantalla con su sola presencia. Esto ya lo habíamos comprobado en su estancia en Breaking Bad al tiempo que asistíamos a la evolución de su personaje, y aunque la presencia de su compañero Bryan Cranston siempre acabase eclipsando su excelente trabajo (y el del resto del reparto de paso). Es ahora como principal protagonista de la historia que Paul puede poner toda la carne en el asador, participando al tiempo de un homenaje a la serie que lo puso en el mapa. No obstante, después de su paso por Breaking Bad el actor estadounidense no ha gozado de especial suerte en sus proyectos, participando en producciones destinadas al olvido como Need For Speed, Exodus y Un espía y medio. En su filmografía destaca Triple 9 de John Hillcoat, su trabajo en la serie animada de BoJack Horseman (poniendo voz al personaje de Todd Chavez al tiempo que ejerce como productor ejecutivo de la serie) y, como curiosidad, su colaboración en uno de los capítulos de la cuarta temporada de Black Mirror.
Por otro lado, El Camino es un chute nostálgico para los seguidores de la serie original recordando sus tonos, sus ritmos y sus calculadas escenas. Es un capítulo más de Breaking Bad y se preocupa mucho por mantener las señas de identidad de lo que eso representa, por lo que en principio no debería ser motivo de decepción para ningún seguidor. Es cierto, Vince Gilligan no arriesga, no nos enseña nada nuevo y no aprovecha la oportunidad para ofrecernos algo ligeramente diferente. Pero tampoco se lo pedimos. Al contrario que en otros casos parecidos Gilligan mantiene el control creativo de su criatura y eso se deja entrever desde el primer minuto de la producción. Esa sobriedad en la manera de abordar a sus personajes, esa ambientación casi de western crepuscular, ese humor negro tan personal y ese cuidado por los detalles, por lo que se dice, pero también, y especialmente, por el cómo se dice. Todo eso define la esencia de Breaking Bad y también la de El Camino, manteniendo sus responsables una homogeneidad, conexión y fidelidad entre serie y película que pareciese planificada desde el primer momento, aunque no sea este el caso.
Es esta conexión lo más goloso de El Camino, sobre todo cuando nos permite recuperar algunas relaciones míticas de la serie de televisión. La que ocupa más espacio es la protagonizada por Jesse y el inquietante Todd Alquist interpretado por Jesse Plemons. Esta sirve de hilo conductor de la historia y nos permite profundizar en la caída en desgracia del personaje de Aaron Paul. Pero también se apuntan a este memorial Jonathan Banks, nuevamente como el eficiente y práctico Mike Ehrmantraut; Charles Bake y Matt L. Jones, como Skinny y Badger, los leales e hilarantes amigos porretas de Jesse; Krysten Ritter que después de Jessica Jones recupera aquí su papel de Jane Margolis; el recientemente fallecido Robert Forster -el día mismo día del estreno de El Camino en Netflix– que se despide de nosotros interpretando una vez más a Ed Galbraith; y el gran Bryan Cranston que no podía dejar pasar la oportunidad de volverse a meter en la piel de Walter White. Todos ellos nos aportan matices al viaje de Jesse que busca hacerse ahora con las riendas de su vida, intentando labrarse su propio destino al margen de un pasado caótico y doloroso.
La trama se nutre más de la forma que del fondo, algo que tiene su lógica porque a pesar de estar ante una producción que puede tener sentido por sí misma Vince Gilligan no puede renunciar al equipaje que acarrea la historia. El Camino no es ningún momento imprescindible para Breaking Bad, no viene a enmendar errores y/o carencias pasadas ni a hacernos grandes revelaciones. Es un viaje, un camino como su propio título nos indica, en el que rememoramos sensaciones y momentos. Esos desiertos de Albuquerque vuelven por una última vez y desaparecen de nuestra vista después de un final abrupto y que nos remite directamente a los últimos minutos de Felina. Esta conclusión puede parecer precipitada a muchos espectadores, pero ya nos viene anunciada desde el primer minuto y, en este caso, Gilligan elige ser coherente con su creación. Ese siempre fue uno de los grandes valores de Breaking Bad y, como hija natural suya, El Camino es también una buena muestra de ello.
VALORACIÓN GLOBAL
Dirección - 7.5
Guión - 7
Reparto - 7.5
Apartado visual - 7
Banda sonora - 7
7.2
Crepuscular
El Camino es la hija natural de Breaking Bad y Vince Gilligan se preocupa porque esto último quede muy claro. La producción se articula como un capítulo más de la serie original y sirve de epílogo a la misma. El apartado técnico, su manera de manejar el ritmo y el tono de su historia permiten una conexión natural con Breaking Bad. El principal aliciente de El Camino lo encontramos en un Aaron Paul magnético y un reparto lleno de caras conocidas que nos proponen un homenaje sobrio y nostálgico a una de las mejores series de la historia de la televisión.
Buena reseña, Jordi. Los fieles de Breaking Bad, los que la tenemos en el podio de las mejores series de la historia, creo que hemos visto El Camino con una sonrisa en los labios. La sonrisa de volver a ver a un viejo amigo al que hacía mucho que no veías. La historia no quiere revolucionar nada, sino dar un pasito más en esa historia-río tan gloriosa.
Lo mejor de El Camino es volver a sentir el aroma de Breaking Bad de nuevo en el salón de tu casa… volver a viajar a ese Nuevo México, tan familiar ya para nosotros. Eso, y los cameos. Maravillosos todos… tanto que te quedas con las ganas de ver uno de Saul y otro de Gus Fring.
El final de la serie (la última temporada completa) fue insuperable. Este es un pequeño epílogo para decir adiós a Jesse… y de paso volver a despedirnos de una obra maestra de la televisión.
Gracias, Knopfler. Creo que lo has explicado muy bien, esto es un epílogo para volver a despedirnos de una gran serie. Y lo único que pedimos es que nos trasmita sus mismas sensaciones, así que misión cumplida. Y ver las caras de los sospechosos habituales es lo mejor de todo.
Un saludo,