INTRODUCCIÓN
JODERSE LA VIDA
Os confesaré una cosa. Dos de mis momentos favoritos del año tuvieron su origen en el mismo aseo. Mientras trataba de concentrarme en tareas menos nobles, las redes sociales me lanzaron sendas alertas que seguí como si de miguitas de pan se tratara. En el primer caso fue para ver, en pantalla grande, el preestreno de Reina roja. Aquel visionado trajo consigo una reseña y aquella redacción posibilitó entrevistar a Juan Gómez-Jurado, experiencia que guardaré con gran cariño hasta el fin de mis días. Siguiendo la estela de su compañero en Todopoderosos, Rodrigo Cortés advertía en X que quedaban unas pocas entradas para el preestreno de Escape en Bilbao. Habían pasado unos meses pero yo estaba sentado en el mismo retrete. Compré las dos únicas entradas que estaban disponibles en la última fila y traté de probar fortuna entendiendo que la agenda de Rodrigo estaría echando auténtico humo. Como por arte de magia, accedió a concedernos la entrevista que podréis leer a continuación. Decir que me siento muy afortunado es quedarse corto.
Admiro muchísimo a Rodrigo en todas sus facetas. Entretiene como pocos ya sea a través de ensayos o podcasts, pero lo suyo es el cine. Hablando con él, uno entiende rápidamente los motivos por los cuales su filmografía no es muy extensa. Es por esto que debemos disfrutar de cada película filmada por Rodrigo Cortés como uno de esos vinos que solo abres en ocasiones muy especiales.
Escape es una película prodigiosa, posiblemente la más personal y arriesgada del propio Cortés. Haciendo honor a su apellido, lo cortés no quita lo valiente. Escape es un auténtico carrusel emocional que zarandea a los espectadores a su antojo. Nunca sabes en qué momento el viento cambiará y de qué forma lo hará. Enamorado de Kafka, Rodrigo vuelve a uno de sus escritores favoritos para construir un personaje que no quiere seguir formando parte del sistema. N, encarnado por un esforzadísimo Mario Casas, quiere quitarse hasta el nombre. En las antípodas de Renton en Trainspotting, que elegía la vida, N decide no vivir. Sin embargo, «no vivir» no significa lo mismo que morir y, azares del destino, descubre un objetivo vital: ingresar en prisión. La película plantea muchísimas preguntas para que sea el espectador quien finalice el complejo puzle.
A pesar de que Rodrigo Cortés juntó naranjas con una pinta estupenda, el zumo exprimido ha sido inmejorable. Acompañando al desaliñado Casas nos encontramos con algunas de las mejores actuaciones en la carrera de Anna Castillo, José Sacristán o Josep María Pou y eso no es decir mucho, es decirlo todo. Además, se ha recuperado para la causa al tristemente desaparecido (que no fallecido) Guillermo Toledo y no podemos estar más contentos. El trabajo realizado en la dirección de actores es soberbia. Blanca Portillo, José Garcia, David Lorente, Albert Pla y Juanjo Puigcorbé completan un all-star para el recuerdo.
Tanto la deliciosa banda sonora de Víctor Reyes, como la espléndida fotografía de Rafa García dan lustre a una película que no dejará indiferente a nadie. Un consejo, puede que te cueste entrar en el juego que Rodrigo propone. Sé paciente. En una época en la que o nos lo dan todo mascado o nos dicen qué pensar, Rodrigo Cortés nos invita a un viaje que se prolonga mucho más allá del encendido de las luces. Paradójicamente, Escape no nos deja salida. Es nuestro deber procesar lo que hemos visto y sacar nuestras propias conclusiones.
ENTREVISTA A RODRIGO CORTÉS
Yo no sé cómo es la gente, no existe. La gente es muy diferente de una en una. Por lo tanto, no sé si es tonta o lista. Lo que sí sé es que hay que hacer como que somos listos, porque si no haces eso, haces películas para tontos y no parece muy recomendable.
ZONA NEGATIVA (ZN): Lo primero, toca presentarse. Soy 30660154-G, también conocido como Sergio Fernández Atienza, de Zona Negativa. Rodrigo, abro El Verbolario, busco Escape y no viene. Si tuvieras que desnudar esta palabra, ¿Cómo lo harías?
RODRIGO CORTES (RC): Eso se le da bien a Moncho Borrajo, a quien le lanzan dos o tres términos improvisados y hace un bolero sobre la marcha. Yo me siento a pensar… pero, en todo caso, es casi imposible definir Escape porque, déjame que acabe de enredar el enredo, es una película indefinible por definición. Entre otras cosas, porque no se parece a nada y su mismo tráiler se encarga de desmontar expectativas diciendo todo lo que la película no es. No es comedia, no es tragedia, no es acción, no es suspense, no es música, que es otra forma de decir que es todo eso a la vez.
Es una frecuencia vibratoria y es una estación de radio en la que caben algunas cosas y otras no, pero en la que muchas verdades lo son a la vez. Puedes reírte mientras te mueres de tristeza, puedes llorar mientras asoma en tus labios una carcajada culpable, que tal vez se corte en seco en algún momento y muchas veces me preguntan «¿te ríes?» y suelo contestar «mucho, pero siempre preocupado».
ZN: Mira, pues aprovechando que comentas esto, más allá de las pantallas, siempre te has caracterizado por un finísimo sentido del humor. Sin embargo, hasta Escape, tus películas como que no habían explotado tanto esa faceta tuya. ¿Te divertiste con la escritura de guion especialmente?
RC: Sí, en realidad, siempre me divierto. Es curioso lo que comentas porque mis cortos eran comedias, casi siempre lo han sido y los libros tienen una gran cantidad de humor, lo tienen los programas… y es verdad que se me conoce más por el thriller en cine, aunque yo creo que siempre ha estado acompañado de mucho humor, no necesariamente de comedia, que son cosas distintas.
El humor no siempre es divertido, es más bien una forma de mirar. Concursante era una especie de comedia negrísima o thriller financiero y, en mi cabeza, aunque sé que solo en mi cabeza, Buried era algo así como una comedia kafkiana sobre un individuo que trata de cambiar de compañía telefónica y que se encuentra con que en el Call Center tratan de convertirle en el problema de otra persona lo antes posible. Pero, es verdad, que Escape se sumerge directamente en ese mundo, que paradójicamente para mí ha sido siempre muy natural. Así que me he divertido mucho escribiendo, me he divertido mucho poniéndome trampas, haciendo que los personajes digan cosas contraintuitivas que me sorprendieran a mí mismo para poder avanzar por vericuetos inesperados. Y me he divertido mucho en rodaje con los actores, generando condiciones para que sucedieran cosas a las que fuera complicado anticiparse.
ZN: Has mencionado Concursante, que realizaste en el lejano 2007. Desde entonces, no habías vuelto a rodar en español para la gran pantalla. ¿Sentías la necesidad de hacerlo o fue algo casual?
RC: No de forma consciente, porque, obviamente, no es una lengua que haya abandonado. Es más, amo la palabra y no he dejado de escribir desde entonces o incluso rodar otras cosas, como hace un par de años esa Historias para no dormir rodada, obviamente, en español con Eduard Fernández, Natalie Poza y Raúl Arévalo. Pero es cierto que rodar en tu lengua se parece mucho a regresar a la patria, de algún modo, porque la patria es la lengua por encima de todo. De hecho, Buried se rodó en España, Luces Rojas se rodó al 80% en España, Blackwood enteramente en España, El Amor en su Lugar prácticamente entera, menos el prólogo en el gueto que se rodó en Alemania. Aunque la situación cambia cuando ruedas en tu lengua. No necesariamente en tu casa, con dominio pleno de cada sílaba, de cada intención, de cada inflexión de la musicalidad de una línea determinada y cuando empecé a hacerlo, me di cuenta de cuánto lo echaba de menos.
ZN: Escape está apadrinada por Martin Scorsese, que ayer comentabas en el coloquio, después de la proyección, no te pasó ninguna de sus famosas notas…
RC: No de las suyas, de las famosas notas de Hollywood.
ZN: Exacto, y te pidió que no cambiaras ni un solo fotograma. Sin embargo, ¿no te propuso en ningún momento, cuando leyó el guion, rodar la película en Estados Unidos?
RC: No, la película transcurre en un universo propio, que es el universo Escape. Obviamente, sucede en España, porque todos hablan en español y son españoles. Incluso en el juzgado vemos una bandera española y otra de la Comunidad Económica Europea, pero, a la vez, tenemos la impresión de que no es exactamente nuestro mundo. Es un mundo mundo muy parecido al nuestro, pero que es el mundo de la película. Como puede ser con una película de los Hermanos Coen o como puede suceder con una película de Terry Gilliam, por decir algo, que sean universos muy diferentes entre sí.
Pero no, en ningún momento se planteó. Para empezar, Scorsese es un cinéfago que ve cine de todo el mundo con plena naturalidad. Tiene un documental maravilloso sobre el cine italiano, honrando obviamente también a su sangre, ha producido películas chinas… Entonces, en ningún momento es ese tipo de productor que trata de llevar el ascua a su sardina, domesticarla y reducirla a algo más empaquetable en una única cultura, sino que honra la historia del cine y sus múltiples tradiciones. Y por mi cabeza tampoco se me pasó. Tal vez, porque todo nace de una novela, de Enrique Rubio, y, de alguna manera, en mi cabeza se mantuvo ese ADN inicial y ese impulso inicial que nunca me planteé llevar a otra realidad.
ZN: Escape, como has mencionado al principio, es toda una montaña rusa emocional. Yo mismo me estaba tronchando y, al mismo tiempo, tenía encogido el corazón. Eres un cineasta que siempre se ha mostrado muy cercano con el público. A la hora de embarcarte en este proyecto complejo, de múltiples lecturas, ¿buscabas de alguna manera la respuesta de los espectadores para completar la película?
RC: Siempre busco eso y me sucede cuando escribo las novelas o los relatos. Creo que sólo el receptor completa el viaje. De otro modo, lo que estás es ofreciendo lecciones o sermones. Como espectador quiero que me conduzcan, sin duda, quiero que me ofrezcan una mirada que no es la mía, sin duda. No discuto a dónde me llevan, me dejo ir, pero no me gusta que me aleccionen, ni me gusta que me expliquen lo que ya estoy viendo para asegurarse de que mi interpretación es la correcta. Creo que el hecho de que la película sea una gran pregunta para la que muchas respuestas sean posibles, entre otras cosas porque muchas cosas son verdad a la vez, es la manera que la película tiene de respetar al espectador. Establece un terreno de juego en el que varias interpretaciones caben y ninguna mata a las demás.
Probablemente, muchos espectadores cambien de opinión sobre el propio personaje a lo largo del metraje y, para unos, el final será una gran conclusión feliz y, para otros, será terrible. Como cuando ves, por ejemplo, La naranja mecánica y te toca tratar de ver cómo gestionas lo que acabas de ver y de qué manera rebota en ti y en tus experiencias y qué cosas te hacen sentir. A veces resultarán incluso incómodas o improcedentes, y creo que ahí está el juego interesante, en ese rebote de estímulos. Las historias no tienen que ser ejemplares, ni tienen que ser morales, ni hacer ingeniería social, ni determinar dónde está la verdad de las cosas, sino establecer una dialéctica que te haga, casi a modo de frontón o espejo, reflexionar sobre ti mismo.
Y no imagines que estoy hablando de algo grave, profundo, discursivo o intelectual. Tú estuviste en el pase de ayer y ves que la respuesta es visceral y es sensorial y es emocional y hay un verdadero viaje de principio a fin. Pero, igualmente, ese viaje, idealmente no va a abandonar tu cabeza tan fácilmente. Tal vez encuentres que por la noche le sigues dando vueltas a la película y, tal vez, al día siguiente, también.
ZN: Has subrayado mucho la importancia de que no te gusta sermonear ni que te sermoneen, pero ¿Se puede hacer una película política sin que esta sea discursiva?
RC: Sí, se puede hacer todo. Se puede hacer una película política y musical. Y musical, política y muda. Y política y sermoneadora. O política y neutra con un rumor de fondo no aleccionador por debajo de una trama apasionante. Se puede hacer absolutamente todo. Incluso cuando hablo de aquello que no me interesa como espectador o que no me hace sentir bien como espectador, no estoy haciendo un juicio global, porque es mi experiencia.
A otros les gusta eso y otros hacen eso muy bien. Simplemente hablo de cómo me siento yo. No me gusta que me cierren el viaje, no me gusta que me den las soluciones. Me gusta que me digan dos y dos, pero no me gusta que me digan dos y dos son cuatro, porque tengo la sensación de que me están llamando tonto y a nadie nos agrada, en general, que nos llamen tontos a la cara. No sé muy bien cómo es la gente. La gente es un constructo, una entelequia que usamos generalmente para arrojar a la cabeza a alguien.
Cuando alguien hace películas de persecuciones de lanchas, inmediatamente dice que la gente bastantes problemas tiene en la vida real como para que encima les hagan sentirse deprimidos en el cine y que lo que buscan es evadirse. El que hace películas sobre relaciones entre abuelas sefarditas con sus nietas en una cueva en torno a una pera, seguramente dirán que la gente está harta de que la llamen tonta y que quiere propuestas diferentes y estimulantes. Y, lo cierto, es que cada uno está diciendo simplemente lo que le conviene. Yo no sé cómo es la gente, no existe. La gente es muy diferente de una en una. Por lo tanto no sé si es tonta o lista. Lo que sí sé es que hay que hacer como que somos listos, porque si no haces eso, haces películas para tontos y no parece muy recomendable.
ZN: De hecho, la primera idea que me brotó tras su visionado es que, pese a titularse Escape, no es la típica película que clasificaría como «válvula de escape», en referencia un poco a lo que planteabas.
RC: Claro. Escape es un título muy poliédrico y atiende, incluso, a esa tecla que vemos varias veces en el ordenador. Es esa capacidad, esa alternativa que parece existir en ocasiones de salirte del juego si no estás del todo satisfecho. En la vida real no está tan claro que tal cosa suceda. De algún modo, Escape es el reverso de Buried, porque Buried es la historia de un hombre que quiere salir de una caja y Escape es la historia de un hombre que quiere entrar en una lo antes posible. Pero, lo que probablemente suceda, es que solo se puede salir de una caja entrando en otra (risas).
ZN: El hecho de que seas tan multidisciplinar, escribes la peli, diriges la peli, participas en parte de la banda sonora, montas la peli, ¿hace que las producciones sean más largas? ¿Cuánto tiempo necesitas para hacer luego reset y empezar con otro proyecto cinematográfico?
RC: No, las producciones no son más largas. De hecho, nunca he podido permitirme los tiempos que querría, para nada, porque al final el dinero manda y el dinero se traduce en tiempo, siempre. Resulta mucho más agotador en lo personal. Eso sí, te dejas muchos más pelos en la gatera, tu involucración es tan intensa que puedes acabar muy agotado, porque no te pasas por las tardes en montaje, ni los sábados… Sino que después de haber acabado el rodaje, estás el lunes por la mañana a las 9 y te vas por la noche a una hora parecida cada uno de los días, porque eres tú el que toca el botón y no puedes permitirte decir «hoy estoy cansado, nos vemos pasado mañana».
Y es verdad que eso haría que, para mí, por ejemplo, fuera muy difícil hacer una película al año, porque cuando acabas, necesitas volver a llenarte de energía y de ideas. Por otro lado, en esos lapsos, abordo las obras literarias y, generalmente, por ejemplo, los podcasts ni siquiera paran y encontramos una manera de seguir haciéndolos. Así que, me temo, que mi proyecto más inmediato es dormir (risas).
ZN: Si tuvieras que elegir entre arrasar con Escape en taquilla o hacerlo en la próxima edición de los Goya, ¿Qué dirías?
RC: En taquilla, porque es lo que me daría la oportunidad de reincidir y seguir haciendo, y seguir trepando montañas improbables.
ZN: Para terminar, aprovechando que estamos en nuestro 25 aniversario, nos gustaría que nos recomendaras algún cómic que, por una u otra cuestión, haya marcado tu carrera o tu vida.
RC: No voy a ser muy original si empiezo a mencionar los Watchmen de turno, Dark Knight o Maus. Así que voy a mencionar a David B., por ejemplo. David B. es un autor francés maravilloso, con un sentido de la poesía inaudito, que aborda la realidad siempre por la vía de servicio y, entre sus títulos, yo diría que todos ellos recomendables, voy a elegir, por ejemplo, El Capitán Escarlata, que me parece una auténtica maravilla.
ZN: Pues con esto hemos terminado. Muchas gracias por todo, Rodrigo.
RC: Gracias a vosotros.