36-39 Malos tiempos, de Carlos Giménez

Un fresco impresionante sobre el Madrid de la Guerra Civil.

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Edición original: Todo 36-39 Malos Tiempos (Random House Mondadori:Debolsillo)
Guion: Carlos Giménez
Dibujo: Carlos Giménez
Formato: Rústica, 384 pags b/n
Precio: 14,95€

Ha estallado la paz

Malos tiempos no fue mi primer contacto con Carlos Giménez (eso se produjo cuando El País metió dos tomos de Paracuellos en su memorable colección de álbumes), pero si fue la primera obra del maestro que compré con avidez.

Malos tiempos es la última gran obra de Giménez, aunque todo lo que ha ido publicando en estos últimos quince años merece como mínimo la etiqueta de sensacional. Malos tiempos es, también, un paso necesario (y en retrospectiva ineludible) en la carrera de Giménez. Si en Paracuellos y Barrio el autor da testimonio de la oscuridad de la postguerra, en Rambla arriba, Rambla abajo cuenta la peripecia del tardofranquismo, y en España una, grande, libre las convulsiones de la transición, en Malos tiempos Giménez vuelve al origen. No se sabe muy bien al origen de qué (como si el mal y el odio tuvieran un origen), pero el origen de algo, en cualquier caso.

Esta colección de cuatro álbumes (en la edición original de Glenat) se centra en el Madrid republicano durante la Guerra Civil. Es una obra coral, aunque ciertos personajes tienen un protagonismo claro. Marcelino y su familia, por ejemplo.

Marcelino parece más preocupado por su familia que por la ideología. Apoya con contundencia la causa republicana, pero no es un fanático. Más que un soldado, Marcelino es el rostro castigado del hombre común en tiempos de guerra. No obstante, es su mujer, Lucía, la que enuncia el parlamento más convincente sobre este parecer: “Cuando estábamos en guerra, estábamos luchando para ganar, con moral de victoria. ¡Vencer o morir! Y podíamos decir: ¡No me como el pan del enemigo ni aunque me muera de hambre! Porque estábamos en la pelea, combatiendo con orgullo, con rabia, con dignidad. Pero ahora no estamos en guerra. No estamos luchando. ¡Nos han vencido! ¡Nos han aplastado! Esos militares son el enemigo, Marcelino, entérate. ¡Son los amos! Contra el enemigo se lucha. Contra el amo, no. El pan del enemigo se destruye. El pan del amo se pide, se come y se da las gracias. Porque es el único pan que puedes esperar. El único que vas a tener. Hasta ayer pasábamos hambre por culpa del enemigo. Hoy vamos a comer gracias a los amos”.

La estructura de 36-39, Malos tiempos es deudora de Paracuellos o Los profesionales: pequeños relatos que se encadenan “en un relato superior y más amplio” (en palabras de Antonio Martín). En efecto, lo que Giménez pretende es dibujar un continuum que trascienda los límites de los tres actos aristotélicos. El desconcierto al acabar la obra es inevitable, pero a cambio de la catarsis el lector obtiene el placer de volver atrás y contemplar la obra como se contempla un cuadro o un fresco.

En cualquier caso, algunos de esos pequeños relatos son joyas por sí mismos. Es el caso del tríptico (¿Quién viene de madrugada, El asesino parlanchín y Diente por diente) protagonizado por Eusebio, teniente del bando nacional. Eusebio cabalga (“en el silencio de la noche los cascos del caballo sonaban como mazazos en un pandero”) hasta la vieja cantera que los mataderos usan como falangistas, solo para encontrar el cuerpo de su padre, todavía caliente.

Algún tiempo después, Eusebio encuentra al asesino de su padre, Malasangre, presumiendo de muertes en una taberna. Eusebio casi le mata a golpes, pero finalmente le deja vivir. Sin embargo, y ante las acusaciones que recibe de ser “poco hombre”, Eusebio le descerraja dos tiros a Malasangre en una carretera solitaria.

Sin duda, toda esta historia tiene un inconfundible olor a western, herencia de los tiempos de Giménez como dibujante de género para las agencias (Gringo). Los pistoleros han cambiado las espuelas por los carnets de partido, pero todo ha cambiado. ¿O quizás no? El drama es el mismo y las balas siempre matan igual cuando los hombres vuelven por sus fueros al olor de la venganza.

Giménez, como gran narrador que es, potencia la fuerza de sus historias con pequeños detalles. En Sito, un hueso de gato sirve como metáfora brutal del desamparo de los niños de la guerra. En Sole (la hija de Marcelino, a quien hemos visto en otra historia recolectando trozos de pan en su saquito para hacer racionamiento casero con sus hermanos), una palabra de más sirve para que una niña deje de hablar para siempre. En El comunista, un niño encuentra un carnet de partido en un cadáver y parece crecer de repente al decir “¡Si levantaras la cabeza y vieras que los fascistas ya están en Madrid!”. Como vemos, la infancia no ha dejado de una preocupación fundamental en la obra del autor de Paracuellos.

Como dibujante de tebeos, Carlos Giménez es un prodigio. Un prodigio construido, por lo demás, tras muchas décadas de experiencia. De algún modo y a través de un dominio absoluto de los recursos de la viñeta (la expresividad, la iluminación, la puesta en imágenes, la línea y la mancha) Giménez consigue viajar entre el realismo más descarnado y la síntesis humorística.

Un artículo aparte merecería la puesta en imágenes en Malos tiempos (y en toda la obra de Giménez, desde Paracuellos en adelante), de indudable influencia teatral. Los personajes de Giménez a menudo se detienen y declaman largos parlamentos, sin que el ritmo se resienta en ningún momento, iluminados o ensombrecidos por una luz y unas sombras no naturalistas, que salen de ninguna parte y que van hacía no se sabe dónde. Giménez consigue hacer cosas que, simplemente, no pueden hacerse en ninguna otra parte.

En ese sentido, toda la obra de Giménez es un corte de mangas para todos aquellos que siguen pensando que el cómic no es arte, o que es cine dibujado.

Debía tener unos diez años cuando busqué con avidez los tomos de Malos Tiempos recién editados por Glenat. Giménez firmaba ese año en el Expocomic de Madrid, y mi padre hizo cola conmigo y me acompañó mientras Giménez me hacía un dibujo. Siempre recordaré como el maestro necesitaba ponerse unas gafas de dibujar sobre las gafas de ver para poder seguir haciendo trazos.

Lo mejor

• La humanidad y el humanismo que desprenden todas y cada una de las historias.
• Balzac hecho cómic. Tolstoi dibujando viñetas.

Lo peor

• Puede dar la sensación de no tener un final definido.

Edición original: Todo 36-39 Malos Tiempos (Random House Mondadori:Debolsillo) Guion: Carlos Giménez Dibujo: Carlos Giménez Formato: Rústica, 384 pags b/n Precio: 14,95€ Ha estallado la paz Malos tiempos no fue mi primer contacto con Carlos Giménez (eso se produjo cuando El País metió dos tomos de Paracuellos en su memorable…

36-39, Malos Tiempos

Guion - 10
Dibujo - 10
Interés - 10

10

Obra maestra

La perfección existe.

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