Esta es la historia de un yakuza bobalicón, llamado Katsuji Yashima, que está enamorado de una hermosa reportera, Yuka Katsuragi. No se le ocurre mejor idea que “stalkear” a esta chica y seguirle allá donde va, con la compañía de su fiel secuaz, Akira. Este siniestro hostigamiento les lleva a Barcelona, en pleno año 1992, en donde Yuka está cubriendo para su cadena la celebración de los Juegos Olímpicos. Entonces, repentinamente la tierra se hunde y Yuka, Akira, Yashima y tres adolescentes que andaban por allí caen a unas antiguas ruinas en las que una extraña anciana les echa un aburrido sermón que pone a prueba los límites de la paciencia humana, para después teletransportarles a un futuro postapocalíptico en el que la Tierra está arrasada por el cambio climático y diferentes explosiones nucleares. Y no solo eso, sino que los japoneses se han convertido en refugiados y parias sociales que todo el mundo desprecia en una nueva estructura geopolítica en la que se han configurado naciones tan variopintas como Nueva Europa. Desde luego, suena muy nazi. A partir de aquí, Yashida y sus amigos luchan por salir adelante en un mundo hostil, oscuro y violento que no les pone las cosas nada fáciles.
Así empieza
A todos los fans de Miura, ¿no os recuerda a alguien Yashida? Pues sí, es clavadito a Gatsu, al menos cuando pierde la gomina en ese mundo postapocalíptico estilo Mad Max. No destacan los diseños de personajes en esta obra por su originalidad, desde luego, tenemos los superhombres hipermusculados de siempre, especialmente en el protagonista y los villanos, y las mujeres de noventa sesenta noventa cuyos desnudos absolutamente gratuitos podéis encontrar varias veces a lo largo de la historia. Sí, soy consciente de que es una obra de los noventa, por lo que no me acribilléis a comentarios sobre el contexto sociohistórico. Eso no impide comentar algo que, narrativamente, no tiene ningún sentido, más allá que el de calentar las mentes del personal.
Todo esto se puede pasar por alto si tenemos en cuenta que, una vez más, Miura vuelve a brillar con luz propia en cuanto a las luchas entre Yashida y sus rivales se refiere. Leches a tropel que van y vienen y no derriban nunca a un protagonista prácticamente invencible, que, por casualidad, se convierte además en el líder de un grupo de bandidos. Un homenaje más.
De Barcelona, la verdad, vemos poco, nada más que la Sagrada Familia, estupendamente reproducida por Miura, y todo lo demás son paisajes desérticos, y alguna que otra ciudad de aspecto medieval que sospecho pueda localizarse por la provincia de Girona, aunque esto es pura especulación geográfica. Una lástima que Miura no pudiese extenderse más en los paisajes por motivos narrativos, puesto que es una de sus grandes virtudes.
Os habréis fijado que, más allá de la breve sinopsis, apenas he hablado del argumento. Y el motivo es porque no tiene sentido alguno. No hay por donde cogerlo. Y eso se sabe desde el momento en el que ves cómo el autor justifica toda una trama con una metáfora entre Japón y la antigua Cartago que te saca una sonrisa nerviosa y lastimera. Pero para nervios los que tenía Buronson, que parece que ese día se le había olvidado tomarse las pastillas de freno, ya que en apenas doscientas páginas pasan un montón de cosas que apenas da tiempo a digerir. Ya sabes lo que dicen por España, Buronson, quien mucho abarca, poco aprieta. Se agradece, no obstante, que decidiese ambientar su historia en Barcelona, una ciudad que gusta mucho tradicionalmente al público nipón.
Y no solo hay homenajes a la ciudad condal, sino también a Berserk, con los variados guiños que ya hemos comentado, e incluso a Hokuto no Ken, la obra apocalíptica buena de Buronson, y por qué no, quizás a Violence Jack, o por lo menos eso quiero pensar para ver la obra con mejores ojos. Pero a diferencia de esas obras, Japan no es como un vino añejo, no mejora ni calentito, ni a tu ritmo, ni con el tiempo.
Pero esos malabares que hace el autor para conjugar homenajes, tramas apocalípticas y discursos políticos superficiales en los que no se aclara entre la autocrítica y el nacionalismo más víctimista, nos deja un cuadro que queda desdibujado por completo, quedando al final en el recuerdo del lector la imagen de un hermano bastardo de Gatsu rompiéndose la camisa, como Camarón, para partirle la cara al villano garrulo de turno. Y para qué queremos más, sinceramente, me da igual si llueve o nieva, o si se acaba el mundo ahí fuera, mientras tenga una obra de Miura que poder leer.
Guión - 4
Dibujo - 7.5
Interés - 5
5.5
Caótico
Buronson y Miura se unieron una tercera y última vez para crear una obra olvidable solo recomendable para los fans más acérrimos de Miura como yo.