Los mayores aventureros de la historia
«¿Cómo demonios he acabado aquí?»
En febrero de 1957, en la serie Showcase #06, de la mano de Jack Kirby y Dave Wood (aunque hay fuentes que nombran como cocreador a Joe Simon), vieron la luz los Investigadores de los Desconocido. Un grupo de personajes, sin poderes, con lustrosos uniformes violetas y vehículos imposibles, que estaban encargados de investigar todos aquellos acontecimientos de índole paranormal, aderezados por un toque de ciencia ficción y fantasía.
Nacieron en un momento en el que la industria necesitaba nutrirse de nuevos conceptos. Los superhéroes estaban casi desaparecidos desde 1949, como consecuencia de la publicación del libro, Seducción de los Inocentes, en 1942, en el que se afirmaba que los cómics eran los culpables del comportamiento delictivo de los jóvenes. Aquello destruyó a buena parte de la industria y minó la creatividad, dejando al medio profundamente herido. Flash, cuya aparición en Showcase #04, inauguró la Edad de Plata, puso en marcha una serie de mecanismos que reactivaron de nuevo a la industria que vio, con agrado, que volvía a haber interés en leer historias de estos personajes vestidos con coloridos trajes de licra ajustada.
Los protagonistas del equipo responden a la moda imperante de aquellos días y la fascinación que despertaban en la sociedad los buceadores, alpinistas, pilotos de pruebas y acróbatas, como la manifestación física del aventurero dispuesto a cualquier cosa con tal de sacar a la luz los misterios más ocultos de la naturaleza. Se ha hablado mucho sobre la posibilidad real de que este equipo fuera el proto grupo del que luego Kirby, junto a Stan Lee, daría forma a Los 4 Fantásticos para Marvel, llevando la idea y el concepto a un nuevo nivel.
Fuera como fuese, gozaron de una serie regular que alcanzó los 87 números (si sumamos las reimpresiones) entre 1957 y 1978.
Y no fue hasta 1991, en el que la editora Bárbara Kesel, logró sacar a delante un nuevo proyecto de los Investigadores con el que poder rescatarlos editorialmente. Para realizar la obra, concebida como una miniserie de ocho entregas, contó con los guiones de Jeph Loeb y los dibujos Tim Sale, ambos con poca experiencia todavía en el medio. Fue el primer paso de lo que no tardaría mucho en consolidarse como uno de los equipos creativos más sólidos de la industria.
Hace unos días amanecimos con la noticia del fallecimiento prematuro de Tim Sale. Motivados por tan triste noticia queremos rendirle un justo tributo a uno de los dibujantes más carismáticos del medio, por estilo y producción, analizando muchas de sus obras.
Para este texto, permitirme que dejemos de lado el trabajo de Jeph Loeb, que no pasa de ser algo correcto y funcional, con demasiados toques pretenciosos, en lo que a historia se refiere, y centremos toda nuestra atención en la parte visual y narrativa de la miniserie, pues es aquí donde hay un verdadero toque de atención a los aficionados que pudieron ver como el lápiz de Sale encerraba en su interior un talento que no iba dejar de sorprender a lo largo de toda su carrera.
Esta obra fue editada por primera vez en nuestro país en el año 2005. Fue en la época en la que los derechos de DC recalaban en manos de Planeta y la editó en un solo tomo de tapa blanda. El precio, unos contenidos 13 euros, para las 224 páginas que lo componían ahora nos resultan muy atractivos. Muchos aficionados ya conocían al tándem Loeb/Sale, pues Norma ya había publicado previamente El Largo Halloween, Caballero Maldito, Dark Victory y Superman: Cuatro Estaciones. Poder leer su primera historia juntos despertaba la curiosidad, alentada, además, por estar los Investigadores de los Desconocido implicados.
La historia comienza con la destrucción de su legendario cuartel general, situado en la cima de un monte, y que lleva a cuarteto a tener que lidiar con un juicio contra ellos por el peligro que representan para la sociedad. Algo que cambiara para siempre sus vidas, pues es el inicio de un nuevo caso que va a poner en jaque al grupo como no se había visto hasta ese momento.
Sale asumen este trabajo con la fuerza de un tornado y deja que sus lápices tomen el control absoluto de la historia. Cuando se abre y ojea este cómic, al azar, impacta por ese estilo de dibujo de línea fina, de cuerpos desgarbados, composición de viñetas extravagante y juegos visuales que salpican a lo largo de las páginas toda la obra. Y todo ello solo de un vistazo, sin tener el contexto sobre el que circula su trabajo.
Cuando se encara la lectura, uno queda atrapado de forma irremediable entre sus trazos. Se nota su inexperiencia, más cuando en ese momento, cuándo se publicó la obra, ya se podía comparar con otros trabajos posteriores, mucho más refinados en aspectos como el uso de las sombras. Sin embargo, Sale, muestra tener ya las dotes necesarias para construir páginas de elegante factura, sin perder nunca el ritmo narrativo. Su trabajo no deja escapar toda oportunidad para desmarcarse de lo establecido y componer páginas en las que las propias viñetas se retuercen en espirales, se desmoronan, se vuelven metatextuales, volcando la historia de lleno sobre el lector que siente que detrás de cada trazo hay una creatividad que pugna por desbordarse.
Sale es totalmente reconocible en todo momento. Su evolución como dibujante en trabajos posteriores se siente más hacía al ambientación y la atmósfera y el refinamiento general del trazo, que en lo que a estilo narrativo se refiere. En esta miniserie su ADN estructural se ve y se siente en todo momento. Sale se siente desatado, sin límites, capaz de todo, atrevido y temerario para estar frente a un trabajo primerizo. Que sea capaz de firmar páginas espectaculares con planteamientos visuales radicales y en ocasiones incluso imposibles, solo pone de manifiesto el enorme compromiso adquirido por el dibujante para con la obra y el talento que ya lidiaba por manifestarse desde sus inicios.
Sumergirse en este trabajo, en el que Loeb no acaba de estar a altura, y describir como Sale es capaz de sacar lo mejor de la historia y de sí mismo, es una de esas raras ocasiones en las que el dibujante es capaz de levantar una historia irregular, con sus limitaciones, claro está. El tomo, en la edición de Planeta, venía acompañado de bocetos y diseños del propio Sale, lo que añade un extra ideal para poder acercarse al proceso creativo de este dibujante tan particular.
Un trabajo seminal, lleno de talento, con el trazo más característico de Sale, que permite poder disfrutar de su dibujo más experimental y dinámico, antes de adentrarse en el uso de la masa de negro tan importante en sus obras con Batman y Catwoman. Además, se puede percibir como el uso del color es algo fundamental para poder entender mejor el trabajo de Sale. En este tomo se percibe un color aplicado de manera muy plana, de vieja escuela, aplicado por Lovern Kindzierski, lo que aporta ese aspecto visual de los cómics de antaño que tan bien le sienta a estos personajes y la historia que se nos cuenta. El tema del color es algo muy relevante en la obra de Sale, porque su trabajo se ve muy afectado por cómo se aplica y de su luminosidad, algo que se puede apreciar a poco que se detenga uno a fijarse en este tema.
Tim Sale, un artista único que nos ha dejado demasiado pronto. Su obra le sobrevive, pero es una perdida enorme para todos y sobre todo para su familia y amistades más cercanas. Desde aquí, sirvan estas líneas y todos los demás textos del día de hoy como sincero homenaje a su figura y arte.
Lo mejor
• Lo experimental que Sale se muestra en una obra iniciática.
• El tono y aspecto a cómic de antaño.
• Tim Sale en todo momento.
Lo peor
• Lo pretenciosa que se hace la historia de Jeph Loeb.
• Problemas de ritmo a lo largo de la trama.
• Lo irregular de a propuesta.
Guion - 6
Dibujo - 8
Interés - 8
7.3
Visualmente apabullante.
Una obra seminal que atesora lo mejor de un Tim Sale. Un trabajo irregular en guion, sobresaliente en lo visual que sorprende por sus atrevidas composición de página.