Las arañas que invaden nuestras mentes
Aranau y Hanne han perdido a su hijo. Para superar el duelo, deciden organizar una celebración familiar cuando se cumple un año del fatídico día. Pero Hanne sufre a su vez un episodio epiléptico de difícil explicación que la hace precipitarse por los recovecos de su propia psique y perder en su pasado, presente y futuro. Poca más que estas pinceladas puedo aportar sobre el argumento, porque es el camino lo que importa en este libro. Como ya viene siendo habitual en el autor, la prosa nos lleva de la mano por un camino que parece bonito, que parece seguro, para después zarandearnos como quiere, llevarnos a los límites y mostrarnos que ahí se oculta el horror, que ahí están las arañas marcianas. A medio camino entre el terror y la ciencia ficción; entre el drama cotidiano y la fantasía más pura, entre Ray Carver y Jodorowsky.
A medida que avanzamos por los recuerdos de Hanne, y estos se van desmoronando poco a poco, nos vamos dando cuenta de dónde está el peso de la historia. En los personajes. Ya en Challenger (y no podemos evitar hablar de este libro, ganador de tantos premios, cuando hablamos del autor) López demostró que podía crear y construir personajes con una soltura maravillosa, pero aquí la acción se centra en solo dos: una pareja que debe afrontar lo peor que pueda afrontar una pareja. Pero el horror se abre paso en la historia de una forma muy gradual, muy lenta, como lo haría quizás
La prosa de Guillem López posee una elegancia sutil, lejos de grandes alardes, pero llena de matices. Y, para que esto se entienda, como muestra un botón:
Una novela que me ha dejado con la sensación de haber escalado una montaña junto a Guillem López, de adentrarme en lo peor que puede aportar la ciencia ficción al género del terror (lo peor, en el buen sentido). Una trama llena de clavos que sobresalen de la pared, de cosas que ocurren fuera de plano, cuando el lector ya llega tarde para poder superar y salir airoso de la situación.