#ZNLibros La tierra permanece

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Edición original: Earth Abides
Edición nacional/ España: Gigamesh
Autor: George R. Stewart
Páginas 335:.
Formato: Tapa blanda con solapas
Precio: 24€

 

Cuando los humanos desaparezcan…

Poco se puede añadir a todo lo que se ha dicho sobre el fin del mundo. Es un tema recurrente, casi obsesivo, de cierto tipo de literatura que especula con lo que sucederá cuando los humanos no seamos más que polvo cósmico. Y de todas las obras a las que podemos echar manos, la nueva edición de La Tierra Permanece por parte de Gigamesh parece una opción segura.

Nos encontramos con Isherwood, un hombre pragmático donde los haya, hijo de su siglo, un hombre que busca soluciones en lugar de agobiarse, un hombre que está dispuesto a tomar las riendas de la situación. Y así lo hace cuando, tras unas fiebres provocadas por la mordedura de una serpiente, se despierta recuperado solo para darse cuenta de que la humanidad ha sufrido una terrible enfermedad y la población se ha visto radicalmente diezmada. Ahora, Ish no tiene más camino por delante que reunir a todos los supervivientes que pueda y comenzar un nuevo tipo de sociedad, una estructura, que le permita recuperar algo del orden y la paz que se respiraba antes del gran cambio.

Aunque pueda parecer una distopía apocalíptica, es posible que La Tierra permanece tenga más de utopía encajada en el caos y la destrucción. Parece una especie de contradicción inevitable, un oxímoron, hablar de esa utopía caótica, pero la lectura de esta obra conecta con esa anarquía lógica, ese espíritu que encontramos en novelas como El señor de las moscas o La naranja mecánica. El apocalipsis que nos retrata George R. Stewart tiene más en común con un episodio de La dimensión desconocida, pero con esa narración pausada y detallista, llena de elementos que parecen no ser importantes y que, sin embargo, van componiendo una trama que desemboca en un abismo. Más similar al cine de Hitchcock, si os parece. Las comparaciones son inevitables, más cuando la obra ha servido de inspiración para otras grandes epopeyas apocalípticas, tales como el videojuego de reciente éxito The last of Us o incluso, tal y como aseguró su autor, la novela Apocalipsis de Stephen King.

A nivel narración, no estamos ante una novela de aventuras, y el lector no debe llevarse a engaño. Estamos ante una narración pausada y en ocasiones divagadora, sobre la contemplación del fin del mundo en su sentido más amplio: no solo es la lucha por la comida, las medicinas y los enseres propios de la supervivencia, sino ante la perspectiva de encontrar y perpetuar ciertos valores que nos hacen realmente humanos. Es una obra que trata sobre no abandonarse al lado animal, sobre mantener cosas tan abstractas como el perdón, la familiaridad, el valor, en una época en la que el hambre, el frío y la muerte llaman a la puerta a cada rato. Y, mientras tanto, la Tierra va reclamando el territorio que le fue arrebatado, lenta, inexorablemente, como si se deshiciera del virus que fue la humanidad y devolviera a las plantas y los animales su sitio en el mundo.

La Tierra Permanece puede que sea la más filosófica de las obras apocalípticas, en el buen sentido, con puntos en común con grandes del género y con un aspecto cinematográfico que se adelantó a su época. Una lectura que tiene un gusto clásico y también un gusto moderno; que da una de cal y otra de arena, pero una reedición necesaria, imprescindible e imperativa. Una lectura que no puede pasar desapercibida a amantes de la buena literatura.

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Humongous
Humongous
Lector
15 noviembre, 2016 7:18

Excelente reseña. Precisamente hoy iba a preguntar dentro del hilo de comentarios de “Apocalipsis suave” si pensabais hacer una valoración de este libro. A mi “La tierra permanece” me ha encantado. De hecho, mucho más que “Apocalipsis suave”, ambos partiendo de una temática “parecida”. Me ha parecido mucho más realista que este último a nivel ecológico, biológico (los virus de diseño y el bambú que crece de “Apocalipsis suave” no hay por dónde pillarlos) y antropológico. Para ser un libro escrito en 1947, me ha sorprendido la clarividencia del autor a la hora de describir la sucesión de plagas o la evolución (¿involución?) cultural, con la creación de mitos y tótems, que uno se esperaría bajo el escenario de partida del libro. Yo lo recomendaría sin dudarlo.