Como era de esperar y aunque por ahora no tiene muchos vínculos directos con él era inevitable que habláramos en este mes dedicado a Grant Morrison del medio audiovisual, principalmente de series, en el que empieza a abrirse camino con adaptaciones de sus obras que por ahora no son muchas, pero poco a poco van aumentando en número gracias a los avispados productores, guionistas y directores que deciden llevarlas a imagen real. La primera de esas dos entradas, de las que se encargará un servidor, estará dedicada a la segunda temporada de Happy! la serie de la plataforma Syfy, con derechos de emisión por parte de Netflix, creada por el guionista y cineasta Brian Taylor (Crank, Gamer, Ghost Rider: Espíritu de Venganza) en colaboración con Grant Morrison, que ejerce también como showrunner. Como recordamos en su momento, y para ello tenéis dos reseñas que hablan sobre ella, Happy! fue una miniserie de cuatro números publicada por Image Comics en 2012 con Grant Morrison a los guiones y Darick Robetson (The Boys, Transmetropolitan) a los lápices. En ella el ex policía reconvertido en asesino a sueldo, Nick Sax, comienza a ver a un pequeño unicornio alado de color azul después de sufrir un infarto. Dicha criatura nació como el amigo imaginario de Haley, una niña secuestrada por un brutal homicida disfrazado de Santa Claus al que Sax se verá obligado a eliminar si quiere salvar la vida de la pequeña cría.
La primera tanda de ocho episodios de Happy! adaptaba, de manera más o menos fiel, el cómic que le servía de inspiración, pero añadía mucho material de cosecha propia por parte de Brian Taylor y Grant Morrison, lo que daba como resultado una primera mitad de temporada muy potente y otra en la que estos añadidos no hacían más que apelar al subrayado y la redundancia, dispersando en demasía la narración. Con todo y siempre afirmando que un reparto en el que actores ejerciendo una labor meritoria como Lili Mirojnick, Ritchie Coster, Patrick Fischler o Bryce Lorenzo quedaban ensombrecidos por el mejor hallazgo de la serie, un Christopher Meloni superlativo inyectando una carismática vis cómicas a Nick Sax que brillaba por su ausencia en las viñetas, La Happy! de Syfy se revelaba como un producto cafre, alocado y muy macarra que funcionaba notablemente bien. El problema es que la segunda temporada sufrió lo que un servidor llama «el mal de Juego de Tronos«, afección que explicaremos a continuación.
Hace un momento mencionábamos que las subtramas ideadas por Taylor y Morrison para la primera temporada eran las menos consistentes y más dispersas, en definitiva las que hacían restar puntos al conjunto de la obra. Pues en esta segunda entrega de diez capítulos esta carencia devora gran parte de lo planteado por la historia debido a que ya no hay cómic que adaptar y todo lo que vemos en pantalla nace de la mente del particular dúo de showrunners. De esta manera en la segunda temporada de Happy! impera mayoritariamente un caos narrativo incapaz de construir un esqueleto argumental coherente, ya que el equipo de guionistas encargado de desarrollar el devenir de acontecimientos no está a la altura intentando domar el caballo desbocado que suponen los diez episodios que cierran la serie. Alguien podría pensar que entre la tendencia a la demencia visual propia del cine de Brian Taylor y la lisergia conceptual de algunas obras de Grant Morrison que la anarquía imperara en esta nueva aventura de Nick Sax sería lo lógico, pero eso es algo que sí funcionaba en la temporada 1, aquí la escritura desemboca en un proyecto irregular bordeante en lo fallido.
Pero es ineludible que también podemos encontrar en esta segunda temporada momentos de puro genio en los que Morrison y Taylor aprovechan esa predisposición a lo cafre y desprejuiciado para escribir y ejecutar visualmente pasajes memorables. El primer episodio se pone a sí mismo el listón demasiado alto con una pletórica secuencia en la que vemos a un grupo de monjas en modo kamikaze volar por los aires en las calles de New York mientras suena de fondo el tema Dominique, de Sor Sonrisa, a todo volumen. Un prólogo que sintetiza el tono de humor negro y salvajismo que destilarán el resto de episodios dentro de una serie que puede callar más de una boca a aquellos que se quejan de la actual «corrección política» como principal impedimento para que se facturen productos semejantes al que nos ocupa. La matanza en el asilo de ancianos con Nick Sax y Meredith McCarty reventando cabezas de nazis de mierda, la pelea del personaje de Christopher Meloni con los presos fugados de la cárcel con esos desopilantes congelados de imagen, Ann Margret como Bebe Debarge, la orgía en el hospital o ese Jeff Goldblum poniendo voz a Dio caen del lado de aciertos del programa.
El problema, como ya apuntábamos anteriormente, es que todo lo relacionado con el programa especial de pascua de Sonny Shine y el chantaje que precede a este con el tema de la cinta de vídeo que haría las delicias culinarias de Armie Hammer, la posesión de Francisco «Blue» Scaramucci por parte de Orcus dentro en la cárcel, la relación de Happy con el resto de amigos imaginarios desembocando en su relación emocional/sexual con Little Bo Peep o la aparición del mismo Christopher Meloni interpretando a su madre menoscaban un producto que debería centrarse más en la relación del protagonista con el personaje que da título a la serie. Por otro lado la inclusión total de la temática sobrenatural en la historia no funciona en un producto que nació como un relato noir hasta arriba de metanfetaminas con puntuales pinceladas de fantasía, principalmente relacionadas con la presencia de Happy, pero al que la inclusión de monstruosidades deformes y deidades centenarias capaces de tomar a personas como huéspedes no le hacen ningún bien. Por desgracia todo este desaguisado de arbitrariedades argumentales entroncan con los ya citados momentos remarcables del proyecto y dan como resultado una temporada que en su mayor parte peca de sobrecargada, farragosa y en ocasiones hasta aburrida, algo imperdonable a un divertimento como el expuesto por Taylor y Morrison.
Por suerte hasta las situaciones más inverosímiles y de menos calidad de la temporada son acometidas por un reparto que sabe entregarse al desenfreno exigido por un producto de esta naturaleza. Un gran Ritchie Coster como Blue/Orcus, un insoportable Christopher Fitzgerald poniendo voz y peculiar físico a Sonny Shine, una prometedora Bryce Lorenzo en la piel de Haley Hensen, Medina Senghore (de)construyendo una alucinada Amanda Hansen o el carisma destilado por la Meredith McCarthy Lili Mirojnick dan empaque a un apartado artístico al que poco reproche podemos hacer. Pero una vez más el el Nick Sax de un desatadísimo Cristopher Meloni el que se roba la velada basa de violencia explícita, diálogos espetados contra el espectador y unos excesos impropios de los personajes a los que interpretó en años ulteriores. Con respecto al actor de Ley y Orden es necesario mencionar la brutal química que comparte con el Happy con voz de un entrañable Patton Oswald y sobre todo con el Smoothie de un magnífico y grimoso Patrick Fkischer, ya que ver a protagonista y villano alegrarse tanto de verse el uno al otro para torturarse mutuamente hasta lo inhumano pareciera una visión paródica de la relación de los personajes principales de aquella obra maestra suercoreana titulada Encontré al Diablo (Kim Jee-woon, 2010).
«La segunda temporada ya está confirmada y ahora veremos que hacen Brian Taylor y Grant Morrison sin material para inspirarse con una idea que no aparenta poder dar mucho más de sí.» Con estas palabras cerraba un servidor hace poco más de tres años la reseña de la primera temporada de Happy! y desgraciadamente la profecía se ha cumplido de principio a fin. No sólo porque se confirma que al no tener como base el cómic para construir la segunda temporada el resultado ha sido mucho menos satisfactorio, sino porque los productores de Syfy después de ver el resultado decidieron no renovar la serie y dejar a Brian Taylor y Grant Morrison si ese juguete con el que, no lo dudemos, se lo estaban pasando muy bien, a veces incluso más que los espectadores. Por suerte en este breve trayecto nos queda una primera temporada muy digna y una segunda inferior y renqueante, pero con algunos momentos para el recuerdo. Afortunadamente aquí no se quedan los coqueteos de Grant Morrison con la ficción televisiva, ya que Doom Patrol adapta su etapa con los personajes de creados por Arnold Drake, Bob Haney o Bruno Premiani, también se ha embarcado en una adaptación de Un Mundo Felix (Brave New World, Aldous Huxley, 1932), de nuevo con Brian Taylor, que ya cuenta con una temporada y tenemos hasta tres películas animadas inspiradas en sus trabajo en DC Cómics.
Dirección - 7
Guión - 4
Reparto - 7
Apartado visual - 7
Banda sonora - 7
6.4
Alejada ya del cómic original destacan en ella un Christopher Meloni pletórico y algunos remarcables pasajes que son puro salvajismo. Pero un guión caótico y arrítimico hace de esta segunda temporada un proyecto irregular adentrándose en lo fallido.
A mi también me pareció muchísimo mejor la primera que la segunda temporada. Me choca que se publique este artículo como si acabase de salir la segunda temporada cuando se emitió hace más de un año.
¡Hola, BigJohnsonBone!
Esta era una reseña que teníamos pendiente en la redacción de cine y series de Zona Negativa desde hace tiempo y hemos aprovechado este mes de marzo que en la web estamos dedicando a Grant Morrison para publicarla por ser un producto basado en uno de sus cómics.
¡Un saludo y gracias por dar tu opinión!
Gracias por la aclaración, me di cuenta de lo del mes morrison después de publicar la reseña