Este pasado viernes, Prime Video estrenaba al fin Fallout, la esperada adaptación televisiva de la conocida saga de videojuegos de Bethesda en la que recorremos un gigantesco mundo abierto post-apocalíptico repleto de radiación, vastos parajes desolados y millones de curiosidades por explorar; una de las grandes señas de identidad de los videojuegos es sin duda ese toque anacrónico del supuesto futuro en el que las bombas atómicas diezman a la Humanidad, y es que todo el universo de Fallout está impregnado del estilo visual, musical y cultural de los dorados años 50 estadounidenses, combinado con avances tecnológicos retrofuturistas que conforman toda una delicia al mezclarse. En contraposición con el salvaje exterior encontramos también los Refugios, esos complejos subterráneos donde nuestros personajes suelen iniciar su aventura y en los que la Humanidad (o más bien la empresa Vault-Tec) intentó conservar a unos pocos elegidos para ser los supervivientes del apocalipsis nuclear, creando pequeñas sociedades aisladas de la peligrosa superficie, asolada por la radiación, las mutarachas, los necrófagos, supermutantes y demás criaturas a las que tendremos que enfrentarnos. Es en uno de esos utópicos refugios donde comienza la trama de esta Fallout televisiva, con Lucy (Ella Purnell), su protagonista, quien sale del refugio y emprende una odisea para intentar rescatar a su padre; una trama que bien podía ser el perfecto punto de arranque de cualquiera de los videojuegos, en los que normalmente peinábamos el Yermo en busca de un ser querido. Nunca es fácil adaptar un videojuego, aunque hay que reconocer que, después de épocas auténticamente desastrosas en cuestión de adaptaciones, en los últimos tiempos hemos tenido ejemplos que han desequilibrado la balanza negativa: desde la cruenta y sobresaliente serie de HBO de The Last of Us, los éxitos animados de Super Mario Bros. en cine o Arkane en televisión, hasta el reciente exitazo de Five Night at Freddy’s, parece que hemos desterrado definitivamente el complejo de asociar las adatapciones de videojuegos con la baja calidad. En el caso de Fallout, como ya ocurrió con la citada The Last of Us, tenemos detrás de las cámaras a creadores con mucho renombre en el panorama televisivo: ni más ni menos que Jonathan Nolan y Lisa Joy, responsables de esa maravilla de serie que fue Westworld, injustamente cancelada tras cuatro temporadas. Pero hay mucho de Westworld en esta Fallout… de hecho, hay mucho de Westworld en el universo de Fallout en general, con aquel salvaje oeste cibernético que bien podía ser una expansión del Yermo, como una mezcla retorcida entre Automatron y Nuka World, por lo que ya comenzamos a atisbar que esta adaptación de Fallout ha hecho los deberes, y de qué manera. Así que dejemos el mando a un lado, pongámonos nuestro mono del refugio y salgamos con nuestras mejores intenciones al exterior a ver qué nos tiene que ofrecer la serie.
Hay algo fantástico que ocurre en los primeros compases de cualquier juego de mundo abierto en general, y de cualquier juego de mundo abierto de Bethesda en particular. Ya sea en cualquier Elder Scrolls o en los Fallout que nos ocupan, tu primer contacto con el mundo es una pequeña historia y una pequeña localización, ya sea una mazmorra o uno de los refugios de Vault-Tec. Esos primeros pasos, que en otros juegos sirven como tutorial para aprender mecánicas y familiarizarte con los controles, no nos preparan en este caso en absoluto para el golpe de realidad que supone enfrentarnos a los gigantescos mundos abiertos, ya sea los inabarcables paisajes de Tamriel o el desolado Yermo estadounidense. Pero, si bien en el caso de los Skyrim y compañía uno no puede más que sufrir un síndrome de Stendhal en esa apertura al mundo exterior contemplando la belleza del paisaje de fantasía, cuando hablamos de la saga Fallout se produce un efecto contrario. Fuera de la comodidad del refugio, el Yermo es un entorno hostil desde el primer minuto, donde cualquier mosquito gigantesco o cangrejo mutado puede acabar contigo en segundos, y donde cualquier signo de civilización es una amenaza potencial llena de saqueadores de la peor calaña, a los que al menos agradeces mientras te acribillan que sean humanos y no un engendro producto de la radiación. No, las primeras horas de cualquier Fallout no son fáciles incluso para los entusiastas de la saga, que saben que en el Yermo sólo se sobrevive a base de recolectar cualquier chapa, basura o residuo, armarte hasta los dientes e intentar que no te maten en la siguiente esquina. Pero (y es un gran “pero”), si superas esas primeras horas de sentirte como la última escoria del juego y comienzas a hablar con todo el mundo, a entender las historias, a aceptar misiones absurdas y, en definitiva, a vagar por el Yermo entrando en cada casa y no dejando un ordenador de Vault-Tec por piratear… ah, amigo mío, entonces comenzarás a disfrutar de una de las mejores experiencias escritas y diseñadas para un videojuego. Es una sensación no muy diferente de entroncar con el tono de una película, o una serie en este caso. Y es algo que me ha pasado de manera natural (y visceral) con esta fantástica primera temporada de Fallout, que ha adaptado tan, pero tan bien el espíritu de los videojuegos que hasta me ha hecho pasar por lo que he intentado explicar en este larguísimo párrafo.
Y es que los primeros capítulos de Fallout son, digámoslo así, algo titubeantes. Y es algo que no tiene nada que ver con el buen hacer general de la serie, la verdad, sino con prepararte para lo que está por venir. Y eso que comenzamos con una extraordinaria escena de introducción donde asistimos al mismísimo comienzo del fin, presentándonos al que será, junto con Lucy, el gran personaje de Fallout. Es una escena que nos deja con ganas de explorar mucho más esa parte del mundo pretérito a las explosiones nucleares, y sobre todo de ese personaje interpretado de manera magistral por Walton Goggins, pero es un arma que la serie se reservará para más adelante, porque es entonces cuando Fallout sufre una necesaria elipsis de unos cientos de años para meternos de golpe en el Refugio 33, y aquí es donde Fallout comienza a jugar con tus expectativas; porque si en el videojuego no tardabas mucho en abandonar el refugio sin mirar atrás para enfrentarte al salvaje Yermo, aquí narrativamente debemos quedarnos mucho más, asistiendo a la vida cotidiana del mismo y a sus extraños personajes de aspecto y conducta naïf; asistiendo pues a una especie de Pleasantville post-apocalítptica, poco más se nos explica del mundo exterior, ni siquiera del origen de los mismos refugios, algo que no sé si puede resultar confuso para el espectador alejado del lore de los videojuegos. Son muchas las cartas que se guarda la serie para más adelante, que terminan siendo muy efectivas pero que, quizás, lastran en cierta manera esos primeros momentos de contacto con el universo de Fallout. Aunque, eso sí, la serie no tarda en ponerse salvaje con el asalto de los saqueadores, toda una declaración de principios del sangriento festival que resultará esta Fallout que comenzará a jugar con sus tres tramas principales: la odisea de Lucy tras su padre, la misteriosa búsqueda del necrófago y la misión de Maximus dentro de la Hermandad del Acero.
Los tres ejes de la serie, eso sí, terminan siendo equilibrados gracias al talento de Jonathan Nolan y compañía para hacernos partícipes de sus tres misiones paralelas. La serie cocina a fuego lento la progresión de Lucy a través del Yermo (demonios, casi pareces verla subir de nivel a cada nueva victoria), el conflicto de Maximus con su propia moral y, sobre todo, el misterioso viaje del cowboy no-muerto: que la serie haya decidido hacer de un necrófago el personaje más memorable es todo un acierto, y aquí tenemos que empezar a hablar, inevitablemente, del espectacular reparto que puebla esta Fallout: Ella Purnell, a quien ya vimos brillar con luz propia en Yellowjackets, está soberbia como esa Lucy que va perdiendo su inocencia misión a misión, y es la perfecta encarnación de un habitante natal de los refugios de Vault-Tec; su camino hacia la verdad será el más refrescante de la serie y, a pesar de ser una actriz relativamente desconocida, demuestra ser capaz de llevar la serie sobre sus hombros, y lo demuestra en escenas como la su venta a una tienda de órganos o, sobre todo, ese capítulo final donde tiene que enfrentarse a las revelaciones de la trama, y vaya si lo hace con nota. Lucy mantiene ese espíritu inocente y empático durante toda la serie, el mismo que tienes tú como jugador intentando hacer lo mejor, sólo para darte de bruces con lo salvaje del videojuego. Hay un momento delicioso y casi subliminal en el que Lucy baja por un ascensor y, antes de que se abran las puertas para desvelar una nueva abominación del mundo de Fallout, lanza una mirada de hartazgo, en la que me vi identificado en cualquier misión secundaria del juego, contando los estimulantes y la munición que me quedaban y anticipándome ya a la jugarreta o la desagradable revelación que me esperaba a la vuelta de la esquina. Pocas adaptaciones han entendido tan bien el material adaptado como esta Fallout, y ahí puede que lo entendiera de verdad.
Pero sigamos hablando del reparto, porque Aaron Moten también aprueba con nota con el papel más desagradecido de la serie, un Maximus que perfectamente podía haber salido de una versión alternativa de La Chaqueta Metálica: un soldado patoso (esos tics al fruncir el ceño me llevaban directamente en la imaginación a Vincent D’Onofrio) harto de limpiar letrinas para una secta de desquiciados tan parecidos a los Marines, una Hermandad del Acero que reencarna al militarismo yanki con ínfulas de mito artúrico, con Caballeros y escuderos y misiones sagradas para reconstruir la Camelot que ha sido siempre Estados Unidos. Maximus es uno de esos personajes que comienza siendo casi una excusa de la trama para acabar convirtiéndose en toda una revelación (ese descubrimiento del caviar y los albornoces no tiene precio). Pero, reconozcámoslo ya, es Walton Goggins quien se adueña de la corona de la serie, y es algo que nos hace felices como espectadores a muchos niveles. Sobre todo, porque supone la reivindicación de uno de los grandes actores de su generación que no ha tenido el reconocimiento que se merece, y que aquí al fin recoge un merecido protagonismo y nos regala uno de los personajes más emblemáticos de los últimos años televisivos: el Cooper Howard, estrella del cine del Oeste que, en la serie, termina siendo un delicioso anacronismo dentro de otro anacronismo dentro de otro anacronismo, un personaje que parece salido de la Trilogía del Dólar deambulando por un mundo de robots, fusiones frías, armas atómicas y ejércitos de armaduras con su acento sureño (hay que verla obligatoriamente en versión original para apreciar el descomunal trabajo que hace Goggins metiendo a su personaje dentro de otro personaje soñado); casi una reencarnación en pantalla mezclando al Eastwood más juguetón del spaguetti-western con el Eastwood más crepuscular de Sin Perdón, siendo a la vez un bastardo necrófago sin nariz que haría palidecer al Sentencia de Lee Van Cleef, y un vaquero del cine en el pasado, perdido en un futuro en el que nunca podrá retirarse a un rancho y enfrentado a un corporativismo más salvaje que el Salvaje Oeste. Cada vez que Walton Goggins (uno de los mejores tipos de la industria si hacemos caso a lo bien que hablan todos los que han compartido plató con él) aparece en escena, Fallout se hace mejor serie automáticamente cual subida de nivel al encontrar un Vault-Boy cabezón; y cuando la serie va descubriendo sus cartas y pasamos más tiempo en los flashback de Cooper y su familia, más sentimos que ese desgraciado pistolero mercenario al más puro estilo del Ed Harris de Westworld. es el auténtico corazón de la serie, hasta llegar al clímax en el que, conversación en off mediante un pinganillo, Walton Goggins se hace el dueño y señor de Fallout, y el personaje que abre el paso hacia la siguiente (ojalá) temporada.
Pero es que esta Fallout también presume de secundarios, con la impecable Dale Dickey (Hell or High Water, Winter’s Bone), Michael Emerson (al que solemos recordar por Perdidos, pero al que siempre asociaré al escalofriante Leland Towsend de la espléndida Evil), un Moisés Arias rescatado de Hannah Montana que también roba cada escena en la que aparece y cuya trama dentro del refugio es de las más interesantes de la temporada, o la espléndida Sarita Choudhury elevando en cada aparición a uno de los personajes claves de la trama. Y cómo olvidar a un Kyle MacLachlan cuyo apellido casi homenajea al de su personaje, volviendo a demostrar como ya hizo en Twin Peaks (y la estratosférica Twin Peaks: El Regreso) que sabe forjar como nadie a personajes en ambos lados del espejo. También hay que destacar la multitud de cameos en la serie, y es que el mal sabor que deja la revelación de Michael Rapaport es redimido por impagables apariciones como las de Matt Berry o Fred Armisen.
Sí, he de reconocer que esta Fallout me tuvo dando tumbos en su comienzo y dudando de si las buenas críticas tenían una base sólida. Hasta que, como en los videojuegos, comencé a recorrer el Yermo y a darme cuenta de que esa estúpida misión secundaria me llevaba a descubrir otra historia que no había visto a simple vista, y que daba un sentido escalofriante a la travesía que había recorrido para llegar a ella. Y también tuvo peso el extraordinario aspecto visual de la serie, donde, al fin, se nota cada dólar invertido (no miramos a nadie, Netflix); porque esta Fallout es todo un despliegue de escenarios, efectos visuales, fotografía, música… no es sólo una recreación de lo visto en los videojuegos, sino toda una expansión hacia otro medio que se refleja en el cuidado de cada fotograma o en el cariño en esos créditos finales únicos que harán las delicias de los aficionados al universo creado por Bethesda, contemplados con la misma fascinación con la que veíamos cada detalle puesto por los creadores de los juegos en cada rincón desvencijado del mundo post-nuclear.
Cuando Fallout va encaminándose hacia el final de su misión principal y las piezas van encajando, poco a poco vamos escuchando cada vez más de fondo los acordes del tema principal de la saga. No es sólo un detalle de cara a la galería, sino unos galones que la serie se ha ido ganando episodio a episodio. Tras contemplar degollamientos voluntarios, fallos en la puntería, refugios trampa, facciones hambrientas de poder, secundarios inolvidables o terribles conspiraciones, no podemos sino concluir que Fallout, la serie, ha pergeñado la mejor adaptación hasta la fecha de unas sensaciones al tener un mando en las manos en un videojuego en concreto. Si, como su conclusión indica, abraza la ya de por sí anárquica trama del Yermo y la lleva hasta la New Vegas que conformó la que es para muchos la mejor aventura de la saga, el futuro es más brillante que el que nos prometía Vault-Tec vendiéndonos una plaza en los búnkeres que nos protegerían (qué escalofrío leer esto en 2024) de la amenaza del fin del mundo. Haced pues acopio de estimulantes, Rad-Away y Nuka-Colas, y haceos también con cuantos cómics podáis de Grognak El Bárbaro para pasar el rato mientras afuera estallan las bombas, que nos espera el mejor peor Apocalipsis posible.
Dirección - 9
Guion - 8.5
Apartado Visual - 9.5
Banda sonora - 8.5
Reparto - 9.5
9
La serie de Fallout se corona como una de las mejores adaptaciones de un videojuego, abrazando y expandiendo el ya de por sí vasto universo creado por Bethesda para regalarnos una odisea post-apocalítpica que no os podéis perder. Una de las series del año.
Los guiños a los juegos son buenísimos, así que como adaptación, un 10. Como serie, un 8. En algunos momentos me recordó a Z Nation jeje, sobretodo en los saqueadores y en el humor. Esperando la 2ª temporada después de ese tremendo cligghanger final.
Nunca había jugado un Fallout ni tampoco conocía su historia… así que la serie para mí fue una sorpresa. Los primeros episodios son interesantes, con alguna escena que cuesta conectarla… pero, el material es tan bueno que de pronto uno ya está dentro y quiere saber más y recorrer más lugares. Incluso me puse a jugar el Fallout Shelter en el celular y estoy pensando probar alguno en XBox.
Una de mis sagas favoritas de videojuegos, que descubrí en el ya lejano 2008, con Fallout 3.
La serie es una carta de amor a la saga, tomando elementos de Fallout 3, New Vegas y Fallout 4.
Realizada con cariño, respeto e invirtiendo cada dólar que ha costado, nos traen todo lo que hace grande a este universo: el humor negro, la crítica al capitalismo, a la manipulación del gobierno y a la miseria humana. Incluso se podría decir que la aventura de la protagonista (que es en esencia, el personaje que maneja el jugador), es una alegoría del mito de la caverna.
Personajes carismáticos, buen guión, buena dirección, un mundo con un lore espectacular y una banda sonora que acompaña todo esto de maravilla, la convierten para mi gusto en la mejor serie de 2024 por ahora.
Recomendable tanto para fans del videojuego, como para los que no se hayan acercado nunca. 10/10.