«Soy mandaloriano.
Las armas son parte de mi religión»
Parece que Jon Favreau le ha cogido el gusto a los personajes enfundados en armaduras. Si el director de las primeras entregas de Iron Man ya logró un notable éxito al dar a conocer este personaje al gran público, justificando a la larga el universo cinematográfico expandido de Marvel Studios, con la presente El Mandaloriano el cineasta pone la primera piedra de un universo que ya lleva muchas historias a las espaldas pero que ahora asume un nuevo reto, el de la expansión digital a través de la nueva plataforma Disney+. El límite es solo uno: las ganas de la productora por rentabilizar la famosa creación de George Lucas. Los ocho episodios de El Mandaloriano han recibido una gran aceptación por parte del público, en oposición a El ascenso de Skywalker, la última entrega cinematográfica de la trilogía moderna de Star Wars cuyo resultado ha dividido a los aficionados. La historia de El Mandaloriano se sitúa después de la caída del Imperio y nos narra el galáctico drama de un mercenario Din Djarin que profesa la religión mandaloriana. Este antihéroe interpretado por Pedro Pascal verá puesta su moral a prueba al recibir el encargo de encontrar a un misterioso activo. En la serie destaca también la presencia de Gina Carano, Carl Weathers, Werner Herzog, Nick Nolte, Giancarlo Esposito y el director Taika Waititi que además de encarnar al droide IG-11 dirige el último episodio de esta primera temporada. También participan en la dirección Dave Filoni, Rick Famuyiwa y Bryce Dallas Howard, entre otros. ¿Ya has devorado El Mandaloriano? ¿Qué te ha parecido? ¡Déjanos tu opinión!
This is the way. Así he encabezado el título de esta crítica y con ello bastaría para explicar lo que ha supuesto The Mandalorian, que no es solo un gran producto si no que además es la primera serie live-action de Star Wars y además de eso, el primer producto original que Disney realiza de la serie además de las películas que ha realizado desde que adquirió Lucasfilm.
Cuando supe que ésta iba a ser la tan cacareada serie de Bobba Fett, no pude estar más feliz. Y es que, no necesitaba una serie sobre el famoso cazarecompensas, ni tampoco sobre Obi Wan (ya veremos si esa serie llega en algún momento) ni sobre nadie conocido. Necesitaba un producto fresco, nuevo, que aportara cosas distintas a Star Wars, un universo gigantesco y con muchas posibilidades que siempre da la sensación de que no aprovecha el lore que tiene detrás para realizar productos de calidad.
Y es que, hay dos formas de ver el Universo de Star Wars. Una, es la de George Lucas y Dave Filoni, para mí, y dicho sea con todo el respeto, completamente errónea, según la cual la galaxia es una especie de aldea gala donde todo el mundo se conoce y todo tiene relación, con uno uso excesivo y desmesurado de la fuerza, y otra, la de escritores y directores como Lawrence Kasdan o Rian Johnson, (con la que me identifico profundamente) que consideran que la galaxia es grande, lejana, llena de planetas, razas, cultos y asociaciones por doquier, y que se puede hacer con ella casi cualquier cosa.
Eso es lo que The Mandalorian ha realizado: Un producto nuevo y distinto, que puede ser seguido tanto por fans de la saga galáctica como por neofitos, en la que se añaden elementos nuevos al lore «estarguosiano» aprovechando elementos que ya se conocían tanto de las películas y de series como Clone Wars o Rebels, como de las novelas y cómics que pertenecen al antiguo Universo Expandido de Star Wars (hoy renombrado como Leyendas de Star Wars) y que no se consideran canon oficial.
Así, conocemos a Mando, un miembro de una misteriosa y casi extinta organización de guerreros que se rigen por un fervor y unas normas casi religiosas, y que sobreviven a base de aceptar ciertos trabajos por dinero, dinero que aportan a la causa propia de los Mandalorianos que no es otra que la supervivencia de sí mismos y de su clan.
Durante ocho magníficos capítulos ambientados tras el Episodio VI de la saga cinematográfica, vemos qué es lo que queda del Imperio Galáctico, como la Nueva (en incipiente) República se enfrenta a una galaxia hostil y asolada por la guerra, y como muchas veces los principios deben de ponerse por encima de los pactos a los que uno ha llegado. Y no es que no haya elementos propios de Star Wars. Estos no se sacrifican para hacer este nuevo y fresco producto. Ahí están razas como los Tw’ilek, crías de la raza de Yoda que usan la fuerza, la aparición de la taberna de Mos Eisley (en el que quizás sea el peor capítulo de toda la temporada, pues solo vive de nostalgia, y que, casualmente está dirigido por Filoni, el heredero espiritual de Lucas), los sindicatos de contrabandistas y criminales, el gremio de cazarecompensas, y personajes imbatibles como Cara Dune (Gina Carano) y Greef Karga (Carl Weathers, el sempiterno Apolo de la saga Rocky) que desde el primer minuto que aparecen en pantalla se sienten como parte de Star Wars sin duda alguna.
A parte queda la interpretación de Pedro Pascal, que consigue transmitir muchísimo tras una máscara que solo se quita al final de la primera temporada, y que demuestra lo buen actor que es nuestro querido Agente Peña, que no solo sirve para perseguir y aprehender narcotraficantes.
Francamente, no tengo nada malo que decir de lo que me parece el mejor producto de Star Wars desde la trilogía clásica, Rogue One y Los Últimos Jedi, siendo mi único miedo lo que hagan con la segunda temporada. Y es que, por las noticias que van llegando, parece que este concepto de One Shot tan personalista de Jon Favreau que hemos visto en The Mandalorian se sacrificará en favor de la aparición de personajes de otras series y momentos de la saga, con ese espíritu tan propio de las olvidables y mal ejecutadas precuelas cinematográficas, que impide avanzar a Star Wars como Universo. Pero no vendamos la piel del Rancor antes de matarlo. Y confiemos en La Fuerza. I have spoken.
Reconozco que soy un fan de la saga galáctica, pero no muy entendido. He visto todas las películas y empezado Rebels y Clone Wars pero no he leído cómics más que la serie Darth Vader de Gillen y Larroca, que tengo a medias, y me lío con muchas cosas de los cánones. Y siempre me ha sorprendido el éxito de Boba Fett entre tantos amantes de la franquicia. Si solo es un tipo con armadura chula que hace bastante poco (en cuanto a minutos de pantalla) en la saga cinematográfica original.
Cuando me enteré de que harían una serie dedicada a un mandaloriano, que no iba a ser Bobba Fett, me pareció una malísima idea. Tantos años añorando un spin off de Fett y ahora nos venía Disney/Lucasfilm/Marvel Studios con otro personaje inventado. ¿Para qué? Pensaba entonces. Pues resulta que me ha parecido una idea genial. Porque estamos viendo en cómo se expande el universo de Star Wars.
Al igual que en las series de animación, pero tal vez con aún mayor independencia de éstas, la serie cuenta una historia ajena a la guerra entre la fuerza y el lado oscuro, no hay jedis contra siths, no hay un Skywalker de protagonista. Sigue su propio camino, con una trama sencilla y un macguffin espectacular que es ese bebé de la raza de Yoda. Me niego a usar el nombre viral.
Y es que no ha hecho falta más que un recurso del cine western. Un mercenario que se convierte en forajido. Que busca prosperar por su cuenta. Que tiene sus aliados y sus enemigos. Que se enfrenta a su redención. Y que pega tiros, sale casi ileso y sobrevive. No necesita más. No se cómo alargarán la trama, intuyo que no tendremos tantos episodios autoconclusivos como en esta temporada, pero ya estoy deseando que llegue la siguiente.
En cuanto al reparto, me encanta la comunicación corporal y la voz de Pedro Pascal. Y que no haya sido un David Prowse demuestra que hay una lección bien aprendida en la casa que levantó George Lucas. Carl Weathers está genial en su papel de líder del gremio de cazarrecompensas, alguien de quien no puedes fiarte nunca al cien por cien. Gina Carano encaja como un guante en su rol de mercenaria, con geniales escenas de combate y la exigencia interpretativa justa. Y también quiero destacar al bueno de Nick Nolte, aunque le veamos a través de muchos arreglos visuales está genial. Y su «I have spoken” es casi tan grande como el “This is the way”.
Me resulta curioso que una serie spin off de la saga principal me haya gustado más que la trilogía de secuelas que acaba de terminar, provocando un debate aguerrido entre fans. Lo mismo me pasó con Rogue One, aunque anclada en la línea cronológica con más relevancia que The Mandalorian, ponía el foco en otros personajes, al igual que hace ahora la serie de Jon Favreau, logrando una química y un disfrute de principio a fin. Porque se respira Star Wars en cada plano, el Star Wars clásico. Por cierto, antes de terminar, el cuarto episodio es uno de mis favoritos, Sanctuary, dirigido por una actriz que me encanta y que desconocía su habilidad detrás de la cámara, Bryce Dallas Howard. Ojalá siga dirigiendo en la siguiente temporada y, por qué no, la veamos también delante de la pantalla.
Soy un gran defensor tanto de las precuelas, como sobre todo de la nueva trilogía de
De cualquier forma, esos son recuerdos que no puedes borrar de tu vida. Por lo tanto, y pese a todos los defectos del mundo que pueda tener el episodio 1, pese a todos los artículos que pueda leer de críticos de cine, o fans de la primera trilogía, enumerando las incoherencias, los gazapos, y los errores de guion, el episodio 1 siempre será para mí una película especial, que nunca me cansaré de ver. Ocurre lo mismo con las precuelas en general, aunque personalmente he ido cogiéndole cada vez más tirria a El ataque de los clones. Y aunque la nueva trilogía no pueda llevarse el mérito de ser películas de mi infancia, ya que me ha pillado más mayorcito, sí que la considero también, digamos, “mi trilogía”. Y cuando digo “mi”, me refiero a un nivel generacional, como comentaba antes. ¿Esto significa que aceptes y comulgues con todo lo que se te eche encima sin rechistar? Desde luego que no. No podemos luchar contra el factor nostalgia y emocional, pero tampoco contra la racionalidad más absoluta. El episodio IX es un desastre, la nueva trilogía en general es bastante incoherente, y las precuelas están repletas de fallos en prácticamente todos los niveles. Y no es mi intención desmitificar la trilogía original, pero desde luego que no están libres de errores, siendo el más evidente, el ser una trilogía prácticamente escrita sobre la marcha, y que salió bien, casi de casualidad.
Tras meses arrastrando un pesar enorme y una profunda decepción con el episodio IX, máxime tras las expectativas con las que me dejó Rian Johnson, mi relación con la saga galáctica estaba en un punto casi de no retorno. Alejado de los cómics, de las series y de los juegos que antes consumía, y sin ningún interés por volver a ver las películas, a menos a corto y medio plazo. Es más, ni siquiera las buenas críticas y opiniones de
No soy un gran aficionado al western, género del que El Mandaloriano bebe litros y litros de referencias, pero desde luego está estupendamente bien implementado, y le viene como anillo al dedo con la temática de los cazadores de recompensas. Un tema por cierto que hacía falta desde hace tiempo ser explorado, y alejarnos, aunque solo sea por un momento, de la eterna y cansina lucha de los jedi contra los sith. No se ha eliminado de la ecuación a la fuerza, que sigue muy presente en el personaje de El Niño, Baby Yoda para los fans, porque la fuerza forma parte intrínsecamente del universo Star Wars, y atraviesa (y si no, debería hacerlo) de forma transversal todas las historias y personajes de la saga. Unos personajes que aquí están mejor escritos que nunca. Con un grandioso Pedro Pascal interpretando al protagonista, rebosando carisma por todos sus poros pese a no enseñar su cara en prácticamente toda la primera temporada, y un Baby Yoda, probablemente el mejor “invento” en décadas de la saga, que nos da momentos emocionantes y tiernos a partes iguales. La relación entre ambos es el eje principal de toda la temporada, y posiblemente de toda una historia que tiene un claro paralelismo con El lobo solitario y su cachorro, y que esperemos dure muchos años más.
Pero no solo los personajes y actores, destacando entre los secundarios especialmente a Giancarlo Expósito, están estupendamente en sus respectivos papeles, sino que el apartado puramente técnico, algo indispensable en una saga conocida por su acción y por sus constantes luces y fuegos especiales, sobresale tanto como en las películas de la saga, algo meritorio teniendo en cuenta de que hablamos de una serie de TV, y no de una película con un presupuesto “galáctico”. La mezcolanza de los fx más punteros con los clásicos (y nostálgicos) animatrónicos funciona con una fluidez asombrosa, y que envidiaría el propio George Lucas. Los episodios, en general, y pese a ser un poco independientes, de tal forma que en algún momento casi parece una serie procedimental, tienen un ritmo muy bien llevado, y en general están muy bien dirigidos, aunque con talentos detrás de las cámaras como Dave Filoni, Taika Waititi, Bryce Dallas Howard o la sorprendente Deborah Chow, era algo esperable.
En definitiva, Jon Favreu ha creado uno de los productos de la saga Star Wars más brillantes y mejor escritos y realizados que nadie ha visto jamás, que funciona estupendamente de principio a fin. Una historia que, además, pone de acuerdo en positivo a crítica y fans, incluidos los más intransigentes, algo extraordinariamente difícil de conseguir, y que de momento solo es el prólogo, o si queréis el primer acto, de una historia apasionante que esperemos que siga este buen camino trazado durante sus siguientes temporadas.
Vuelta a los orígenes. Tras años dando bandazos con la última trilogía cinematográfica, la pequeña pantalla ha resultado ser el particular quirófano donde operar a la malherida franquicia galáctica. J.J. Abrams y Rian Johnson protagonizaron una lucha de egos que voló por los aires la mitología de Star Wars provocando un desenlace irrisorio que puso al descubierto el inexistente mapa de ruta. No había plan.
Sin embargo, lejos de querer apropiarse de dicho cosmos, Dave Filoni y Jon Favreau se pusieron a su servicio inyectando ilusión y conocimiento a partes iguales. El primero de ellos ya había presentado candidatura con las notables series de animación. Tanto Star Wars: Rebels como Star Wars: The Clone Wars son dos productos estupendos que expanden el universo Star Wars y lo hacen con gran coherencia. Precisamente, esta congruencia es la misma que nos encontramos en
Fuegos artificiales al margen, The Mandalorian destaca tanto por su sobriedad como por su tono. Rara vez nos hemos encontrado un producto de esta saga cuyos duelos hayan sido tan crudos. El género western es el principal referente de una primera temporada que, lejos de ser perfecta, demuestra como la sencillez en ocasiones es la mejor de las decisiones. Mandalore, un planeta que tanta importancia ha tenido en el canon aunque no tuviese peso en las películas, es ahora conocido por todo el mundo sin siquiera hacer acto de presencia. Todo ello gracias a un Pedro Pascal excelso bajo la armadura de Mando. Sería un error tremendo no valorar el trabajo del actor chileno simplemente por no quitarse apenas el casco. Su interpretación corporal y verbal dotan de gran fortaleza al protagonista de la historia. Lo que está claro es que la combinación Pascal/Mando pasa por la izquierda a gran velocidad a un Boba Fett que nunca hizo méritos para conseguir el estatus que adquirió por parte del fandom.
Baby Yoda es el icono de la serie. Es imposible no caer rendido a los pies de este adorable personaje, aunque sepamos de antemano que es carne de mercadotecnia. El poder de la fuerza parece que, por el momento, sólo está en manos de este diminuto ser. Lo terrenal gana enteros a lo esotérico y los sables laser son eliminados de la ecuación para que sean los puños y los blasters quienes impongan su ley. Al margen del orejotas esmeralda, de la galería de secundarios hay uno que destaca por encima del resto. Kuiil, a quien presta su voz Nick Nolte, se come la pantalla desde su primera aparición y rompe nuestro corazón en mil pedazos al caer fuera de plano y hacerlo para siempre. La voz de la sabiduría. I´ve spoken.
Unos párrafos atrás comentaba que The Mandalorian no es un producto redondo. Su desarrollo, además de ser simple, es un tanto repetitivo. Si bien sus capítulos de presentación y los finales rayan un alto nivel, no podemos decir lo mismo de los episodios que componen el nudo siendo el dirigido por Bryce Dallas Howard el punto más bajo de todos. Eso sí, los guiños y los homenajes se encuentran por doquier y harán las delicias de todos los seguidores de La guerra de las galaxias.
Cabe destacar la música compuesta por Ludwig Göransson que cambia totalmente los registros conocidos hasta ahora tanto en las cintas de acción real como en las series de animación. El modelo del maestro John Williams es sustituido en la referencia por una mezcolanza fruto de fusionar Hans Zimmer con Bill Conti. No es de extrañar, pues, las reminiscencias a El hombre de acero y Rocky. Sea como fuere, lo cierto es que funciona. Por otra parte, al acabar cada capítulo, en los títulos de crédito podemos disfrutar con unos preciosos grabados que recogen los hechos más relevantes que acabamos de contemplar.
The Mandalorian no inventa la rueda, ni lo pretende. En una época en la que parece que cuenta más el envoltorio que el contenido, Fravreau y Filoni parecen tomarse un respiro con un estilo más propio de Sergio Leone que de Michael Bay. Ya es seguro que en capítulos venideros viejos conocidos de la saga tomarán cierto protagonismo para recuperar la cohesión entre los diferentes productos. Si lo hacen con el mismo mimo y cariño, sólo podemos esperar lo mejor. This is the way.
Después del atentado terrorista de J.J. Abrams contra Star Wars en la conclusión de la tercera trilogía de la saga galáctica, los aficionados han tenido la oportunidad de resarcirse con El Mandaloriano. Este space western concebido por Jon Favreau y punta de lanza de la plataforma Disney+ ha logrado en 8 episodios lo que la última trilogía no consiguió en ningún momento: contarnos una historia coherente consigo misma. El Mandaloriano no está carente de algunos problemas y algún altibajo en sus capítulos, pero en ella se evidencia una voluntad por hacer las cosas bien que es loable. Y todo se reduce al hecho de tener una buena planificación previa, con una apuesta clara y sencilla por el entretenimiento puro y duro. No supone una revolución para el universo de Star Wars, pero la historia del cazarrecompesas Din Djarin nos mantiene interesados a lo largo de toda su primera temporada con una progresión in crescendo que simplemente nos deja con ganas de más. Misión cumplida.
La serie se sitúa después de los acontecimientos de la trilogía original con la derrota del Imperio -o eso creíamos nosotros hasta que llegó J.J. Abrams– y antes de los sucesos que llevaran a Rey, Finn y compañía a lidiar con algunos de los peores guiones de la saga. Este es un marco interesante que permite jugosos paralelismos con las nuevas/viejas formas en las que las ideas de ultraderecha y el nazismo se pueden introducir en una sociedad. Una cuestión que también comparte con la más endeble trama de El ascenso de Skywalker. En parte, como pasaba con Rogue One: una historia de Star Wars, El Mandaloriano rompe en parte con la filosofía maniqueista de la saga, no tanto con la mercantilista refinada por las directrices actuales de Disney. En cualquier caso, la propuesta de esta serie no ofrece nada más y nada menos que lo que promete y eso en los tiempos que corren se puede considerar en sí misma una virtud.
La trama de El Mandaloriano nos puede recordar a cualquier western clásico, aunque ese elemento mercadotécnico que es Baby Yoda nos regala también un simpático paralelismo con El lobo solitario y su cachorro. La filosofía del personaje principal parece entroncar también con esas ideas y conceptos tan propios de las historias de samuráis. Lo demás es un derroche de imaginería en la mejor versión de Star Wars que nos permite viajar a distintos planetas y pueblos quedándonos fascinados con su diversidad, su tecnología y su bestiario. Ese sentido de la aventura que Jon Favreau introduce en la serie es uno de los atractivos de una propuesta que en lo referente a su nivel técnico y visual no tiene nada que envidiar a las producciones cinematográficas de la saga y que le da en todo los morros a muchas de las propuestas de Netflix que pecan de quedarse demasiado cortas en términos de presupuesto.
La serie también funciona por sus personajes, empezando por su mencionado protagonista interpretado por Pedro Pascal y que nos ofrece una perspectiva diferente a los jedis y rebeldes habitualmente protagonistas de la saga cinematográfica. Toda la construcción del personaje responde a una mitología fascinante aunque acabe encorsetado en un tipo de héroe más convencional de lo que de primeras nos pueda parecer. Pero la serie de Jon Favreau sabe construir a su alrededor todo un ecosistema de personajes carismáticos: el líder del gremio de cazarrecompensas Greef Karga interpretado por Carl Weathers, la mercenaria Carasynthia encarnada por Gina Carano, el droide IG-11 al que pone voz el director Taika Waititi (que también se encarga de algún capítulo de la producción detrás de las cámaras) y, por supuesto, ese Baby Yoda que le he robado el corazón a Internet.
En definitiva, El Mandaloriano es una serie muy correcta, hace bien su trabajo en los distintos apartados. No hay estridencias entre su apartado técnico, argumental y actoral, lo que consigue que podamos disfrutar de una historia sencilla, sin florituras y sin grandes giros de guion, pero tan disfrutable como las mejores películas del género que referencia y destacando dentro de este universo Star Wars que ha resurgido con fuerza en los últimos años. Si este es el nivel medio que nos puede ofrecer Disney+ en sus producciones habrá que estar muy pendientes de la segunda temporada de El Mandaloriano, pero también de la futura serie centrada en Obi Wan Kenobi en la que regresará Ewan McGregor y las producciones del universo Marvel Studios. Porque lo que queda claro con esta producción y Star Wars es lo que siempre hemos sabido: no se trata de lo que cuentas, más bien de como lo cuentas. ¿Eh, Abrams?.
Difícil travesía la de esta nave. La saga de Star Wars es un camino más complicado que la travesía a través del corredor de Kessel. Parto de la base de que considero que todo debió acabar en el Episodio VI.
Lo visto en la gran pantalla hasta ahora ha sido decepcionante salvo Rogue One. Creo con el corazón que ya no interesaba nada que afectase al linaje de Skywalker, y ello además quedó pervertido por una abusiva utilización de efectos especiales digitales en los Episodios del I al III. No quiero ni siquiera referirme a los Episodios VII, VIII y XIX, por no disgustar a nadie.
¿Por qué digo esto en esta reseña?, simple, The Mandalorian ha vuelto a las raíces de la primera saga. Ello hace que se vea con otros ojos, con una cercanía y un calor que para nada se parece al desapego que transmiten los Episodios que antes he mencionado. Pocos efectos digitales, con un sabor rancio, de maquillajes, prótesis, escenarios reales….
Igualmente, se trata de una serie corta, que para mí es el punto clave en el nuevo mercado de grandes series, con temporadas que no se eternizan.
Otro aspecto positivo es el argumento: no hay nada enrevesado, ni tramas oscuras, ni dobles o triples vueltas de tuerca de un guion que a veces hace que te pierdas. No estamos ante Juego de Tronos, estamos ante un producto Star Wars: entretenimiento en estado puro. Puede parecer simplista, sí, pero es lo que hizo que la primera trilogía (sí es la primera, aunque sean los Episodios IV, V y VI) triunfase.
La primera trilogía fue un éxito, pero seamos sinceros, su argumento es un poco justito. Si bien junto con otros aspectos (buenos personajes y un antagonista que pocas películas han conseguido obtener) llegó al espectador. The Mandalorian creo sinceramente que ha llegado para quedarse, y ser recordada.
Otro aspecto que debo destacar, es que, por fin, nos olvidamos de Skywalker, que para mí es algo obsoleto. Tenemos un nuevo personaje en un universo tan rico que, era ya necesario un cambio de aires. ¿Por qué Doctora Aphra es tan buena?, no hace falta que conteste, es sencillamente un gran personaje alejado de los personajes de siempre.
Igualmente, que diversos directores aporten su visión es gratificante, y da frescura a los episodios. Que cada director que ha participado haya hecho grandes episodios no significa que sea el director adecuado para una futura saga, quedáis avisados. ¿Por qué?, no es una franquicia fácil, y hay que contentar a muchos “clientes” y que Disney esté contenta.
Finalmente, y aunque parezca una tontería, ese toque al andar de Mando, idéntico al de John Wayne, te eriza los pelos de todo el cuerpo.
Por mi parte solo me queda invitaros a ver esta serie, una joya dentro del decepcionante mundo filmográfico de Star Wars.
Cuando se anunció la salida de esta seria, debo confesar que acogí la noticia con una combinación de curiosidad y escepticismo. Desde su adquisición por parte de Disney, la franquicia «starwarsiana» había entrado en unos derroteros que anunciaban el interés por sacar rendimientos a las nuevas propiedades. Bien es cierto que, en los tiempos precedentes, cuando maese Lucas dirigía la nave, los negocios paralelos al ámbito cinematográfico se explotaban, aprovechando la condición de iconos de la cultura popular que tenían los personajes de esta epopeya estelar. Es igualmente cierto que el fundador se había descolgado con unas cuantas continuaciones controvertidas, pero la tibieza de la última trilogía -producto estrella de una franquicia estrella, concebida para una nueva generación- no invitaba a otra cosa que no fuera mantener las debidas distancias.
Por otra parte, resulta inevitable sentirse atraído por la estética que presentan los clanes guerreros mandalorianos y su parentela en el plano bélico. Desde su aparición cinematográfica (en versión clásica), el personaje de Boba Fett cautivó a la audiencia (lo que hace que su aparición en el episodio sexto sea, ay, tan anticlimática). Su «recuperación» en la nueva trilogía -en la figura de Jango Fett- no terminó de arreglar el asunto, pero seguía habiendo potencial. Aquí, por fin, lo hemos visto en acción.
Desde mi punto de vista, la principal virtud que tiene esta serie viene dada por el hecho de que sus responsables hayan tomado prestados mil y un detalles de la franquicia, así como de otras obras de ficción, para conformar un rompecabezas en el que cada pieza cumple una función y da como resultado una serie en la que cada entrega nos lleva a lugares distintos. Así, en los tres primeros episodios asistimos a una historia que no está muy alejada de los «spaghetti-westerns» de Leone y compañía. El propio aspecto del Mandaloriano evoca, sin ningún género de dudas, el del pistolero sin nombre de Clint Eastwood. Pero, sentadas las bases de lo que nos vamos a encontrar a partir de ese momento, tenemos algún que otro episodio independiente, concebido a la usanza de series como El Equipo A, MacGyver o StarGate: SG1. Como Hannibal Smith, Mando es un mercenario de buen corazón; como el manitas del mullet, es persona de recursos; como el equipo de exploración, se pasea por algunos de los planetas que componen una galaxia en la que las fuerzas imperiales aún están presentes y el nuevo orden republicano no termina de imponerse. Junto a bebé Yoda, forman una pareja digna de ser el trasunto galáctico de los protagonistas del mítico manga que reunía al Lobo Solitario y a su cachorro y donde el hijo era tan peligroso, si no más, que su progenitor. Además, permite devolver a la Fuerza su carácter místico y cuasi-legendario, usándola sin presencia de jedis, algo que se intentó con menor fortuna en la intercuela entre los episodios tres y cuatro.
La afición a la franquicia disfrutará de lo lindo viendo y volviendo a ver unos episodios sembrados de guiños a la franquicia, sin dejar fuera, creo yo, ninguna de las trilogías. Ese tipo de cariño hace que uno sienta una predisposición muy favorable a las continuaciones que pueda tener esta serie, si bien existe el riesgo de que las siguientes temporadas -ya hay confirmada una, hasta donde yo sé- no tengan el mismo impacto. En todo caso, se presenta como una ocasión ideal para que sus responsables nos lleven de la mano a los rincones menos recomendables de esa galaxia muy, muy lejana, mientras vemos cómo se desenvuelven Mando solitario y su cachorro.
En el año 2019 por fin se logró lo que muchos seguidores de la franquicia Star Wars llevaban tiempo anhelando: el estreno de la primera serie de televisión live-action. Este proyecto acabaría siendo El Mandaloriano, protagonizada por cazarrecompensas de esta cultura y menos mal que no acabó siendo ese rumoreado proyecto sobre la juventud de Bobba Fett. Nunca he comprendido el fanatismo que hay en torno al mismo. Nunca me pareció un personaje minimamente interesante en los Episodios V y VI.
En mi caso no estaba particularmente motivado por el proyecto. Soy muy fan de la franquicia, si, pero temía que Disney realizase un proyecto sin alma o al que se le viesen demasiado las costuras (como las primeras temporadas de Agentes de S.H.I.E.L.D.). Sin embargo se vio que la compañía decidió apostar el todo por el todo y la producción contaba con un cuantioso presupuesto, con Jon Favreau como “padrino” y personalidades como Dave Filoni, Taika Waititi o Bryce Dallas Howard implicadas en el proyecto.
El Mandaloriano es una serie procedimental: Cada capítulo tiene su planteamiento, nudo y desenlace y hay capítulos que reivindican diferentes aspectos del western como del cine de acción. Sin embargo no se pierde en absoluto ese hilo conductor: La protección de ese niño que algún día podría ser el salvador o el verdugo de la galaxia con su inmenso poder. La serie mantiene un nivel notable, salvo algún capítulo como el quinto, considerado el peor de la temporada de forma unánime y donde se ve el buen hacer de los actores invitados de la misma destacando especialmente a Gina Carano y Carl Weathers. No puedo hablar en este aspecto de Pedro Pascal, ya que en muchos capítulos lo que ha hecho ha sido doblarse pero este apartado de la interpretación es muy importante. La voz puede transmitir tanto como los ojos y no ha sido difícil empatizar con su personaje. Y qué decir de Baby Yoda, la gran estrella del show ya ha trascendido la propia serie y su universo y ya se ha convertido en un fenómeno multimedia. Y es que Disney puede ser usurera pero no tiene ni un pelo de tonta.
El Mandaloriano ha logrado convertirse en el primer gran proyecto de Disney+, la cual, más allá de la última temporada de The Clone Wars y de su inmensa hemeroteca (que en nuestro país, de momento de inmensa tiene poco), no ha ofrecido ninguna novedad atractiva. Su éxito ha abierto el camino para que Star Wars pueda encontrar su nicho en la TV y a su vez ha logrado que los espectadores se interesen por las aventuras y desventuras de un cazarrecompensas que, en principio, no iba a mostrar emoción alguna y ni ver su rostro. Y eso es realmente algo meritorio.
VALORACIÓN GLOBAL
Raúl Gutiérrez Martínez - 9
Víctor José Rodríguez - 9
Cristian Miguel Sepulveda - 9
Sergio Fernández Atienza - 7.5
Jordi T. Pardo - 7.5
Juanjo Carrascón - 8
Luis Javier Capote - 9
Nacho Pena - 8
8.4
La redacción es unánime al valorar El Mandaloriano como una de las producciones recientes que mejor ha sabido captar el espíritu original de Star Wars. La producción de Disney+ se ha ganado las simpatías de los redactores por su sentido de la acción, por sus personajes y una historia ligera y sencilla, pero entretenida y tremendamente satisfactoria en todos sus apartados
The last jedi es una pésima película que no entendió jamás a sus personajes. Fue tan catastrófica que le fue imposible cerrar bien la saga a Disney.
Pues las decisiones argumentales casi todas me gustaban. Snoke se convertía en un macguffin, que siempre lo fue, y a tomar viento. Una excusa para llevar al heredero de Vader por el camino que DV nunca pudo completar, derrocar a su líder y ocupar su lugar como gobernante de la Galaxia.
Ray no tenia que ver con Skywalker y era simplemente una chica normal. Como parece serlo Luke en el ep IV. Un chico afin a la fuerza y entrenado. La escena final auguraba una galaxia muy distinta y un giro que alejara la historia de los mismos lugares comunes de siempre.
Leia entrenada como Jedi. También me parece correcto y de hecho coherente con el final de la trilogia original.
Lo único que no me gustó fue el tono uraño de Luke y sus argumentos. Pero bueno, encajar su historia con las gilipolleces que Abrams inventó en la anterior era complicado… Por decir algunas cosas: de repente no hay República, unos don nadies tienen ahora más naves que el Imperio y los protagonistas son de nuevo una Resistencia. No hay más Jedis en la galaxia.¿seguimos?
Nada de eso es coherente con la caída del Imperio de la trilogía original y solo muestran que Abrams quería escribir en un escenario similar al de sus películas de la infancia, por lo que propuso un escenario idéntico sin sentido argumental alguno. Se le han disculpado incomprensiblemente a JJ los agujeros de guión de la última para subsanar los cambios de Johnson pero en realidad los más gordos son originados en el propio ep VII, IMO.
Todo un hallazgo. Un samurai western y buddy movie en el entorno de ciencia ficción herrumbrosa de Star Wars en perfecta sincronía. Pero dejen de remitirse a la endeble Rogue One, por favor. En Mandalorian el imperio deja de parecer la Loca academia de troopers y vuelve a imponer miedo y respeto.
Mención especial para el arte de los créditos finales. Ojalá los recopilen en algún álbum porque son una delicia
«Loca academia de troopers»
Bravo!!!