«No hay señal
No hay señal de vida humana y yo
Perdido en el tiempo
Perdido en otra dimensión
Oh, oh oh, oh ah»
M-Clan
Esta reseña se ha escrito. Esta reseña se está escribiendo. Esta reseña se escribirá. Netflix acostumbra a apostar más por la cantidad que por la calidad. Así pues, resulta todo un reto encontrar producciones propias de tronío, entre la ingente mediocridad, que merezcan acabar entre lo mejor del año en la pequeña pantalla. Sin hacer mucho ruido, en diciembre de 2017 llegaba la primera temporada de
De alguna manera, casi todos los lectores de cómics somos amantes de este tipo de historias. Los Marvel´s What if o Elseworlds nos muestran, continuidades al margen, que habría pasado si en un determinado momento se hubiese optado por elegir un camino en vez de otro. El multiverso, las realidades paralelas, dan tanto juego que su mayor virtud probablemente también sea su mayor defecto: son inabarcables. Volviendo a Dark, la serie realiza guiños constantes a dicha temática utilizando, por ejemplo, el hilo rojo del destino que ya cobró especial relevancia en la sensacional Your Name. Aunque sea como atrezzo, la religión también tiene un peso relativamente importante. La medalla de San Cristóbal, patrón de los viajeros, funciona a modo de miguitas de pan para seguir una trama que según va avanzando se vuelve más y más compleja. Como no podía ser de otra forma, el DeLorean de Regreso al futuro también será homenajeado en cierta conversación y otras obras del séptimo arte como El Resplandor (Gracias Iura por descubrirme a esas gemelas disfrazadas…) pondrán una pizca de ligereza en un mar de densidad.
No hemos querido destripar la serie para todos aquell@s que aún no se hayan acercado, pero se lo estén planteando. Dark es un viaje que merece la pena, pero ya avisamos que, en caso de realizarlo, deberéis hacerlo con los cinco sentidos. En un primer momento, tendremos ciertos problemas en recordar todos los miembros de los diferentes árboles genealógicos. Algo que, por otra parte, no es culpa de la serie, sino que son rostros mayoritariamente desconocidos para el público no germano. Poco a poco, esto dejará de ser un impedimento y nuestro cerebro comenzará a elucubrar distintas teorías sobre lo que está pasando. En cierta manera, Dark juega en la misma liga que Perdidos, pero lo hace con un tono mucho más sombrío y un camino más definido. A lo largo de tres temporadas, la fatalidad se irá agigantando hacia un punto de no retorno.
Una vez finalizado su visionado, analizándolo fríamente, es cuando comienzan a verse ciertas grietas que hasta entonces resultaban invisibles. Dark funciona como un engranaje perfecto en las dos primeras temporadas, pero el triple salto mortal y doble tirabuzón con el que cierra el segundo arco, resulta ser un lastre para una trama que se complica en exceso por momentos. Una mitología en continua expansión cuyas normas se cumplen casi siempre… pero no siempre. Los cliffhangers de final de temporada son espectaculares, pero llegan a ser más efectistas que efectivos. A pesar de los continuos viajes temporales, Dark funciona a las mil maravillas en lo terrenal. A los personajes, maravillosamente tratados, les pasa como a los espectadores cuando descubren lo imposible. Un apocalipsis amaga con producirse y los protagonistas deberán tomar ciertas decisiones… aunque la mayoría de las veces vienen influidas de otros personajes que ya saben lo que va a ocurrir. Un poco lo contrario de lo que le pasaba a Casandra en la mitología griega. A pesar de su don de la profecía, nadie creía jamás en sus pronósticos.
El pueblo de Winden es el tablero de juego perfecto donde se desarrolla una partida cuasi infinita. Un escenario en el que el Doctor Manhattan se sentiría como pez en el agua. La central nuclear se levanta amenazante como posible detonante de los extraños sucesos que tendrán lugar y los laberínticos túneles funcionan a modo de pasajes temporales. Una tela de araña determinista en la que sus habitantes quedarán enganchados tratando de evitar ciertos acontecimientos y, como consecuencia de ello, buena parte serán provocados por ellos mismos. En cierta manera, Winden recuerda a Twin Peaks, por lo culebronesca de las relaciones entre las diferentes familias y los muchos secretos que los personajes guardan. Desde luego que Dark no se parece en nada a Stranger Things, por más que alguno se empeñase en emparentarlas en sus primeros días de vida.
El 21 de julio de 2019 aterrizaba en la plataforma streaming la segunda temporada y, para quien escribe estas líneas, es sin duda la mejor. Una vez que ya entramos en harina, los palos de ciego del inicio son sustituidos por un mayor ritmo. No sólo eso, sino que ciertas revelaciones nos retrotrajeron a la muy recomendable Predestination, aquella cinta dirigida por los Spieg Brothers en 2014 que contó con Ethan Hawke como protagonista. En este segundo arco, Jonas y Martha, la pareja perfecta, darán un paso más en su carrera para convertirse en las piezas claves de esta partida de ajedrez. La subtrama romántica así como el amor de los diferentes personajes por sus seres queridos son el verdadero motor de Dark. Si no fuera por esos sentimientos (como le ocurría a Cooper en Interstellar) el producto final sería totalmente diferente.
Como buena serie de ciencia ficción, las paradojas temporales están a la orden del día y ya en las dos primeras temporadas tuvimos un par de carambolas de lo más rocambolescas. Dark es un producto sólido y todas sus partes lucen de manera notable. Empezando por sus títulos de crédito iniciales (que varían en función de la temporada que estemos viendo), pasando por su estupenda fotografía, siguiendo por su excelente selección musical y acabando por unos efectos visuales que cumplen con su cometido. La partitura de Ben Frost aporta personalidad a una serie que a lo largo de sus 26 episodios no da lugar a rellenos absurdos. Dark va al grano, aunque lo hace rizando un rizo ya rizado. Esto puede provocar que en el visionado de la tercera temporada (estrenada en junio del presente año) tengamos cierta sensación de indigestión. Los constantes saltos temporales ponen a prueba la atención extrema de los espectadores. Hubiera estado bien un par de capítulos más para que no quedase todo tan condensado, provocando cierta saturación. No hay alivios que valgan, para los últimos ocho capítulos se pisa el acelerador a fondo hasta el desenlace final.
A pesar de que en Dark no se cansan de repetir aquello de que el principio es el final y el final es el principio, la serie arranca con unas misteriosas desapariciones de niños que engañan sobre el género de la misma. Aquí no importa tanto el quién y el porqué, sino el cuándo. Pasado, presente y futuro están conectados. Una triqueta lo simboliza a la perfección como símbolo de la triple dimensión. Entrar en Dark es hacerlo en el interior de la angosta cueva que espera impaciente a sus protagonistas. “Las lechuzas no son lo que parecen” decía el gigante en la mencionada serie de David Lynch. Aquí no hay lechuzas, pero sacaremos conclusiones precipitadas hasta que veamos el mosaico al completo.
El guion es un meritorio puzle imposible en el que sus responsables han debido devanarse los sesos hasta la extenuación para conseguir que cada pieza encaje correctamente. Como consecuencia de ello, nuestras cabezas implosionarán en más de una ocasión. Definitivamente estamos hablando de uno de los productos que mejor ha sabido abordar la temática viajero-temporal en la cultura popular.
Decíamos anteriormente que uno de los aciertos de Dark era la construcción de sus personajes. En la mayoría de casos hasta tres intérpretes fueron necesarios para cada uno de ellos en función de su fase vital (infancia/adolescencia, adultez y vejez). Nos quitamos el sombrero ante el maravilloso casting realizado puesto que no son pocos los actores y actrices que guardan un asombroso parecido con el resto de sus versiones. Como no podía ser de otra manera, nos encontramos ante una historia muy coral en los que sobresalen Louis Hofmann y Lisa Vicari dando vida a la pareja protagonista. Hofmann hace un estupendo trabajo metiéndose en la piel del joven Jonas y su sufrimiento resulta totalmente creíble. Del resto del reparto destacaremos a Oliver Masucci como Ulrich Nielsen, Maja Schöne como Hannah Kahnwald o Mark Waschke como el misterioso Noah. En un pequeño papel los espectadores más atentos descubrirán a Sylvester Groth, que hacía las veces del despreciable Joseph Goebbels en Malditos bastardos, de Quentin Tarantino.
Dark es una serie a reivindicar y que recomendamos encarecidamente a todos aquellos amantes de la ciencia ficción, en general, y los viajes en el tiempo, en particular. Las dos primeras temporadas son un crescendo constante y es probable que habría sido más redonda si lo hubiesen dejado ahí. Sin embargo, para complicar más la enrevesada maraña añaden un elemento más a la ecuación que puede llegar a confundir aunque se esfuerzan en situarte en todo momento con diferentes recursos que no desvelaremos. Para todos aquell@s que ya visteis y disfrutasteis las tres temporadas de Dark, buenas noticias. Sus creadores están preparando un nuevo proyecto para Netflix titulado 1899, serie de terror que contará con un barco de inmigrantes como escenario. Se espera que su estreno llegue en algún momento de 2021… o quizás ya haya sido estrenada… o quizás nunca se vaya a estrenar. Tic-tac, tic-tac.
Dirección - 8
Guión - 8
Reparto - 7.5
Apartado visual - 7.8
Banda sonora - 8.2
7.9
Atemporal
Dark es un estupendo producto que cumple con nota en todos sus apartados. Todo gira alrededor de los viajes en el tiempo con un nivel de complejidad como pocas veces antes habíamos podido disfrutar, aunque su temporada final pueda generar cierta controversia. Nos encontramos ante una de las series de Netflix que tenéis que ver sí o sí.