#ZNSeries – Invasión Secreta. Episodio 4 – Amado

¿Sr. y Sra. Furia? Volamos hacia Moscú , por Jordi T. Pardo

Le tengo que conceder un par de cosas al episodio de esta semana de Invasión Secreta. Para mí la propuesta había tocado fondo la pasada semana, pero viendo su última entrega reconozco que me ha colado un par de goles. La no-muerte de Madre de Skrulls no me ha sorprendido, pero es cierto que no vi venir el giro para traerla de vuelta después de los sucesos pasados. Pensaba de verdad que se habían quitado a Emilia Clarke de encima a las primeras de cambio. También me la han colado con la identidad de James Rhodes. Pero no por desvelarse finalmente su rol como agente skrull infiltrado (algo que ya era vox populi), sino por el hecho de haber sido suplantando por una skrull – Raava- haciendo que por ahora ponga en barbecho mi opinión sobre la escasa relevancia de la lectura sobre sexo y género que se podría desprender de los poderes metamorfos de los skrulls. No obstante, estos dos goles no hacen que mi experiencia y opinión como espectador haya mejorado respecto a lo visto hasta ahora.

Hay muchas decisiones que siguen sin tener sentido con esta producción, empezando por la duración irregular de su metraje. El hecho de que sus dos primeros episodios rozasen la hora, el tercero se quedase en algo más de cuarenta minutos y este último sea -por ahora- sea el más corto de la producción, hacen pensar en el desaguisado que se ha perpetrado durante su rodaje y montaje. No es la primera serie de Disney Plus con la que nos pasa esto y es una señal de que estos productos no están realmente concebidos para el formato en el que se intentan encajar. Por otro lado, es cierto que esta entrega ha resultado la más «maja» hasta la fecha de Invasión Secreta, en parte porque se ha liberado del posible relleno y se ha añadido alguna escena de acción resultona para que no nos aburramos. Pero todo esto estaría bien para un primer episodio, no para una serie de seis entregas de la que acabamos de ver la cuarta.

Para empezar, todo el rollo a lo Sr. y Sra. Furia sobra bastante y no aporta nada ni encaja con la historia del espía interpretado por Samuel L. Jackson que habíamos conocido hasta ahora. Tampoco las interacciones entre Rhodes y Furia y la muerte anticlimática -una más- de Talos a manos de Gravick. Y Furia una vez más -como pasó con Maria Hill- sale por piernas… En definitiva, esta entrega nos deja más de lo mismo. Los personajes se mueven de manera tosca y conveniente por la trama sin mayores explicaciones. El argumento no aporta nada nuevo ni hacer valer lo que a priori lo haría especial: su conexión con el universo cinematográfico de Marvel Studios. Es una pobreza que ya hemos visto en otras series de la compañía, pero aquí chirría todavía más por el alcance internacional de su planteamiento. Por último, la acción de este episodio es -como he dicho- gozosa, pero despersonalizada y ni mucho menos espectacular.

Nos queda dos episodios por delante, pero ya es tarde para remontar esta Invasión Secreta. Puede que la propuesta nos deje con un cliffhanger de órdago y que enlace de manera ingeniosa con la historia y futuro del universo cinematográfico de Marvel Studios, pero el viaje en ningún caso habrá válido la pena. A la espera de ver su conclusión, si no has empezado a verla esta es una serie que te puedes ahorrar ya que nada de lo que nos está contando está resultando interesante por sí mismo ni por la visión de conjunto dentro del organigrama cinemático de estas producciones. No pierdas tu tiempo.

A buenas horas, skrulls verdes, por Juan Luis Daza

Cuarto episodio, a dos del desenlace de la serie, y por fin Kyle Bradstreet y Ali Selim nos conceden el honor de que acontezca algo mínimamente interesante en Invasión secreta, pero poca cosa, nada de hacer que se antojen entretenidos los ajustados 38 minutos de episodio, no vayamos a malacostumbrarnos. Desde el arranque la trama se centra en el personaje de Priscilla interperado por Charlayne Woodard y con ello se confirman todas las simplistas y poco elaboradas teorías que teníamos sobre ella, que al menos nos regala una secuencia mínimamente rescatable como la compartida en la mesa de la cocina con el Nick Furia de un Samuel L. Jackson del que a estas alturas no sabemos si el cansancio que transmite es el del personaje o el suyo propio por el cuestionable vehículo de lucimiento que le han dado después de más de diez años al servicio del UCM.

Tópicos, lugares comunes, vagancia a la hora de dearrollar ideas argumentales siguen configurando una historia sin gancho, carente de punch, que si bien está en todo su derecho de alejarse del tono espectacular y superheróico del evento original de los cómics en el que se inspira al menos debería ser minimamente funcional como relato de espionaje con toques de ciencia ficción, pero nada más alejado de la realidad. Al menos la recta final de este cuarto episodio regala la primera secuencia de acción potente, aunque muy genérica, en la que Ali Selim y su equipo técnico aprovechan los medios proporcionados para diseñar un pasaje que al menos cierra con cierto dinamismo otra entrega de la ficción que cae del lado de la indiferencia y el desinterés.

Me entristece afirmar que los dos episodios que qudan de Invasión secreta no van a subsanar, ni de lejos, el desastre silencioso que supone como última producción de Marvel Studios para Disney Plus. Vuelvo a reiterar que en un momento en el que las producciónes del Universo Cinematográfico Marvel en particular y la ficción superheróica en general comienza a mostrar sintomas de agotamiento de cara a un espectador que decide darle la espalda, trabajos como el presente no van a sulicionar un mal endémico que ya se extiende por casi por todas las adaptaciones de las correrías secuenciales de los iconos del papel extrapolados a la gran y pequeña pantalla. En solo dos semanas podremos asistir al estertor de este cadáver que casi nació muerto hace tres semanas.

Nick Furia, agente de la T.I.A., por Samuel Secades

Lo de Invasión Secreta comienza a estar cerca, ojo, ya no de ser un castigo que mis compañeros de sección y yo nos hemos puesto como deberes para poder traeros nuestro análisis semanal, sino que está alcanzando tales cotas de desconcierto y torpeza que casi roza el placer culpable de la serie Z. Este nuevo episodio es un claro ejemplo de que la serie está hecha a retazos y que un making of en condiciones sobre la misma sería muchísimo más interesante que las idas y venidas de unos Nick Furia y Talos reconvertidos en dúo cómico sin quererlo. No sé quién será en última instancia el responsable de tal desaguisado, auque viendo las declaraciones del cretino de Bob Iger esta semana con respecto a la huelga de guionistas a la que se ha sumado el sindicato de actores, no cabe duda de que la culpa recae sin duda en algún directivo tan inútil como el actual CEO de Disney, y que parecen campar a sus anchas (con sus beneficios millonarios, eso sí) en muchos de los estudios actuales. Es absolutamente inconcebible que esta Secret Invasion siga malgastando el talento de su reparto en una historia tan inane e insípida, con ese anticlimático atentado contra el presidente de los Estados Unidos que pretende ser una escena de acción pero que nos recuerda de manera poderosa a aquel descacharrante tiroteo en Agárralo como Puedas.

Ese es el nivel paródico al que tristemente ha llegado esta Invasión Secreta, que aún así tiene buenas ideas como ese Rhodey aterrador (ya entendemos por qué) con el buen hacer habitual de un Don Cheadle al fin demostrando su talento en el MCU, o el protagonismo en este episodio de la también fantástica Charlayne Woodward (no sé si alguno de mis compañeros habrá comentado en alguna reseña anterior lo irónico de que fuera la madre del personaje de Samuel L. Jackson en El Protegido, pero siempre que aparece en escena me viene a la mente); la relación entre Varra y Furia podría haber sido uno de los grandes regalos de Secret Invasion para el MCU, pero en lugar de ello se queda en agua de borrajas debido a un desordenado guion que no sabe contarnos las cosas como es debido. Y si queremos escenas ridículas, que este episodio tiene para dar y regalar, quedémonos también con la absurda conversación entre Talos y G’iah, donde ya sólo con escuchar el ridículo plan del personaje interpretado por Ben Mendelsohn hace que queramos hacer como Emilia Clarke y mandarle a paseo.

A paseo me gustaría mandar, precisamente, a la serie en su conjunto, pero como decía Forrest Gump, ya que hemos llegado hasta aquí, podemos correr un poco más a ver qué nos deparan los dos últimos episodios de Secret Invasion, aunque con el paulatino desmantelamiento de la división televisiva del MCU no esperamos nada ni mucho menos importante de cara al devenir de un MCU cada día menos interesante por culpa de series tan perezosas como la que nos ocupa. El reconocimiento de la propia Disney del error cometido saturando los proyectos televisivos de Marvel, que han distraído más la atención del espectador más que aumentar sus ganas de continuar la historia en el cine, no hace sino volver más irrelevante aún a esta Invasión Secreta a la que le falta un buen golpe en la mesa por parte de Samuel L. Jackson/Nick Furia para volver a hacer divertido al MCU, y no un patio de recreo para las tramas y los villanos más imperdonablemente sosos que uno se puede echar a la cara. De momento, y tristemente, todo lo que tenemos es una parodia sin gracia de lo que podía haber sido. Para todo lo demás, tenemos a un espía retirado, sin galones y acusado de terrorismo llevándose al presidente de los Estados Unidos tras un atentado terrorista delante del Servicio Secreto y el ejército en su coche particular como si nada. En una tarde en la que hemos perdido al gran Ibáñez, esta Invasión Secreta parece un involuntario homenaje a las mejores historias de Mortadelo y Filemón.

Esta muerta está muy viva, por Sergio Fernández

La semana pasada ponía especial énfasis en la despedida del personaje de G’iah, interpretado por Emilia Clarke. En tres episodios habíamos visto morir en pantalla a Martin Freeman, a Cobie Smulders y a la madre de los dragones sin habernos generado una sola emoción. Toca pedir disculpas. Que no estaba muerta, G’iah estaba de parranda. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La misma sorpresa que nos produjo su adiós se apodera de nosotros con su renacimiento. No nos importa porque falta un trabajo previo que nos vincule con los personajes. No es la primera vez que digo algo parecido en estos artículos, pero da la sensación de que los títulos de crédito iniciales no son lo único realizado por una inteligencia artificial. Falta brío, emoción, pasión, cariño… al más puro estilo cadena de producción, Marvel Studios se está limitando a enlazar producciones en Disney+ y la gran pantalla obviando que la pirámide de cartas puede volarse en cualquier momento. Ni Thanos, ni Kang, el verdadero villano del MCU es el desinterés. Un desinterés que carece de forma pero que, poco a poco, está siendo inoculado a una audiencia hastiada de mediocridad.

Aunque si tuviéramos que describir Invasión Secreta sería como anticlimática. Pasado el ecuador de la serie, podríamos pensar que se pisaría el acelerador antes de prepararnos para la traca final. Y sí, hemos tenido una escena de acción con tiroteos, helicópteros, rusos y hasta el presidente de los Estados Unidos metidos en el ajo. El problema, una vez más, es la indiferencia que se siente ante lo que ocurre en pantalla. Una historia plana, mal contada y cuyos giros de guion (ese Rhodey Skrull…) se veía venir desde San Petersburgo.

Recorriendo voy las calles del viejo París, recorriendo que estuviste junto a mí, esos días tan felices que no volverán, hoy se agolpan en mi mente y después se van, cantaba el grupo Solera. En la particular píldora pasada de Nick Furia, el otrora máximo dirigente de S.H.I.E.L.D. aparece en la capital francesa después de que sus Vengadores liasen la marimorena en Nueva York. Era el 2012. Corrían tiempos mejores para los aficionados al género superheroico, en plena línea ascendente. Ahora debemos de apuntar fino si queremos disfrutar con el producto que vamos a consumir.

«The Talking Farm», así se llamaba de manera despectiva a la segunda temporada de The Walking Dead, por las largas conversaciones que tenían entre los diferentes personajes que no llegaban a ninguna parte. Tras cuatro episodios, en Invasión Secreta hemos tenido algún momento rescatable pero como serie de espías deja mucho que desear. No es que llegue a los estándares de Leslie Nielsen y su Espía como puedas, pero acercándonos al material original, nos encontramos tramas de espionaje mucho mejor hiladas en La Casa de las Ideas.

Los Skrulls son un pueblo sin planeta. La problemática de los refugiados no es la primera vez que es tratada en el MCU. El paralelismo es evidente y se agradece que en un producto de este tipo, los más pequeños del hogar puedan vislumbrar temas sociales que les haga comprender según que cosas. Ahora bien, los convencionalismos utilizados son más que evidentes para no salirse de una plantilla prediseñada. Fórmulas y más fórmulas, algoritmos, números… Kevin Feige y compañía se están alejando de los millones de fans que han ido consiguiendo con el paso de los años usando escuadra y cartabón.