Género: Ciencia-ficción
Dirección: Javier Olivares, Pablo Olivares, Marc Vigil, Jorge Dorado, Abigail Schaaff, Paco Plaza, Javier Ruiz Caldera
Guión: Javier Olivares, Pablo Olivares, Anaïs Schaaff, José Ramón Fernández, Paco López Barrio
Reparto: Rodolfo Sancho, Aura Garrido, Nacho Fresneda, Cayetana Guillén Cuervo, Hugo Silva, Juan Gea, Francesca Piñón, Jaime Blanch, Mar Ulldemolins, Julián Villagrán, Natalia Millán, Mar Saura, José Ramón Iglesias, Susana Córdoba, Víctor Clavijo
Producción: Cliffhanger / Onza Partners / Televisión Española
Canal: La Primera de TVE
País: España
Una de las sorpresas más gratas de la pasada temporada televisiva fue, sin ningún género de dudas, la primera entrega de El Ministerio del Tiempo. La creación de los hermanos Olivares llegó a la vieja primera cadena de televisión casi de puntillas, sufriendo la prejuiciosa suspicacia común a todos los estrenos de producción nacional. El concepto de viajes temporales es bien conocido en la ficción y pronto surgieron las hipótesis comparativas. La sombra de Doctor Who era muy alargada, habiendo precedentes de versiones patrias del éxito catódico foráneo de turno. Sin embargo, muy pronto se disiparon las dudas y nos encontramos con un producto bien cuidado que aprovechaba al máximo sus frugales medios. Durante ocho semanas, el boca a boca –vía redes sociales- genero un fenómeno fan de consideración, concretado en la denominación de «ministéricos». Una vez terminada la primera entrega, este ruidoso colectivo manifestó repetidamente su deseo de una renovación más merecida que, finalmente, llegó en este año 2016 con una segunda temporada compuesta por doce episodios.
Para aquellas personas que aún no hayan tenido la buena suerte de enfrentarse a un episodio de la serie, esta cuenta los pormenores de un ministerio del Gobierno de España dedicado a la custodia de un secreto cuyos orígenes se remontan a los días de los Reyes Católicos. Su misión es la de evitar que el pasado que conocemos se vea alterado, para lo cual tiene a su disposición un nutrido grupo de agentes provenientes de todas las épocas históricas (y prehistóricas). Algunos son personajes históricos famosos, como Gregorio Marañón o Diego Velázquez; otros, como los protagonistas principales, son anónimos. El paramédico del siglo veintiuno Julián Martínez (Rodolfo Sancho), la universitaria decimonónica Amelia Folch (Aura Garrido) y el soldado de los días imperiales Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda) configuran una patrulla que debe afrontar diversas destinadas a garantizar la pervivencia de figuras ilustres de la política, las artes o las ciencias, las cuales tienen como común denominador el haber formado parte de la historia española. Su diversa procedencia histórica, social y educativa es motivo de unos iniciales desencuentros que pronto se trocarán en camaradería y amistad. Amelia es el cerebro del equipo, por su carácter responsable y sus enciclopédicos conocimientos del pasado; Alonso es el músculo enfundado en la piel de un soldado de los tercios con un arraigado sentido del honor y la camaradería; Julián representa la perspectiva de una persona contemporánea que se topa, sin comerlo ni beberlo, la posibilidad de los viajes en el tiempo. Su descubrimiento es el de una audiencia que, con él, se adentra en las interioridades de un Ministerio que no es ajeno a las tentaciones de modificación de la Historia ni a los tejemanejes políticos. Al final de la primera temporada, la patrulla quedaba seriamente tocada merced al fallido intento de Julián de salvar la vida de su esposa –fallecida en un accidente de circulación poco antes de los acontecimientos del primer episodio de la serie- y al apoyo de Amelia (cuyo futuro parece estar ligado al de su compañero de patrulla de forma que la asusta). Un demoledor fin de fiesta que dejó a la afición con los dientes largos cual colmillos de morsa y con el deseo de ver y saber más. La expectación implicaba también una mayor exigencia pues, una vez pasada la sorpresa, había que ver si la serie progresaba adecuadamente o se quedaba estancada.
Al inicio de la segunda temporada, descubrimos que el anunciado drama –que relacionaba directamente a Julián con el hado funesto de su esposa- ha sido, aparentemente, superado. Después de pasar por intensos meses de terapia, Amelia y Julián vuelven por el Ministerio. La primera convive con la obsesión por haber visto su tumba; el segundo intenta parecer entero y cordial, pero queda relegado al departamento médico. La primera misión de esta nueva temporada es afrontada por Alonso y Amelia, con la adición del militar Ambrosio Espínola (Ramón Langa) pero al final de la historia, el personaje interpretado por Rodolfo Sancho decide hacer mutis por el foro, buscando un lugar donde sus talentos puedan ser más útiles. Para sustituirle llega, casi de rebote, «Pacino» un policía de los días de la transición interpretado por Hugo Silva. Suya será la obligación de ocupar el puesto del ausente Julián, conformando con este y con Folch un curioso triángulo sentimental a través del tiempo. La ausencia del paramédico venía motivada por compromisos profesionales de su intérprete –debida a la engorrosa forma con la que el exente público renueva sus series- de ahí que se echara mano de un truco habitual en la ficción: buscar un sustituto que hiciera sus veces. Afortunadamente, el equipo guionista no tiró por el camino fácil de presentar un clon del desaparecido, sino que se creó a un personaje de una época no tan lejana y tan convulsa como la transición. El policía interpretado por Silva evoca directamente el ambiente y las barriadas que tan crudamente reflejaran en sus filmes Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma. Coches trucados, trapicheo de droga y rumba quinqui-mangui por doquier. Igualmente, aunque Pacino ocupa también el lugar de Julián como posible interés romántico de Amelia, pero en un sentido inverso: el sanitario sigue prisionero del recuerdo de su esposa y desconoce que ciertos signos aventuran un futuro al lado de Folch; el policía se siente automáticamente atraído por la joven, pero esta guarda distancias, dividida entre la correspondencia a los sentimientos y el determinismo de saber su propio porvenir. Desde el punto de vista del seguimiento de la serie, la presencia de Pacino ha generado un debate en el seno de la afición, a la hora de exponer si él debería ser protagonista permanente en detrimento de Julián. En mi opinión, cada uno de los personajes tiene su propio atractivo, pero la función del que interpreta Sancho se me antoja más necesaria, al dar la perspectiva de una persona del año 2015… perdón, 2016.
A la hora de reseñar las distintas temáticas abordadas en cada episodio, hay que volver a felicitar al gabinete creativo por la cantidad de detalles con los que adornan el argumento. Tomemos como ejemplo el primer capítulo de la segunda temporada, que lleva a Amelia y Alonso a la Valencia de 1099, asediada por los almorávides y defendida por Ruy Díaz de Vivar. La figura del Cid Campeador ha sido profusamente glosada, convirtiéndose en una figura multifacética donde coexisten el personaje histórico y el mito legendario. Las discrepancias entre las distintas versiones del caballero castellano sirven para contar una historia en la que se hace un necesario ejercicio de desmitificación, que se hace extensivo al personaje interpretado por Langa. La reafirmación de Folch como jefa de patrulla es el resultado de algo tan sano como mantener un sano escepticismo frente al mito. En el camino, hay espacio para contar anécdotas protagonizadas por Charlton Heston (que interpretó al Campeador en el mítico filme producido por Samuel Bronston) y para hacer un guiño a aquellos niños que fuimos en 1981, con una ilustración alusiva a Ruy, el pequeño Cid, la serie de animación producida por BRB y Nippon Animation. Cada episodio de la serie es una pequeña lección de Historia, bien complementada por los espacios documentales explicativos. Divulgación bien encajada y muy importante, dotada de sentido crítico. Una de las más grandes virtudes de la serie es el detalle de que no caiga en la autocompasión que suele estilarse en las producciones hispánicas, pero tampoco ceda a la tentación de un chovinismo maniqueo. Los agentes del Ministerio del Tiempo no son Superman y Batman, pero tampoco Pepe Gotera y Otilio.
Otra de las constantes que se ha mantenido en esta segunda temporada es que los distintos argumentos se convierten en ideales excusas para ir colocando reflexiones, críticas y comentarios en torno a aspectos y problemas bien actuales. Así como Julián representa a la sociedad contemporánea frente a los acontecimientos del pasado, Alonso o Pacino –que han debido refugiarse en el tiempo presente- contemplan con variable estupefacción situaciones como las mareas ciudadanas o el drama de los desahucios. La hidalguía de Entrerríos le impide comprender cómo las fuerzas del orden forman parte del desalojo de una anciana, convirtiéndose el personaje de Fresnada aquí en alguien un poco más lejano de Alatriste y más próximo a su tocayo Quijano. Por su parte, Amelia o Irene (Cayetana Guillén Cuervo) representan la constante lucha de la mujer para ser tratada en igualdad de condiciones que sus colegas varones. En esto, la serie ha hecho un interesante ejercicio de promoción de la igualdad efectiva entre damas y caballeros, el cual se repite cuando el máximo mandatario del Ministerio, Salvador Martí (Jaime Blanch) rinde homenaje a su sucesora / predecesora Susana Torres (Mar Saura) después de que esta perdiera su puesto por una decisión de consecuencias funestas. La recuperación de tramas de la primera temporada, como la agente ¿renegada? ¿libre? Lola Mendieta (Natalia Millán) y la competencia privada estadounidense permite deslizar otra vez el mensaje de las diferencias entre los sectores público y privado o lo que es lo mismo, entre servicio y negocio. En unos tiempos en los que las tramas se simplifican y al público se le considera escasamente espabilado, es un gusto poder encontrar productos con varios niveles o capas de contenido y con un mensaje que, sin ser excesivamente complejo, es bastante claro y aventuraría decir que necesario.
La serie no es perfecta y una revisión detenida de sus capítulos permitiría encontrar unos cuantos agujeros en la trama, pero lo compensa con unos personajes atractivos por su normalidad. El episodio de la boda de dos trabajadores del Ministerio aporta esa dosis de cercanía que hace que el espectador pueda encariñarse con los protagonistas, pero también con unos secundarios que, como Diego Velázquez (Julián Villagrán) o Angustias Vázquez (Francesca Piñón) se apoderan de todas las escenas en las que aparecen. Ha sido también un gran acierto aprovechar la presencia de Martí (un magistral Jaime Blanch) y de Ernesto Jiménez (un sólido Juan Gea) para contar más acerca de su pasado y humanizarles.
En el apartado de aparición episódicas hay que resaltar un buen número de interpretaciones puntuales, las cuales han mantenido notablemente el nivel. Así, Miguel Rellán y Víctor Clavijo volvieron a representar sus papeles de Gil Pérez y Lope de Vega respectivamente. A ellos se unen Pere Ponce (Miguel de Cervantes Saavedra), Fernando Conde (Felipe V), Carlos Hipólito (Felipe II), María Martí (Enriqueta Martí / La vampira del Raval), Sergio Péris Mencheta (el Cid) o Gary Piquer (Harry Houdini) para hacer en sus respectivas apariciones unas interpretaciones magistrales. Mención especial merece las presencias de David Sainz (Malviviendo) y Raúl Cimas (Muchachada Nui) que convierten sus apariciones en guiños a algunos de sus trabajos más populares.
Para concluir, hay que indicar que la segunda temporada de esta serie ha respondido al desafío planteado por los buenos resultados de su predecesora, si bien es de esperar que en entregas posteriores continúen trabajando para mejorar un producto ya de por sí notable. Desgraciadamente, a día de hoy solamente se puede hablar de conversaciones entre las partes contratantes para ver si hay o no hay una tercera temporada de la serie. El co-creador de la misma ya ha manifestado las dificultades que ello supone para poder planificar historias a largo plazo. Sería una auténtica pena que una de las mejores series de ficción que ha dado la producción propia se convirtiere en una anécdota en los libros porque se tardó demasiado. Creaciones como Águila Roja llegaron a su fin después de un accidentado periplo, pero otras como Los misterios de Laura se perdieron porque pasó demasiado tiempo. Mucho me temo que para la próxima primavera no tendremos tercera temporada del Ministerio del Tiempo, pero tengo la esperanza de que la generosa despedida del pasado lunes sea solo un hasta luego y no un hasta siempre / nunca.
Página oficial del Ministerio del Tiempo en RTVE
Esta temp ha habido cap regulares (pandemia), buenos (Colón) y muy buenos (Filipinas), pero si el nivel de esta serie hay que medirlo por el capítulo de «La Armada», estamos ante algo muy serio. Espectacular final de temporada.
Si bien esta segunda temporada ha virado un poco más hacia la ciencia-ficción que la primera, sería una pena que no hubiera una tercera 🙁
En líneas generales me ha parecido más flojilla que la primera. Del último capítulo me quedo con la interpretación de Carlos Hipólito, sublime.
La segunda mitad me pareció más floja que la primera, pero es que Pacino fue muy grande. Creo que desmelenaron más en esos primeros capítulos, contrastando capítulos como el del convento y el de la introducción del personaje de Hugo Silva. Aun así disfruté todo en líneas generales, incluso con sus fallos. Creo que es muy importante que esta serie sea renovada no solo por su calidad y unicidad, sino por transmitir cultura.
Si hay tercera temporada, posiblemente no la vea. A mí lo que me trae de cabeza es la excesiva duración de los capítulos, que les obliga a llenarlos con escenas de relleno que no aportan nada a la trama y que me hacen bostezar y desesperezarme. Cosas tan gratuitas como los recuerdos de la adopcion de Jaime Blanch o toda la subtrama del hijo de Juan Gea, que probablemente sea la línea argumental mas sosa, gratuita y anodina que jamás ha pasado por una serie de televisión.
Ya empezó fuerte, pero se fue desinflando un poco respecto a la 1ª.
Aun así me sigue pareciendo la mejor serie Española hasta la fecha y espero que dure con su buena calidad mucho más.
Igual que la primera temporada: fabulosa premisa inicial destrozada por guionistas analfabetos e incapaces y actores muy por debajo de lo mediocre. Anoche vi el último episodio de la segunda temporada. Carlos Hipólito, absolutamente extraordinario, incluso recitando la mierda de diálogos que le han dado. El episodio me ha dado vergüenza ajena como todos los demás. Me abochorna que unos tios que apenas debieron aprobar la ESO escriban una serie sobre la Historia de España con tantas posibilidades. Si esta idea la pillan los franceses…
Un nuevo misterio del Ministerio: Cómo el productor Javier Olivares logró la licenciatura en Historia sin aprobar la ESO. Y cómo logró producir además Isabel. Claramente el pobre hombre no tiene ni idea de historia…
Pregúntaselo a él, yo no le doy patadas a la Historia de España en cada episodio de la serie.
¿Por ejemplo?
Último episodio de la segunda temporada, primer minuto, un letrero dice: Plymuth, INGLATERRA. Segundos despues vemos una batalla naval a unos metros de la costa.
El breve enfrentamiento entre la flota inglesa y la española de aquel episodio tuvo lugar en Gravelinas, en las costas de FRANCIA.
No soy un experto en historia, pero haciendo una breve búsqueda de información, y si bien es cierto que el enfrentamiento principal fue en Gravelinas, también es cierto que el primer encontronazo fue en Plymouth una semana antes, que es donde estaba fondeada la flota inglesa; y que también hubo enfrentamientos en la Isla de Wight. A la vista de ello, no parece que le hayan dado ninguna patada a la Historia en la serie, sino más bien todo lo contrario…
Tanto si continua como sí, lamentablemente y espero que no sea así, no hay tercera temporada el episodio de la armada invencible es un broche final de temporada cojonudo. Amenazar a todo un rey de las Españas (EL Rey además) con asesinarle mientras duerme cuando es un niño es un tour de force genial. Los episodios de Filpinas retratan al teniente ese como fué en realidad y el personaje de Velazquez, GRANDE, se come la pantalla (su obsesión por conocer a Picasso ya es mítica). Si me quedo con un episodio de la segunda es con el de cierre y de la primera con el de los nazis y los tercios de Flandes. Una serie genial, rodada con pocos medios y que se merece continuar en pantalla una temporada más, porque su objetivo es entretener y no enseñar historia, que para eso ya están los colegios. Un saludo.