Poco más de año y medio hemos tenido que esperar para volver a la ficticia, y ya icónica, población estadounidense de Hawkins después de aquella excelente Stranger Things 2 que a pesar de parecer un remake a mayor escala de Stranger Things 1 funcionó casi al máximo de sus posibilidades en noviembre de 2017. Netflix vuelve a depositar toda su confianza en uno de sus buques insignia con Stranger Things 3, la, presumiblemente, penúltima temporada de la serie creada por los hermanos Matt y Ross Duffer (Wayward Pines, Hidden). Más allá de la inclusión de algún nuevo fichaje como la actriz Maya Hawke dando vida a Robin, Cary Elwes como el alcalde Larry Kline, Jake Busey en la piel del antipático Bruce o Alec Utgoff interpretando al Doctor Alexei mantenemos el mismo reparto de las dos entregas anteriores. La nueva tanda de ocho episodios fue subida al catálogo de la plataforma de streaming el pasado 4 de julio y nosotros ya hemos podido ver esta muy esperada tercera temporada de las aventuras sobrenaturales de Eleven, Mike, Will, Dustin, Lucas, Max y compañía. Lo cierto es que hemos quedado muy satisfechos a casi todos los niveles porque el producto mantiene casi intacta su calidad, potencia su naturaleza multirreferencial y hace evolucionar a sus personajes. Pero también posee algunas carencias y cae en ciertas decisiones erróneas que más tarde pasaremos a enumerar a la hora de evaluar globalmente un proyecto tan exitoso y disfrutable como este.
Al igual que sucedió en la segunda temporada con respecto a la primera esta Stranger Things 3 toma como punto de inicio los últimos segundos que cerraban a su predecesora y a partir de él los hermanos Duffer y sus colaboradores al guión o la dirección van desarrollando las distintas tramas. En esta ocasión el argumento se localiza en la víspera del 4 de julio de 1985, un año después de los hechos acontecidos en Stranger Things 2, con los protagonistas experimentando sus primeras relaciones amorosas y problemas derivados de la entrada en la adultez, mientras el nuevo centro comercial de la empresa Starcourt se convierte en el epicentro de las aventuras de todos los personajes. Como viene siendo tradición detrás de la idílica estampa de Hawkins las monstruosidades interdimensionales siguen amenazando la vida de los lugareños desde las sombras y los protagonistas deberán enfrentarse nuevamente con ellas para impedir un apocalipsis a escala mundial.
La principal seña de identidad de Stranger Things 3 es su ligereza, mucho más acentuada que en las dos temporadas anteriores. La serie de Matt y Ross Duffer siempre se ha caracterizado por la alternancia de acción, ciencia ficción, terror, drama y comedia. Pero en esta ocasión el humor y un tomo mucho más liviano se apoderan de la mayor parte de la velada sólo cediendo terreno al dramatismo en el último episodio que, eso sí, es el más emocional y melancólico de todo lo que llevamos de serie. Esta predisposición por la aventura continuada, dinámica, fruiciosa no sólo se vertebra por todas las subtramas que dan forma a Stranger Things 3 enriquieciéndolas con matices y referencias, sino que también da al conjunto del proyecto un ritmo endiablado capaz de influir en el ánimo de un espectador que verá volar delante de sus ojos las poco menos de nueve horas que dura la temporada. Aunque es a partir del tercer episodio cuando la historia toma fuerza, desde el minuto uno el tempo narrativo y la realización trabajan en equipo para engancharnos a las aventuras de los habitantes de Hawkins.
Hasta media decena de subtramas se alternan en el discurrir de estos nuevos ocho episodios. Cada una de ellas con su propia autonomía, tono y solidez suficiente para funcionar de manera independiente. Pero el añadido más interesante de las mismas es que todas hacen referencia a algún clásico del terror y la ciencia ficción de los 70, 80 o 90. En este sentido destacan, sobre todo, la trama protagonizada por Billy como multihomenaje a obras como La Invasión de los Ladrones de Cuerpos The Blob, The Stuff, La Cosa, Cazafantasmas 2 e incluso Hellraiser o la centrada en unos geniales Steve, Erica, Robin y Dustin como si fueran los personajes de una cinta de John Hughes sumergidos en un remake de Amanecer Rojo(Joh Milius, 1984) con sus adolescentes americanos plantando cara a unos, convenientemente, inútiles soldados rusos mientras hacen apología de los parabienes del capitalismo y las maldades del comunismo por medio del personaje de Erica, uno de los más memorables de la temporada gracias a su locuacidad y verborrea.
Desde el punto de vista técnico Matt y Ross Duffer, Shawn Levy y Uta Briesewitz mantienen la puesta en escena, entre cálida y vibrante, habitual de la serie de Netflix. Aunque es en su recta final donde más se acentúa sobrevuela toda la temporada una sabia amalgama entre espectacularidad estilística y minuciosidad emocional en lo referido a las relaciones interpersonales de los personajes que elevan el proyecto como ya sucediera en las dos anteriores temporadas. El recurrente uso del CGI se antoja algo tosco e irregular en los primeros compases de Stranger Things 3, pero va cogiendo fuerza y solidez a lo largo de los capítulos llegando a momentos de brillantez incuestionable con una oda a la «Nueva Carne» cronenbergiana corporeizada en ese amasijo informe y devorador copando gran parte del protagonismo a lo largo de la trama central. Puede que la ya mencionada ligereza y el tono de Serie B imperante en la temporada resten algo de consistencia a la realización, pero el resultado sigue siendo de nota muy alta y con algunos pasajes para el recuerdo.
En cuanto al reparto sigue haciéndose patente la química y complicidad entre los seis actores principales siendo extensible a otros de los secundarios. Millie Bobby Brown, Gaten Matarazzo, Finn Wolfhard, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp y Sadie Sink son el corazón de Stranger Things, pero por suerte funcionan tanto unidos, como por parejas o interactuando con los roles adolescentes o adultos. David Harbour y Winona Ryder siguen siendo una pareja encantadora, Dacre Montgomery gana mucho protagonismo como Billy, la pareja formada por Natalia Dyer y Charlie Heuton pierde algo de relevancia por el, poco disimulado, arrinconamiento del último en cuanto a la escritura (¿castigo por sus problemas personales?) que lo diluye aunque siga teniendo una notoria presencia en pantalla. Al igual que sucedía en Stranger Things 2 varios de los nuevos fichajes son los que más brillan en esta tercera parte. Mención especial para Alec Utgoff, ese Doctor Alexei de mente prodigiosa contrastando con su carácter infantil y matrícula de honor para Maya Hawke, hija de los actores Ethan Hawke y Uma Thurman, enorme como Robin, un personaje del que es imposible no enamorarse, sobre todo cuando forma equipo con Steve, Dustin y Erica.
Pero, desgraciadamente, no todo son alabanzas hacia esta Stranger Things 3 porque con ella se agrava una afección que ya mostró sus primeros síntomas en la segunda temporada. Una vez más nos encontramos con un producto estructural y conceptualmente casi idéntico a sus dos anteriores entregas. Evidentemente el proyecto ofrece las suficientes dosis de calidad en todos sus apartados para que no nos cause molestia el seguir viendo «más de lo mismo», pero esta tendencia al subrayado y la redundancia parece confirmar que Matt y Ross Duffer, acompañados de sus colaboradores, ya han explotado al máximo una fórmula que no parece dar más de sí. En ese sentido se antoja casi necesaria la decisión, por parte de sus creadores, de acabar la serie en la próxima temporada porque, más allá de ciertos cambios en cuanto a tono y resoluciones argumentales, esta tercera tanda de episodios es, al igual que la segunda, una revisión de aquella Stranger Things 1 de la que sus máximos responsables no quieren alejarse demasiado por si al probar ideas nuevas pierden el favor de la crítica y el público.
Stranger Things 3 es pura diversión, evasión, emoción y fuego de artificio bien facturado. Es imposible no seguir enamorado de los habitantes de Hawkins comandados por esta pandilla de chicos a los que estamos viendo crecer, madurar, cambiar y recibir los primeros golpes de la vida, que en verdad poco tienen que ver con aperturas dimensionales o poderes piscoquinéticos. Mientras tanto ahí siguen Matt y Ross Duffer, facturando la, para un servidor, temporada menos potente de las tres estrenadas hasta ahora, pero poseedora de unas cualidades, una fuerza visual y un ritmo narrativo vigoroso incuestionable. Unos años 80 repletos de referencias variopintas a Regreso al Futuro (Robert Zemeckis 1985), El Día de los Muertos (George A. Romero, 1985) la serie Magnum (1980-1988) o Terminator (James Cameron, 1984), obra maestra a la que dedican no ya un guiño o una subtrama, sino un personaje completo que hará las delicias de los fans. Tras un final que lo cambia todo, y una escena post créditos que nadie debe perderse, ya sólo queda esperar hacia dónde se encaminaran los Duffer con esa Stranger Things 4 que nos despedirá ¿para siempre? de la tan idílica como peligrosa localidad de Hawkins.
Dirección - 8.5
Guión - 8.5
Reparto - 9
Apartado visual - 8.5
Banda sonora - 8
8.5
Stranger Things 3 posee un tono más ligero que sus predecesoras, un ritmo endiablado y una referencia al cine y la televisión de los 80 por cada minuto de metraje. Los personajes fijos evolucionan, los nuevos brillan, el guión y la dirección son impecables. Pero una vez más nos encontramos con una revisión de la primera temporada y en ese sentido la serie no avanza demasiado, volviéndose algo redundante.
Acomodaticia temporada. Formulaica. Y decepcionante. Aprovecha el tirón de la excelente (buenísima) T2 y es casi un epílogo de ésta, una temporada 2.1 sin tensión ni intriga, no digamos ya terror o misterio. Chau chau, esperemos que recuperen el nivel
No estoy muy de acuerdo, ni con el comentario de AlbierZot sobre lo acomodaticia respecto a la T2. para mí, la que repite fórmula es la T2 con respecto a la T1, sí, añaden personajes y el resto evoluciona mínimamente; pero es en esta T3 cuando han evolucionado, y ha habido ciertos giros que la han distinguido de la T2 y, sobre todo, de la T1
EMHO
Cómo siempre, esperaré a que pase el revuelo del estreno para verla tranquilo. Por lo pronto, no puedo evitar mencionar la canción de The neverending Story, me recordó a mi niñez en los 80´s cuando toda la magia era posible. Un lagrimón. Y si…yo también leí la saga de Terramar.