En el manga, como en cualquier otro tipo de literatura ya sea gráfica o meramente escrita, encontramos una gran variedad de temáticas. Pese a que en los primeros años del cómic japonés en nuestro país todo parecía enfocarse solo a obras de fantasía, de épica, de peleas y batallas de poder, poco a poco otros trabajos fueron abriéndose paso, dejando paso a argumentos más terroríficos, más maduros, más abstractos o dando rienda suelta a los sentimientos. Generalmente el manga ha sido una de las manifestaciones culturales que más uso ha hecho de las etiquetas, algo producto de la sociedad japonesa de la que han nacido. De esta manera siempre tendemos a englobar las historias en los típicos shônen y shôjo, haciendo referencia a la diferencia, por fortuna cada vez más inexistente, entre mangas “de chicos” y mangas “de chicas”. Posteriormente también comenzamos a conocer a los “hermanos mayores” de ambos grupos, el seinen y el josei, que vendrían a ser versiones más maduras de obras destinadas a un público ya no tan juvenil.
La mayoría de la gente se ha iniciado en el mundillo leyendo el tipo de obras que iban destinadas a su grupo demográfico, tanto por edad como por género, y aunque ver a una chica leyendo shônen nunca ha sido nada demasiado raro (más que nada porque la mayor parte de la oferta eran mangas de este tipo), siempre ha habido reticencias por parte del público masculino a leer shôjo. Aunque como digo por fortuna esto está cambiando, era extraño que un muchacho que ya se había aburrido del shônen y que comenzase sus pinitos en el seinen quisiera también acercarse a esa sección de manga para chicas para ampliar su espectro de lecturas, por el absurdo temor a verse leyendo obras típicas de chicas que se enamoran tonta y perdidamente del guaperas de turno del instituto. Y por eso ese muchacho siempre tendía a buscar obras “para chicas” pero que fueran algo más maduras que eso, y si incluían algo de humor o una temática más variada que los amoríos y los sentimientos mejor que mejor. En esas aparece
Durante los 21 tomos que dura Nana (más un tomo adicional a modo de fanbook del que hablaré un poco más adelante), conoceremos la historia de dos personajes que comparten ese nombre que da título a la obra. Nana Komatsu y Nana Osaki son dos chicas que viven en diferentes pueblos del Japón menos urbanita que se encuentran en el tren que les llevará rumbo a Tokyo en una noche nevada. Pese a ser tocayas, no podrían ser más distintas la una a la otra. Nana Komatsu es una chica muy intensa, modosita, voluble, inocente, algo pija y coqueta y que refleja a la perfección el arquetipo básico de una protagonista de shôjo, siendo muy enamoradiza, sumisa, aunque con su puntito egoísta que hace que no sea tan “tonta” como en un principio parece. Nana Osaki por su parte tiene una personalidad fuerte y arrolladora, es una “punkarra” de tomo lomo, con sus piercings, su ropa y complementos de Vivienne Westwood y su devoción por los Sex Pistols, aparentemente mucho más equilibrada, madura y centrada que su tocaya, pero también con su puntito infantil e idealista, que trata de ocultar bajo su fachada de chica dura. Mientras que una busca cumplir su sueño de vivir en Tokyo con su novio, la otra llega con la idea de labrarse su propio futuro y llegar a poder vivir de su música.
Ambas chicas se despiden tras su fugaz encuentro solo para descubrir que el destino parece empujarlas a acabar siendo amigas íntimas, ya que les ofrece la oportunidad de vivir juntas para compartir gastos en un piso de alquiler. A partir de ese momento, para no confundirse, serán Nana (la punkie) y Hachi, debido al juego de palabras de la pronunciación del número 8 en japonés como “Hachi” que va después del 7 que se dice “Nana”… y también por el parecido de Nana Komatsu a Hachiko, el leal y fiel perro. No obstante ese juego de palabras se perdió en la traducción y localización al castellano, pasando a ser “Nana y Ocho”, perdiendo muchísimo gancho en mi opinión. En un primer momento el manga arranca bastante “shôjizado” por el comportamiento de Hachi y porque las situaciones que se dan, aunque más enfocadas a lo maduro, siguen siendo muy romanticonas y de enredo. Se nos va presentando a más personajes, el auténtico núcleo de la obra, con Tsuji, el novio de Hachi y los compañeros de grupo de Nana, Yasu, Nobu y Shin; a los miembros de Trapnest, el grupo de rock del que Hachi es devota, Takumi, Naoki, Reira y Ren… Un elenco de personajes con muchos matices y mucha profundidad de entre los que no es posible encontrar un protagonista indiscutible porque todos tienen sus grandes momentos, y cuyas relaciones, poco a poco, irán girando la obra de esa ligereza inicial a un maremágnum de sentimientos, emociones, tragedias, alegrías con la música como telón de fondo para una de las historias más humanas que he tenido el gusto de leer.
Como digo, lo más importante en Nana son sus personajes, muy bien trabajados y diseñados, cada uno con una personalidad propia muy marcada, que puede empezar basándose en arquetipos pero que van madurando y evolucionando a medida que viven acontecimientos y su historia avanza. Es una evolución natural, nada forzada, y que responde al milímetro a como reaccionaria una persona real a los hechos que van aconteciendo a todos los que aparecen en el manga. Y es que si por una cosa destaca Nana es por su abrumador realismo, gracias a lo cual el lector consigue empatizar al máximo con trama y personajes hasta el punto de que algunos eventos pueden llegar a afectarte realmente y dejarte un poco de mal cuerpo al leerlo, como si le hubiese ocurrido a un amigo/a. Porque Nana empieza muy gracioso e inocente, como la propia Hachi, pero poco a poco todo va dando un giro hacia lo complicado y difícil que es vivir la vida, amar y ser amado. Una manera natural, y por tanto plagada de dichas y desdichas, de representar los romances y el sexo, embarazos no deseados, cuernos vistos desde un punto de vista realista y racional, rupturas devastadoras, ataques de ansiedad, el complicado negocio de la industria musical, las adicciones, la pérdida, la incapacidad para enfrentarse a la vida adulta, la madurez, la búsqueda de la felicidad…
Los personajes de Nana son un poco como la familia Alcántara de
Más allá de todas las desgracias y zancadillas de la vida que sufren los personajes de Nana, no hay que olvidarse que la obra gira sobre todo sobre el amor, y esto también muestra muchas cosas buenas. No obstante no hay que caer en el error de pensar solo en el amor romántico, ya que lo que Yazawa muestra en Nana es el amor hacia las personas que nos importan, ya sean nuestra pareja, amigos, familiares… De hecho Nana muestra en la mayor parte de las ocasiones que lo importante no es estar emparejado sino tener gente a nuestro alrededor que se preocupe por nosotros y que nos quiera casi incondicionalmente, y que nos permitan hacer lo mismo para con ellos. Sin embargo volvemos a lo de antes, es un manga muy humano y real, y pese a que se coquetea en todo momento con la idea de amistad incondicional y el concepto de “Best Friends Forever” así como la famosa teoría japonesa del hilo rojo y el hecho de que dos personas estén destinadas a estar juntas, Ai Yazawa nos muestra todo esto desde el punto de vista de cómo lo afronta un ser humano real, es decir, que no todos los personajes son altruistas y generosos y darían todo por la otra persona, sino seres individuales con inseguridades, con egoísmo, que pese a que intentan hacer lo mejor para los demás ven que siendo bueno te toman por tonto y acabas tu fastidiado… Cosas que a todo el mundo le han ocurrido y que veremos representadas en una historia en la que muchas veces nos desesperaremos por lo ilógico de la actuación de tal o cual personaje pero que, pensándolo fríamente, es lo que hubiese ocurrido seguramente en una relación en la vida fuera de las viñetas. Hay pocos personajes equilibrados en esta obra, todos tienen sus luces y sus sombras, e incluso los más “perfectos” tienen sus propias miserias, su propia coraza para intentar que les reboten las piedras que vienen de fuera.
Pasando por encima del hecho de que el amor sea el motor principal de Nana, hay que decir que la música es, sin duda, el motor auxiliar. Como aficionado al punk y al rock personalmente es una delicia para mi leer Nana, con la cantidad enorme de referencias y guiños a una escena musical y a una época que me encanta. Esos diseños que beben directamente de Vivienne Westwood, la gran musa de la estética punk de finales de los 70, la multitud de referencias a los Sex Pistols, especialmente a la figura de Sid Vicious y su tortuosa relación con Nancy Spungen, la tiranía de las multinacionales discográficas a la hora de atar a esos espíritus libres del punk, al igual que ocurriese con los propios Pistols y Malcolm McLaren, el mánager que inventó el grupo de la nada y exprimió hasta la última gota y en tiempo record la gallina de los huevos de oro. Y es que Nana no bebe únicamente de referencias estéticas y guiños a personalidades y realidades de la escena punk, sino que es una obra hija de su tiempo, de una generación y un momento concreto en el que los lectores en este caso necesitan leer sobre determinados temas que ocurren en la realidad y con los que conectan porque les recuerdan a sus propios deseos y anhelos, penas y alegrías que son capaces de sentir como propios. Justo como el propio Johnny Rotten, líder de los Pistols, ha comentado en más de una entrevista que hicieron en el eterno
Por todo ello es imposible no enamorarse de los personajes de Nana, que cuentan con el particular y reconocible diseño del trazo de Ai Yazawa, muy diferenciados entre sí y con los detalles y rasgos bien marcados y muy importantes para entender según que partes de la historia. La narración es además un tanto experimental, en el sentido de que Nana está narrado a varias voces, sobre todo las de Nana y Hachi, pero desde un futuro. Podemos considerar que toda la historia está narrada desde un futuro del que vemos retazos, pero el grueso de la historia es un flashback inmenso, o que en la historia aparecen puntualmente flashforwards, pero el caso es que es una forma muy interesante de contarnos los hechos y de plantar las semillas del misterio, que también encontramos entre las páginas de este “culebrón”. En cualquier caso, la narrativa es exquisita, y el lirismo de Yazawa en el guión llega a hechizar, con algunas de las frases más profundas y cargadas de sentimientos que se pueden leer, y que llegan a tocar muy dentro al lector. Como he dicho antes, Nana es la gran tragicomedia del manga japonés, y tiene algunos de los momentos más icónicos, sobre todo a partir del ecuador de la historia, cuando la madurez y el golpe de los protagonistas con el muro que es la realidad alcanza su punto más álgido.
Más allá de esos 21 tomos de la historia principal (en nada pasaré a comentar lo de su “final”), Nana ha dado lugar a algunos extras bastante jugosos que parten de la misma. En primer lugar encontramos el anime, de 47 episodios, con un trabajo de adaptación y animación fantástico pero que tiene puntos positivos y negativos. Como positivo encontramos el apartado musical, que en una obra como Nana es capital, con versiones de Anna Tsuchiya y Olivia Lufkin que funcionarían incluso fuera del marco del anime; como negativo, que la serie solo adapta los 12 primeros volúmenes del manga, quedando fuera los arcos de mayor calidad de la misma. También encontramos un par de versiones de imagen real, dirigidas por Kentaro Otani, la primera de ellas siendo un gran éxito en la taquilla nipona y protagonizada por Mika Nakashima (Nana Osaki) y Aoi Miyazaki (Nana Komatsu/Hachi). Pero el extra más jugoso de todos al venir de la mano de la propia Ai Yazawa es el tomo 7.8, un fanbook en el que se desvelan detalles sobre personajes y el universo de Nana, así como las inspiraciones de la autora para la creación de los mismos. El tomo cuenta con secciones a color y galerías de fotos, una profunda entrevista a Ai Yazawa e incluso planos del famoso apartamento 707 de las protagonistas, llegando a incluir consejos de cocina y maquillaje o un test para que comprobemos que afinidad musical tenemos. Un volumen único muy completo y detallado, ideal para todo fanático de la obra y que solo presenta el hándicap de abarcar las andanzas de los personajes hasta el tomo 7, quedando de nuevo fuera una gran parte del material que compone el manga.
Hasta ahora todo han sido alabanzas al buen hacer de Ai Yazawa y a la gran calidad de Nana, una obra de culto y casi un imprescindible dentro del mundillo manga. Pero, como pasa en Nana, la vida real no solo tiene cosas bonitas y perfectas, también tiene su cara desagradable, y en el caso de este manga es el hiatus hasta ahora infinito que en el que vive la obra desde el año 2009, cuando unos problemas de salud de la mangaka hizo que se paralizase la producción. Yazawa lleva un tiempo de nuevo en activo, volviendo poco a poco a recuperar ritmo de trabajo e incluso publicando guiños a Nana, como consultorios y calendarios de los personajes y demás, y dejando caer en varias entrevistas que su intención es continuar y concluir Nana en algún momento. Sin embargo ya vamos para una década en la que los lectores ansiamos el esperado tomo 22 en el que nos aclare que ocurre con esos personajes a los que guardamos tanto cariño y que además se quedaron en unos de los puntos más dramáticos y álgidos que se hubiesen podido imaginar con el desarrollo de la trama. Si hay aficionados a la fantasía como yo por aquí ya sabrán lo que es la espera para la conclusión de una obra que aman (ejem… GRR Martin y Rothfuss… ejem…), pero en el caso de Nana, hay que tener en cuenta el trauma que supone para sus lectores que el punto en el que llegó el parón coincidiese con algunas de las escenas y momentos más impactantes y duros (y mejor escritos y llevados por una autora también) del manga, en mi humilde opinión.
¿Qué hago alabando tanto y recomendando un manga que no solo no tiene final, sino que la llegada de este es el cuento de nunca acabar y que encima se corta en uno de los puntos más altos de la obra? Lo hago porque Nana es sin duda uno de los mejores, sino el mejor josei que se ha escrito, y una de las obras con mayor calidad en narración, creación y desarrollo de personajes y equilibrio temático. Una historia que juega a la perfección con el paso del tiempo y como afecta la experiencia y las vivencias a sus protagonistas y plagado de detalles y matices que a veces solo se captan con una o varias relecturas (personalmente he descubierto cosas que se me habían pasado en la relectura que realicé hace poco para traeros esta reseña y que me dieron una dimensión nueva de la obra). Así que seáis chicas, chicos o cualquier tipo de ser primigenio, os gusten los mangas sentimentales o no, no tengáis ningún miedo en acercaros a Nana si queréis leer una obra madura, realista, cargada de emotividad y momentos icónicos e inolvidables. Una historia sobre personas como tú y como yo que se enfrentan a la prueba más difícil de la existencia que es vivir y ser feliz y que en más de una ocasión os pondrá una sonrisa en la cara, un nudo en la garganta o una lágrima resbalando por la mejilla.
Valoración Final
Guión - 9
Dibujo - 8
Interés - 9.5
8.8
Realista, humana, divertida, trágica, desgarradora... Nana es una obra que apela al sentimentalismo y en la que Ai Yazawa muestra la manera en la que las personas se enfrentan a las emociones y a las dichas y desdichas fruto de las relaciones. Un manga con mucho amor, música y momentos inolvidables gracias a un elenco de personajes perfectamente imperfectos.
Vi algún episodio de la serie de anime, me gustó mucho, sobre todo la influencia de la estética punk-rock. Recuerdo un episodio en el que uno de los amigos de Nana contaba que le dejaba discos y que su grupo favorito eran los Sex Pistols, me pareció genial.
La serie de anime tiene un nivel muy alto, y es bastante buena adaptación tanto en la trama como, sobre todo en la estética, aunque el manga tiene muchísimos más detalles en ese aspecto en relación a toda la parafernalia del punk de finales de los 70-principios de los 80. De hecho casi todos los modelitos que sacan los personajes o bien son calcados a originales de Vivienne Westwood, la madrina de esta estética en su vertiente británica, o son reproducciones de vestimentas o poses de miembros de los Pistols, especialmente de Sid. Y también hay muchos guiños a acontecimientos reales que les ocurrieron a los Pistols, o a Sid y Nancy, aparecen canciones reales en algunos momentos como «Seventeen» y cosas así. Ya digo en la reseña, como fan del punk, leer Nana es una gozada en cuanto vas pillando la enorme cantidad de referencias y el cariño de la autora a la música y al grupo en concreto.
Hola, tengo dos dudas.
La primera es que si la creadora tiene pensado seguir con el manga o el anime y la segunda es que donde acaba el anime en el manga, de los 21 tomos que hay, ¿Por cuál tengo que seguir después de haber visto el anime?